jueves, 8 de octubre de 2020

Ética y budismo. Hay que matar a los héroes.

En este artículo hablaremos sobre la ética en general y su estado actual. Y sobre la ética budista en la teoría y en la práctica.

La ética se define como el conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Ética profesional, cívica, deportiva, etc (RAE). La moral, por su parte, es un adjetivo designado a lo perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obra en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva (RAE).

Actualmente podemos decir que la ética y la moral están en decadencia. Vale decir que esta expresión siempre es escuchada de parte de la generación mayor hacia la generación más joven que viene detrás. En mis tiempos las cosas eran mejores, suelen decir los mayores.

Algunas filosofías además del budismo, interpretan los cambios de la vida social en función de ciclos. Grandes pensadores dicen que la calidad ética y moral de un pueblo o pueblos decae y se levanta constantemente según pasan las eras a nivel de generaciones. Y aunque es un dicho muy popular el de “todo tiempo pasado fue mejor”, personalmente algunos podemos pensar que no es tan descabellada la idea de que efectivamente, estamos pasando por una fase de relativa decadencia y caducidad moral que ha llevado a la humanidad entera por un camino con un futuro un poco oscuro, aunque no tan terrible o apocalíptico como algunos esperan. Y también hay que anotar que a pesar de que la ética en general no sea la mejor, sí hay manifestaciones de una ética verdadera hacia lo positivo y lo valioso. Las luces pequeñas brillan más en la oscuridad.

Vamos a analizar la ética actual desde un punto de vista más práctico que conceptual. De hecho, la vamos a interpretar comparando una idea lejana que tenemos de la ética con la calidad de la misma que manejamos. Y para eso vamos a servirnos de un factor de la cultura popular que ha explotado en nuestra generación mucho más de lo que explotó para nuestros antecesores. Los Superhéroes.

Los superhéroes están de moda como nunca. Son el arquetipo de un modelo de admiración y son también generadores de emoción. Al mismo tiempo, el superhéroe también es un ejemplo de ética, moral y valor. Desde la antigüedad han existido los héroes. Lo que hace a alguien un héroe es tener un alto sentido de lo correcto y una voluntad clara de luchar contra lo incorrecto. Los íconos que tanto nos gustan ahora son héroes. Lo que hace super a los de ahora es que tienen poderes mágicos o sobrehumanos. Pero en lo que respecta a su psicología, su sentido de la moral y sus motivaciones para ser heroicos, son lo mismo que los héroes del pasado. Excepto los antihéroes como The Punisher que no se mueven por un sentido de justicia sino por venganza. Y ese es otro tema.

El punto es que desde siempre, al héroe se le ha considerado como una persona excepcional que hace lo que nadie más hace. También se les llama valientes por lo mismo. Porque se mueven cuando todos los demás se paralizan o huyen.

La crítica obvia y gruñona ya la estarán viendo venir. Somos una sociedad de cobardes que idolatra personajes valientes.

De ficción…

Y sí, en parte ese es el punto que trataremos, pero no es todo. Los héroes de ahora ya no son como los de antes por lo que ya dijimos. La ya célebre frase que el tío Ben le dijo a Peter Parker antes de morir se ha repetido hasta la saciedad en una infinidad de contextos. Con un gran poder viene una gran responsabilidad, le dijo su tío moribundo al futuro hombre araña luego de que lo hiriera un delincuente que él mismo se negó a detener cuando podía hacerlo. Solo porque no era asunto suyo.

Esta frase que ya podemos decir que es de cajón, actualmente se usa bastante para criticar a los políticos y también a cualquier persona que ocupe un puesto de autoridad, ya que son los más relacionados con la corrupción y tienen poder. Obviamente se usa con ánimo sarcástico, pero el punto es la relación entre ambos factores. El poder y la responsabilidad. La obviedad es que todo lo que compone la vida, no solo el poder ya sea grande o pequeño sino todo en general, conlleva de algún modo algún grado de responsabilidad. Lo que hace que la frase sea un poco obvia por no decir tonta. Pero son comics así que vale…

En la antigüedad como ahora, a los héroes se les adjudica un factor diferencial que sólo ellos tienen. Anteriormente era el valor. La capacidad de enfrentar el miedo y el riesgo de una forma que ningún otro se atrevería a hacer, pero al mismo tiempo siendo igual a los demás. Un ser humano común. De ahí precisamente venía su heroísmo. La única diferencia era su valor. Actualmente ser solo valiente no justifica el gasto en efectos especiales, así que en lugar de solo valor tenemos además los superpoderes. Capacidades sobrehumanas que solo el héroe tiene y nadie más. Y también valor, sentido de justicia y todo aquello que los hace partirse la testa luchando contra super delincuentes sin recibir un salario ni prestaciones sociales.

