De vez en cuando, cuando
tratamos algún tema sobre la práctica del budismo en la vida social, se rozan
temas políticos. Este acercamiento superficial a la política no tiene mucha
relevancia en cuanto a lo que nos importa que es la práctica de las Enseñanzas
de Buda. Sin embargo, suele haber un número muy pequeño de personas que se
incomodan cuando alguien se acerca a temas sociales y políticos, así sea
someramente, y no muestra ningún interés en apoyar sus causas sociales de la
forma que ellos quieren. Como digo, son un número muy reducido de personas,
pero siempre están allí.
El tema del budismo debe
ser apolítico. Así lo explican los grandes Maestros, así lo demuestra el Buda,
así lo confirma la práctica.
Recordemos los catorce
principios del budismo comprometido del Maestro Tich Nhat Hanh. Un excelente texto
recomendado para budistas occidentales, así como todas las enseñanzas de este
gran Maestro. En su principio número 10 el Maestro Hanh dice: “No uses a la comunidad budista para
ganancia o provecho personal, no transformes tu comunidad en un partido
político. Una comunidad religiosa debe esforzarse por cambiar la situación sin
engancharse en conflictos partidarios.”
Esto es precisamente lo
que algunas personas que se dicen luchadoras sociales intentan hacer con el
budismo. Convertirlo en instrumento de lucha política. La recomendación del Maestro
Hanh es no mezclar el budismo con nada. Esto puede ser difícil porque uno de
verdad quiere que todo tenga sentido. Mi forma de ver la sociedad, mis
convicciones políticas, mi religión, etc. Pero el Dhamma te enseña a mantener
un equilibrio emocional y mental en todo. Y este equilibrio es enemigo de las
pasiones políticas.
Empecemos por una
aclaración práctica. Generalmente cuando escuchamos la expresión “luchas
sociales” o “lucha política”, en nuestra mente aparece un concepto dualista
incrustado en la médula del pensamiento popular. Política es igual a la derecha
contra la izquierda. A eso se resume todo para muchas personas.
Sin embargo, esto es una
visión muy estrecha e infantil de lo que realmente son las luchas sociales y
los temas políticos. El asunto es que, cuando alguien habla de estos temas,
siempre hay personas que esperan que te definas por un bando. Hablamos
específicamente de los fanáticos radicales de izquierda y de derecha. Ellos
siempre esperan que si tocas el tema, te definas en un grupo o en el otro. Y
según la bandera que muestres (o que ellos interpreten que llevas), entonces te
tratan de un modo o del otro. Fuera de eso, si se topan con una persona con un
punto de vista que está fuera del juego de “ellos contra nosotros”, lo
terminarán tachando de ignorante, inculto y borrego, sin importar la opinión
que tenga. Para resumirlo, estamos hablando del karma de los asuras que
analizamos en el artículo anterior de “El más allá según el budismo y los
karmas del Samsara en nuestro mundo”.
Debido a algunos
comentarios breves en cuanto a lo social en algunos de los artículos del blog,
algunos militantes de izquierda me han tachado de
estar sesgado o parcializado hacia la derecha. Su razonamiento, según entiendo,
es que de alguna manera mis críticas apuntan siempre a movimientos de izquierda,
justificando indirectamente a la ideología de derecha. Esto, obviamente, es
falso.
Debido
a que mi fundamento para tratar todos los temas, incluido la política y la
injusticia social, es la práctica del Dhamma, no podría estar polarizado en
términos ideológicos para un lado ni para el otro, debido a que la misma
práctica del Dhamma me protege y constantemente me advierte evitar este error.
Sin embargo, puedo entender la queja de estos lectores y la razón es muy
simple.
Debido
a que a veces hemos analizado la violencia generada por fanatismos ideológicos,
entre ellos el político, he criticado en algunos artículos el uso de este tipo
de violencia en su aspecto más notorio que es el vandalismo en las protestas callejeras.
El hecho de que las manifestaciones que terminan en violencia suelen ser en su
mayoría de autodenominados grupos de izquierda, puede dar la impresión de que
se esté criticando solamente este lado político. Pero este no es el caso.
También hay manifestaciones de derecha que terminan en violencia. El que no
haya puesto una foto de ellas, no significa que no las rechace.
