viernes, 19 de octubre de 2018

La importancia de la ceremonia.



En este artículo comentaremos el tema de la ceremonia en la práctica laica y analizaremos los argumentos a favor y en contra de la realización de los rituales y ceremonias budistas.

En los foros se comenta normalmente que el uso de la ceremonia es un ornamento superficial que no solo no aporta verdadero provecho a la práctica laica sino que puede llevar al practicante a formas vacías y artificiales que acrecientan el ego. Cuando alguien pregunta sobre cómo se hace un ritual o pide información sobre algún tipo de ceremonia dentro alguna tradición, nunca falta la persona que se afana por explicar que estas formas superficiales son inútiles. Incluso algunos sienten cierta incomodidad cuando alguien pregunta sobre ceremonias, como si fuera un tema antibudista. Algún tipo de herejía.

En la fase inicial de mi práctica personal yo mismo llegué a compartir esa misma opinión sobre el ritual aunque sin pensar menos de los que practican rituales. De hecho siempre me pareció una falta de respeto decirle a alguien qué debe o qué no debe hacer en su práctica personal. Eso sí me parece una verdadera postura arrogante y antibudista. La cuestión es que el tema de la ceremonias divide a los practicantes y esta división confunde a los nuevos estudiantes ya que estos no saben a quién creerle. Las posturas suelen ser muy absolutistas. O las ceremonias no sirven para nada y deben descartarse como si fueran una blasfemia o deben realizarse sagrada e ininterrumpidamente. Ambas posturas son un error al mostrar la práctica del Dhamma a un nuevo practicante. Abordemos el tema por partes.

En primer lugar, hemos de aclarar que el debate sobre las ceremonias en la práctica laica es un tema de foros occidentales. En oriente, nuestra fuente de enseñanza, no se tiene esta discusión. Lo gracioso es que los orientales que son quienes nos transmiten el Dhamma y de quien aprendemos la práctica sí usan rituales, y bastante. En todos los aspectos de la práctica, tanto en el aspecto monacal o institucional como en el laico e individual, un budista oriental cualquiera sea la escuela o tradición que siga, practica rituales. De uso diario, para eventos importantes como nacimientos, uniones, funerales, etc. Hay que aclarar que una diferencia que tenemos con la cultura oriental es que para ellos el budismo no es solo religión sino también una tradición. Para nosotros es solo religión. La tradición, que todavía no tenemos, la crearíamos nosotros como primera o segunda generación de budistas occidentales cuando empecemos a transmitir el Dhamma a la siguiente generación. Esto es importante tenerlo en cuenta.

Por tanto es un poco tonto que un occidental desdeñe las ceremonias y los rituales mientras que toda la fuente de la cual se alimenta para realizar su práctica, por más occidental que considere sus fuentes como por ejemplo el AOBO, viene de países budistas que son en su totalidad orientales y para los cuales los rituales y las ceremonias son de una importancia vital y central en todos los aspectos de la práctica, transmisión y establecimiento del Dhamma. Nunca falta quien proclama desde su propia montaña sagrada que los mismo orientales están equivocados y que si el Buda estuviera aquí los abofetearía a todos por fetichistas y que la verdadera práctica del Buda no solo no usa rituales sino que los condena. Dejaremos a estos poderosos maestros jedi seguir su camino hacia el lado oscuro de la fuerza y nos enfocaremos en los verdaderos interesados en el tema.  

Si escuchamos a los grandes maestros veremos que ambas posturas extremas frente al ritual están equivocadas. Uno de los grandes maestros, SS el Dalai Lama (uno de los mejores maestros para el aprendizaje occidental no por ser Lama sino por ser de los que más contacto y cercanía ha tenido con occidente), dice que el ritual no es malo en sí pero también aclara que puede llegar a ser un instrumento vacío y superficial si se toma como fin y no como un medio. Por una parte ambas posturas tienen razón. Las prácticas rituales son muy útiles y no son accesorios vacíos en todos los casos, pero si la práctica depende y se basa solamente en ellos sí pueden llegar a ser un teatro absurdo carente de sentido. La respuesta la sigue dando el Buda. La práctica del camino medio. Pero entonces llegamos a la encrucijada.

