miércoles, 6 de enero de 2021

El problema con la comunidad budista en internet

Esta podría ser un análisis de la comunidad budista en internet, pero existe un problema básico para poder realizar tal análisis. Así que primero comentaré cómo se presenta el budismo en internet desde el punto de vista de un consumidor corriente y promedio. Posteriormente comentaré el problema de analizar a la comunidad budista en internet. 

La mayor presencia del budismo, como doctrina y como enseñanza en internet, la aportan monjes desde varias partes del mundo. Esto es un hecho excelente y muy auspicioso para el movimiento como religión mundial. El que los máximos exponentes del budismo se estén dando a la tarea de enseñar a través de las redes sociales es una ventaja y una bendición enorme. Es algo por lo que debemos estar agradecidos y algo que debemos alentar y agradecer. He realizado varios cursos de budismo en línea impartidos por varias organizaciones y maestros. Todos gratis. A pesar de que en nuestras ciudades los monjes aún no están presentes, se nota el esfuerzo que hacen por llevar el Dharma a donde ellos todavía no pueden llegar. Esto es algo para tener en cuenta y agradecer.

Esa es la parte positiva del tema. El esfuerzo y el trabajo de los maestros. La parte no tan positiva es la incapacidad de analizar la comunidad budista en internet. Y este análisis no se puede hacer porque la comunidad budista mundial, no existe.

No hay comunidad budista en este medio.

Hay cientos de páginas. Hay grupos en redes sociales. Hay bases de datos con números de cuatro y hasta cinco cifras, pero ese acumulamiento de cuentas en Facebook o en cualquier otra red, no es comunidad. No es comunidad porque la comunidad no es algo que es, si no algo que se hace. Y la comunidad budista, no hace nada.

Analizaré solo Facebook por ser la más notable y la que resume los comportamientos reflejados en todas las redes. Si ves las páginas de Facebook, por ejemplo, los grupos de Facebook sobre budismo, notarás que en ellas hay literalmente miles de personas anotadas. Las publicaciones son constantes y fluidas. En ellas se postean charlas de maestros, imágenes con frases, noticias, peticiones de ayuda, videos de youtube sobre budismo, libros y material excelente en pdf, películas, caricaturas, frases de Buda que el Buda jamás dijo, promociones de retiros y conferencias, videos de niños haciendo cosas tiernas, perritos, gaticos, elefantitos y mucho material.

Se postean cientos de memes e imágenes ingeniosas. Más allá de eso, no hay nada. No hay temas, no hay debate, no hay discusión, no hay intercambio. No hay eventos más allá de los retiros pagos de tres días en unas cabañas campestres con el Lama Daikiry sobre Tara verde, en fin. No hay asomo de comunidad en ningún sentido. Incluso los grupos que se titulan comunidad budista tal, al entrar se encuentran los mismos muros que en los otros grupos. Incluso con las mismas informaciones e imágenes compartidas en los demás.

Al parecer, los budistas con internet no tienen consciencia del sentido de comunidad o comunidad virtual, título que honestamente no me gusta porque hace más énfasis en el medio que se usa, que en las propias personas que lo usan. El punto no es el entorno virtual. El punto es que la gente no habla. No se relacionan a través de la palabra teniendo toda una tecnología a la mano para hacerlo. La sospecha es que esta misma dinámica es la que ocurre en los entornos presenciales. Si alguien lo sabe por favor atestigüe.  

Una vez me encontré con una discusión en un grupo budista. Fue hace tiempo. Hace tanto tiempo que por entonces a las discusiones de estados les llamaban “foros de Facebook”. Me encontré con un foro sobre un tema que generaba polémica pero que en realidad no recuerdo cual era. El punto fue que la gente se expresaba desde todos los puntos de vista y con todos los tonos. Desde los amables hasta los más hirientes. A pesar de las interferencias de los trolls (término que ya tampoco se usa pero que era bastante práctico para ignorar a los belicosos. Lo sé, ya estoy viejo), las discusiones se daban, y bien que mal, encontrabas personas con las cuales podías estar totalmente de acuerdo y compartir tus opiniones, y también gente con la cual podías debatir y aprender cosas nuevas sobre tus propios puntos de vista.

La cuestión fue que una persona, me acuerdo que era una señora muy decente y bien puesta, escribió que esa discusión era de muy mal gusto para un grupo budista. Que un verdadero budista no se debería expresar de esa manera, y que en realidad, no era de budistas discutir así por ningún tema. Lo realmente budista era aceptar las opiniones ajenas así no se esté de acuerdo con ellas y dejar que la paz florezca entre todos los integrantes compartiendo solo información y aportes positivos que generaran armonía y concordia entre todos, como habría de ser el modo verdaderamente budista.

Inmediatamente una gran cantidad de personas la secundaron. Posteriormente, la discusión terminó.

La misma idea la volví a ver en una o dos discusiones más. En alguna fue totalmente ignorada, en otra también tomada en cuenta. Noté que la gente dejaba de escribir tan seguido y con la energía que escribían antes. Y las publicaciones se hacían más sobrias.

Los “trolls” o personas malintencionadas, eras detenidas rápidamente por los administradores, hasta que al parecer desaparecieron. Luego me di cuenta de que en realidad, los administradores de las páginas budistas empezaron a censurar comentarios, a censurar personas y a expulsarlas de los foros. Y no solo se trataba del clásico cristiano fanático y sembrador de odio, del pervertido sexual, el del comentario racista o del que se le soltaba el seguro en un tema y empezaba a insultar a otros ad hominem con palabras de grueso calibre ignorando por completo el tema del que se estaba hablando.

Empezaron a censurar personas porque tenían opiniones que, según algunos, eran ofensivas. Como si una opinión pudiera ser ofensiva, cosa que yo en lo personal no creo. Una cosa es una opinión, y otra muy distinta es una ofensa. La diferencia es que la ofensa tiene la intención implícita de agredir, mientras que la opinión no la tiene y a lo mucho puede adolecer de ser honestamente incómoda para el que no la comparte o la rechaza. Ya entenderá el lector, cómo fue que me percaté de cómo avanzaba la censura contra las opiniones diferentes en los foros budistas. Me sacaron de la comunidad del loto de fomy por opinar incorrectamente sobre la dieta vegetariana, y de otros varios por razones similares.

Soy un Troooll.