Ahora
bien, hay personas que no pueden concebir la política sino como una
justificación para dividir y atacar. En la expresión lucha social, interpretan
la palabra “lucha” de forma literal. Es decir, como si se tratara de combatir y
destruir por todos los medios a otros seres humanos para poder conseguir una
verdadera justicia social porque simplemente no hay otra manera. Pero como ya
comentamos, esta es una visión torpe e inmadura de la lucha social, y no tiene
cabida dentro del budismo.
Hablamos
desde el punto de vista de una sociedad en democracia. Si lo tuyo son las
revoluciones o los golpes de estado, estás en el lugar equivocado.
Lucha
social significa movilización política dentro de los términos de la democracia
en la cual un grupo de personas exponen razones de peso para cambiar
situaciones o elementos políticos ya sean estos líderes, partidos o leyes, que
en su criterio deberían ser cambiados, a través de mecanismos de participación
ciudadana como por ejemplo el plebiscito, o el ejercicio de derechos constitucionales
como la marcha y la protesta, con el objetivo único de generar un bien mayor
para TODOS LOS CIUDADANOS. Y resalto la última frase porque la verdadera lucha
social incluye la lucha por los derechos de toda la sociedad. No solo de la
parte con la que me identifico o la que me enternece, y despreciar a la otra
por considerarla sediciosa u ostentadora del poder. Ése es el verdadero
significado de lucha social en un Estado de Derecho. A menos que se esté
viviendo en una dictadura, “lucha social” no significa “guerra”, como muchos lo
intenta hacer ver con actos de violencia, y se justifican llamándole dictadura
a todo lo que no les parece, cuando no tienen ni la más remota idea de lo que
significa la palabra.
Desafortunadamente
la expresión lucha social ha sido secuestrada por los movimientos radicales de
izquierda para justificar todas las formas de luchas o agresión como
estrategias de agitación que aunque caducas y obsoletas, se siguen utilizando,
pero sin un éxito real.
Pero
tranquilos. Sé que ya están pensando: Ahí
está. Otra vez echándole el agua sucia a la izquierda. ¿Cómo puedes decir que
no estas sesgado contra la izquierda si todas tus críticas apuntan hacia ella?
Eres un derecho asolapado e hipócrita. O simplemente cobarde ante la idea de
mostrar tus verdaderas filiaciones políticas. En otras palabras: Sos un facho, acéptalo…
De nuevo estamos
queriendo entrar en el viejo juego de blanco y negro. Ellos o nosotros.
Volvemos a aclarar que somos budistas y como tales no podemos dejarnos encerrar
en un kamma de asura. Un sencillo ejercicio práctico nos puede ayudar a ver el
efecto del budismo en la percepción política.
Como ejercicio de la
práctica del budismo en el pensamiento político, intentaré explicar
superficialmente mi propia postura política de manera superficial, la cual
mostraré a continuación por dos razones. Primero para usarla como un ejemplo
práctico de cómo enfrentar los dilemas políticos con la práctica budista cara a
cara, lo cual puede ayudar a muchos practicantes jóvenes que a menudo se
encuentran en una encrucijada de conciencia entre el pacifismo budista y la
lucha social (mal entendida como violencia). Y segundo, porque puede ayudar a
desmontar la idea programada que tenemos de que la política debe ser militante
y en blanco y negro. Que debemos escoger entre los buenos y los malos. Las Enseñanzas
budistas pueden ayudarnos a borrar esa programación dualista y a tener una
opinión política definida y un actuar político ético, incluso una debida lucha
política, teniendo como base la ética social del Buda-Dhamma.
No quiero decir que mi
opinión política sea la opinión budista política correcta que todo budista
debería tener. Repito que usaré mi opinión como ejemplo práctico solamente. El
objetivo es que el lector pueda hacer este mismo ejercicio con su propio
criterio, y pueda tener su propia perspectiva su sociedad y la política desde
el punto de vista de la práctica de las Enseñanzas budistas en su entorno.
Aclarado esto, prosigamos al patíbulo…
Para tranquilidad de los
principales críticos políticos, empezaremos por lo más escabroso.
No soy de derecha. Como
budista, no puedo ser de derecha. Existen elementos doctrinales de base
innegociables que impiden que sea de derecha. Aparte de España, país del que sí
tengo alguna referencia en temas ideológicos aunque sea lejana, no sé cómo será
la situación en Europa. Aquí en América, un factor fundamental para ser derecho
es ser cristiano. Evidente y obviamente, ya por ese lado empezamos mal.