Como pequeña aclaración, hablaremos desde el punto de vista netamente práctico y enfocado a practicantes primerizos. No desde el punto de vista del practicante que tiene ya una base sólida de experiencia y una asimilación más madura del Dhamma desde el punto de vista mental y de edad, ya que en este punto el ritual adquiere un significado muy distinto.

 Los orientales no tienen problema con eso porque el tiempo se encargó de equilibrar todo facilitándoles la práctica. Cuando el Dhamma tiene tanto tiempo en tu tierra que pasó de ser una religión a convertirse en el núcleo de tu cultura, tu tradición, tu idiosincrasia y tu código social pues ya el trabajo está hecho. Igual que un nuevo católico que llega a Suramérica o a España. Lo único que tiene que hacer es llegar a un templo, empezar a practicar con su gente hasta tomar el ritmo de práctica de la comunidad y listo. Ya no hay confusiones.

Como ya hemos comentado, nosotros carecemos de tradición (no en el sentido religioso sino cultural), lo cual nos obliga a crearla. Es necesario crear tradición. O reproducirla y o traerla, como se quiera. Esto es necesario porque el objetivo no es realizar una práctica individual y ya, el objetivo es multiplicar y dispersar el Dhamma. Esto es un objetivo fundamental de la práctica de todo budista. Por eso escribimos, hacemos vídeos, foros, nos reunimos, hablamos del Dhamma, etc. Si no fuera así solo nos limitaríamos a nuestra práctica de manera secreta y aislada. La necesidad de la creación de la tradición se comprende realmente cuando el practicante hace su propia familia. Sin importar que su hijo termine o no siendo un practicante del Dhamma ya que eso siempre debe ser una elección personal, un hogar budista es la piedra base de la tradición y la cultura budistas.

Es fácil para la gente que se ha quedado sola en la vida despreciar la palabra tradición y todo lo que se le asocie como el ritual y la ceremonia.

El ritual es necesario por dos razones. Primero porque ayuda a crear una estructura sólida de práctica cuando todavía no tienes nada. Es decir, cuando empiezas de cero. Cuando no tienes información suficiente porque apenas empiezas a conocer el Dhamma y nunca antes has practicado nada. En esas condiciones el ritual puede ayudar al novato a irse poniendo a tono mental y físicamente con la práctica budista.

Hay que aclara (aunque no debería) que en el budismo el ritual no funciona desde el exterior hacia el interior como en el cristianismo que invoca una fuerza exterior (Dios) para que tenga efecto en mi interior. Sino al contrario. Ejercitar una fuerza interior (La budeidad natural de todo ser humano) para que surja y tenga efecto en la mente, el cuerpo y el exterior. Por lo tanto el ritual tiene un aspecto sagrado no por el ritual en sí, ni siquiera por lo que significa, sino por el efecto interior que ayuda a formar y a fortalecer la mente. No es un acto sagrado de creación porque el ritual no crea nada. Esto es importante, el ritual enfoca y fortalece la práctica. No la inicia ni la sustenta ni la crea. Es un ejercicio para enfocar algo que ya debe estar ahí. Es por esta razón que el ritual no debe ser una camisa de fuerza, porque no se debe poner toda la carga de la práctica en el ritual. La carga está siempre en el practicante. El campeón de artes marciales usa un arte marcial determinado, pero el arte marcial no determina si gana o no la pelea. Eso lo determina su propio esfuerzo y dedicación. Por eso no es realmente importante qué arte marcial practique sino cómo lo practica. Eso es el ritual.

 Este es el objetivo del ritual, sobre todo para el principiante. Es el primer instrumento de práctica para empezar a crear una rutina, unos hábitos y unas costumbres que mantendrán activa su práctica del Dhamma por el resto de su vida. Esta razón individual es la primera razón por la cual es importante el ritual.

La segunda razón es social. Las ceremonias y los rituales son necesarios para la creación, cohesión y funcionamiento de una sociedad budista. Se trate o no de una Sangha. La práctica grupal, por más sencilla que sea, lleva en sí un halo de ritualidad. Y esto es beneficioso. Una razón aún más importante es como ya mencionamos, la tradición. ¿Qué es la tradición? Hablemos en términos prácticos y rápidos dejando de lado por un momento circunstancias que pueden variar. Supongamos que yo formo un hogar budista. Es mi misión como padre enseñarle el Dhamma a mi hijo desde pequeño. El ritual es el medio mediante el cual yo le enseño a mi hijo desde la más tierna edad cómo practicar el Dhamma. Le muestro las imágenes del Buda, le enseño las postraciones, le muestro al monje, la presentación de las ofrendas, etc. El niño desde pequeño ya estará entrenándose en la práctica budista. Y todo ello en principio es puro ritual.

