martes, 30 de junio de 2020

El racismo desde el punto de vista budista.




En este artículo hablaremos de la cuestión del racismo y de cómo podemos analizar este tema desde el punto de vista budista.

Debido a la horrible muerte de George Floyd a manos de un policía en Estados Unidos, se ha generado una fuerte ola de protestas antirracistas en varias capitales del mundo. El movimiento black lives matter, las vidas negras importan, ha tomado la vocería de estas protestas y generado las marchas en contra del racismo. Paralelamente han surgido más videos en los que personas negras son asesinadas por policías blancos en el mismo país, lo que ha hecho más persistentes las protestas.

Desde el punto de vista budista, la posición a adoptar debe ser en contra del racismo. Sin embargo, la posición antirracista desde el budismo no es la misma que la de los marchantes en Estados Unidos o de mucha gente en general que gestiona las protestas desde las redes sociales.

Para empezar, consideremos con más detalle la definición de racismo. Según la RAE, racismo se define como la “exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive”. De este concepto podemos deducir que la discriminación en términos prácticos es el rechazo de un individuo o individuos por razón de una condición inherente, sea esta raza, sexo, nacionalidad, etc.

Se puede decir que Blak lives matter es un movimiento esencialmente antiracista, pero en realidad adolece del mismo mal que intenta combatir. 

Durante las protestas se hizo muy conocido un video de una mujer negra de un barrio negro de Chicago que les recriminaba a los manifestantes del Black lives matter por la inconsistencia de sus protestas. La mujer decía que a los promotores de esas marchas en realidad no les importan las vidas de los negros porque solo se interesan en los casos documentados en los cuales una persona negra es víctima de un policía blanco. No más. La mujer decía, en Chicago hay muchas vidas negras que se pierden cada día, pero esas vidas negras no les importan a ustedes, porque se trata de un negro matando a otro negro y en ese caso no hay problema. Entonces dicen, alguna deuda tenía, o, eso es cuestión de negros, entre ellos se entienden.

La mujer tiene un punto e indudablemente no se le puede decir que no tiene razón. Ahora, el punto es, según este análisis y el propio comportamiento de los manifestantes en redes sociales, que en realidad lo que mueve a Black live matter no es tanto la indignación por el asesinato de personas negras por ser negras, sino luchar contra los policías blancos racistas que matan personas negras. Eso enfatiza más el problema y disminuye el espectro de atención del público ya que el racismo abarca mucho más terreno que el de los policías blancos racistas. El objetivo no es tanto salvar las vidas negras, o no en primer lugar realmente (lo cual es la queja de la mujer de Chicago a los manifestantes), sino atacar a los hombres blancos que son policías, y a otras personas blancas que efectivamente son racistas. Una cosa no necesariamente va con la otra y de ahí la indignación de la mujer ante los manifestantes. Es decir, el verdadero objetivo del movimiento no es luchar contra el racismo en sí mismo sino usar los muertos negros de la policía para capitalizar un rechazo social contra todos los policías blancos y gran parte de la población general.

No todo el mundo es consciente de esto y mucha gente en realidad sí tiene un verdadero sentido antirracista. Pero la mayoría de los convocantes son movidos más por el odio hacia una raza que a la defensa de otra raza. Y ambas perspectivas, desde este punto de vista, están equivocadas.

Hablemos específicamente del racismo en Estados Unidos para distinguirlo de las formas de racismo presentes en nuestros países ya que esta problemática no tiene las mismas características en todo el mundo. Tomaremos el racismo estadounidense, uno de los más explícitos y cultualmente arraigados, para ver más fácilmente sus raíces y poder así comprenderlo, prevenirlo y erradicarlo de nuestra mente y nuestras culturas.

El racismo es un problema real y Estados Unidos lo ha padecido desde su fundación, su guerra civil y la actualidad. Pero lo que estamos queriendo decir aquí es que este problema que es real y antiguo, el racismo, no tiene asidero en la realidad. Esas personas, los racistas, han estado y están equivocadas. Y tratar de combatirlos usando los mismos códigos culturales que ellos usan, es decir la idea de razas, es darles la mano para continuar el problema. Es seguirles hablando en los términos que ellos quieren escuchar.

No se les está combatiendo. En realidad lo que se les está diciendo es: Sí, ustedes sí tienen razón. Tal división sí existe. La humanidad sí está dividida por colores. Pero ustedes están en el lado de los malos y nosotros estamos en el lado de los buenos. Así que podemos hacer una buena guerra como Dios manda ya que ambos estamos de acuerdo en los planteamientos.

Entonces los racistas piensan: Ahí está, tenemos la razón. Nuestra visión del mundo sí es la correcta. La humanidad se divide en razas de colores y tenemos que proteger nuestra raza como lo hicieron nuestros ancestros cuando llegaron a estas tierras y conquistaron y colonizaron y bla bla bla, toda esa basura histórica que tanto aman los racistas.

Ahora, la trágica historia de los blancos esclavizando negros ha dejado una idea de injusticia perpetua en un mundo impermanente y cambiante. Las injusticias de los blancos contra los negros sí fueron una realidad histórica y son un motivo de desprecio y rechazo. Pero mucha gente ahora tiene esta idea absurda de que se debe hacer justicia histórica hoy, ahora mismo, hoy en día, por las vejaciones que cometieron generaciones pasadas contra personas que existen en el presente. Y eso implica un tipo de venganza histórica contra los blancos de ahora, todos ellos. Asumiendo automáticamente que cualquier blanco que no odie ser blanco es un racista o al menos, un cómplice silencioso del racismo por no entrar en la trifulca. La premisa no manifiesta es: Si un policía blanco mata a un hombre negro, todas las personas blancas son históricamente culpables. Y eso es tonto.

No se puede juzgar a una persona por su raza porque sus ancestros vivieron en una época donde el racismo era legal. Si eso fuera justicia, hoy en día tendríamos que odiar a todos los alemanes y tratarlos como basura por lo que sus abuelos les hicieron a tantas minorías étnicas en la segunda guerra mundial. Un total disparate.

A estas alturas y en pleno siglo XXI, es absurdo mantener esa ridícula costumbre supersticiosa de que los descendientes deben pagar por los pecados de sus antecesores, aun sin preguntarse primero qué piensan o qué sienten sobre el tema. Ser blanco y no ser anti blanco es ser racista, según ellos. Esta idea es una absoluta tontería que se suele predicar en los grupos supuestamente antirracistas.

Sí hay personas blancas que están de acuerdo con los pensamientos racistas de sus antecesores. Pero estas personas en la actualidad ya no son una mayoría representativa de Estados Unidos ni de ningún país. Son una minoría triste y marginada compuesta de ancianos encerrados en habitaciones poco visitadas o fincas apartadas de familias endogámicas mal adaptadas a la sociedad como los integrantes del ku klux klan o grupos de supremacistas blancos cuyas marchas en algún pueblo agrícola de Estados Unidos no llega jamás a juntar ni cien personas. Son una especie que aún persiste, pero está en decadencia. No importa qué tanta cantidad de gente lleguen a juntar en un lugar. Jamás llegarán a representar una mayoría ni siquiera en un pueblo pequeño. 

La sociedad ya no es racista. Derek Chauvin, el asesino de George Floyd está en prisión enfrentando un serio caso de homicidio. Sin duda el hecho de que el crimen haya sido grabado en primer plano hace imposible que eluda su responsabilidad y la de los demás policías. Pero la ley no le está favoreciendo por ser blanco, y deberá enfrentar las consecuencias de sus actos. El sistema no lo felicitará ni lo premiará por ello. Lo castigará sin importar que sea blanco.

Recordemos que estamos hablando de Estados Unidos, y que el racismo de ese país no es el mismo que en todos los demás países. Sí es cierto que los cuerpos policiales de Estados Unidos tienen una arraigada inclinación hacia el racismo especialmente en algunas ciudades específicas. Pero el sistema bajo el cual funciona la policía ya no es racista. Hay policías negros, latinos, asiáticos, árabes y prácticamente de cualquier raza. Y a pesar de que la cultura racista norteamericana aún está enquistada en sus instituciones, el sistema ya no puede tolerar dichas inclinaciones. Es decir que este es un problema con el que los norteamericanos tendrán que lidiar durante mucho más tiempo, y no tanto porque el problema persista, sino porque la manera en la cual lo están combatiendo es la manera equivocada.