Un budista en este rincón
del mundo se las vería difícil para pertenecer a un movimiento político de
derecha. Primero porque suelen ser movimientos político-religiosos, lo cual
personalmente me parece un adefesio hasta tal punto que considero que debería
ser ilegal. Y segundo porque al menos se espera que uno sea creyente. Y si
además de no ser cristiano eres ateo, y encima practicas una religión que no
tiene absolutamente nada que ver con la doctrina judeocristiana, pues va a ser
difícil que te aprueben un carnet de membresía al menos en la rosca dura, que
es la que importa.
Además de eso, hay otros
puntos de vista muy importantes que no comparto con la derecha como son los
temas de los derechos civiles de los homosexuales y otras minorías, los
derechos reproductivos de la mujer, la necesidad de un Estado laico separado de
la iglesia y la postura frente a otros temas como las drogas, las armas y
puntos específicos de la educación. En cada uno de estos temas, mi opinión
contrasta con la de ellos.
Suponiendo que yo tuviera
coincidencias ideológicas con la derecha de mi país fuera de la religión, de
todas maneras no podría ser de derecha. La derecha de mi país es total y
absolutamente corrupta, fanática, facilista, acomodada y profundamente
demagógica. Ha regido el país prácticamente desde la fundación de la república
y lo único que le importa es la preservación de una clase dirigente elitista y
mediocre. Es verdad que este país sí llegó a ser un Narco-Estado, si no es que
aún lo es. Por la presidencia rotan los mismos apellidos una y otra vez. Y usan
la religión cristiana para manipular al pueblo y mantenerse en cargos públicos.
Este es un país en el
cual los líderes evangélicos montan a un político en una tarima frente a miles
de personas, y pronuncia las palabras “Dios quiere que fulanito de tal sea el
presidente”. Los seguidores siguen la orden como idiotas útiles. El nuevo presidente
hace las mismas fechorías que el anterior y a todo el mundo se le olvida.
Cuatro años después, el mismo pastor recibe a otro candidato sobre la misma
tarima y repite las mismas palabras. “Dios quiere que este hombre sea el
presidente”. El mismo espectáculo patético y absurdo se repite. La gente se
hace la estúpida con su propia memoria y vuelen a obedecer la misma orden como
borregos decerebrados. Esto no es una crítica al cristianismo. Es una crítica a
la forma como la derecha utiliza el cristianismo como vulgar moneda de cambio
para conseguir y mantener el poder. Esto es a todas luces, algo totalmente
antiético e inmoral. Un verdadero cristiano se avergonzaría de esto y lo
denunciaría.
Otro factor que haría muy
difícil que un practicante del Dhamma fuera un militante de derecha es el
asunto del nacionalismo. Por lo general, el sentido de patria, la
identificación con la nacionalidad y el orgullo de pertenencia al país son
aspectos positivos de unión entre personas que conviven en una misma sociedad. El
sentimiento nacionalista es de una importancia enorme en la doctrina derechista,
pero hay que aclarar que estos sentimientos no son negativos sino hasta que se
llevan a un extremo por acción de una doctrina, al igual que todos los
sentimientos mal cultivados. Entonces se convierten en combustible de la pasión
de la derecha. La primera y gran excusa de los grandes dictadores de derecha en
la historia ha sido la defensa de la nación.
El nacionalismo vinculado
a la política genera egolatría y una mala identificación con el yo. Mi nación
es la mejor. Mi país es el mejor. Mi raza es la mejor. Por lo tanto, yo respeto
tu país y te respeto a ti como persona, pero en el fondo yo sé que mi país es
mejor que el tuyo y por lo tanto, yo soy mejor que tú. El nacionalismo extremo
es una forma de narcisismo social. La otra cara de esta moneda es la arrogancia,
la discriminación y la xenofobia. Y esto es contrario al ideal social budista.
No existe tal cosa como “razas”.
Desde el punto de vista budista no hay razas. Solo hay una. La raza humana. Y
toda ella tiene la posibilidad de alcanzar el Nibbana. En el budismo no existe
nacionalidad. No hay tibetanos, ni norteamericanos, ni españoles, ni mexicanos,
así como tampoco existen los blancos, los negros, los asiáticos o los latinos.