El inicio de la enseñanza budista no pueden ser la memorización y comprensión de las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Camino Óctuple de entrada y de manera racional por más que así lo quieran hacer ver los academicistas recalcitrantes. Ni siquiera en el caso de niños sino también en el de la gente común y corriente. Esto no es un asunto de intelectualidad. Eso reduciría el budismo a un ridículo grupo de teologistas doctrinarios para los cuales ser budista exigiría leerse mínimo media biblioteca con su respectiva explicación hermenéutica. Eso es ridículo. No todo el mundo puede ser un intelectual del Dhamma, pero todo el mundo SÍ puede ser un practicante del Dhamma. Por más ignorante, inculto y analfabeta que sea alguien, TODOS pueden practicar el Dhamma. Por eso la primera entrada a la práctica para mucha gente académica y no académica es el ritual. La primera entrada. Ya si el practicante se queda estancado en el ritual sin comprender su significado pues ya es otra cuestión, pero en principio el ritual es el vínculo primario entre el Dhamma y cualquier persona.

Retirar el ritual de la práctica del Dhamma considerándolo un artificio estéril y dañino es querer convertir el budismo en un puritanismo intelectual absolutista. Un intento de club intelectual excluyente en el que solo cabe la gente con acceso a educación privilegiada. Es como volverse una especie de nazi budista, haciendo del budismo un “ismo” en el sentido más literal y pesado de la palabra. Y aunque estos maestros jedi no son muchos, siempre aparecen en todos los foros budistas listos para disparar su opinión no pedida cada vez que un neófito hace alguna pregunta que para ellos  es irrespetuosa. La mejor respuesta a ellos es simplemente ninguna. Como ya dijimos, déjalos ir lentamente hacia el lado oscuro.

Otra cosa que hay que tener en cuenta en cuanto a las formas rituales religiosas es que en realidad éstas son el vehículo por el cual el Dhamma marcha por todo el mundo. Es la forma religiosa, y no la puramente racional, la que conquista países y establece el Dhamma definitivamente en un lugar creando una cultura budista. Sin esas formas externas; arte, iconografía, escritura y ritual; el budismo jamás hubiese salido de India. El arquetipo del monje budista tiene como presentación las formas exteriores y por medio de esta figura se promociona el Dhamma alrededor del mundo. A través de su aura religiosa.

Ahora, volviendo a lo que Tenzin Gyatso dice al respecto, hay un problema en occidente en cuanto al ritual. El occidental tiende a ser demasiado entusiasta (al principio), demasiado sumiso y bastante afectivo con las formas. Irónicamente el occidental apasionado por el budismo tiende a hacer precisamente lo mismo que el Dhamma advierte que no se debe hacer. Aferrarse a las formas creyéndolas reales. A eso se refieren los maestros en cuanto al buen uso de los rituales. Los occidentales, sobre todo los practicantes occidentales de budismo tibetano son exageradamente ritualistas. Precisamente por esa razón es que el budismo tibetano ha calado tan bien en América del Norte y de ahí a todo occidente. Porque por su exceso ceremonial se presta mucho para convertirse en un producto de consumo y de esquematización ritualista. Los budistas tibetanos occidentales son incluso más ritualistas que los mismos tibetanos nativos. Esto es un problema no solo porque desvía la práctica de las enseñanzas de su verdadero objetivo sino porque programa al practicante para que se someta a un líder espiritual falso. Prácticamente le hace todo el trabajo al embaucador. El Dalai Lama ha tenido que lidiar varias veces con este tipo de problemas y ha recomendado en no pocas oportunidades a los practicantes occidentales que comprendan el verdadero uso del ritual y se enfoquen más que todo en la práctica del Dhamma. Práctica del Dhamma y ritual no son lo mismo. Ese suele ser el principal error del practicante occidental.