Los estadounidenses padecen de un mal crónico y congénito. Tienen la desafortunada costumbre de andarse clasificando entre sí todo el tiempo. En casi cuatrocientos años de haber llegado de Europa hasta la actualidad, los habitantes del norte no han parado de etiquetarse y encuadrarse socialmente de alguna manera. Y este modo de pensar, esta clasificación mental automática, es el caldo de cultivo para que las discriminaciones de varios tipos sigan emergiendo y generando odio.

El sentido de pertenencia o instinto tribal, un instinto de supervivencia tan básico y necesario para nuestros ancestros prehistóricos, no ha permitido que los estadounidenses vivan en paz unos con otros. En una paz real.

Cuando arrestaron a Derek Chauvin, el director del centro penitenciario al que lo llevaron cometió el ingenuo error de ordenar que los trabajadores negros del pabellón donde sería recluido el ex policía, fueran retirados del lugar y esperaran en otra planta mientras otros funcionarios blancos dirigían al reo. Los trabajadores obviamente lo notaron y se quejaron. En menos de una hora, el funcionario se dio cuenta de lo que se le venía encima y dio reversa a la orden.

Su explicación fue que, al ver las protestas y las tensiones raciales tan exacerbadas, temió que algunos de sus trabajadores negros fuera superados por su indignación y pudiera surgir algún tipo de problema entre el reo y los funcionarios. Esto puso en duda la disciplina y profesionalismo de los guardias negros y obviamente, y con razón, éstos se ofendieron y presentaron denuncia formal. El director en realidad no es racista ni prejuicioso, pero los patrones culturales de su sociedad le hicieron temer una situación que midió mal y tratando de evitar una confrontación, que en realidad estaba solo en su mente, se creó a sí mismo un problema real.

La categorización por colores, y esto es lo más absurdo, que ni siquiera es en realidad por razas sino por colores, es lo que tiene a la sociedad estadounidense tan atrasada en este tema.

Hace poco vi en un noticiero estadounidense una encuesta ciudadana sobre el nivel de popularidad del presidente de ese país. Lo que vi, que tal vez para el lector no signifique gran cosa, a mí me llamó la atención. Seguramente lo había pasado por alto muchas veces pero mi percepción ya ha cambiado con el tiempo y algunas cosas que antes se me hacían parte del paisaje ahora me sorprenden.

Ellos clasifican a los encuestado según sus colores. El tanto por cien de los blancos piensa esto. El otro tanto por cien de los negros piensa esto. Y el tal por cien de los latinos piensa esto. Queda faltando la opinión de los asiáticos y otras dos o tres tipos de personas.

Yo vi esto y pensé ¿En serio dividen la opinión pública según su raza? ¿Y cómo esperan que no haya racismo si hasta las encuestas vienen divididas en colores? Es una total estupidez.

El estadounidense promedio me contestará, no es por razas, es por culturas, porque la cultura latina y la negra, y los blancos son distintos por esto y aquello. Que unos son inmigrantes y tienen condiciones de vida distintas, que los negros fueron esclavizados y bueno. Ellos entienden sus clasificaciones. Para mi sigue sin tener sentido y sigue siendo un factor de racismo absurdo. Pero para ellos este absurdo es invisible porque es algo cotidiano. Así de arraigada está la cultura del racismo en Estados Unidos. Hasta el punto en el que la división por razas de la población es algo normal en un asunto tan común como la opinión pública sobre la política del país. Como si la constitución estuviera dividida en secciones por razas. Un total disparate.

La constante clasificación y subclasificación que hacen las personas entre si y sobre sí mismas es tan frecuente y mentalmente tan profunda, que suele surgir incluso donde no la había antes, en culturas donde el modo norteamericano no era habitual. Por ejemplo, ahora existe una clasificación para mexicanos que viven en Estados Unidos legalmente. Que es distinta a la de los mexicanos que nacieron allí. Y estas dos a su vez, son distintas de la de los mexicanos que llegaron y están allá de forma ilegal. Son tres clasificaciones para dividir en tres categorías a personas que vienen del mismo país y comparten la misma cultura. Cada clasificación tiene sus propios códigos, palabras particulares y formas de encajar en el mundo. Y hasta se desprecian entre sí por esas clasificaciones. Eso los mexicanos no lo tenían. Son lo que llaman, modos gringos.

De esa forma de ver el mundo es que surge la protesta con la consigna Black lives matter. Esta es, a mi parecer según las Enseñanzas del Buda, una perspectiva incorrecta de abordar el problema del racismo. Y también de allí surge la afirmación de algunos opinadores de los medios de que  Black lives matter es un movimiento divisorio y racista. Un movimiento anti blancos que usa los muertos negros de situaciones únicas y particulares para justificar el odio hacia los blancos de clase media y alta estadounidense. 

Desde el budismo, el movimiento Black lives matter, las vidas negras importan, no tiene sentido. Y no lo tiene porque en realidad no existe tal cosa como “vidas negras”. O vidas blancas, o vidas marrones o amarillas o latinas, etc. Las vidas no tienen color. Tal idea en sí es absurda. Las vidas no tienen color porque en realidad lo que normalmente conocemos como “razas”, no existe. No hay tal cosa como razas dentro de la especie humana. Tal concepto es una elaboración cultural e histórica.

Sí, hay diferencias entre los pueblos. Pero estas diferencias son factores étnicos y culturales construidos a través del tiempo y que, a final de cuentas, no tienen el suficiente peso social, ni académico, ni científico, para decir que pueden ser usadas para diferenciar a una persona de otra. Desde el punto de vista de las ciencias sociales, cada pueblo crea sus propias tradiciones y formas culturales según sus condiciones geográficas y su historia, y es imposible que dos pueblos tengan la misma historia. Y desde el punto de vista biológico, las razas no existen.

El estudio de la biología y los avances en la genética han podido determinar que todo lo que conocemos como género humano viene de un mismo ancestro común. Las diferencias físicas que interpretamos como razas, en realidad son adaptaciones de la misma especie a distintas condiciones ambientales a las que cada pueblo ha debido someterse y adaptarse a través de las generaciones. Las diferencias en el color de la piel se deben simplemente a la intensidad de exposición al sol que una línea de generaciones establecidas en zonas ecuatoriales ha recibido a lo largo del tiempo. Las diferencias de talla y peso se deben a condiciones atmosféricas y diferentes alturas desde el nivel del mar en la que cada civilización se desarrolla. Y así, cada cosa que vemos como diferente, son simplemente condiciones que se deben a causas adaptativas del desarrollo de la especie humana. Pero las personas al encontrar estas diferencias, las malinterpretan a una distancia tan infantil como si se tratara de especies distintas, lo cual no tiene ninguna relación con la realidad.   

Si tal diferencia biológica entre las razas existiera, fenómenos de la naturaleza como una pandemia mortal afectaría a una parte de la población, mientras que otra sería inmune. O dos individuos de diferentes razas que procrean tendrían como resultado un individuo desventajado biológicamente y estéril. Incapaz de reproducirse debido a que no pertenece a ninguna de las dos especies que lo procrearon. Es lo que pasa con el ligre. Mitad león, mitad tigre, pero ninguno de los dos y totalmente desadaptado a cualquier medio natural e incapacitado biológicamente para continuar linaje.

Las razas, como criterio de diferenciación biológica, no existen. Y por lo tanto, la división entre razas no tiene sentido porque no hay varias razas. Hay una sola raza. La raza humana. Es más, hemos llegado a un punto en la historia en el que el concepto de etnias tampoco es duradero.