Esto tiene su paralelo en la realidad. Son cualidades que la sociedad admira. A veces aparecen en las noticas historias de personas que arriesgaron su vida por un total desconocido o hicieron algo por alguien más que nadie más hizo. Y le llaman héroe brindándole un reconocimiento y poniéndolo de ejemplo civil. Lo que los gringos llaman “hacer la diferencia”. Frasecita curiosa entre tantas que tienen, pero que da una luz bastante clara sobre la escala de valores de los estadounidenses, que es de algún modo la cultura que marca la pauta en muchas cosas para el resto de nosotros a través de su cultura de consumo. Como lo es precisamente la fiebre de superhéroes de ahora.

La cultura de consumo exalta mucho esa figura heroica de la persona que hace “la diferencia” y recibe admiración y reconocimiento por hacer esa diferencia.

Desde el punto de vista budista, pienso que eso está mal.

Cuando digo que eso está mal no me refiero a los actos considerados heroicos en sí, sino a la reacción que tiene la comunidad y la propia persona ante dichos actos. La reacción de exaltación y felicitación.

Una vez estaba en un banco haciendo unas cosas de rutina. Necesitaba hablar con un asesor y estaba esperando mi turno mientras una persona estaba sentada frente al asesor durante su turno. Cuando el hombre terminó de ser atendido, se levantó y se retiró hacia la puerta. Me di cuenta de que había dejado su billetera en la silla. Inmediatamente la tomé y corrí hacia él para alcanzarlo antes de que cruzara la puerta. Cuando le entregué la billetera su reacción me pareció algo extraña. Respondió con un grado de agradecimiento que me pareció muy superior a la acción realizada. Cómo si hubiera salvado a su perro de morir atropellado, o lo hubiera salvado de ir a prisión. Su agradecimiento fue muy enérgico.

Pensé que tal vez llevaba algo en su billetera que sería de suma importancia para un próximo negocio o una gran cantidad de dinero, pero de todas maneras no lo entendí. Es un banco, está lleno de cámaras, está lleno de gente. ¿Acaso el siguiente cliente o el asesor del banco no hubieran hecho lo mismo? Comprendí que la reacción exagerada del hombre se debió a que, en su conocimiento del mundo que seguramente es el más acertado, él hubiera esperado que la persona que se hubiera encontrado su billetera se hubiera quedado con ella, aun sabiendo de quién era. Esperaría un robo por oportunidad.

Pensé que incluso él mismo se hubiera quedado con la billetera de otro si la oportunidad hubiera sido suya. En mi pueblo hay un dicho que dice “el vivo vive del bobo”. Hace referencia al oportunismo rastrero y bajo. El instinto de engañar a la mayor cantidad de gente posible y de identificar a los más susceptibles de ser engañados para perjudicarlos en favor propio. Es una ley de la sociedad. A este instinto se le conoce como “malicia indígena”.

Desconozco las razones históricas o culturales por las cuales este instinto rapaz y oportunista lleva ese nombre, pero lo cierto es que es muy popular entre la gente en común, no solo los delincuentes. Es algo así como una justificación del mal. La vida es dura, así que sálvese quien pueda y quien baje la guardia, ni modo. Deberá pagar las consecuencias. La ley de la selva urbana.

La mayoría de la gente cree en ello y aunque hay mucha gente buena, todos en algún momento debemos lidiar con esta ley selvática. Para usarla o para evitar que la usen con uno.

El romper esta ley se considera ir en contra de la corriente. Ser alguien realmente ético. Ser una excepción. Para el hombre del banco yo fui una excepción a la regla. No hice uso de la malicia indígena, la cual me hubiera dicho que disimulara el descuido del hombre y me quedara con su billetera. Para mí fue como usar la cocina para lo que es y el baño para lo que es y no al revés. El más sencillo y elemental sentido común. 