Estas son las palabras que el Dalai Lama a dicho al respecto en una de varias oportunidades: “Soy un budista crítico del presente estado de la práctica budista, la que a menudo está demasiado envuelta en el ceremonial y el ritual. La práctica adecuada es usar nuestra inteligencia humana para transformar nuestras emociones. Soy un ser humano, también experimento emociones destructivas, pero la única diferencia es que uso mi inteligencia para discernir cuál de mis emociones es útil y cuál es perjudicial. Entonces trato de restringir la perjudicial y aumentar la que son útiles y eso me aporta paz”.

Cuando el maestro Gyatso dice que es crítico del ceremonial y que cuando experimenta emociones destructivas usa su inteligencia, está queriendo demostrar que el ritual nunca va a estar por encima de la capacidad propia de la mente. Es la mente, la propia inteligencia en el Dhamma, la que domina las emociones destructivas. No el ritual. Por eso el ritual nunca debe estar en primer lugar ni tomarse como práctica real. Piense que el ritual es simplemente un medio, como una bicicleta para llegar a otro lugar. La bicicleta no importa, lo que importa es la fuerza de las piernas que impulsan los pedales. Es decir su propio esfuerzo para llegar a la meta. Hay gente que se queda admirando la bicicleta y adornándola con flores, aceites y pañuelitos bonitos, pero no es capaz de usarla. No va a ningún lado.

Ese es el lado negativo del ritual, nuestro exceso de apego a la vista y los demás sentidos, nuestra programación infantil de dependencia a algo más grande y a una figura paterna externa a nosotros que nos salve de nuestra propia miseria y abandono. En otras palabras, muchos budistas occidentales siguen siendo cristianos creyéndose budistas. La única diferencia es que cambian unos íconos por otros, pero siguen esperando a un dios todo poderoso que los salve por estar sentados ofreciéndole incienso. Están atrapados en esa “fe” cristiana envuelta en budismo americanizado. Ese es el extremo del ritualismo del que advierten los maestros. Cuando en un templo o en una Sangha te empiezan a hablar de objetos sagrados, que hay que contemplar el gohonzon, el pañuelito del lama, la campanita sagrada, la estatua de las bendiciones, etc; es buen momento para reevaluar las cosas y pensar en cambiar de grupo o en regresar a la iglesia a que el cura te rocié con agua bendita. Al menos allá el fetiche si tiene sentido.

Ahora, por un lado ser un racionalista radical es absurdo, y ser un ritualista supersticioso es ridículo. ¿Cómo lidiamos entonces con este asunto de los rituales? Con calma. Lo primero que hay que tener en cuenta es que los rituales son como ejercicios. Como herramientas de ayuda para enfocar una mente indisciplinada. Entre más experimentado esté uno en el Dhamma, más sencillos serán los rituales. Por tanto no hay que volverse como un soldado acuartelado que sigue una serie de pasos ciegamente por una orden superior.

Aunque las tradiciones son también una guía para esto, no hay que seguirlas al pie de la letra. Tome en cuenta que el ritual tiene que acoplarse perfectamente con las condiciones y el diario vivir del practicante. Es muy difícil que un latinoamericano tenga los mismos espacios físicos y de tiempo, y los medios materiales para llevar una rutina de práctica como la tiene un oriental. Uno tiene que tener en cuento su horario de trabajo, el tiempo que puede dedicar a ello, los medios de que dispone y basado en esos elementos que simplemente no se pueden cambiar, ir creando una práctica diaria. Una rutina budista. Determinar una hora del día fija sea en la mañana o en la noche, a medio día o cuando fuere, para meditar y usar el altar. Tratar de adoptar costumbres sencillas, el ofrecimiento del incienso, de las ofrendas, algunas postraciones, oraciones, recitar mantras con el Mala. Hay una infinidad de ejercicios para enfocar la mente en el Dhamma. Uno puede ir tomando varios elementos sencillos de la cultura budista e irlos integrando gradualmente al diario vivir. Así, poco a poco, se va creando un hábito diario de práctica budista. Los elementos físicos no importan. Como en el ejemplo del incendio, si la casa se quema lo que hay que salvar son los documentos de ley y el perro. El altar no importa, se puede reemplazar sin que signifique gran cosa.