Básicamente todas las tribus del mundo ya se han encontrado y esto tiene como consecuencia inevitable que algunas, seguramente las más antiguas, desaparezcan. Y no desaparecerán por ser aplastadas inmisericordemente bajo el peso violento de los pueblos más tecnológicos. Desaparecerán simplemente por la necesidad de adaptarse a un mundo en el que el sistema de divisiones tribales simplemente dejará de existir. Veamos un ejemplo.

Hay mucha gente que teme la desaparición de grupos étnicos del Amazonas. No estamos hablando de la deforestación de bosques, que sí es un problema serio y si acaba con comunidades. Eso es verdad, pero es un tema distinto. Estamos hablando aquí desde el punto de vista de las ciencias sociales. Hay clanes indígenas que están desapareciendo porque la civilización occidental les ha alcanzado dentro de la selva y se han visto obligados a interactuar con el resto del mundo.

Han conocido el dinero, el licor, la tecnología, el progreso o lo que llaman progreso. En fin, el mundo exterior con todos su vicios y virtudes. Estos pueblos, lentamente se van abriendo y se van adaptando al modo de vida occidental, y lentamente van dejando atrás al pueblo que durante miles de años habitó en paz en las entrañas de la selva.

Ahora son católicos. Últimamente también se están volviendo evangélicos. Visten jeans y camisetas. Se vuelven hinchas de equipos de fútbol europeos. Hablan español. Hacen bailes rituales con tapa rabo, maquillaje y plumas solo para los turistas extranjeros en épocas de vacaciones. Estudian carreras profesionales, hacen política, representan a sus comunidades en defensa de sus costumbres ancestrales y del medio ambiente. Pero esas costumbres ancestrales son solo eso. Costumbres. Y tarde o temprano dejarán de ser por la lenta inercia de la vida en una comunidad global.

Las etnias indígenas absolutamente aisladas son muy pocas en el mundo. Se pueden contar con los dedos. Y no durarán mucho por razones naturales.

A los descendientes de los pueblos ancestrales sólo les quedará la herencia étnica del pueblo del que descienden. Y como ya hemos comentado, tal diferencia, la física, la que llaman raza, en realidad no representa mayor importancia porque no es una razón para diferenciarlos de otros. Y puede parecer que estemos menospreciando aquí la riqueza de la herencia ancestral pero no es el caso. Al contrario. La literatura y las ciencias sociales son los guardianes perfectos para que ese conocimiento se conserve y no se pierda. Pero ha de ser conservado y protegido por la ciencia, porque sus portadores originarios se perderán para siempre. Eso es inevitable y también es natural. La impermanecia no es un malhechor destructor de mundos. Es simplemente una ley de la naturaleza.

Ahora, querer conservar una identidad por herencia racial, por identificación étnica con un pasado, no es para nada algo malo, pero debe tener un límite. Si se cruza la línea entre la razón y la pasión, puede convertirse en un elemento hostil y creador de divisiones. Entonces pasaría lo mismo que estamos viendo en Estados Unidos. 

Yo soy especial y diferente porque yo tengo esta sangre y esta raza. Y si no respetas eso, vamos a tener problemas. Ese es el peligro que siempre conlleva dividirnos por clasificaciones. Más aun cuando dichas clasificaciones, son solo ilusiones del ego. 

Cuando vi el video de la muerte de George Floyd, que lo vi por casualidad porque salió en el noticiero y no sabía que se trataba de una muerte (suelo evitar ese tipo de videos), me indigné muchísimo. Me hirvió la sangre. Me sentí muy ofendido y deseé con el corazón que la justicia hiciera su parte y ese hombre en uniforme pagara por lo que había hecho. Pero no me indigné porque Derek Chauvin fuera blanco y George Floyd fuera negro. Me indigne porque era una persona matando a otra persona. Me indigne porque un hombre investido con una autoridad legal y social y cuyo propósito se supone que es proteger y servir, le hacía el mal a otro hombre que estaba en estado de indefensión, hasta matarlo. Sólo por eso. Que Chauvin y Floyd fueran blancos o negros o verdes o azules en rayas, me tuvo absolutamente sin cuidado.

Sí, entiendo que se supone que Chauvin es racista y asesinó a Floyd porque era negro, lo cual de hecho no se ha confirmado. Lo que se sabe es que Chauvin era un abusador, un matón de barrio y una persona violenta. Pero digamos que efectivamente es racista. Bien, aun así, me niego a ver las cosas como él las ve. En blanco y negro. Supongamos que Derek Chauvin fuera, más allá de toda duda, racista y mató a esta persona por ser negra. Bien, ahora hagamos una comparación.

También pudo haber matado a George Floyd por razones personales y porque le caía mal. O por un negocio que salió mal. Por cualquier otra cosa que no fuera racismo. Ahí hay una trampa.

La trampa consiste en que el racismo te dice que debes odiar más a Chauvin porque es racista. Y que si los móviles del homicidio no fueran las razas, también sentirías rechazo, pero no odio ni furia como la que sientes contra un racista. Contra un asesino o delincuente común sientes rechazo social y razonas tranquilamente que debe ser castigado. Pero contra un racista sientes una ofensa personal. Un rechazo mil veces mayor. Y le deseas un castigo muchísimo peor que al asesino común. Y lo deseas cuando el crimen es exactamente el mismo para los dos (ahí está la trampa). Es la misma queja de la muchacha negra de Chicago a los marchantes. No hay parcialidad ni objetividad. Y lo que claman como justicia, es en realidad resentimiento social, revanchismo de masas y la más barata y vulgar venganza callejera.

Si la razón por la cual te enfurece tanto ese homicidio es porque el tema es el racismo, y sabes que no te indignarías tanto si el asunto fuera cualquier otra cosa lejos de ese tema, tienes un problema de percepción. Si la razón por la cual sales a marchar en medio de una pandemia es porque que el asesino es un blanco y la víctima negra, y sabes que no hubieras salido a la calle si el policía también hubiera sido negro o si la víctima hubiera sido blanca, entonces estás viendo las cosas igual a como las ve Derek Chauvin. Estás atrapado en la misma ilusión que él. Y eso abre la posibilidad a que actúes igual que él.

Imagina el siguiente caso hipotético: Un video de noticiero.  

Hay un policía blanco en el piso sangrando y un hombre negro vestido de civil de pie junto a él, dándole golpes con una varilla de hierro. Abajo un titular que dice “policía racista recibe su merecido”. Si tu mente automáticamente compara esa imagen y ese titular con el video de la muerte de George Floyd, y sientes satisfacción y sensación de justicia, lamento decirte que estás atorado en el mismo mundo que el racista, y que por lo tanto, tú también eres un racista. No eres mejor que Derek Chauvin por más que marches, alces pancartas y grites ¡Black lives matter! en el centro de una plaza cuando deberías estar en casa evitando una pandemia mundial.

¿Comprendes el problema?

Por eso no se debe reaccionar con las tripas, es decir con la pasión, ni dejarse calentar la mente con un mensaje violento ni con indignación artificial copiada y pegada mil veces en las redes sociales. Hay que recordar que el principal objetivo de los medios noticiosos del planeta no es informar. Es vender. Y el racismo como cualquier otro taboo vende muchísimos anuncios a una velocidad instantánea. Indignarse y quejarse en redes sociales es ser el idiota útil de los grupos de odio. 

El Buda dice que el odio no se combate con odio, sino con amor.

Desde este punto de vista como ya comentamos, las razas no existen. Por lo tanto, el problema en sí no es más que una absurda ilusión. Pero eso es para nosotros. Para los propagadores de odio, que aún están atrapados en esa ilusión, la realidad es otra.

Así que como primera medida debemos aclarar que debemos abordar el problema afrontando al racista, no al racismo. Es como decir que usted se encuentra en una institución de psiquiatría en la que hay diversos pacientes en estado de psicosis, separados de la realidad. Usted se encuentra con un paciente que dice ser Napoleón. Usted no trata con la idea de que este hombre es el emperador de Francia. Es decir, o va a tomar sus desvaríos como si fueran reales. No llama a la embajada francesa ni teme que vengan soldados franceses a liberarlo. Esa es la ilusión del paciente, no la suya. Su problema sería, en este caso, lidiar con el hombre que cree ser Napoleón, dejándole el asunto de su ilusión solo a él. Así es con el racista.