Esto no es noticia. El mundo fue y será una porquería como cantaba Carlos Gardel en Cambalachle, haciendo una muy buena descripción de la gente del siglo XX que de hecho aplica perfecto para todas las épocas.

El mundo parece creer que adolece de falta de héroes en la vida real, y por eso idolatra hasta lo absurdo a los héroes de la ficción. Ninguna otra generación en la historia de la humanidad se ha disfrazado tanto como ésta. No es algo para enorgullecerse.

La justificación del héroe es el villano. El malo de la historia. Lo que le da sentido a la existencia del héroe es el mal. Creo que ninguna película ha dejado esto más claro que EL protegido (2000), con Bruce Willis y Samuel L Jackson.

Miremos ahora el mal.

Además del mal en sí, el generador de sufrimiento, de dolor y de injusticia, está el mal periférico. La rata débil y oportunista. El firme devoto de la malicia indígena. En términos generales no hay mayor comparación. Para la ley y para la moral ambos son perjudiciales para la sociedad en sus respectivas escalas. Y merecen el mismo rechazo. Para nuestra cultura occidental, malo es el que mal hace. Pero en realidad eso no es todo. El mal no es solamente una acción. También es una inacción. Y esto lo tenemos bien claro en el ejercicio ético del budismo.

Una cita adjudicada al escritor Edmun Burke dice, “Para que triunfe el mal, solo se necesita que los buenos no hagan nada”. Esto es tan acertado que duele. Lo considero el tercer tipo de maldad. La negligencia o cobardía. Es incluso el tipo de maldad más general y desbordado porque es el que más se ve y afecta a la sociedad igual o más que la delincuencia en sí. Es un problema grave. Y esta perspectiva no son solo  quejas anacrónicas de un servidor.

El problema de la negligencia o cobardía para ayudar a otros es tan grave que en Colombia existe una ley penal contra esto. Es un delito que aparece en el código penal como omisión de socorro bajo el artículo 195. Dice que, si una persona no ayuda a otra en una emergencia teniendo la posibilidad de hacerlo y mientras no ponga en riesgo su vida o integridad física, está cometiendo un delito. Tiene una pena que va desde multas que pueden llegar a los 150 salarios mínimos, y tiene desde tres meses a cuatro años de prisión. ¡Cuatro años de prisión por no ayudar cuando podías hacerlo!

Sospecho que también podrían implementar otra ley para prohibir que los morbosos tomen fotos y videos de las tragedias con sus celulares para compartirlas en sus redes sociales irrespetando la dignidad y el sufrimiento ajenos, ley que de hecho ya existe y se aplica en Alemania. No estamos hablando de vicios tercermundistas. Todo el mundo está pasando por el mismo problema.

El Estado colombiano se ha jactado por décadas de tener una de las leyes más extensas y especializadas del continente. En lugar de ser un motivo de orgullo, esto una vergüenza. La gran cantidad de leyes de un país no evidencia su grado de compromiso con el orden y la democracia, sino que es una prueba de la carencia moral de un pueblo y la poca calidad humana de sus ciudadanos. Parafraseando a Jaime Garzón, si entras en una casa y encuentras un letrero que dice “por favor no defecar en la cocina”, sabes que los que viven ahí no son el tipo de personas con las que quieres convivir. Si hay que reemplazar el más básico instinto de humanidad con leyes absurdas como esta de omisión de socorro, para presionar a una conducta moral artificial, podemos decir que todos, líderes y ciudadanos, tenemos una seria deficiencia de valores y que nuestra integridad está podrida, o de plano ya no existe.

Imagine el lector hasta dónde ha llegado la descomposición social y la falta de sentido común de esta sociedad, que hasta la ley se ha visto forzada obligar a sus ciudadanos a que se ayuden entre sí en casos de vida o muerte. Nuestros abuelos eran unos salvajes. Se masacraron entre sí en una brutal y estúpida guerra civil. Pero si vivieran en nuestros días, se horrorizarían de ver la decadencia en la que ha caído la ética que ellos tanto practicaron. Sí, se peleaban a plomo y machete por estúpidos fanatismos políticos. Pero hasta para el más bárbaro de los liberales y conservadores, ayudar a un igual en problemas no solo una obligación moral ni un deber ético, era el más elemental sentido común que dictaba la civilidad y la caridad cristiana.  