Para compartir el Dhamma, un pequeño ritual, una oración, una meditación corta es una excelente manera de establecer un vínculo personal con otra persona. Practicar un sencillo ritual antes y después de hablar sobre el Dhamma hace un excelente ambiente de hermandad. Se puede ser creativo. Los japoneses crearon la ceremonia del té como una forma de ritual budista. Una manera muy solemne y amable de entrar en buena confianza con otra persona. Los rituales son un espacio físico y mental aparte en el que el practicante entra por entero en un estado de devoción, de agradecimiento y de fortalecimiento del ser en las enseñanzas del Buda. La propia meditación en si es un ritual budista ya que sigue una serie clara de pasos y su esencia es totalmente de práctica de las enseñanzas. Cualquier ritual budista que se practique debe ser realizado con el mismo estado mental que se adopta al realizar la meditación. Lo único que hay que tener claro siempre es que nada es más importante que el manejo de la mente.

El tema del ritual y las ceremonias seguirá siendo un tema divisorio. Como siempre ante cualquier duda creada por el medio virtual recomiendo ir directamente a las enseñanzas del propio Buda por encima que las de cualquier otro maestro y recordar que no estamos en oriente y no somos orientales. Hay que crear el budismo a la latinoamericana conservando y protegiendo siempre las enseñanzas de Buda que son las mismas en cualquier lugar.

lunes, 1 de octubre de 2018

Cómo NO hacer una comunidad budista.

Cuando uno practica budismo en un país no budista es inevitable pensar en encontrar a otros budistas con los cuales compartir, e incluso dar a conocer el Dhamma y crear comunidad. Siempre es mejor y más recomendable realizar la práctica en compañía de otros. También teniendo en cuenta que la Sangha o comunidad budista es una de las tres joyas de refugio en la práctica del budismo. Aunque la Sangha en un principio se refiere a una comunidad monástica, en un país no budista la idea de la Sangha apunta más a una comunidad de practicantes laicos. No debe llevar necesariamente ese nombre.

El punto es que para un citadino nacido en una cultura cristiana, en una sociedad tan vacía, tan tendiente a un tipo de soledad artificial y en cierto modo excluyente para con un practicante de una religión diferente, el buscar a otros practicantes o crear una comunidad es casi un impulso instintivo. Un plan que surge casi como consecuencia directa de haber iniciado la práctica del Dhamma de modo definitivo.

En esta oportunidad hablaré de mis intentos de encontrar a otros budistas con los cuales compartir el Dhamma y de crear un grupo de práctica budista. Intentos que fueron totalmente fallidos.

Lo primero que encontré en mi ciudad fue un grupo de budismo tibetano. Hace años, cuando recién empezaba interesarme por el budismo, supe de un grupo de budismo tibetano que empezaba a formarse aquí. Yo fui para empezar a enterarme de qué se trataba el budismo. Fue mi primer acercamiento a las enseñanzas de Buda. Sin embargo las cosas no salieron bien. En esos tiempos la persona que convocaba a reuniones abiertas de introducción al budismo pertenecía al camino del diamante del Lama Olé. Todo el material que se manejaba era de éste lama occidental. En el grupo me prestaron un libro que se llamaba Cuando el pájaro de hierro vuele, del comentado Lama Olé.

Leí el libro y vi el documental más otros documentos anexos sobre el camino del diamante. El camino del diamante no me llamó mucho la atención pero ese no fue el problema. El problema fue que un día mientras hacía mis cosas en la universidad, me descuidé y alguien me robó el libro del lama Olé. Avergonzado me contacté a través de Facebook con la chica que dirigía las charlas. Le conté que había perdido el libro y le pregunté dónde conseguirlo y cuánto costaba ya que tenía la intención re reponerlo. Pero al darme el precio del libro, la chica se equivocó y puso un cero de más en el precio. Yo no caí en cuenta de ello y por la solemnidad con la que hablaban del iluminadísimo lama Olé pensé que el libro costaba diez veces más de lo que en realidad costaba. Una cifra que para un simple estudiante era simplemente un precio absurdo. Así que envuelto en mi inexperiencia, vergüenza e ingenuidad, desaparecí del grupo sin más ante la imposibilidad de poder pagar semejante precio tan alto por un libro que me había parecido un total fraude. Obviamente suponiendo que la chica estaría pensando que me lo había robado con descaro y alevosía.

Como el camino del diamante no me pareció algo que valiera la pena, seguí investigando otras opciones por mi cuenta y me olvidé del asunto.