El racista cree que hay razas, y que es diferente por razón de ellas. En su mundo las cosas son así. Para tratar con este tipo de personas no es inteligente convertirse en su antagonista porque como ya hemos dicho, eso le da la razón. Le hace creer que su ilusión es real y que usted también está en ella. Entraríamos a un concurso llamado “qué raza es la mejor”. Un juego estúpido que ya debimos haber superado hace mucho. Lo que hay que hacer con el racista, es más aburrido de lo que los guerreros virtuales de la justicia social quisieran hacer. No contradecir su locura. Exactamente igual que al loco del psiquiátrico. Sí, claro, eres Napoleón, lo que tú digas… Si claro, eres blanco, los negros son distintos a ti y tú eres mejor que ellos por la poca melanina que tienes en la piel, lo que tú digas, hombre superior… Y dejas al psicótico en su mundo de estupideces.

Darle importancia a su psicosis es legitimarla y darle importancia. Es darle poder al loco.

No todos los racistas son delincuentes peligrosos o asesinos. Y los que lo son, debe ser juzgados como todos los demás delincuentes ya que la justicia debe ser imparcial. Creo que el peligro del racismo debe ser atacado desde su raíz, la ideología, y no desde sus consecuencias, los crímenes. Los crímenes han de ser juzgados como crímenes sin importar que idea estúpida haya tenido el criminal para cometerlos. Un homicidio es un homicidio. Y las ideologías deberían ser atacadas con la ciencia y el conocimiento, evitando el surgimiento de futuros criminales. 

Debemos entender que, en principio, un racista debe dejarse abandonado. Es decir, ser rechazado ideológicamente mostrándole las fallas de su doctrina. Y ser entendido como lo que es. Una persona con un problema psicológico que le impide interpretar la realidad en la que vive. No hay que confrontarlo. Si admite escuchar unas palabras, puede que se le pueda ayudar. Pero si no es así, ese es un kamma fuera de nuestro alcance, ya que son sus propias decisiones y posiciones personales. Y nadie más que él tiene autoridad sobre tales cosas.

Lo que sí hay que hacer es llamar a los más jóvenes y mostrarles qué es un racista. Cómo piensa, de qué está hecha su doctrina, y explicarle detalladamente por qué el racista es una persona con un problema mental que la aleja de la realidad. Explicarle también por qué la definición de razas en la discusión sobre racismo, no es la misma que en la realidad. Y cuál es la verdadera naturaleza de lo que llaman razas. Así es que se combate el racismo. Exponiéndolo y mostrándolo como lo que es. Algo ridículo y absurdo que no tiene ningún sentido. Entonces las personas que están propensas a unirse a estas ideologías, huirán de ellas como si fuera una enfermedad, como de hecho lo son. Una enfermedad mental. Y esos grupos se acabarán solos en algún bar de mala muerte. Así es que se combate la ignorancia. Con sabiduría, no con violencia y más ignorancia. Y así es como se combate el odio. Con amor. Como nos lo enseña nuestro Gran Maestro. 


Antes de morir, el Buda ordenó que el Dhamma no fuera limitado a una sola lengua. Es decir, decidió que La Enseñanza no se identificara con una sola cultura o una sola nación. La consecuencia de esto es que el Dhamma se volvió universal. Muchas veces se ha explicado que uno puede ser cristiano, judío, musulmán o ateo, y aun así practicar las Enseñanzas del Maestro. El Buda así lo quiso.

La práctica del budismo enseña en principio no tanto a adquirir nuevos conceptos, sino a tener claro la gran importancia de borrar de nuestra mente varios conceptos dañinos que ya tenemos. Cuando practicas el Dhamma, borras de tu mente la noción de razas, tras de lo cual dicha discusión pierde todo sentido. Las nociones de patriotismo y nacionalidad no desaparecen, pero pierden peso y no llegan a ser lo suficientemente importantes como para compararte con otro ser humano. El ejercicio de entender la naturaleza del género humano tiene como consecuencia que todos esos concursos y competencias de “cuál país es mejor, cuál raza es mejor, cuál religión es mejor, cual cultura es mejor” y todas esas clasificaciones por el estilo, carezcan de sentido y se limiten a la función práctica para la cual sí son factores positivos. Para preservar la cultura y la tradición. 

Estos criterios de identificación tribal, nación, patria, incluso familia, son positivos cuando se ejercen en función de unión. De congregar y proteger a las personas. Identificarse con un grupo no es negativo. Lo peligroso es cuando te identificas tanto con un grupo y sus emblemas que primero empiezas a pensar que tu grupo es mejor que todos los demás, y luego empiezas a creer que tienes un antagonista contra el cual combatir para proteger a los tuyos. Entonces empiezan los ismos y las guerras por cosas que ni siquiera existen.

Enfoquémonos en el mundo real. En el aquí y el ahora. En el propio inicio de un mundo globalizado en el que allá afuera, en la calle, tu nacionalidad o color de piel no hace mayor diferencia más que en tu mente. Obviamente no podemos decir lo mismo en países que viven bajo un régimen teocrático o dictatorial en los cuales estos conceptos de identificación son la base de la doctrina autoritaria. Esos ya son también otros mundos en decadencia. Pero en lugares donde ser o no ser, es una cuestión de decisión propia, la mejor elección es no ser nada. No identificarse con algo tan ridículo como la idea de una raza independiente o una nacionalidad sagrada o una religión absoluta.

En este mundo hay personas que se matan por llevar una camiseta de un club de fútbol. La diferencia entre morir por pertenecer a la barra de un equipo de fútbol o a una raza, es ninguna. La misma estupidez.

Entendamos que para la gente del común, tales conceptos sí existen y que su conducta se ata a dichos conceptos. Pero erradiquemos tales conceptos de nuestra mente y no nos dejaremos arrastrar por ellos cuando el odio intente atacarnos. Cuando alguien nos insulta por nuestra nacionalidad o nos ofende por nuestra cultura o se burla de nosotros por el país del que venimos.

El budismo nos hace ver a las personas como lo que son. Personas. Ni más ni menos. Todos tenemos el potencial de la iluminación y las diferencias conceptuales entre nosotros son ilusiones que se apagan a la más mínima confrontación con la realidad y la naturaleza.

La sociedad estadounidense en este sentido es un gran ejemplo de lo que no se debe hacer. Y eso debe mantenernos alerta porque nuestros vecinos del norte nos influyen poderosamente en nuestras culturas y formas de interactuar a través del consumo de su cultura popular. Copiamos muchas cosas de ellos y la mayoría no son buenas. No es una declaración elegante, pero es la verdad.

De nuevo, hay que decir que si descartamos el concepto de naciones, podemos mirar hacia el norte y simplemente decir que hay personas que se equivocan y personas que aciertan. Y tratar de poner atención a los aciertos para aprender a realizarlos, y a las equivocaciones para evitar repetirlas. Y así con todos los pueblos del mundo.

También se me hace absurdo que en una oportunidad tan grande como esta, época de pandemia que amenaza a toda la humanidad, no se aprovechen las ventajas de esta crisis. En mi ingenuidad pensé que las personas se iban a unir más. Como en las películas cuando llegan los aliens a matarnos a todos y todos los ejércitos del mundo se convierten en una sola fuerza de defensa. El género humano unido. Qué bonito. Pero no ha sido así. Ahora tenemos nuevos concursos estúpidos: Qué país lo está haciendo mejor, qué país lo está haciendo peor, dónde está la gente más indisciplinada, donde están los más inteligentes, la culpa es de los chinos, el que saque la vacuna primero será el salvador del mundo, y demás competencias idiotas. Nos falta mucho por aprender.

Estudiar las Enseñanzas del Buda no va a arreglar el mundo. Pero si puede evitar que repitamos errores que hacen al mundo peor. El Dhamma nos enseña dos cosas. Abstenernos de hacer el mal y esforzarnos por hacer el bien. En lo que está en nuestras fuerzas. Poco a poco, con humildad y paciencia.