En México, el 30 de noviembre del 2019, se iba a realizar un importante concierto de metal llamado el Knotfest. Tocarían bandas importantes como Evanence y Slipknot. Todo comenzó por un pésimo trabajo de logística realizado por una empresa que ya tenía antecedentes de tener problemas con eventos grandes como este. El desastre ocurrió cuando una muchedumbre se impacientó y empezó a traspasar las vallas de seguridad que protegían el escenario. Los miembros de las bandas consideraron el hecho peligroso por lo que decidieron no salir al escenario hasta que la muchedumbre se calmara, y tenían razón. Luego de que pasara el tiempo y las bandas no se presentaran, un grupo de vándalos rompió todas las barreras de seguridad y subió al escenario para destruirlo todo.

Los altoparlantes, las herramientas de trabajo de los músicos, sus instrumentos algunos de los cuales eran muy valiosos no solo económica sino personalmente. El espectáculo fue de destrucción y fuego mientras los músicos veían impotentes como todo lo que habían traído para llevar un buen espectáculo a sus fans era destruido por un pequeño grupo de estúpidos inadaptados. 


Cuando vi las imágenes de la destrucción, lo primero que vino a mi mente fueron las palabras de Edmun Burke. Para que triunfe el mal, solo se necesita que los buenos no hagan nada. En los videos se puede escuchar a personas que les recriminaban y les decían a los vándalos que no hicieran eso. Pero nadie hacía nada. Yo me preguntaba, como es que decenas de personas, literalmente más de cien estaban ahí observando, vieran a veinte subnormales haciendo algo con lo que no estaban de acuerdo, y no movieran un dedo. Solo se quejaban.

Los artistas se disculparon con el público y culparon al puñado de desadaptados. Pero yo hubiera hecho notar la inacción de los que se quedaron ahí mirando. No digo que debieron haberlos linchado o agredido físicamente. Pero sí tenían el poder y la razón para evitar que unos cuantos tontos destruyeran algo útil. Y para entregarlos a la autoridad sin un gran esfuerzo y sin hacerles daño. Ellos seguramente, estaban esperando a que apareciera un “héroe” que hiciera algo que ellos no eran capaces de hacer. O que los dirigiera. En eso se va nuestra vida ante las injusticias, en esperar a que aparezca alguien especial y nos arregle el problema porque nosotros no somos los encargados de eso.

En realidad el público no tuvo la culpa. La mayoría se fueron en paz cuando entendieron que la noche había terminado y de verdad sí tenían razones para estar molestos. La empresa que organizó el evento era un desastre anunciado y a la larga solo eran objetos y cosas materiales que bien que mal se reemplazan y no pasa nada. Si en lugar de destruir una batería y unas guitarras caras estuvieran atacando a una persona, seguramente habría sido distinto y no lo hubieran permitido. De todas maneras, dudo mucho que Corey Taylor vuelva a poner un pie en México para cantar.

Como anuncié al principio, considero, teniendo en cuenta la ética budista, que el concepto de héroe es un error y debería ser eliminado de la memoria social e individual.

El concepto de héroe es una disculpa para no hacer nada. Es una normalización de aceptar lo que está mal. Si alguien hace el mal y yo no hago nada, yo no estoy mal porque no soy un héroe. Hacer el mal es algo común y normal porque siempre hay una justificación, y no hacer nada contra el mal también. Incluso se interpreta como “no meterse en asuntos ajenos”. Eso es de héroes. Y en la vida real los héroes no existen o son anomalías de la naturaleza, o solteros sin perro ni familia que no tienen nada que perder. Yo si tengo algo que perder, por lo tanto no me arriesgo, pues no es mi problema. Esa es la normalidad. Por eso cuando alguien hace algo “heroico”, la gente reacciona ante el anormal con agrado.   