Varios años después de regreso a mi ciudad, cuando ya había resuelto el problema de las fuentes y la práctica budista, investigué si el budismo hacía presencia aquí y vi que ya se había formado un grupo de budismo tibetano. Aunque no practico budismo tibetano éste también es budismo y decidí contactarlos. Éste era de la tradición Gelugpa que dirige el Dalai Lama, algo muy distinto al camino del diamante del lama Olé.

Escribí al grupo de Facebook y la persona que manejaba las redes sociales del grupo era una chica muy amable y atenta. Planteé la posibilidad de realizar una reunión de budistas de la ciudad sin importar diferencias de tradiciones y la chica pareció muy receptiva y entusiasmada con la idea. Entonces tuve la genial idea de escribirle por el chat de Facebook.

La chica que en aquel entonces dirigía el grupo del Lama Olé, ahora manejaba las redes del grupo de budismo tibetano del Dalai Lama. Eso no fue lo malo. Lo malo fue que los chats de Facebook no se borran así lo dejes sin usar por años. Cuando le hablé por inbox la chica se dio cuenta de que estaba hablando con el mismo idiota que años antes se había robado el libro del Lama Olé y se había ido haciendo preguntas tontas sobre dónde comprarlo. Su tono amable y atento dio un giro en U más rápido que un bumerang. De repente lo de la reunión ya no era una buena idea sino algo imposible. Para acabar de quedar como un idiota le comenté (Ya que ambos obviamente estábamos leyendo la conversación de hace años) que me había confundido con el precio del libro porque ella me había dado mal el precio, que me lo habían robado y que de verdad tenía la intención de reponerlo.

La chica obviamente no me creyó. Pensó que eran excusas de un vulgar ladrón de libros y terminó la conversación de manera tajante y fría. Así que mis posibilidades de compartir con la comunidad de budismo tibetano de la ciudad se fueron al traste por una estupidez cometida diez años atrás. La estupidez también es una forma de karma.

Entonces decidí usar las redes para convocar personas interesadas en conocer y hablar del Dhamma. Así lo hice. La respuesta fue buena y varias personas se anotaron. Alquilé un salón en la universidad y alrededor de quince personas asistieron lo cual superó por mucho mis expectativas. No esperaba tanta gente la primera vez. El grupo parecía tener futuro pero no teníamos un lugar apropiado y la universidad no me prestaría un salón dos veces. Así que hice otras charlas en un parque pero al parecer la gente esperaba un salón con las comodidades de la primera vez. Pasar de un salón de una casa museo a un parque los desanimó un poco.

Por fin encontré un espacio en una biblioteca pública pero en un horario horrible. Los lunes en la noche. Sacrifiqué tiempo por espacio y ése espacio era bastante aceptable, pero de todos los que se habían reunido en las anteriores charlas, que cada vez eran menos, solo uno asistió. Del resto no volví a saber. En cambio a las charlas en la biblioteca asistían personas que iban a todos los cursos y actividades sociales de la biblioteca de manera sistemática. El grupo social de vecinos de la biblioteca. Y no tenían en realidad un interés sincero por el budismo. Preguntaban cosas sobre poderes mágicos, cielos e infiernos, las proezas sobrehumanas de los monjes, la reencarnación y cosas por el estilo. Las enseñanzas del Buda no eran algo de su interés. Me sorprendió la actitud del grupo ausente que había formado y noté algo que no había notado antes.

La gente común por lo general tiene una idea muy irreal de las cosas. Tienen unos esquemas mentales muy rígidos y difíciles de deshacer aun cuando alguien se los explique claramente. Además suelen tener unas expectativas basadas en clichés y alejadas de la realidad. Desde el principio me esforcé por hacer del proyecto un grupo de estudio de budismo. Nada más. Constantemente aclaré que yo no tenía el conocimiento suficiente para dirigir a alguien o para ser una guía para alguien ni nada cercanamente parecido. Solo era una persona que ya había iniciado un camino y podía enseñar las bases y compartir alguna experiencia.