Si podemos evitar que alguien abandone la lucha de las razas y aborde el problema desde una óptica diferente, tal vez podamos contribuir un poco a la paz.

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lunes, 15 de junio de 2020

Escuelas y tradiciones budistas ¿Cuál escoger?




Una pregunta frecuente que surge cuando ya se ha tomado la decisión de practicar budismo de forma definitiva es cómo elegir una tradición budista dentro de la cual desarrollar la práctica. A continuación, veremos un muy breve repaso general por las principales tradiciones y escuelas budistas y comentaremos algunos puntos útiles para escoger una tradición de práctica.

El budismo en general se compone de tres grandes tradiciones. La Theravada, la Mahayana y la Vajrayana.

La Theravada es la tradición temprana. La más antigua. Se le conoce como la tradición de los ancianos sabios o la tradición del bosque y se le considera la rama ortodoxa del budismo. Hace énfasis en la disciplina monacal y se basa en las palabras del Buda histórico compiladas en el Canon Pali del cual provienen todas las tradiciones budistas del mundo. Se practica en el Sudeste de Asia en países como Tailandia, Camboya, Laos, Birmania, Sri Lanka y otros. Su crecimiento en occidente no es tan veloz como el de las otras tradiciones, pero es continuo.

La Mahayana es la tradición tardía. Surgió aproximadamente quinientos años después del Buda. Es una forma de budismo más amplia y adaptada a diversas culturas. Hace más énfasis en la vida laica y en el ideal de compasión budista. De ella surgen las tradiciones budistas más conocidas y populares como la Chan, la Zen, la tibetana, etc. Las tradiciones Mahayanas se fundamentan en Sutras o escritos sagrados instituidos por Maestros iluminados que fijan las bases de la tradición y su forma de transmisión. Es muy diversa. Se asienta en la mayoría de los países de Asia. Países como China, Corea y Japón han desarrollado sus propias escuelas de tradición Mahayana.

El Vajrayana es budismo tántrico. Contiene las escuelas de budismo tibetano y es la forma de budismo más reciente. Surge de la unión del budismo indio y la religión nativa del Tíbet llamada Bon, una religión chamánica y animista sobre la cual se estableció la doctrina budista incluyendo elementos del yoga de las religiones védicas de India. El Vajrayana se considera a sí mismo una rama independiente del Mahayana, pero a grandes rasgos y en términos históricos surge del Mahayana y se puede considerar otra forma de ésta. El Vajrayana o budismo tibetano se compone de cuatro escuelas que son la Sakia, la Nyingma, la Kagyu y la Gelug. Ésta última es la escuela del Dalai Lama. Contiene gran cantidad de elementos culturales y es muy atractivo para los practicantes occidentales de Europa y Estados Unidos.

Estas son las tres grandes ramas del budismo de las cuales proceden todas las escuelas budistas del mundo. Como occidentales podemos escoger cualquiera de ellas como medio de práctica. Cuando se estudia la gran variedad de formas de práctica en el mundo budista uno se puede abrumar, pero esto no tiene que ser un problema o impedimento en la práctica. Es decir que podemos ir practicando budismo con disciplina y seriedad incluso antes de elegir una tradición budista. Las tradiciones son formas, caminos diferentes que llevan todos a la misma meta. La iluminación. Mientras tanto podemos evaluar y probar distintas tradiciones hasta que encontremos un lugar en el cual nos sintamos en casa.

Nuestra primera opción para adoptar una tradición de práctica suele ser la del templo que encontremos en nuestra ciudad. Sin embargo, el criterio para practicar una tradición debe ser siempre la afinidad personal que tengamos con ésta y la concordancia que encontremos entre nuestras características y condiciones, y la estructura doctrinal de la escuela. Es decir que podamos encajar lo más natural posible en ella. Sin forzarnos demasiado pero tampoco esperando que todo sea tal cual como lo deseamos y que todo se amolde a nuestras necesidades y caprichos. Una verdadera tradición budista siempre exige trabajo y disciplina.

Si encuentras un templo en tu ciudad evalúalo según tu criterio personal al tiempo que vas investigando otras tradiciones.

Hay que tener en cuenta que una cosa es un templo budista perteneciente a una tradición y otra el monje que lo dirige. Los monjes tienen su personalidad, su criterio propio y su carácter. Muchas veces se confunden las cualidades personales de un monje con el carácter y las características de la tradición. No se debe confundir una cosa con la otra. No se debe juzgar toda una tradición por la experiencia personal que se tiene con un monje. A veces no tenemos afinidad o mucha empatía con un monje y terminamos generalizando y diciendo que toda la tradición X no es muy conveniente. Primero se investiga la tradición y después se conoce al monje. No al revés.

Al igual que en el cristianismo no puedes juzgar a toda la iglesia católica por la personalidad de un cura, no debes juzgar una tradición budista por un monje. Siempre se considera una tradición por su historia, su doctrina y sus prácticas. No por un monje que la represente. Esto debe tenerse en cuenta debido a la gran importancia social que la figura del maestro tiene en nuestra religión.
Esto es importante cuando estamos en el proceso de escoger una tradición.

Lo bueno de poder conversar en persona con un monje cuando se hace esta búsqueda, es que podemos tener información de primera mano de la tradición que maneja. En principio un monje es como un guía que nos muestra la tradición. Es bueno llegar con la duda ante el monje y decirle puntualmente que queremos conocer su tradición e investigarla porque estamos buscando una tradición budista para desarrollar nuestra práctica. Entonces el monje podrá darnos la información que necesitamos. Nos ahorrará mucho tiempo.

Podemos practicar una tradición en un templo mientras evaluamos si es la nuestra, o más bien lo que hacemos es evaluarnos a nosotros mismos para averiguar si somos la persona adecuada para pertenecer a esa comunidad. De todas maneras llegará un momento en el que tendremos suficiente conocimiento, experiencia y autoanálisis para saber si continuamos o no en esa tradición.

Eso cuando tenemos la fortuna de encontrar un templo en nuestra ciudad. Cuando no es así la tarea es la misma. Debemos investigar y estudiar (ambas cosas) las tradiciones budistas desde las grandes ramas hasta sus escuelas particulares. Esta es una tarea muy interesante si te apasiona el mundo budista. Miremos algunas claves para orientarnos mejor en este gran universo.

Si eres del tipo más autodidacta, independiente, estudioso y reflexivo, es posible que te pueda interesar el Theravada. Esta escuela gira en torno al Buda histórico y contiene todo el material doctrinal referente al Gran Maestro. En ella hay grandes maestros, pero no tiene intermediarios en el sentido en el que los maestros suelen ser personas que se enfocaron profundamente en las palabras del Buda y en su práctica. Por eso el gran énfasis en la disciplina monacal y el no darle estatus de sagrado a los escritos que los monjes hacen, ya que la máxima sacralidad se encuentra en el Canon Pali que recopila las palabras del Buda. El hecho de que esta tradición haga énfasis en la vida monacal no quiere decir que no preste atención al laico y a sus necesidades. Al contrario, en esta tradición, como en todas, el monje dedica su vida a la práctica en función de que le sea útil al laico. Es una alianza inseparable. La disciplina monacal también se puede aplicar a la vida laica aunque no en toda su extensión ya que el laico tiene responsabilidades que el monje no tiene, y a la inversa. Pero el sentido de la práctica es el mismo. Por eso esta escuela puede ser atrayente para personas con tendencia a fortalecerse desde el interior hacia el exterior. Siempre con el objetivo de servir a los demás.

El Theravada suele ser interpretado como la tradición de la práctica más independiente. Los grandes monjes de esta tradición suelen internarse en el bosque durante extensos periodos de tiempo en total aislamiento para estudiar y practicar las Enseñanzas del Buda siguiendo su mismo ejemplo. Por eso se le llama tradición del bosque o de los ancianos sabios. Tiene mucho material y se aplica a todas las áreas de la vida común.