Esas diferencias son como decir que un gato es diferente de otro porque uno es
gris y el otro es pardo. Eso no importa. Ambos son gatos y no existe mayor
diferencia. Para el budismo la humanidad se ve así. Por lo tanto los conceptos
de país, nación, raza, religión, tradición y tantas otras excusas que se usan
para categorizar a las personas y crear diferencias que resultan en
confrontaciones, simplemente no existen. Son conceptos ficticios que carecen de
la menor importancia. Por eso para un budista, ser de derecha no tendría mucha
gracia. Una doctrina que te enseña a no identificarte con grupos ni conceptos le
quita toda la diversión a la idea de ser militante de derecha. O de izquierda. O
de cualquier cosa.
El nacionalismo no
deviene de ningún mérito. Tu no naces en tu país. A ti te nacen. Te traen al
mundo en algún lugar marcado dentro de unas líneas imaginarias. Ser de un país
X no debe ser motivo de orgullo porque no tiene ningún mérito. No hiciste nada
para conseguirlo. No sacrificaste nada ni te costó nada. No ganaste nada porque
no hay nada que ganar. Una montaña no cambia su consistencia ni su fertilidad
por estar a un lado u otro de una línea imaginaria. La tierra es una sola y la
nación o la patria en realidad no existen. Son solo ideas inventadas para
organizar los pueblos y los intercambios económicos y culturales.
Un budista no tiene
fuerte arraigo a su país y a su nación porque esto trae aferramiento,
identificación con el ego, división y pasiones bajas que son tan fáciles de
incendiar hacia la violencia contra los que son diferentes como un bosque seco que
se enciende con una simple chispa. En otras palabras, ser nacionalista te
convierte en alguien muy, pero muy manipulable. Solo tienen que apretarte el
botón del orgullo patrio y ya está. Todo lo que te digan después te lo vas a
tragar sin masticar, solo porque es en nombre de la patria. Ser nacionalista es
relativizar el sentido común y la conciencia y rendirlas a una idea o persona
que encarna el orgullo patrio. Algo contrario a la práctica budista.
Ser budista y ser
nacionalista es una contradicción ideológica, y biológica, y de todo lo demás.
Esto no quiere decir que
los sentimientos patrióticos sean negativos y deban anularse. Yo también me
emociono cuando la selección nacional juega en el mundial y respeto el himno
nacional y los símbolos patrios. Pero este patriotismo lo mantengo disminuido a
su justa medida y considerado con el valor que de verdad merece. En el momento
en el que me separa o me confronta con otra persona, o se intenta usar para
generarme indignación u odio hacia otro ser humano, inmediatamente lo suspendo.
Recuerdo que todo ello no son más que conceptos ilusorios y el sentimiento
desaparece.
Así podemos ver casos
como el de Birmania, en el cual hay una confrontación entre budistas y
musulmanes. El famoso monje que lucha contra esta comunidad apela muchas veces
a la defensa de su nación. Eso no le corresponde a un monje budista. Eso le
corresponde al Estado o al ejército. Entonces podemos ver fácilmente que este
moje yerra en cuanto a su práctica por muy devoto que sea. Y podemos
comprobarlo porque juzga a toda una comunidad mundial, a los musulmanes, basándose
en una situación negativa con un grupo terrorista islámico. (Para conocer más del caso Birmania mira el
artículo “Terrorismo budista. El caso Birmania”).
Por estas y por otras
muchas razones, yo no soy de derecha.
Recordemos que estamos
analizando las razones por las cuales, como budistas, consideramos inoportuno
pertenecer a una militancia de derecha o de izquierda de manera “radical”, lo
cual no significa que se considere incorrecto pertenecer o identificarse con un
movimiento político sea de derecha, izquierda o cualquier otra denominación. Todas
las personas debemos tener conciencia social y contribuir a la democracia. Estamos
hablando aquí de la militancia de forma extrema, de tiempo completo y negándose
a cuestionar a la propia ideología y a sus líderes. Es decir, en ser militante
de una ideología política por la emoción,
no por la razón. Tengamos
esta consideración siempre en mente.
No soy de izquierda. Como
budista no puedo ser de izquierda. Hay razones doctrinales fundamentales por
las cuales no puedo ser de izquierda. Tengo conciencia social y estoy a favor
de las campañas que ayudan a los más vulnerables. De hecho, escribí un artículo
reclamando el por qué las iniciativas budistas en occidente siempre apuntan hacia
sectores económicamente privilegiados y no suelen tener presencia en los
sectores populares (Artículo: Budismo de burbuja). Pero es mentira que
para estar a favor del más vulnerable, de los sectores sociales populares y de
las luchas del pueblo, haya que ser de izquierda. Esto es una falacia. Es tan
absurdo como decir que para estar a favor del bienestar de los animales hay que
ser vegano militante. La izquierda no tiene la patente, ni los derechos de
autor, ni la propiedad intelectual de las luchas por los derechos de los pobres
y las minorías. Debemos quitarnos esa idea de la cabeza. Esa es una lucha que
debemos asumir sin importar el pensamiento político y religioso que tengamos.