Voy a ser honesto. No soy un modelo de amabilidad en el discurso, ni de considerar los sentimientos de los otros en el intercambio de ideas. Considero que los sentimientos y los argumentos son materias distintas a tratar, y que la razón, el conocimiento y la sabiduría deben estar por encima de nuestras subjetividades y sensibilidades en lo social, para que podamos aprender y madurar juntos. El mundo no se va a acomodar a nuestros complejos y traumas. Además de eso, debo confesar que no he sido una persona muy madura en cuanto al uso moderado del sarcasmo y la ironía. Mucha gente se toma internet muy en serio y se hieren a sí mismos fácilmente con estacas que algún desocupado como yo va dejando por el camino. Si eres un lector habitual del blog, ya sabrás de qué hablo.

Mi caso es algo particular. Tener un sentido del humor un poco negro y usarlo para desacomodar a personas lacrimosas y sensibleras no es una buena forma de comunicarse con otros. Lo acepto como una de tantas fallas de mi tercera adolescencia. Sin embargo, no por nada le llaman a esta gente, la generación de cristal.

El asunto no es la forma en la que se trasmiten las ideas, que en mi caso acepto que es incorrecta, sino el ejercicio en sí de trasmitir las ideas y las opiniones libremente entre las personas. En los foros no se opina. Solo se recibe y se aprueba. Solo se suben puras cursilerías y estupideces, seamos honestos.   

Entro en los grupos budistas para ver de qué se habla, y no encuentro a nadie hablando ni a nadie con quién hablar. Es más, en muchos grupos ni siquiera puedo hablar. Le han agarrado un terror a la palabra horrible y patético. Y ahora con lo políticamente correcto, esa plaga sarnosa y maliciosa que también ha infectado los espacios budistas, el solo hecho de compartir opiniones y diferencias se ha vuelto casi un crimen.

No soy políticamente correcto. Creo en la libertad de pensamiento, en la libertad de expresión y en la libertad de culto tal cual está escrita en la declaración universal de los derechos humanos. Y para mí las libertades civiles son más sagradas que el más sagrado de los monjes. Y eso me ha costado agarrones con férreos defensores de causas y escuelas budistas, veganos, progres, conservadores, con administradores de páginas y la expulsión de varios grupos budistas.

Los administradores de los grupos budistas se han convertido en unos verdaderos maestros de la censura. Ya ni siquiera se censuran las opiniones sino también la sola palabra. Han llegado al punto en el que deshabilitan los comentarios. No como antes, cuando la conversación se empezaba a calentar y empezaban a aparecer los egos malintencionados, sino incluso antes de que alguien publique una sola letra. Como para “evitar problemas”, como diría el cobarde escondido debajo de su cama mientras el ladrón acaba con su cocina.

Esto obviamente está impulsado por la misma plataforma de Facebook debido a que ha sido acusada de permitir los discursos de odio y las publicaciones peligrosas, que sí las hay. Por supuesto, eso es algo innegable. Sin embargo, el asunto de la censura se ha salido de control.

Ahora hasta hay que responder preguntas tontas antes de ser admitido a un grupo sobre budismo como si se tratara de una sociedad secreta. Y después de que uno pasa esta ridícula prueba para ver que hay en este grupo budista, te encuentras con que publican las mismas pendejadas y cursilerías que están publicando en todos los demás grupos. Entonces ¿Para qué quieren depurar el ingreso de usuarios sin en realidad no hay nada que proteger? Como estamos viendo, ni siquiera hay conversaciones ¿Para qué cuidar tanto los muros y los grupos donde nadie está diciendo nada?

La verdad es que sí hay gente lo suficientemente estúpida como para creer que, como el tema del grupo es el budismo, entonces la cuenta de Facebook en sí también es sagrada, igual que es sagrada la estancia en el templo donde está la estatua de Buda y se hacen las ceremonias. El contacto con la realidad se está perdiendo amigos.

Todo este problema con el uso de la palabra es en parte la causa de que los grupos de Facebook sobre budismo, y los foros budistas en general, sean espacios tan muertos como la democracia en Venezuela. Considero que otra causa también se encuentra en el exagerado sentido de sacralidad que se le da al budismo, lo cual hace que la gente prefiera no comentar por temor a quedar como un ignorante, un sabiondo, un fanático y lo que más triste se me hace, un irrespetuoso. Como si la doctrina budista no se pudiera trabajar ni comentar por personas del común, estuviera supeditada únicamente a personas con alguna extraña jerarquía, y estuviera fuera del alcance de la palabra de los “intocables”. El Buda mismo se burlaría de esta situación.

Hay muy pocas cosas contra las cuales estoy de acuerdo, y aunque parezca raro, esta posición resulta ser muy impopular. Una de esas cosas es la censura. Este es un blog políticamente incorrecto. He recibido, y todavía recibo, comentarios muy negativos, algunos bastante duros, sobre opiniones que expongo sobre temas dentro del ámbito budista. Ni uno solo de ellos ha sido borrado.

Lógicamente hay que tener un control de los aportes de la gente para mantener una calidad mínima en el intercambio de ideas. Hay cosas que hay que borrar. La gente que llega a vender cosas o a promocionar sus propias redes sociales, a predicar el evangelio cuando no tiene absolutamente nada que ver con el tema, a insultar directamente a las personas ignorando sus argumentos. En pocas palabras, cualquier cosa que no tenga que ver con la conversación.

Imagínese que estamos en la mesa de una cafetería hablando de un tema cualquiera, y llega una persona a hablar de cualquier cosa que no tiene nada que ver con lo que llevamos una hora hablando. Esas son las personas que, lógicamente, se deben retirar de la mesa. Y para eso están las herramientas. 

Pero en lo que respecta a la cuestión de las opiniones, los argumentos y los puntos de vista personales, esa área es para mí absolutamente sagrada. Intocable. Incluso si la persona pierde en control, olvida la cortesía, y se carga con todo contra otro argumento o explica el suyo con vehemencia y un mal francés. Volvamos a la mesa de la cafetería. Si la persona pierde los papeles, y grita y se desahoga en defensa de sus argumentos y sus ideas, no se le debe retirar de la mesa. De hecho, su presencia es mucho más valiosa que la del mojigato que está sentado y callado sin decir palabra para “no incomodar a nadie”. Para mí, el que debe echarse a las patadas de la mesa, es el mojigato.

Lo importante es el mensaje, el intercambio de ideas. Somos humanos y a veces nos exaltamos. Y para mí, la comunicación es el material del cual está hecha una comunidad. Pero este es mi punto de vista personal. 