El factor que no favorece mucho al Theravada es que aún hay muy pocos templos en occidente y las comunidades no son frecuentes en comparación con las otras ramas. Además de que hay organizaciones que se promocionan con su nombre pero que no siguen los lineamientos de su doctrina. Por ejemplo, sabemos de una escuela autodenominada Vipassana, haciendo referencia a una forma de meditación enseñada por el Buda. Este grupo promocionado como Meditacion Vipassana exagera bastante en el mal sentido el título de “ortodoxo”, haciéndolo ver como sinónimo de difícil o rígido, llevando la práctica en ese sentido a niveles simplemente absurdos con un tono cinematográfico. Pasar una semana entera sin decir una sola palabra, adoptar una dieta totalmente vegetariana de un día para otro sin preparación (lo cual es peligroso para la salud), venerar al monje casi como si fuera el mismo Buda, en fin. El tipo de tonterías que el occidental promedio esperaría encontrar.

Curiosamente hacen un énfasis exagerado en el vegetarianismo, lo cual es absurdo debido a que de las tres grandes ramas, la única que no contempla el vegetarianismo como parte de su doctrina es el Theravada debido a que el mismo Buda trató ese tema con su Sangha y lo descartó como parte de la práctica del Dhamma, tanto para los monjes como para los laicos. Para conocer más sobre este tema busca el artículo “Veganismo y vegetarianismo en el budismo” que podrás encontrar en este blog.

El Mahayana es la rama más abierta y multicultural del budismo. Se enfoca más en las necesidades del laico y se adapta bien a todo entorno cultural. Como ya comentamos, las escuelas Mahayanas son las más populares y conocidas. La Zen, el Chan y demás. Por lo que conseguir material y contactos con éstas no es muy complicado. Si te interesa una forma de budismo más sobria y con mayor énfasis en la práctica de la meditación, tal vez te venga bien una escuela Zen. El Zen es poco cargado de elementos culturales, más centrado en la práctica meditativa aplicada a todas las áreas de la vida, tiene su jerarquía, es muy minimalista y bastante práctica lo cual le viene muy bien a las personas de ciudad. Una buena escuela Zen es el budismo comprometido del Maestro Thich Nhat Hanh. Sus libros son un material excelente para el practicante occidental. Y sus grupos se están haciendo más frecuentes en nuestros países.

Si tienes más afinidad con el aspecto espiritual de la vida, te gustan las doctrinas más elaboradas con relación a lo supernatural y disfrutas del arte y el folklore, seguramente te sentirás cómodo en una comunidad de budismo tibetano. El budismo tibetano es el más atractivo para los occidentales por su rica carga cultural y su extensa cosmología espiritual. Tiene un completo sistema de explicaciones a los fenómenos espirituales y naturales. Sus elementos tántricos provenientes de las religiones védicas le dan una riqueza extra y otros elementos espirituales interesantes.

Estas escuelas tienen un gran sentido de comunidad. Debido a su historia y circunstancias actuales tiene gran divulgación y aceptación a nivel mundial. Están bien estructuradas y estéticamente son muy llamativas.

Los contras a estas escuelas son dos. Primero, su facilidad para mezclarse con cualquier teoría espiritual en lo que puede resultar una mezcla amorfa y fácilmente comercializable. Al budismo tibetano lo mezclan con cualquier cosa (igual que la palabra Zen) para vender algo nuevo y llamativo. Ya tenemos una tradición capitalista de oráculos y adivinadores que usan la tradición tibetana para leer tarot, hacer cartas astrales y demás. Vale decir que los adivinos son una tradición muy arraigada en el Tíbet, pero la occidentalización de esta tradición no tiene que ver con ello.

Otro problema con el budismo tibetano es el lamaísmo. La creencia en los lamas y los peligros de su autoridad. Muchos maestros budistas de escuelas tibetanas, incluyendo a SS Tenzin Giatso, antiguo Dalai Lama, han advertido sobre el peligro de tomar como maestro a cualquiera que se presente con un título de Lama y enseñe con esta autoridad. La venta de títulos y dinastías budistas, no solo en las tradiciones tibetanas sino en todas, es una realidad. Actualmente cualquiera con dinero y posición puede literalmente comprar un título monacal legítimo y hacer lo que quiera con esa autoridad. Por lo tanto, hay que tener cuidado.

Para saber más sobre éste problema lee el artículo “Peligros dentro del budismo 5: Michael Roach. Lamaísmo y epílogo” que encontrarás en éste blog. Busca toda la sección de peligros dentro del budismo que te servirá para evitar falsas doctrinas como la nueva tradición Kadampa, la Soka Gakai, los falsos gurús y demás peligros y doctrinas pseudobudistas que encontrarás en tu búsqueda de una tradición budista para tu práctica.

Para poder escoger bien tu tradición budista, antes debes hacer un estudio de ti mismo. Debes tener claro qué tipo de budista eres y qué forma de budismo te gustaría practicar. Debes autoanalizarte y ver si eres muy sociable. O si eres del tipo que aprecias más tu espacio y tu intimidad. Si te gusta mucho la expresión artística o si le das más importancia a los significados sobre las formas. También si eres deísta, es decir si crees en deidades o en algún dios, por lo cual deberías considerar las escuelas tibetanas u otras Mahayanas que son las que más espacio dan a éstas creencias. Debes tener claro el grado de disciplina que puedes manejar, el cual siempre debe estar enfocado a aumentar y jamás a estancarse. El budismo NO es una zona de confort. Es una zona de trabajo y desarrollo continuo.

Otra recomendación es tener en cuenta que el budismo debe retarte, desafiarte y hacerte cambiar cosas a las que estás muy apegado como la falta de actividad o la falta de disciplina en algún área personal. Busca lo que necesitas, no lo que te gusta. Lo que te hace falta, no lo que se acomoda a tus conveniencias.

Debes enfocarte en realizar una tarea de investigación y estudio. Debes adoptar una mentalidad de estudiante. Estudiar la historia de las tradiciones es muy importante y te dará muchas luces de por qué tal tradición tiene tales características.

Una gran pregunta más exacta sería, una vez que he escogido una tradición budista para practicar o para probar, ¿cómo puedo practicarla solo? La práctica solitaria es muchas veces una situación inevitable para muchos occidentales. Al momento de escoger tu tradición ten en cuenta que debes tener la capacidad de practicarla de manera solitaria, independientemente de que tengas o no una comunidad para congregarte. Tu práctica no debe depender de tu comunidad. La práctica siempre debe depender de tu conocimiento de las Enseñanzas y de la disciplina que desarrolles, y de los hábitos que adoptes. Si no tienes la suerte de encontrar un templo en tu ciudad, ten presente el no caer en dependencia de internet, de un maestro virtual o de una página. El fundamento de la motivación del practicante debe ser interno, aunque la adquisición de la información sea externa. Es más difícil, de eso no hay duda, pero es esencial para evitar ser engañados por estafadores o engañarnos a nosotros mismos.  

Es frecuente que una persona, al practicar sola, no puede tener medida de su progreso y tampoco un observador externo que le brinde objetividad. La persona empieza a creer que lo está haciendo muy bien o más que bien. Y puede caer en la ilusión de que sabe mucho más o practica mucho mejor de lo que en realidad practica. Cuando a una persona le llaman “maestro” en una red social, y ésta de verdad recibe tal título siendo un laico, podemos ver que el exceso de interacción en redes sociales le ha hecho creer que merece tal título. Algo que obviamente no solo está lejos de su alcance, sino que va en la dirección contraria de serlo, pues va por el camino del ego. No hay maestros laicos. Y menos en redes sociales.

Establecer una rutina diaria basada en la tradición que quieres practicar es una buena opción para empezar. Asesórate con practicantes con experiencia y monjes. Lleva un diario de tu práctica en el que registres tus actividades, tus avances, errores, opiniones, dudas y pensamientos personales. Esto te ayudará mucho en el autoanálisis de tu práctica y en la elección segura de tu tradición. Además, es muy divertido y terapéutico. Hazte preguntas continuamente e investiga. Y pase lo que pase disfruta tu búsqueda.