Tener conciencia social e
interesarse por los derechos de los más desfavorecidos no es una característica
exclusiva de los militantes de izquierda. De hecho, es un compromiso que todo
budista debería hacer. De nuevo, si estudiamos la doctrina del budismo
comprometido del Maestro Tich Nhat Hanh, veremos un ejemplo perfecto de que el
solo ser budista es suficiente para ejercer una acción social ética y correcta.
Lo mismo pasa con el
término socialista. También ha sido mal entendido y arbitrariamente poseído por
la izquierda de forma doctrinal. Todos en esencia debemos ser socialista porque
todos somos parte de la sociedad y lógicamente todos debemos estar a favor de
todas las políticas que estén a favor de la sociedad. Todos los partidos
políticos son en realidad socialistas por la misma razón. La ocupación del
término por parte de los movimientos de izquierda ayuda a que, como recién
mencionamos, se caiga en el error de pensar que el apoyo a los de abajo sea
solo menester de un solo grupo ideológico.
De hecho, el partido Nazi
de Adolfo Hitler era tan socialista como cualquier partido de izquierda.
Recordemos que estamos hablando del partido Nacional Socialista Obrero
Alemán. Que luchaba a favor de una sola sociedad. La alemana. Dejando de lado
todas las demás y convirtiéndolas en competidoras o enemigas. De la misma manera
los socialistas radicales de izquierda dividen a la sociedad en clases, igual
que Hitler con las razas, haciendo que los pobres sean los buenos y los ricos
los malos. Algo simplemente estúpido.
También hay que recordar
que el partido Nazi en realidad era de izquierda ya que su fundamento fue
luchar desde las masas contra el gobierno que estaba en el poder, el Estado y el
sistema parlamentario, el cual destruyó derrocando al poder establecido e
instaurando una dictadura. Exactamente igual que Lenin en Rusia. La única
diferencia entre el partido comunista soviético y el partido nacional socialista
alemán de Hitler es el escudo. De hecho, los nazis admiraron y se inspiraron en
el comunismo ruso para formar su partido. Sabemos esto por el diario de Joseph
Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler y prácticamente el hombre que lo
hizo Führer. En su diario, Goebbels revela que los alemanes estudiaron el
proceso revolucionario de los rusos y copiaron sus estrategias políticas para
iniciar su partido y expandirlo. El rojo de la bandera nazi fue inspirado en el
rojo de la bandera de los soviéticos, explica Goebbles en su diario. Posteriormente
se convirtieron en enemigos por cuestiones de alianzas que luego se hicieron
ideológicas. La historia cuenta el resto de una guerra que hace borrosos los
orígenes de las dictaduras, que en esencia, sean de derecha o de izquierda, son
la misma cosa.
El tema de la política es
tan estimulante que nos puede hacer perder la dirección de nuestro tema, el
cual es la política vista desde el punto de vista budista. De historia,
política e ideologías sociales podemos discutir extensamente contradiciéndonos
y corrigiéndonos, pero es un ejercicio que suele terminar en argumentos
circulares ya que nadie suele convencer a nadie una vez se ha tomado partido
por un lado. Y ya sabemos que nos dice Buda sobre las discusiones estériles.
A continuación,
procederemos a encender la ira de los asuras.
El comunismo y el budismo
no pueden ser practicados juntos. Son incompatibles y contrarios. El comunismo,
al igual que el fascismo, se fundamenta en la violación de derechos, en dar al
Estado el control absoluto de los ciudadanos y en anular las libertades
sociales. Diferenciar el comunismo del fascismo es un error porque el comunismo
también es fascismo. Tanto es así que el fascismo que conocemos de derecha se
fundamentó en las revoluciones comunistas. El fascismo de derecha es hijo
directo del comunismo.