Cuando el gringo dice que quiere “hacer la diferencia”, lo que está diciendo es que quiere hacer “lo correcto”. Hacer lo correcto es algo diferente porque nadie lo hace, y él quiere ser diferente. El otro lado de la expresión es que en realidad es una expresión de egolatría. Hacer la diferencia significa hacer algo tan diferente que todo el mundo lo note. Hago lo correcto, que nadie hace, para que todos lo sepan, me comparen con el resto y me vean haciendo lo que ellos no son capaces de hacer porque no son yo. No son especiales. Valientes o más compasivos o con más sentido de justicia social, no importa, el punto es que yo lo hago y el resto no. Por eso yo hago “la diferencia”. Esta es la definición de héroes que fomentamos en nuestra cultura occidental.

Nosotros también imitamos ese “hacer la diferencia”. Y de la misma manera. Muchos youtubers famosos tienen entre su gran catálogo de videos llamativos, alguno que trata de hacer algo bueno por personas en necesidad. Darle de comer a una persona de la calle, llevar mercado a una familia pobre, celebrarle el cumpleaños a un indigente y varios por el estilo.

La gente ve esos videos y siente satisfacción por ver un buen acto en medio de un mundo tan cruel y a una persona de buen corazón haciendo algo bueno. Pero, si no existiera internet ni youtube, y si no tuvieran dispositivos para grabar estos actos en video y la capacidad para ponerlos donde todo el mundo los viera, ¿Los harían? No quiero ser malicioso, pero francamente lo dudo.

Hay que bajar a los héroes del pedestal. Hay que matar esa concepción estúpida de que reaccionar contra la injusticia y lo incorrecto es una excepción. Eso tiene a nuestras sociedades enfermas. Una sociedad sana es la que no tolera el mal y reacciona alérgicamente contra él. Sin esperar aplausos ni palmaditas en la espalda. El problema es que nos han criado en unas condiciones tan individualistas y bajo el condicionamiento del castigo y premio de una manera tan marcada, como a perros de circo, que la ética en realidad ya no existe. Y cuando aparece es como si se apareciera la virgen en una toalla higiénica. Hay que traer cámaras, periodistas y medayas.

Una ética basada en la recompensa no es ética, es una domesticación mecánica y falsa. Una farsa programada para fallar. Y encaja perfecto con aquello de la malicia indígena porque las buenas acciones se pueden fingir para conseguir las recompensas perrunas de aceptación, halagos y beneficios, cosa que también se ve a menudo. Una persona ética no debería esperar recompensa por hacer el bien, pero sí debería sentirse mal por no hacer el bien o por tolerar el mal. De forma interna y ante sí mismo. No delante de una sociedad juzgadora o premiadora porque entonces terminaría en el mismo juego de recompensas.   

Eso precisamente es lo que enseña la práctica budista. La ética budista no se basa en mandamientos o leyes sagradas con castigos cósmicos ni nada parecido. Los preceptos budistas tienen un fundamento interno, no externo, y siempre van en dos sentidos. Anular las conductas no hábiles y aumentar las conductas hábiles.  Por ejemplo, no matar, y además de esto proteger la vida. No solo se te enseña a no atentar contra la vida de otros seres vivos, sino que se te alienta a que si ves a un ser en peligro o a alguien atentando contra la vida de un ser vivo, lo detengas y protejas la vida que está en peligro. Sin condicionamientos de premio o sanción. En el budismo hacemos el bien por la única razón de que es lo correcto. En otras palabras, podemos decir que acción y objetivo están hechos de la misma materia y no está separados. No como en la ética tradicional en la cual la acción (buena o mala) está separada del resultado (beneficioso o perjudicial), y así se puede jugar con los factores y hacer trampa. Es decir, fingir hacer el bien haciendo el mal, y ganar la recompensa por ello.

En el budismo tal trampa es imposible de hacer porque no hay diferencia entre una cosa y la otra. La acción correcta y su objetivo son la misma cosa en sí, y el fundamento y motivación son internos.

Puedes convertirte en un compañero de habitación muy fastidioso por no dejar que alguien mate una cucaracha con un zapato. Pero si vas a tomar los preceptos debes tomarlos en serio, o no estarás practicando nada.

Cuando alguien hace algo heroico y un testigo de su heroísmo siente deseos de felicitarle y exaltarlo, tal vez lo correcto es detenerlo y preguntarle por qué se quedó ahí mirando en lugar de ayudar. Y explicarle que los actos heroicos y que los héroes, todos ellos, en realidad no existen.