Hay gente demasiado correcta y demasiado snob que solo tolera escuchar eufemismos y cosas agradables para “no dañar la armonía” y fomentar la paz. Pero eso no es paz. De hecho, así es como se plantan las semillas de la guerra, porque lo que no podemos hablar y expresar libremente, por otro lado explota amigos. El mundo está lleno de esos ejemplos.

Sacar a un idiota que interrumpe e interrumpe con lo mismo constantemente, o a un carroñero que viene a vender sus mercancías es algo normal y apenas lógico. Pero eliminar el comentario de alguien porque “ofende a los demás”, es algo dictatorial, fascista y vulgar. Busque fascismo en el diccionario o averigüe cómo funcionan los medios en una dictadura antes de rasgarse las vestiduras y gritar blasfemia por usar la palabra fascista.

Esa falta de comunicación entre los budistas practicantes es un lastre que impide el desarrollo de las Enseñanzas en todas partes del mundo hispanohablante. Según parece, los angloparlantes no tienen tantos problemas en este sentido. En hacer una verdadera comunidad budista abierta, quiero decir. Con lo de la corrección política están más que jodidos.

El budismo es una doctrina que funciona si, y solo si, se aplica en la realidad. Si no, no es más que letra muerta, fotos lindas y parafernalia cara y absurda que no sirve para nada. El Buda enseñó el Dharma para eso, para que se aplicara en la realidad de la vida. El Dharma hay que usarlo y aplicarlo en todos los temas. Todos. Por más incómodos, vergonzosos o indignantes que sean. Precisamente para ese tipo de temas es la urgencia de su aplicación.

Hay gente a la que considero francamente cobarde (opinión honestamente incómoda que puede usar para ofenderse usted mismo según las libertades civiles se lo permiten) y que se niega a tratar temas comúnmente considerados sensibles como la política, la religión y el sexo. Temas “delicados” que es mejor tratar en “ambientes seguros”, expresioncita patética esta que me da grima hasta los huesos. Ahora tenemos el tema del aborto debido a su aprobación en Argentina. ¿Por qué no se está hablando de eso en los foros? ¿Acaso no es algo que impacte o interese a la comunidad budista? Es algo que no entiendo.

Personalmente, no creo que hayan temas tabú. Hay personas tabú. Y ese tipo de personas, además de cobardes, son las más aburridas. Con ellas solo se puede hablar del clima, de las cosas hermosas y buenas de la vida y de lo rico que huele el Daliay lama. A galletas de canela según dicen. No se puede hablar de nada interesante con ellas.

Es muy triste ver cómo una persona que se nota que tiene un criterio, que tiene una opinión, y que tiene un punto de vista diferente, se censura a sí misma y se abstiene de opinar por físico miedo de ofender y de que otros le caigan encima solo por ejercer su derecho a hablar. Y esto lo vi en persona, en un grupo de una actividad budista durante la charla de un monje que vino a mi ciudad, hace ya más de un año. Era una mujer mayor, y además periodista. Sentí verdadera lástima.

Y se lo dije.

Porque soy un Trooooll…   

Suelo preferir personas con las cuales se pueda debatir y hablar de todos los temas que considero interesantes, y necesarios de comentar. Jamás le niego cinco minutos al cristiano evangélico que me los pide para hablar de su señor Jesucristo, sabiendo perfectamente que cuando le diga que soy budista, la conversación tomará una dirección que ninguno de los dos esperará. Y contrario a lo que esperaba, he tenido muchos más problemas de comunicación con los propios budistas que con los evangélicos o personas de otras religiones.

Soy un hombre de letras (en el sentido de que soy fanático de la palabra. No en el de ser un erudito literario o algo así), y me decepciona el hecho de que teniendo un tema tan rico, tan variado, tan importante como el budismo, y habiendo tanta gente practicándolo, o supuestamente practicándolo porque ¿cómo saberlo?, simplemente no haya nadie allá afuera con quien hablarlo. Por eso afirmo que lo que hay actualmente en las redes sociales no es ninguna comunidad budista. Es una farsa. Una farsa cobarde y triste. Algo que podría fortalecernos durante esta pandemia, nos tiene tan aislados como si estuviéramos en los ochentas. Cuando la vida era más libre y se podía hablar con franqueza y sin miedo. Pero no había internet.

La pandemia budista es una pandemia ochentera. Y eso no solo es triste, sino también bastante vergonzoso.

Lo mío es escribir, no postear ni compartir cosas para luego estar pendiente de cuantos me gusta recogen. No digo que eso esté mal, pero la verdad el sistema de los me gusta no me gusta. O simplemente me es irrelevante. Ni siquiera estoy pendiente de cuántos me gusta ganan los artículos. Sin embargo, el objetivo del blog es divulgar e intercambiar información con otros, así que también abrí una página y un grupo de Facebook a los que en realidad no presto demasiada atención.

Me tocó abrirlos precisamente porque me empezaron a echar de los grupos en los que estaba, mis artículos no eran aprobados para ser publicados en los grupos y me estaba quedando sin tener en dónde divulgar los artículos. De las varias páginas y grupos en los cuales hago una publicación de los artículos, solo una parte muy pequeña de ellos los aprueba (honestamente agradezco a esos administradores). Así que abrí los mismos espacios para el blog ya que no costaba nada. Tienen muy poca gente y el contenido no es tan variado como esos grupos con literalmente miles de miembros que suben postales hermosas y videos bellos cada quince minutos. De hecho, lo único que hay son estos artículos y una que otra cosa que me parece útil.

Pero lo que sí le puedo asegurar al lector, es que lo que no encontrará ahí, será censura. Puede usted ingresar e insultar, contradecir y rebatir todo lo que aquí o allí encuentre. Puede comentar libremente, opinar, estar de acuerdo o en desacuerdo. Puede hacer lo que quiera siempre y cuando se trate de budismo y de la vida real, que es de lo que en últimas se tratan todos y cada uno de los artículos de este blog. Lo que a mi torpe manera de ver las cosas llamo, hacer comunidad.

Creo que la censura se ha convertido en la cultura del miedo y la gente se está acostumbrando a la violación de sus propios derechos, y esto pasa en muchos lugares, áreas y comunidades, no solo las budistas. Hay una moda de hacer callar al que piensa diferente.

Si no le es permitido a nadie hablar diferente, ¿Cómo vamos a aprender, a madurar y a conocernos? Creo que esto es especialmente importante en el budismo occidental porque considero que esta falta de intercambio tiene a nuestra práctica del budismo estancada en clichés y canales de youtube que repiten lo mismo una y otra vez.