Sin embargo es inevitable para las algunos no aplicar automáticamente sus esquemas o etiquetas mentales a personas y contextos que aunque uno les diga que no son reales, ellos lo toman fielmente acorde a preconceptos populares. Algunos intentaron tomarme como a un “líder espiritual” o algún tipo de maestro. A pesar de que no tenía el conocimiento, ni la experiencia, ni el estatus ya que no soy más que un simple laico (ni las ganas porque la idea de ser guía espiritual se me hace absurda y desagradable, ¡y así lo decía!) a veces uno que otro se me acercaba buscando algún concejo sobre su vida personal o esperando que le dijera algo que le cambiara la vida en un momento y para siempre o haciendo preguntas rebuscadas sobre cosmología o hermenéutica budista. Al no cumplir con sus expectativas y explicarles que ese no era el objetivo del grupo, perdían interés. Incluso hubo uno que en mitad de una charla se levantó del asiento y se fue indignado porque dije algo sobre deidades en el budismo que no entraba en su esquema.

Hacer el grupo me costaba trabajo. Preparaba las charlas, el material, las técnicas pedagógicas para explicar lo más claro posible. Intentaba contestar todas las dudas que surgieran en las charlas e investigaba las que no estaba seguro de haber respondido con suficiente sustento. Buscaba lugares cómodos por toda la ciudad, dedicaba tiempo y recursos en material de lectura, conexiones, transporte y otras cosas que francamente no estaba en condiciones  de gastar ya que mi situación económica no es la mejor para ser honesto. Incluso habiendo podido conseguir por fin un buen lugar que no me cobraba, que aunque tenía un horario poco atractivo contaba con tablero, aire acondicionado y hasta café y té, el esfuerzo parecía tener el efecto contrario. Entre más me esforzaba en presentar algo bueno, menos interés mostraban.

Una noche cuando salía de la biblioteca después de dos horas de intentar explicar algo de budismo entre constantes interrupciones de preguntas estúpidas, me di cuenta de que la gente que había convocado me estaba exigiendo ser algo que tienen metido en la cabeza y que yo no soy. Un maestro budista. Exigían que las cosas fueran como si estuvieran pagando algo o aportando algo. Un buen lugar, con buen horario, con un maestro que me diga lo que tengo que hacer. Y cuando les dejaba claro que ese no era el caso se retiraban como quien se va de un espectáculo mal pagado. No encontré iguales con los cuales compartir y estudiar. Conseguí seguidores, el esquema mental de la gente de este tiempo. Un esquema que rechazo y que es contrario a lo que la práctica del Dhamma me enseña.

En ese momento entendí la gran importancia que tiene un monje. Apenas puedo imaginar lo difícil que debe ser la vida de monje y tener que tratar con todo tipo de personas y sus ideas locas sobre el budismo y los budistas. En verdad los respeto mucho más. Al igual que los policías y cualquier otro servidor público de primera línea, los monjes tienen que lidiar con la estupidez de la gente, cosa para la que yo realmente estoy muy lejos de estar preparado. Muuuuy lejos, lo confieso. Como psicólogo tengo un esquema terapéutico que obliga al paciente a adoptar cierta disposición hacia lo clínico. El monje no tiene ese lujo. Incluso yo puedo decidir si trato o no a un paciente a mi criterio. Dudo mucho que el monje pueda hacer tal cosa.

Comprendí que el objetivo inicial de la idea, un grupo de personas interesadas en conocer y practicar el budismo, se había perdido hace rato. Me había convertido en un profesor que trabajaba gratis para una gente a la que le importaba un rábano algo que para mí es muy importante. Muy cortésmente agradecí a la gente de la biblioteca por la amabilidad que tuvieron conmigo y suspendí las charlas. Cerré el grupo de whatsapp que en realidad no sirvió para nada (muchos se indignaron y lo tomaron personal porque creyeron que los había expulsado del grupo), y comprendí que mi idea de compartir la práctica con otros budistas debía descartarse al menos hasta que lograra volverme a ir de la ciudad.

Éste, de hecho, iba a ser otro proyecto de un artículo para el blog. Hacer Sangha donde no hay Sangha. En lugar de eso puedo dar reporte de lo que no se debe hacer al intentar compartir el budismo.

Considero que mi gran error fue no haber hecho las cosas lo más sencillas posibles. Aunque postear un anuncio de charlas de budismo sin parecer un experto budista en una sociedad consumista llena de ideas de televisión es algo casi imposible. Simplemente no supe cómo hacerlo. Debo decir que sobreestimé a la gente de mi terruño. Los conozco y aun así pensé que el budismo podía ser un lenguaje claro y universal. Claro que lo es, pero para eso hay que tener un conocimiento y unas condiciones de las cuales yo carezco. Y ese fue mi otro gran error. Sobreestimarme a mí mismo.