Hacer el bien no es heroico. Hacer el bien es una condición básica para vivir en sociedad. No debe ser alimentado con premios al ego, debe ser inculcado como una lucha natural en todas las personas. Debe ser normalizado. Lo que se debe anormalizar es el mal y la complicidad con el mal al tolerarlo sin hacer nada. Sería lo correcto entonces invertir estos factores.

No hay héroes budistas porque el budista no reclama galardones. Porque no existen galardones por hacer el bien. Si lo piensas bien, tal idea es incluso absurda. Es como si te premiaran y te aplaudieran por caminar con los pies en lugar de con las manos. No hay héroes. Hay personas con sentido común.

Gente con una sólida base moral. Con un fuerte sentido de la ética. Con una estructura mental inclinada hacia lo correcto dada ya sea por la familia, por una tradición o incluso por la sola naturaleza sin mayor instrucción.

Cuando tu atestiguas el mal, y te concentras en observar lo que sientes, notarás que una pequeña y lejana parte de ti se está quejando y te está pidiendo que hagas algo. No existe humano sobre la tierra que no tenga esto. Este instinto básico es primitivo y es lo que las doctrinas éticas y religiosas fortalecen como código social, tanto en las familias como en las instituciones. Esta es la fuente primitiva de lo que llamamos valores.

A menudo en situaciones así, el primero en reaccionar es el cristiano. El cristiano que sí ha sido instruido en una moral y una ética verdadera y fuerte. El cristiano que suelo llamar, verdadero cristiano. El verdadero musulmán, el judío, el budista. El ateo que aprendió y adopto los buenos valores de su padre y de su madre sin importar en qué creyeran ellos. Ese fundamento de compromiso con hacer lo correcto se ha convertido en un fantasma. Y cuando aparece, la gente vitorea y aplaude de manera estúpida como focas de acuario.

En el budismo, la ética y la moral hacen parte de una disciplina que se incluye en toda la práctica y que muchas veces apenas se toca o se ignora totalmente porque la ética y la disciplina no generan buenas ventas. Solo se suele promocionar el budismo en términos de meditación, relajación, buenas prácticas compasivas, vegetarianismo y sonreír como turista ebrio. Poco o nada del budismo actual se relaciona con trabajo y dedicación. Por lo tanto, es importante que el lector sepa fuera de toda duda, que si está recibiendo una Enseñanza budista y ésta no contiene por ningún lado una disciplina ética y una estructura de comportamiento moral, a usted lo están engañando. No existe budismo sin tales elementos.   

Para terminar, aprendamos de los maestros. Saquemos las Enseñanzas de su hermosa y linda presentación conceptual y ensuciemos nuestras manos con ellas en el mundo real. Para eso es propicio que conozcas y practiques las enseñanzas de los grandes maestros.

Estos son los 14 preceptos del budismo comprometido del maestro Tich Nhat Hanh. Estos 14 preceptos enseñados por el maestro Hanh, son una muy buena guía de ética budista que podemos aplicar en nuestra sociedad. No son unas tablas de ley que hay que realizar sagradamente a riesgo de un castigo eterno. Son solo un camino práctico para ejercitar nuestro compromiso con los todos los seres, incluyéndonos. Apréndelos y compártelos agradeciendo al maestro Han y al Gran Maestro, de quien vienen todas nuestras Enseñanzas.

Los 14 preceptos del maestro Tich Nhat Hanh

1.    No seas idólatra ni te ates a ninguna doctrina, teoría o ideología, incluso las budistas. Todos los sistemas de pensamiento son guías, no son la verdad absoluta.

2.    No creas que el conocimiento que tienes ahora es absoluto, inmutable. Evita ser de mentalidad estrecha y atarte a puntos de vista presentes. Aprende y practica el desapego de tus putos de vista para estas abierto a recibir los puntos de vista de los demás. Se encuentra en y no en el conocimiento conceptual. Prepárate para aprender a través de todo, a observar en ti mismo y en el mundo en todo momento.

3.    No fuerces a los demás, ni siquiera a los niños, por ningún medio en absoluto, a adoptar tus puntos de vista, ya sea por autoridad, amenaza, dinero, propaganda o incluso educación. Sin embargo, por medio del diálogo compasivo, ayuda a los demás a renunciar al fanatismo y a la estrechez.