A mucha gente no le gusta esta idea, pero creo que está bien estar orgulloso de ser budista. Obviamente no en el sentido mundano y banal de vanagloriarse frente a otras religiones o promocionar el budismo como la cura de todos los males. Simplemente ser budista todo el tiempo y practicar el Dhamma en todo lo que hagas. Si de verdad practicas a conciencia el budismo en todas las áreas de tu vida, la gente lo va a notar, y ese es el orgullo del que hablo. La gente pregunta y tu explicas que has encontrado algo bueno, algo útil y algo verdadero que puede servirle a todo el mundo, y que no te avergüenzas en compartirlo con quien te lo pida. Con humildad y sencillez. Tal vez así puedas encontrar a otra persona que pueda practicar contigo y de ahí puedas empezar a conformar tu propio grupo budista, lo cual sería un beneficio enorme ya que siempre es mejor estar con otros que practicar solo.  

Es importante que tengas en cuenta tus circunstancias. Tu trabajo, el lugar en el que vives, la cantidad de tiempo que le puedes dedicar a tu práctica, tu familia o si planeas tener familia. Incluso tus convicciones políticas, tu economía, lo que consumes y la forma en que usualmente celebras las festividades. Ser parte de una tradición budista debe abarcar cada aspecto de tu vida.

Una advertencia. Ser budista y practicar dentro de una tradición no significa que nos vamos a volver orientales o que vamos a imitar los modos de vida orientales. Eso suele pasar y es una forma vacía y fanática de interpretar el budismo. No es necesario que dejemos de celebrar navidad, los carnavales de nuestra ciudad o las celebraciones comunes que festejan nuestros pueblos. El modo en el que vivimos nuestra práctica budista en nuestra cultura es simplemente teniéndola en cuenta en esos momentos.

Por ejemplo, la navidad. Soy el único budista en mi familia y todos los diciembres celebro la navidad con ellos. Pongo el árbol, adorno la casa. Incluso ayudo en la construcción del pesebre, una particular tradición católica que consiste en hacer una pequeña maqueta del nacimiento de Belén. Yo participo de las celebraciones de mi cultura, de las tradiciones de mi sociedad y de su historia a pesar de que no tengo ninguno de los aspectos religiosos que incluyen dichas celebraciones. En esos momentos celebro la unión con mi pueblo, pero también incluyo mi creencia en ello. Adorno mi altar según la celebración. Hago comida especial con dedicación al Buda. Los adornos de mi habitación también son budistas, y así voy haciendo algo así como una nueva forma de expresión cultural y religiosa en la que hago presente mi tradición budista dentro de las celebraciones de mi cultura.

Cuando estoy solo y no en plan familiar, mi forma de celebrar se hace casi totalmente budista. Aún pongo el árbol de navidad, no creo que eso deje de hacerlo. Pero no hago pesebres, no escucho villancicos, no participo en eventos religiosos ya que no estoy con familiares o amigos que las realicen, y en pocas palabras no hago nada que tenga que ver con la fe cristiana. En lugar de eso me preparo una cena budista, realizo algunas ceremonias breves inspiradas en la tradición que sigo pero al modo occidental, es decir de forma más sencilla y menos apegada a los detalles, y todo el que llega a mi casa o habitación sabe que se encuentra en un espacio budista. Eso es algo bonito de tomarse el budismo en serio y hacer de la cultura budista tu propia cultura personal.    

Un dicho budista en cuanto al Dharma de Buda dice: Las tazas de té pueden variar, pero el té es el mismo. Las tradiciones no son un objetivo final, son un medio para llegar al verdadero objetivo. No debemos hacernos fanáticos de nuestra doctrina porque todas las doctrinas budistas obedecen a las mismas Enseñanzas del Gran Maestro, y todas nos llevan a la iluminación. Ten esto en cuenta en tu búsqueda. Disfruta tu búsqueda y tu práctica.

Esfuérzate y que tengas muchas bendiciones.

sábado, 13 de junio de 2020

Uso inteligente de internet durante el confinamiento y el problema de la información falsa y dañina.

 

Estamos confinados. Nuestra libertad se ve limitada físicamente y eso afecta nuestra estabilidad mental. Internet se ha convertido en una forma de respirar mental, así sea artificialmente. Los celulares se han vuelto un pequeño descanso psicológico que usamos para desviar la sensación de encierro. Pero ese descanso es falso, y guarda el efecto contrario. Esto nos lleva a hacer mal uso de internet.

El mundo está en guerra. No solo los Estados soberanos han activado sus mecanismos de estado de guerra, sino que los ciudadanos también estamos sometidos a las decisiones que los Estados han tenido que tomar para combatir el virus. Pero la salud mental de las personas no se está tomando en cuenta por los gobiernos y las consecuencias de ésta falencia se están empezando a notar. 

La gente está empezando a entrar en un estado de guerra que lentamente está convirtiendo el confinamiento obligatorio en un infierno. Estamos pasando demasiado tiempo en internet y la calidad de los contenidos que estamos consumiendo nos está afectando. 

Es necesario advertir sobre un factor relacionado con la pandemia. 

Hay personas, grupos organizados, que están haciendo todo lo posible por generar esa mentalidad de guerra en todos los ciudadanos. En todo el mundo se están generando noticias falsas que tienen como único objetivo generar discordia, confrontación y odio. Causas supuestamente nobles son la cara falsa de iniciativas violentas y revanchistas que tienen como único objetivo conseguir ganancias políticas y avalanchas de propaganda venenosa. 

Todos los gobiernos, sean de derecha o de izquierda, tienen sus grupos de oposición. Eso es la esencia de la democracia. No puede haber democracia sana sin oposición, pero también hay oposición que no es sana. Que se oculta en las sombras y que se dedica a envenenar al pueblo con odio solo para perjudicar la estabilidad del gobierno al cual desaprueba y rechaza. 

Podemos ver esto fácilmente. Hay gobiernos de derecha y de izquierda que están combatiendo la pandemia. Y los grupos opositores maliciosos están haciendo exactamente las mismas críticas y denuncias a los gobiernos de sus países mientras apoyan a gobiernos de otros países con los cuales tienen afinidad ideológica. 

Por ejemplo: en España hay un gobierno de izquierda y en Colombia hay un gobierno de derecha. Los contradictores españoles y colombianos hacen prácticamente las mismas críticas y denuncias de violación a la libertad civil a sus respectivos gobiernos, sin tomar en cuenta que cada opositor apoya a los gobiernos del otro país. Si la izquierda colombiana estuviera en España, no le atacaría porque el gobierno es de izquierda. Y si la derecha española estuviera en Colombia, guardaría silencio y apoyaría al gobierno igual que lo hace la derecha colombiana. 

El punto es este. Hay una enorme cantidad de personas alrededor del planeta que está difundiendo noticias maliciosas y generadoras de odio en lo referente al manejo de la pandemia. Esto causa que las personas se enfermen de miedo e incertidumbre. Se hacen susceptibles a la manipulación y se vuelven perros rabiosos a los cuales solo hay que soltarles la correa en dirección al enemigo. Es decir, actualmente hay toda una industria de la polarización.   

Los grupos de polarización no ganan adeptos que se sumen a sus causas y adopten sus doctrinas, solo aumentan el número de personas que atacan al gobierno y al Estado o al grupo al cual quieren destruir. Y para ellos, eso es ganancia. Esto no es una defensa absoluta de todo gobierno oficial ya que hay gobiernos que no están actuando correctamente y le están haciendo daño a su pueblo. 

Cuando escribo para el blog, procuro siempre separar mi opinión personal de la interpretación de las Enseñanzas del Buda. Quiero dejar claro que a continuación voy a compartir mi opinión personal, no basada en la práctica, con el objetivo de dejar claro que no estoy de acuerdo con todos los gobiernos solo por ser legítimos y que el hecho de que un gobierno haya sido legalmente constituido, no significa que todo lo que haga sea correcto, como ya lo ha demostrado la historia. 