En una de esas conversaciones con cristianos, el evangelizador me preguntó cómo eran las cosas en la comunidad budista, qué pensábamos, en qué estábamos de acuerdo, en qué no, qué tema era importante en el momento, que posición teníamos frente al cristianismo y sus distintas facciones, cómo se replica la Enseñanza budista en nuestros países. Con más de diez años entrando y saliendo de foros, le tuve que contestar con toda sinceridad que no tenía la más remota idea. Le devolví la pregunta y tuvo para entretenerme más de una hora. Y no me estaba hablando de su comunidad y de su iglesia, cosas que en alguna medida yo ya sabía porque vivimos en el mismo lugar, sino de cosas referentes a otros lugares, movimientos por causas específicas, diferencias entre comunidades, noticias mundiales, etc. Hasta escándalos de pastores me contó. Los cristianos sí hacen comunidad entre ellos, no creo que nadie pueda negar eso. Los foros cristianos sí son foros. Hablan de lo suyo sin miedo.

No estoy afirmando que todos deberíamos ser franquicidas y entrar y decirnos todo lo que pensamos sin medirnos y valiéndonos rábano lo que piensen los otros. Estoy abogando por que haya conversación, discusión y debate con altura, con sinceridad y más que todo, sin censura.

Que se hable de budismo señores budistas, que para eso se supone que son los grupos.

Dudo mucho que llegue a surgir una verdadera comunidad budista en un tiempo cercano, y que verdaderos espacios de comunicación y aprendizaje se abran en internet. Hasta dudo que este artículo consiga la aprobación para publicarse en la mayoría de los grupos en los que lo postearé. De todas maneras, vale la pena dejar el tema en la mesa, si es que la mesa se presta. Y si no, ahí quedan la página y el grupo del blog. Multitud de veces más aburrido que los grupos que ya conoces, pero al menos sincero y abierto.

Eso sí, le debo pedir un favor estimado lector. No ponga carteles estúpidos, imágenes cursis, ni pendejadas de turista como las que ponen en todos los grupos budistas. De por sí no soy un gran tipo. No me convierta usted en un fascista.   

martes, 5 de enero de 2021

Guía para la creación y funcionamiento de grupos budistas independientes

 Muchos budistas soñamos con tener una Sangha en nuestra ciudad. Un espacio, aunque sea pequeño, al cual podamos ir semanalmente para realizar nuestra práctica y estudio budista en compañía de otras personas tan apasionadas por el Dharma como nosotros.

Desafortunadamente, esto es un privilegio muy raro y lejano para muchos de nosotros.

En este artículo veremos las razones por las cuales, a pesar de haber tantos intentos de crear comunidades budistas en muchos lugares, estos fracasan. Analizaremos errores comunes que impiden la formación de nuevos grupos y comentaré algunas experiencias de intentos que hice y el conocimiento que me dejaron. Por último, presentaré una guía práctica para crear y desarrollar grupos independientes de budistas laicos que pueden ayudar a desarrollar nuestra práctica grupal en nuestras ciudades. Comencemos entonces por lo que considero nuestro principal impedimento en esta tarea. 

Con los últimos años, el budismo ha crecido en occidente. Su popularidad e impacto en las artes y los medios de consumo ha aumentado notoriamente.  Sin embargo, sigue habiendo un vacío casi indetectable entre la persona interesada en el budismo y la doctrina budista. El problema es que el budismo como doctrina y enseñanza religiosa no tiene una consistencia clara en lo que al occidental respecta. Incluso las palabras “doctrina” y “religión”, suenan chocantes al occidental promedio que busca un camino espiritual distinto al cristianismo. Eso es porque el budismo, al igual que muchas otras religiones no cristianas, es usado muchas veces, no para practicar una vía espiritual de manera genuina en sí, sino como contrapeso a la doctrina cristiana. Como una forma de negar la religión materna. Como decir, escojo el budismo porque es mejor que el cristianismo, ¿Y por qué es mejor que el cristianismo? Simplemente porque no tiene nada que ver con él. Se quiere usar el budismo como una forma de reemplazar al cristianismo por su ineficacia o por una experiencia personal decepcionante con esa doctrina, y no por el budismo en sí mismo.

De esta manera algunas personas llegan al budismo aprobándolo de manera gratuita. Sin saber de qué se trata. Basándose solamente en referencias absurdas y fantasiosas sacadas del cine, la literatura fantástica o falsos gurúes como Osho y Deepak Chopra.

Por otro lado, también podemos ver que el budismo se usa para rellenar un hueco emocional dejado por el cristianismo. El vacío del padre. El cristianismo hace un gran énfasis en la figura del gran padre. Todo depende de Dios y si no es bajo el cuidado del Padre, nada puede ser o hacerse (esto no es una crítica, es una descripción superficial de la doctrina cristiana), entonces cuando se abandona el cristianismo, ese vacío, el cual fue inculcado desde la niñez, inevitablemente queda vacante en la psiquis de la persona durante toda su vida. Esto tampoco es una crítica sino otra descripción de los condicionamientos naturales de las personas de nuestra cultura entre los cuales, por supuesto, me incluyo.

El budismo tiene el arquetipo perfecto para llenar ese vacío, y no estamos hablando del Buda. Es la figura del maestro. La sociedad oriental respeta mucho la figura del maestro por tradición y costumbre, ya que ocupa un lugar fundamental y específico en esa sociedad. En la sociedad occidental realmente no existe la figura del maestro como parte fundamental del pueblo, y precisamente por eso resulta tan fascinante.

En nuestra cultura, la figura del maestro es casi como una subordinación del orden natural de la jerarquía espiritual occidental. El maestro oriental no obedece a nadie más que a la propia sabiduría sagrada, prescindiendo de sistemas burocráticos celestiales. Los occidentales tenemos curas y pastores, pero la palabra maestro aún les queda un poco grande. Para nosotros, la palabra maestro la soporta un guía con una autoridad aun mayor a la dada por una institución o una comunidad organizada, lo cual lo hace casi mágico, e incluso más que humano. Esto resulta peligroso como ya se demostró en la desastrosa y decadente época de la psicodelia hippie de los sesentas y los setentas. La fatídica época de los falsos gurúes y las sectas. Por cierto, antes de fascinarte con un “maestro de oriente”, asegúrate primero de repasar aunque sea un poco la historia de los místicos y sectas de esa época y lo que hicieron en Estados Unidos y en Asia.  