4.     No evites el contacto ni cierres tus ojos al sufrimiento. No pierdas la conciencia de la existencia del sufrimiento en la vida y en el mundo. Encuentra maneras de estar con aquellos que sufren por todos los medios. Incluyendo el contacto personal y las visitas, imágenes y sonidos. Por tales medios despierta en ti mismo y en los demás la realidad del sufrimiento en el mundo.

5.     No acumules riquezas mientras millones están hambrientos. No tomes como objetivo de tu vida la fama, el provecho, la riqueza o el placer sensual. Vive simplemente y comparte el tiempo, la energía y los recursos materiales con los que estén en necesidad.

6.     No mantengas ira u odio. Tan pronto como surjan la ira o el odio practica la meditación sobre la compasión para comprender profundamente a las personas que han causado ira u odio. Aprende a ver a los otros seres con los ojos de la compasión.

7.     No te pierdas en la dispersión ni en el ambiente que te rodea. Aprende a practicar la respiración para recuperar la compostura del cuerpo y de la mente, para practicar la atención y para desarrollar la concentración y la comprensión.

8.     No pronuncies palabras que puedan crear discordia y causar ruptura en la comunidad. Has todos los esfuerzos para reconciliar y resolver todos los conflictos, aunque sean pequeños.

9.    No digas cosas falsas por interés personal o para impresionar a los demás. No pronuncies palabras que causen desviación u odio. No difundas noticias que no sabes si son ciertas. No critiques ni condenes cosas de las que no estás seguro. Habla siempre verdadera y constructivamente. Ten el valor de hablar sobre situaciones de injusticia, aun cuando hacerlo pueda amenazar tu propia seguridad.

10. No uses a la comunidad budista para ganancia o provecho personal, no transformes tu comunidad en un partido político. Una comunidad religiosa debe, sin embargo, tomar una actitud clara contra la opresión y la injusticia, y debe esforzarse por cambiar la situación sin engancharse en conflictos partidarios.

11. No vivas con una vocación que sea dañina para los humanos y la naturaleza. No inviertas en compañías que priven a los demás su oportunidad de vivir. Elige una vocación que te ayude a realizar tu ideal de compasión.

12. No mates. No permitas que otros maten. Encuentra los medios posibles para proteger la vida y prevenir la guerra.

13. No poseas nada que debería pertenecer a los demás. Respeta la propiedad de los demás pero evita que los demás se enriquezcan con el sufrimiento humano o el sufrimiento de otros seres.

14. No maltrates a tu cuerpo. Aprende a manejarlo con respeto. No veas a tu cuerpo simplemente como un instrumento. Preserva las energías vitales (sexual, respiración, espíritu) para la realización del camino. La expresión sexual no debería ocurrir sin amor y compromiso. En las relaciones sexuales, se consciente del sufrimiento futuro que pueda causarse. Para preservar la felicidad de los demás, respeta los derechos y compromisos de los demás. Se plenamente consciente de la responsabilidad de traer nuevas vidas al mundo. Medita sobre el mundo al que estás trayendo nuevos seres.

 

No creas que yo siento que sigo todos y cada uno de estos preceptos perfectamente. Sé que fallo de muchas maneras. Ninguno de nosotros puede cumplir plenamente cualquiera de ellos. Sin embargo, debo trabajar hacia esa meta. Esa es mi meta. Ninguna palabra puede reemplazar a la práctica, solo la práctica puede hacer a las palabras.

El dedo que señala a la luna no es a luna.

Tich Nhat Hanh

Nota: Antes de sentirte un guerrero de la justicia social, recuerda que denunciar estupideces y hacer huelgas imaginarias en redes sociales NO es luchar contra la injusticia. Todo lo que se ha comentado aquí hace referencia al mundo real o a un impacto directo en el mundo real. Las firmas, los me gusta y los compartidos no son acciones verdaderas y por lo tanto no hacen parte de la práctica budista. Ni de ninguna práctica en absoluto.

Estudia y practica los preceptos budistas sin hacer competencia con nadie ni hacerte notar por ello. Solo escucha esa voz lejana que grita dentro de ti cuando ves una acción injusta. Con inteligencia y sentido común. Y recuerda, no importa lo que hagas ni lo importante que creas que fueron tus acciones. Tú no eres un héroe. Los héroes, no existen…

 



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