En mi opinión personal, el gobierno de Donald Trump, que es un gobierno legalmente constituido y democráticamente elegido, no es un gobierno correcto. Está tomando las decisiones incorrectas porque su objetivo principal no es el bienestar del pueblo norteamericano sino la protección de sus activos económicos y su permanencia en el poder. Creo que es un gobierno contra el cual el pueblo debería manifestarse. Es una manifestación legítima. Pero según la doctrina budista, las formas de manifestación y de rechazo a una autoridad que no está haciendo lo correcto, no deberían justifican la violencia, el odio hacia otros seres humanos, la victimización y el uso dañino de la palabra. 

En el budismo, la expresión “el fin justifica los medios” nunca, nunca tiene validez. No es correcta. En el budismo el fin jamás justifican los medios porque los medios y el fin no son diferentes y deben estar hechos de la misma materia moral y ética. Deben ser realizados con el mismo tipo de disciplina. No se combate al mal con el mal. 

Las palabras del Buda son, “No se extingue el odio con el odio. El odio se extingue con el amor. Tal es una antigua ley eterna.” Esto no quiere decir que vamos a combatir las injusticias con abrazos y flores como los hippies en los 60s. Significa que debemos combatir la injusticia con inteligencia y sabiduría. Y el odio no es una opción. Hasta aquí mi opinión personal. 

La situación de la pandemia está causando situaciones sociales y políticas que son inevitables con el cambio. Está generando nuevas formas de guerra entre viejos contrincantes. Estamos llegando a un punto en el que todas las partes en confrontación empiezan a usar métodos incorrectos, desleales y dañinos para todos. Y nos piden que hagamos parte de un lado cuando todos los lados están tomando caminos que no debemos tomar. El clásico “si no eres parte de la solución, eres parte del problema”. ¿Quiénes son éstas personas para decidir en qué lado del problema debemos estar sin siquiera tomar en cuenta nuestra opinión? 

La marca de la polarización es el radicalismo. El odio. La palabra “revolución” se ha convertido en sinónimo de violencia ciega y ha perdido el sentido que tenía cuando se combatía contra la tiranía en su máxima expresión. Desde el punto de vista budista, debemos hacer valer nuestros derechos civiles, pero no debemos radicalizarnos hacia ningún lado. De derecha o de izquierda. Nacionalismo o socialismo. 

Podemos tener una posición política. La doctrina budista no le niega eso a la comunidad laica. Pero la práctica del Dhamma impide que la pasión ideológica crezca hasta nublar el sentido de la compasión que nos enseña el Buda. El objetivo del radicalismo es la deshumanización del oponente, lo cual hace fácil que posteriormente seamos capaces de hacerle daño a otro ser humano sin sentir por un segundo que estamos haciendo algo malo y al contrario, creyendo que estamos actuando con la más alta justicia. Eso fue lo que destruyó las torres gemelas en el 2001.   

Por lo tanto, es necesario que mientras estemos en situación de confinamiento, seamos muy selectivos e inteligentes con la información que estamos consumiendo en internet. Las noticias, las declaraciones de líderes, las protestas, los movimientos, las declaraciones de personas famosas, artistas, figuras públicas y gente muy reconocida que no están calificados para dar una opinión científica en cuanto a qué hacer. Hay actores de Hollywood, cantantes de pop y modelos que de seguro tienen una muy buena intención y corazón bondadoso. Pero tienen un estatus que no les corresponde. No tienen el conocimiento para dar una opinión sobre qué hacer en la crisis social, política y mucho menos en asuntos científicos. Y desafortunadamente dicen cosas incorrectas que mucha gente cree y hace, creando más mal y sufrimiento del que la propia pandemia genera. 

Debemos ser muy críticos con el mundo. Las enseñanzas de Buda nos dan una guía para usar la información correctamente en esta crisis. Para el Buda es muy importante el buen uso de la palabra. No solamente de la que decimos, sino de la que recibimos. En nuestro contexto, de la que consumimos. Básicamente nos recomienda que si algo no es bueno, no es útil y no es verdad, no deberíamos decirlo. Igualmente, si sabemos que un mensaje no es bueno porque está cargado de odio y resentimiento, no es útil en el sentido en el que no lo podemos usar para algo beneficioso para alguien más, y definitivamente no tenemos certeza de que sea verdad, entonces no deberíamos consumirlo. 

Hay muchas noticias alrededor del mundo de las cuales no tenemos forma de saber si son ciertas o no. La mejor manera de saber si algo tiene algo de verdad, es verificar en varias fuentes y contrastar las versiones, obteniendo información desde todos los ángulos. También se bueno identificar cuando una fuente está parcializada. Si comprobamos que una fuente de noticias está cargada a favor de una ideología en particular y por ende en contra de otra, podemos descartarla como fuente fidedigna de información, y bloquearla de nuestra parrilla de contenido. La mayoría de los algoritmos de las redes sociales identifican cuando el usuario bloquea una fuente y procura no volver a presentarle fuentes similares. También hace lo contrario, de manera que si has visto muchas noticias que apoyan las denuncias de la izquierda o de la derecha, el sistema te presentará más fuentes del mismo perfil para que consumas más contenido similar. 

A las redes no les importa que sigas o no una ideología. Esa es otra farsa popular. A las redes solo les importa que consumas y consumas. Que des clic una y otra vez dentro de su sistema de conteo porque eso significa dinero que aportan las entidades que se promocionan en ellas. Por lo tanto, procura no caer en la adicción a las noticias polarizadas. 

Hay una enorme cantidad de noticias falsas y maliciosas. Teorías de conspiración que difunden cuentos fantásticos sobre sociedades secretas super poderosas. Manipulaciones gubernamentales. Agendas de dominación mundial y demás argumentos elaborados cargados de sensacionalismo, amarillismo y morbo. Todas tienen algo en común. Todas tienen una autoridad imaginaria a la que culpan de todo, todos tiene teorías elaboradas incomprobables, y todas buscan generar pánico. Éstas teorías absurdas van desde una minoría de hombres blancos occidentales que controlan hasta el subconsciente de los perros callejeros, hasta cuantos fantásticos, infantiles y absurdos que incluyen extraterrestres, viajes en el tiempo, reptiles con piel de humano y demás ridiculeces fantásticas sacadas de los comics y las películas. 

Ninguna teoría de la conspiración tiene un gramo de sustento en el mundo real y ningún teórico de la conspiración ha hecho jamás algo que haya sido útil a la humanidad. Esto no ha ocurrido ni una sola vez. Andan esparciendo sus mentiras elaboradas desde los sesentas y jamás una de sus teorías ha sido comprobada, ha generado algo bueno o a ayudado a alguien salvo a las editoriales que venden sus libros. 

Nosotros debemos permanecer en el mundo real. Con sentido crítico. Con sentido de justicia, pero con los pies en la tierra y negándonos al odio siempre. Debemos negarnos a creer y difundir noticias que generen pánico. Procurar informarnos de manera objetiva y real. Esto no significa que todas las cadenas oficiales como CNN, BBC o cualquier otra cadena internacional diga siempre la verdad y jamás oculte información y publique falsedades. Los periodistas que trabajan en las principales cadenas del mundo también pueden caer en el vicio de publicar falsedades. Nuestra única defensa contra las mentiras del mundo es el análisis crítico y la observación del mundo real acorde a los acontecimientos. 

Puede que nunca seamos capaces de saber toda la verdad, pero eso no significa que debamos alimentarnos de mentiras. Una regulación inteligente de las noticias que consumimos bastará para tomar las decisiones correctas. Y en cuanto al pánico, no debemos caer en esa trampa. Nosotros enfrentamos el miedo y el engaño con las Enseñanzas del Buda. Nuestro refugio nos protegerá del miedo y el pánico infundado. 

También es bueno mencionar que por nuestra salud mental es recomendable no saturarnos con demasiadas noticias sobre el covid y los problemas sociales que genera la pandemia. Debemos darnos un descanso de la situación de vez en cuando y aprovechar para ejercitar nuestra creatividad y fortalecer nuestra mente. Este confinamiento es una gran oportunidad para intensificar nuestra práctica de la meditación.