La figura del maestro budista es muy mitificada en occidente hasta el punto en el que ahora tenemos todo un ejército de falsos maestros, delincuentes, estafadores y abusadores sexuales iguales a los de los setentas. Pero debido a los condicionamientos dejados por nuestra tradición y cultura, estos individuos siempre van a tener personas a las cuales someter. Gran parte de este blog está dedicado a combatir este problema.

Ahora, el maestro budista en realidad sí tiene una importancia invaluable en la propagación y enseñanza del budismo en nuestras tierras. Las tradiciones y jerarquías de las escuelas budistas funcionan, y si no fuera por ellas, no sería posible para nosotros acceder a este importantísimo conocimiento en este tiempo y en nuestros países. Y aquí es donde surge, querido lector, el vacío del que venimos hablando.

Las tradiciones organizadas y los maestros son vitales para la propagación del budismo como ya lo comentamos. Sin embargo, para que sea posible la instalación de un monje y la fundación y funcionamiento de un templo en nuestras ciudades, primero hace falta una comunidad con la suficiente necesidad de un maestro y con los recursos suficientes para iniciar una misión.

Es sumamente arriesgado para una tradición, dar el salto de invertir grandes cantidades de tiempo, esfuerzo y dinero en una comunidad en la que es imposible predecir el impacto de un templo. Y hay que tener en cuenta que las probabilidades siempre están en contra y es muy posible que el esfuerzo fracase. Es mucho más fácil propagar el ideario romántico e ilusorio del budismo cliché que el budismo real. Es una apuesta demasiado grande como para que se pueda realizar de manera tan frecuente como quisiéramos que se diera. 

Todos queremos un templo budista en nuestro lugar de residencia.

Entonces nos encontramos con una paradoja. Para que pueda haber una comunidad, debe haber un maestro que la dirija; pero para que pueda llegar un maestro, tiene que haber una comunidad que lo reciba y soporte. Es un callejón sin salida.

Llevo años en el budismo. Mucho más tiempo estudiándolo que practicándolo para ser honesto. Pero desde hace tiempo he visto muchos intentos de crear una comunidad tras otra en mi ciudad y he sido testigo de todos esos fracasos. A lo mucho lo que ha perdurado, son pequeños y sectarios grupúsculos de gente adinerada que terminan conformando un pequeño clan familiar. Una pequeña élite que se reúne mensualmente en algún apartamento del norte y que paga cifras absurdas por pasar tres días en un retiro de campo con un lama que llega desde USA para decirles tres obviedades tontas y entretenerlos con absurdos rituales presuntuosos. Eso es todo.

Los proyectos que inician noblemente, no se solidifican, e inevitablemente se ahogan en buenas e impotentes intenciones. Ahí está el vacío. Este problema sucede en muchos lugares del continente americano según se me ha comentado casualmente.

Sí hay misiones que han llegado a concretarse. Sé de algunas pocas. Al menos una tibetana y otra de soto zen, ambas en Bogotá. Y también de otra Zen en Medellín. Seguro debe haber más en otros lugares. Realmente no sé cómo iniciaron y llegaron a tener una relativa estabilidad. Sería un muy buen aporte si alguno de ustedes, si perteneciera a alguna de estas comunidades o cualquier otra, pudiera comentarnos algo de sus inicios he historia. Me alegra saber que aun a pesar de las dificultades siguen funcionando.

El asunto es que no es frecuente la aparición de un mecenas en nuestra ciudad, o de una persona con capacidad para viajar a oriente y regresar vinculado a alaguna tradición budista, de cuyo vínculo posteriormente pueda surgir un proyecto. La mayoría de nosotros se encuentra solo, con una pequeña luz temblorosa en nuestras manos, atravesando la más densa oscuridad. Y es ahí donde el ideario del establecimiento budista nos limita.

Se ha comentado en varios artículos anteriores que no todas las tradiciones budistas son iniciáticas. Es decir, que tienen como requisito indispensable la guía, aprobación y la transmisión ceremonial de un monje ordenado para poder ser practicante del Dharma en propiedad. Para los monjes esto sí es obligatorio e indispensable por obvias razones de instrucción, conservación de las Enseñanzas y transmisión del monacato. Pero para los laicos, esta exigencia existe solo si la tradición la impone.  

A pesar de que el ideal de recibir la iniciación de las manos de un monje budista, cuya transmisión de la Enseñanza venga del Buda mismo a través de una larga e ininterrumpida sucesión de grandes maestros iluminados, nos parezca lo mejor y lo más adecuado (románticamente adecuado en mi opinión), esto no es de ley para todos los budistas. Y lo es mucho menos para los budistas occidentales. Recordemos que el Buda ordenó que no hubiera un patriarca ni ninguna sucesión jerárquica, y como máximo maestro dejó a sus propias Enseñanzas para guiarnos. Las tradiciones iniciáticas no son falsas o negativas ni mucho menos, pero tampoco son la única manera de practicar el budismo. Son solo una opción.

A los orientales los escoge su tradición budista por el país en el que nacen. Nosotros, por el contrario, escogemos la tradición budista que queramos porque aquí no hay ninguna. Así que las decisiones que tomamos sobre la forma de práctica que adoptamos son cultural y psicológicamente más libres que en las tierras de nuestros maestros.

Si el único monje que llega a tu ciudad es un lama tibetano, no es obligatorio que debas practicar esa escuela de budismo tibetano como si no tuvieras otra opción. ¿Es bueno ir y escuchar lo que este lama tiene que decir?, por supuesto que sí, sin duda alguna. Pero eso no lo hará necesariamente tu maestro, ni tampoco deberá ser forzosamente la tradición tibetana tu forma de práctica budista. Ya analizamos este tema en un artículo anterior.

Recordemos que los conceptos absolutos de destino, determinismo divino y sentencias cósmicas inevitables e ineludibles, no tienen cabida en el budismo. Ese dicho tonto de “cuando el discípulo está listo, el maestro aparece”, es una de tantas frases hechas creadas para captar y engañar gente ingenua dispuesta a creerlo todo solo por el artificio de un título o un rango espiritual. Además, es una tontería que sale en la película de EL zorro. La ley del karma demuestra que tales determinismos absolutistas son imposibles en la realidad.    