El budismo y el comunismo
han tenido la peor relación posible a la luz de la historia. Los gobiernos
comunistas en Asia han perseguido al budismo a sangre y fuego de manera brutal
desde China hasta Camboya. Las persecuciones y violaciones de los derechos
humanos por parte de las fuerzas comunistas hacia los monjes budistas han
tenido episodios realmente horribles y despiadados desde mediados del siglo XX.
La historia del Maestro Tich Nhat Hanh es solo una pequeña prueba de ello, sin
mencionar al propio Dalai Lama, cuya razón de vida ha sido prácticamente la
lucha contra el imperio comunista chino por la liberación de su pueblo. Lucha
que aún hoy en día lleva a cabo de manera más sutil e inteligente que en sus
tiempos de líder político.
Lo que está haciendo el
gobierno chino contra el budismo en su propio país es un reflejo de lo que hizo
con el Tíbet en 1.950. En pleno siglo XXI, templos budistas están siendo
destruidos, monjes están siendo amenazados y arrestados, y el budismo, junto
con otras prácticas religiosas, está empezando a ser exterminado como si fuera
una plaga. Si por un lado el gobierno comunista chino usa el budismo como un
atractivo turístico para posar de tolerante y atraer más capital occidental (lo
cual es propio del comunismo actual, traicionarse a sí mismo), por el otro está
acabando con toda la tradición ancestral budista de China. Las noticias sobre
el budismo en China no son alentadoras. Invito al lector a averiguar sobre asunto
y sacar sus propias conclusiones.
El budismo está teniendo
presencia mundial y los comunistas chinos temen que la tradición budista opaque
la figura de su líder Mao Tse Tung para las generaciones actuales y futuras, al
cual irónicamente adoran como a un dios. El comunismo chino que tanto alagan
los comunistas latinoamericanos en las cafeterías y en los bares, no es
comunismo. Es capitalismo adornado con martillo y hoz. No puede ser de otra
manera ya que el comunismo se destruye a sí mismo como ya lo demostró la
historia. Los chinos saben que están lejos de su ideal y que son tan
capitalistas como la coca cola. No por nada una de sus figuras más notables y
principales ideólogos, Zhu Tiezhi, se suicidó en el 2.016 por la frustración de
ver como el ideal comunista se ha perdido y el partido comunista chino se ha
prostituido a la ideología que debía combatir. Los suicidios en los funcionarios
del gobierno del partido comunista chino están haciéndose más frecuentes con
los años. Al parecer por esta misma razón. Algo que el lector interesado
también debería sondear.
Zhu Tiezhi. Ideologo del partido comunista chino
El partido comunista
chino aplastó a los monjes tibetanos en su propia tierra en los cincuentas. La
consecuencia de ello fue que el budismo tibetano explotó y se esparció por todo
el mundo teniendo un especial impacto en occidente gracias a los titánicos esfuerzos
de Su Santidad Tenzin Gyatso. La situación del budismo chino actualmente es
desgarradora. Pero también existe la posibilidad de que los comunistas chinos
vuelvan a cometer el mismo error y por ello provoquen que el budismo chino
también explote y se exporte a todos los rincones del mundo libre para
sobrevivir, tal como lo hizo el budismo tibetano. No sería de extrañar que empezáramos
a escuchar por ahí de budismo Chan donde antes solo se oía hablar de Vajrayana
y Zen. Algo que para nosotros sería sin duda una ganancia, y sin embargo no
deja de ser otra prueba de que la estupidez humana no aprende de sus errores.
No se necesita ser
budista para tener un sentido común en cuanto a lo político. Como personas
libres que creemos en la democracia, hay que ser antifascistas. El pedazo que
nos falta es aclarar que también hay que ser anticomunistas, porque por alguna
extraña razón se nos ha pasado que el comunismo también es fascismo. Es de
hecho, la madre de todo el fascismo, histórica e ideológicamente hablando. Un
partido único que prohíbe cualquier otro partido; que dicta los derechos y su
medida; que endiosa al Estado y a su líder doblando las rodillas de todos; que
dicta como se debe pensar, hablar, vestir y hasta comer; y que acaba con balas
y leyes cualquier cosa que sea religión; es tan fascista como el de Franco, Mussolini,
Hitler o Stalin. Y lo gracioso es que uno ve en las marchas por los derechos
humanos a furibundos adolescentes portando emblemas comunistas. Son, como dijo
alguien alguna vez, como homosexuales defendiendo la homofobia. Todo un circo
de la ignorancia.