Entonces, lo que tenemos en nuestras manos es un vacío de conexión. Un enlace faltante entre el practicante y la Enseñanza budista. Tenemos internet y libros que son medios totalmente válidos para nosotros. No son herramientas incompletas para nada. Si ésta es la forma en la que el Dharma del Buda se nos presenta hoy, son la vía adecuada. El inconveniente es que son demasiado lentas y nos toma demasiado tiempo aprender, comprender y practicar debidamente si somos solamente nosotros apoyados en estas herramientas. La Enseñanza ya está aquí. No necesitamos ir hasta oriente para conseguirla. El problema es nuestra carencia de experiencia, nuestra ingenuidad, y el crecimiento de nuestro propio ego al no tener alguien que nos lo señale, nos hace tropezar, errar y volver a empezar muchas veces más de lo que lo haríamos si estuviéramos acompañados. El Buda era consciente de ello.

Necesitamos a alguien que nos diga cuándo debemos bajarle la espuma a nuestro chocolate, porque si vamos solos, se nos quema la cocina y por el resplandor creemos que nos estamos iluminando, cuando en realidad nos estamos incendiando. Por eso el Buda nos dejó a la Sangha como una de las tres joyas. Para que le bajemos las espumas a nuestros chocolates entre todos.

La Sangha, propiamente dicha como una de las tres joyas del Dharma, es la comunidad budista conformada por un monje, sus discípulos y los seguidores laicos de una comunidad. Joya de la cual estamos hablando y de la que carecemos. No se considera, de forma literal, que un grupo de practicantes laicos sin maestro sea una Sangha. Sin embargo, ese es el objetivo que buscamos conseguir. La consecución de un Templo y una comunidad con todos los requerimientos.

El problema del vacío, de esta conexión con el Dharma que nos falta, procede de la idea incrustada en la mente de que la única manera de ser budista, de practicar el budismo y de llevar una vida plenamente budista es estar bajo el mando de una persona de sabiduría superior a la nuestra. Esto en realidad no tiene por qué ser así.

En los textos budistas se hace un enorme énfasis en la figura del maestro porque en la antigüedad no existía ninguna otra forma de conocer la Enseñanza. Al principio ni siguiera hubo escritos sagrados por más de quinientos años. Y cuando aparecieron los escritos, sus portadores eran la personificación de la doctrina. Los antiguos no tenían manera de imaginar que en el futuro una persona pudiera tener acceso a la Enseñanza básica sin la necesidad de que se las llevara otra persona. Es cierto que hablar con un monje sobre tu experiencia es algo imprescindible y que podemos y debemos hacer todos los budistas solitarios a través de la misma tecnología que nos trae más fácilmente la Enseñanza. Yo conozco varios, de forma virtual obviamente. Pero los mismos monjes insisten en que no pueden tener estudiantes a distancia. Y advierten de sospechar sobre quien ofrezca dichos servicios gratuitamente o por un pago.  

Hoy hay cientos de miles de budistas solitarios que practican por su cuenta gracias a la imprenta y a las tecnologías de la comunicación. Pero no hubo nunca ninguna enseñanza de como practicar la doctrina de forma autónoma basándose uno mismo en los Sutras. Todo apunta a los maestros. Por eso las tradiciones iniciáticas son tan fuertes y tan promocionadas, lo cual es bueno. Pero también por eso mismo debemos entender que si el Dharma no se hace presente en nuestras ciudades, no va a parecer mágicamente porque prendamos varitas de incienso.

No podemos sentarnos en un cojín a esperar a que nos caiga del cielo un monje y levante un templo budista en nuestra ciudad con la estatua gigante lista y doscientas personas dispuestas como si estuviera escrito en nuestro karma. Algunos tenemos que aceptar que eso no pasará, más aún cuando hemos visto varios intentos fallidos realizados por personas con muchos más recursos y conocimientos. Así que debemos hacer lo que podemos con lo que tenemos.

Hoy en día, muchos budistas occidentales simplemente no estamos en posición de depender de los maestros. Pongamos los pies en la realidad y dejemos eso claro. Si vamos a esperar a que se aparezca un maestro con un proyecto armado y los planos de un templo listo, nos van a dar las campanas. Existe el mito de que el único que puede llenar ese vacío es un monje y eso no es verdad. Si no hay monje, debemos llenar ese vacío nosotros mismos. Y tenemos las herramientas y los medios para ello.

No vamos a poder reemplazar la presencia de una persona educada y entrenada ni de cerca. No estoy afirmando que podemos prescindir de los monjes. La presencia física de un monje es irremplazable. Pero podemos hacer algo que nos acerque mucho más a los beneficios de tener un monje, sin tener un monje. He incluso, crear la posibilidad de traer un monje. Pero eso puede hacerse únicamente si se tiene la iniciativa, la voluntad y las ganas.  

La propuesta para generar grupos budistas que funcionen de manera independiente es la siguiente.

Se trata de grupos de personas interesadas en estudiar y practicar el budismo desde cero o con algo de experiencia. Sin discriminar conocimiento, edad, estatus ni diferencias de ningún tipo. La condición es que sean personas que vivan en el mismo lugar y que tengan la posibilidad de reunirse en persona eventualmente. El punto es que sean personas que compartan los mismos espacios físicos y sociales en los cuales puedan practicar las Enseñanzas juntos y compartir sus experiencias.

El grupo carecerá de jerarquías, y esto es importante. No debe haber un líder por razón de mayor conocimiento y/o experiencia. Los liderazgos naturales se dan siempre en las dinámicas de grupo sin forzarlas. Sin embargo, para nuestro caso, insisto en que no se establezca ninguna cabeza espiritual definida para dirigir el grupo. Sé que esto parece contradictorio con el objetivo, pero tengo buenas razones para plantearlo así. Me tomaré unas líneas para comentar mi experiencia y explicar por qué.

En algunas ocasiones, antes de la pandemia, intenté gestionar grupos de budismo locales. Abrir espacio de intercambio, estudio y debate de la práctica budista. Pero me topé con un obstáculo inesperado. De nuevo, el vacío psicológico del gran padre y la figura del maestro.

Cuando uno intenta propagar el budismo, inevitablemente se aparece ese fantasma del maestro sabio y el guía espiritual que viene asociado con la palabra budismo. Por más que intenté hacer quedar en claro que no tenía rango superior, o estatus espiritual superior, o autoridad por el poco conocimiento que manejaba, me fue imposible impedir que las personas que llegaban me vieran con una especie de halo paternal. Esto inevitablemente hace que las personas depositen en ti cierta responsabilidad emocional inconsciente e involuntaria. De forma inintencionada, pero lo hacen. Hablamos de una cuestión religiosa, y por más racional que se quiera ser, el saber más, aunque sea poco, te da un perfil involuntario de guía, así no estés calificado, ni formado, ni interesado en ejercer de tal.