El sentido común, la
historia, las propias ideologías y el propio Dhamma demuestran que ser budista
significa ser antifascista, y por consiguiente, ser anticomunista. Ser
anticomunista, no anticomunistas que es lo que de hecho, esperan que uno sea.
No tenemos permitido adoptar argumentos ad
hominem rechazando a las personas por estar equivocadas. A los comunistas
hay que dejarlos en paz. Pero a la doctrina no se le debe respetar. Simplemente
hay que hacer oídos sordos y ya. Sin campañas de choque, sin manifiestos de
guerra, sin agresiones ni argumentos ni ningún tipo de oposición. El Buda
advierte constantemente que hay que alejarse del necio. El sentido de compasión
hacia el que está atrapado en un asura como este, debe prevalecer sobre
cualquier otro sentimiento.
El odio no se extingue
por el odio. El odio se extingue por el amor. Son las palabras del Buda. El
radical, sea de izquierda o de derecha, da igual, destila odio para recibirlo e
iniciar su teatro de rencor. Debemos combatir el odio con el amor como nos
enseña nuestro Maestro. De ahí en adelante no podemos hacer más porque cada
quien es dueño de su propio kamma y no tenemos el poder para cambiar las
decisiones que otros tomen, así sepamos que sean decisiones incorrectas.
Una vez más y ya siendo
redundante, no nos estamos refiriendo a todos los militantes de izquierda.
Hablamos de un tipo de kamma el cual ya analizamos en el apunte anterior. El
Kamma de la guerra y el odio expresado en fanatismo político. Recordemos que el
kamma del asura, el falso luchador social que rompe vitrinas, destruye
negocios, quema vivos a policías, acaba propiedad pública y privada, y del cual
veneno hirviente sale de su boca en nombre de la justicia social y los más
débiles, en realidad es un egoísta que sufre por sí mismo.
El Asura confunde defensa con violencia; destrucción
de la propiedad ajena con lucha digna; odio con valor; igualdad y equidad con
revancha y venganza. Justicia con asesinato justificado. Este es un kamma de
odio que concentra muchísima ignorancia, y es muy difícil de superar. Es lo que
comentamos en el artículo anterior dedicado a las manifestaciones de los Kammas
del Samsara en nuestro mundo.
El sello de que nuestra
posición política está envenenada es simple. El extremismo. La práctica del
Dhamma nos mantiene en el camino medio. Lejos de pasiones desbordadas y por
ende, del odio y de la manipulación. Obviamente, para los puristas, no ser
radical significa ser un cobarde, un mediocre, o un hipócrita incapaz de tomar
parte en la lucha por la justicia. “Su justicia”. Nosotros debemos tomar
siempre partido por el sentido común y la justicia real. ¿Y cómo encontramos el
camino hacia lo que es real y justo? Simple. A través del Dhamma. Tenemos una
estructura ética sólida, clara y definida. Una brújula moral que no tiene
matices. Solo debemos aplicar las enseñanzas y refugiarnos en lo que es
correcto. Entonces estaremos en el camino de la justicia.
Termino aclarando que
este es simplemente un punto de vista. Una aplicación de las enseñanzas
budistas desde una perspectiva particular, y como tal puede estar equivocada.
Sería arrogante de mi parte afirmar que estos argumentos deberían bastar para
concordar con toda lógica. Ese no es el objetivo del blog. La finalidad del
blog ha sido desde el principio servir como un laboratorio budista para
ejemplificar la aplicación del Dhamma en nuestra vida cotidiana. El objetivo no
es que estén de acuerdo con mis conclusiones, sino que ustedes mismos realicen
sus propios experimentos y saquen sus propias conclusiones tal y como el
Maestro nos recomendó que hiciéramos. Así que estas opiniones son presentadas
como lo que son. Simples opiniones, ni más, ni menos.
Como siempre, las
réplicas de mis queridos asuras justicieros sociales (en mi país los llamamos
“mamertos”) serán todas bienvenidas. Será interesante conocer otros puntos de
vista y contemplar nuevas posibilidades de mejorar como sociedad.
Recordemos siempre que
bajo ninguna excusa y por ningún motivo debemos permitirnos ejercer violencia y
agresión hacia otro ser humano. Como budistas nosotros jamás, jamás, debemos
ser fuente de destrucción y odio hacia otros seres y no existe justificación
para ello. Nosotros luchamos con el amor, con el Dhamma, no con el rencor ni
con el odio.
Bendiciones y felices
fiestas.
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