Para poder guiar a otros en el budismo hay que tener tres características fundamentales. Un conocimiento especialmente profundo de las Enseñanzas, una experiencia considerable en la práctica y un entrenamiento especial para trasmitir el conocimiento a personas nuevas desde cero, es decir, hay que saber enseñar. En pocas palabras, ser un monje.

Ni yo, ni nadie que yo conozca personalmente tiene éstas tres cualidades necesarias para liderar y dirigir un grupo de estudiantes budistas. Y soy tan especialmente carente de estas habilidades, que ni si quiera fui capaz de hacerles entender que no tengo tales habilidades (algo jodidamente frustrante). La gente seguía haciéndome cuestionamientos y planteándome problemas personales y exigencias doctrinales que ni podía ni debía responder. Así que decidí finalizar el proyecto.

No tengo vena de docente. “ni la más mínima, en serio. (Ni la mas miiiinima)”. Mi paciencia para lidiar con las expectativas ajenas es tan efectiva como mis habilidades para la contaduría, las cuales son absolutamente aberrantes según mis plantillas de Excel.  

Todo este anecdotario es para explicar la importancia de que el grupo sea totalmente carente de autoridad espiritual y que esté conformado solamente por iguales. Debe ser un grupo laico. Y lo más importante, que todo el mundo entienda eso. Es importante tener claro que es imposible que un laico lidere o guíe a otro laico. Es imposible. Lo que no quita que se puedan ayudar el uno al otro. De hecho, dos principiantes bien comprometidos ayudándose mutuamente en la práctica, son mil veces mejores que una persona instruida por el mejor de los maestros budistas a través de internet. Y éstas son precisamente palabras de un maestro budista.

En esta propuesta, todos serían estudiantes. Puede que alguno más avanzado que otro, pero al final el más avanzado es también estudiante, no maestro. Si se tiene eso claro, el grupo se fortalecerá y avanzará. Si el fantasma del maestro aparece, todo se irá por el caño. Les habla la voz de la experiencia.

Otra razón importante para mantener esta regla clara es que es precisamente así como se alzan los estafadores. Me di cuentea de que los grupos como los que intenté formar son una forma muy fácil de concentrar poder y controlar a los demás. Hubo gente que prácticamente me pedía que le dijera qué debía hacer con su vida. Eso es demasiado poder para una persona. Entendí cómo es que hacen los falsos gurúes y los pastores evangélicos para crear sus iglesias piramidales, acumular tanto poder sobre sí mismos y manejar a tantas personas como borregos. Y también fue increíble ver cómo reaccionaban las personas cuando se les advertía de tales peligros. La gente de verdad está loca y desesperada por seguir a alguien y depender de un líder que les diga lo que tienen que hacer y lo que quieren escuchar. Por eso este blog ataca tanto a los falsos maestros.

No significa que deba ser una comunidad acéfala. Como comentamos, hay liderazgos naturales que surgen oportunamente en los grupos. Alguien debe organizar, proponer horarios, actividades y poner de acuerdo a los más despalomados. Pero en lo estrictamente religioso, doctrinal y espiritual, no debe haber más autoridad que La Enseñanza y el propio Buda. Las escrituras son claras, incorruptibles y completas.

Se deben delegar responsabilidades y establecer ciertas reglas con las que todos estén de acuerdo y respetarlas para conseguir así una continuidad y una armonía en la práctica. Como por ejemplo el lugar de reunión, los materiales de estudio, libros, fotocopias, audiovisuales, audios. Objetos para ciertas celebraciones, para el altar, una cafetera, etc.

En otras palabras, se conforma un grupo organizacional como los que se forman para las causas civiles para conseguir objetivos que generen impacto a nivel social. Igual a las asociaciones de estudiantes, las células cristianas en las casas, las hermandades universitarias o las sociedades secretas. Con la diferencia de que esta sociedad no será secreta sino pública. Y no se hacen iniciaciones locas y humillantes. A menos que sean como yo y les interese hacer rituales locos de resistencia a las tres de la mañana en un río de agua helada como hacen los monjes en las montañas de China con los jóvenes novicios.

Algunas tradiciones budistas tienen unas pruebas extrañas y curiosas que vale la pena filmar para morir de risa viéndolas en navidad.

La conformación del grupo es realmente simple. Un coordinador, un tesorero y un vocal. Una persona que organice y modere las reuniones, uno que haga los presupuestos, las cotizaciones y maneje el dinero, y otro que divulgue la información, haga los anuncios y maneje las redes sociales. Eso es todo. Las propuestas y las decisiones se hacen en grupo y el resto de la banda se puede formar a gusto.

Otras funciones pueden ser incorporadas si el grupo se agranda. A los jóvenes, por ejemplo, les gustará tener funciones como las de los comités académicos. Con presidente, vicepresidente, secretario, tesorero, vocal, subsecretario, logística, limpia estatuas, domicilios y toda esa burocracia organizacional que tanto les gusta a los adolescentes proyectados a salvar el mundo.

A los que ya somos mayores nos basta con que el encargado de la cafetera cumpla su función cabalmente, y todo estará bien. Es cuestión de gustos.

El funcionamiento del grupo también es simple. Se escoge un material, ya sea un Sutra, un artículo o el capítulo de un libro para leer y luego se discute dicho material en la reunión. Posteriormente se realiza una actividad grupal espiritual como una meditación conjunta o una ceremonia simple acordada por todos. Se acuerdan los términos de la siguiente reunión y listo. La constancia y el trabajo en equipo hacen el resto.

De hecho, con este modelo sencillo es como iniciaron todas las grandes religiones en su etapa embrionaria antes de llegar a ser conformadas con la solidez suficiente para resistir el paso del tiempo desde la antigüedad hasta nuestros días. 

Lo más importante es tener una constancia fija que pueda mantener viva la práctica de todo el grupo. Es decir, el grupo debe tener actividad semanal, quincenal, mensual, como quiera que se decida. Pero una vez determinada la frecuencia de las actividades, ésta se debe cumplir con un compromiso real y sin excusas.

En principio, el grupo no debe estar definido bajo ninguna tradición o escuela budista. Debe ser totalmente libre en ese sentido. La definición inicial de este grupo sería como budismo pragmático secular laico. Lo cual significa que se fundamenta en las Enseñanzas básicas y generales dadas por el Buda y presentes en todas las tradiciones budistas del mundo, enfocadas en su aplicación pragmática y fáctica en la sociedad y el mundo real. Lo cual es de hecho el espíritu de este blog. El objetivo principal es poner en práctica las Enseñanzas del Buda en el mundo real y comprobar que funcionan.

No se censura ni se rechaza el factor cultural, tradicional o cosmológico de las creencias budistas, pero estos elementos no son primordiales ni esenciales en la aplicación de este enfoque. Sin embargo, no dejan de estudiarse por ser parte fundamental de la cultura budista, pero no se profundiza en ellos por no tener una aplicación directa en la vida cotidiana. Por ejemplo, el renacimiento y las vidas pasadas.

El objetivo de que el grupo no se defina bajo ninguna escuela o tradición en particular es que sea apta para cualquier tipo de persona y practicante, que esté iniciando de cero o que ya esté practicando dentro de una tradición. Hay gente que ya inició su práctica individual como zen, pero si el grupo se denominara tibetano, difícilmente se aparecerá allí. Con un enfoque abierto, secular y laico, un practicante de budismo tibetano y un practicante del zen pueden coincidir en la misma reunión, y aportar a todo el grupo sus conocimientos en ambas tradiciones. 

Este espíritu de apertura de un espacio abierto para todas las formas de budismo, crea también las condiciones para expresiones budistas nuevas como lo han de ser las nuestras, ya que las comunidades budistas que se formen en nuestros países, a pesar de venir de oriente, no serán orientales. Inevitablemente hemos de poner nuestra propia marca en nuestra práctica, y eso hará que nuestro budismo sea en verdad nuestro. Así fue como se crearon las grandes escuelas budistas en el pasado.

Además, a pesar de requerir disciplina y compromiso, se trata de una cuestión informal, no institucional, y totalmente laica. Al grupo se le puede poner un nombre especial, hacer actividades especiales y celebraciones propias de nuestra cultura como los cumpleaños, las navidades, y demás días de fiesta propios de nuestra cultura. Estos factores jamás entran en conflicto con la práctica budista y de hecho fue de esa manera como las grandes tradiciones budistas se fueron creando según el budismo llegaba a cada país del lejano oriente. Esto genera sentido de identidad y pertenencia en el grupo. Además de esto, con una organización apropiada, se pueden realizar actividades anexas como viajes, campamentos, celebraciones y cualquier otra actividad propia de un grupo unido.

Algunos críticos opinarán que esto sería convertir una supuesta práctica del budismo en un club social. Yo pregunto entonces ¿Y qué tiene eso de malo? Siempre y cuando todo se fundamente en un estudio y práctica serios y constantes de las Enseñanzas, las interacciones sociales que fortalezcan la unión y la convivencia del grupo son todas bienvenidas. Personalmente nunca he sido muy partidario de las solemnidades, y desde mi punto de vista, es precisamente esa obsesión por el purismo, lo solemne y sacro, lo que termina matando las más prometedoras iniciativas.

Obviamente hay que tener un recaudo y manejo de dinero para conseguir el material de lectura y lo demás que requieran las reuniones. Esto no conlleva ningún problema si se maneja todo bajo la guía de la ética y la doctrina budista.

Hasta aquí suena todo fácil, bonito y perfecto. Se pinta uno la hermandad soñada de miel sobre hojuelas y nubes de algodón de azúcar habitadas por ositos cariñositos alados. Pero no es así. No existe proyecto que no conlleve errores. Difícilmente, los primeros que lleguen serán los que de verdad queden, y puede que alguno resulte siendo menos ético de lo que se espera. Habrá peleas, malos entendidos y hasta divisiones. Esto es normal. No es posible formar una organización que funcione sin pasar primero por el fuego. Y por el fuego habrá que pasar siempre, de eso hay que estar conscientes. En cuanto a grupos e interacción humana respecta, nada es como lo planeas por primera vez. Nunca. Si no tienes tolerancia a las decepciones, esto no es lo tuyo.  

El objetivo es que con el tiempo se conforme un grupo de hermanos con un nivel semejante, un entendimiento básico de las Enseñanzas y un objetivo definido entre todos. Si después de un tiempo el grupo se pone de acuerdo, podrían contemplar la posibilidad de considerar seriamente practicar dentro de una tradición definida. Si hay una decisión unánime y resuelta de todos, podrían definirse dentro de una escuela, y contactar a una organización budista de esa tradición o a un maestro para pedirles guía para la práctica conjunta dentro de esa tradición. O hacer una solicitud para pertenecer formalmente a ella. Tendrían algo real que mostrar y llamarían su atención.

Esto abriría el camino y la posibilidad de conseguir que un monje pueda ir y ser recibido por el grupo. Es decir, un grupo de este tipo puede ser la semilla para posteriormente fundar un templo de cualquier tradición en nuestras ciudades. Lo cual es la meta última del mismo. Formar una verdadera Sangha budista.

De igual manera, si el grupo decidiera permanecer pragmático, secular y laico, esto de todas maneras sería una excelente noticia para el lugar en el cual se fundamente. Ya que sería otra casa budista que enseñará el Dharma del Buda y beneficiará a muchos seres.

Como ven, esta propuesta de formación de grupos es extremadamente sencilla. Simplemente se trata de contactar y acordar con personas interesadas en la práctica budista. Eso es todo. Lo único con lo que hay tener cuidado es con no concentrar la autoridad espiritual en un laico, trabajar con constancia y compromiso, y disfrutar el estar con otros budistas. No es más. Si tienes la iniciativa, los medios y las condiciones apropiadas, tal vez te interese intentar esta simple guía. Lo peor que puede pasar es que no funcione. No sería realmente una gran pérdida y de hecho te aportará una experiencia nueva que te ayudarán al conocer otros budistas, sin importar el resultado. 

Aunque es obvio, no está de más aclarar que si la situación de contagios en tu ciudad es peligrosa, no se deben gestionar encuentros en persona. Sin embargo, puedes ir gestionando futuros encuentros con personas cercanas a ti. 

No existe mejor forma de practicar el Dharma de Buda que en grupo, con otros hermanos y hermanas en el Dharma. Además, es una forma mucho más poderosa de vivir el Dharma en cada área de nuestra vida.

Si implementas esta guía, comenta tu experiencia.