Por alguna razón olvidé cuanto me fastidia la gente que no piensa por sí misma y que solo recibe, solo consume y solo espera algo preparado y listo para tragar sin masticar. Olvidé lo pésimo que soy para tratar con la gente a pesar de lo mucho que la práctica del budismo me ha ayudado. Antes podía pasar años sin saber quién vivía en el apartamento de al lado sin tener la menor consideración sobre ello. Ahora entiendo la importancia de ser parte de la comunidad de uno. Aun así debo confesar que no tengo mucho don de gentes a pesar de que soy bueno enseñando algunas cosas. No tengo carisma. Y en mi persona no existe un gramo de disposición paternal para gente de tendencias un poco... parásitas por decirlo de alguna manera. Así que cuando alguien se acerca con actitud de huérfano desamparado (que no es lo mismo que necesitar ayuda) mi reacción es repelente. Eso pasa cuando te pones en una situación para la cual no estás preparado y cuando empiezas un proyecto, pierdes el norte, y terminas haciendo otra cosa que ni venía al caso.


Y éstas fueron las desgracias de un budista. Solo unas de tantas ya que hay otras muchas cosas que pasan cuando uno es peregrino en tierra profana. No todo es miel sobre hojuelas pero de todo se saca un conocimiento útil.  

Si piensas en intentar conocer otros budistas en tu ciudad te recomiendo que busques grupos existentes. Primero que nada asegúrate de que sean budistas. Recuerda que la Soka Gakai y la nueva tradición Kadampa NO SON BUDISMO (Para más información sobre estos grupos y más busca el apartado de artículos sobre “Peligros dentro del budismo” en este blog). Ten en cuenta esta advertencia y asegúrate de investigar cualquier grupo al que quieras entrar. Si no encuentras ninguno y decides buscar otros budistas por tu cuenta es buena idea poner un anuncio en centros de yoga o medicina alternativa. La siguiente recomendación es muy importante. Se lo MÁS CLARO posible. Aclara lo que quieres hacer, quien eres y el tipo de persona que buscas. Si quieres enseñar aclara qué es lo que sabes y puedes enseñar. Si no quieres enseñar y sólo buscas compañeros de estudio asegúrate de que la idea este totalmente clara. Y lo más importante de todo no tomes como maestro al primer domador de bobos que te encuentres.

Recuerda que en realidad no necesitas ni maestro ni otros budistas para practicar el Dhamma. La práctica del Dhamma es en primer y último lugar un asunto personal, individual e íntimo. Sí es cierto que practicar con otros ayuda mucho, eso no es un fundamento, es una ayuda, muy importante pero solo eso. En el momento en el que tu práctica dependa de un maestro, de otros y no de ti, ya no tienes nada que hacer con el budismo. No existe más maestro que el propio Buda y no exista más guía que su Dhamma.

Y por último, si fracasas (y es muy posible que así sea) no te desanimes. Tal vez de manera casual encuentres a alguien con quien compartir este hermoso estilo de vida.

miércoles, 27 de junio de 2018

La estupidez en el budismo.


Este articulo tiene como objetivo dar una perspectiva más abierta y general de cómo se está propagando el budismo en occidente y de la forma como los occidentales estamos asimilando esta doctrina, que no es muy cercana a la forma como se practica el budismo en los países orientales de donde viene. Está dirigido a las personas que recién empiezan a indagar sobre el budismo, especialmente a los jóvenes que entran al budismo buscando un maestro que los guíe y cuyas fuentes de investigación tristemente son las páginas de internet y no las bibliotecas. Contiene puntos de vista que pueden chocar y ser incómodos para algunas personas pero son más que todo puntos de vista personales basados en las investigaciones y en la experiencia de un practicante laico que quiere ayudar a otros practicantes a ubicarse dentro del amplio mundo budista. Este artículo es básicamente una guía de lo que NO es budismo y se toma como tal en el mundo del budismo occidental. Espero que les pueda ahorrar errores y tiempo en su camino como practicantes del Dhamma.

El Dhamma es perfecto. Los budistas somos imperfectos. Precisamente por eso somos budistas, porque tenemos muchas falencias e ignorancia y necesitamos el Dhamma de Buda para arreglar dichas falencias y superar nuestra ignorancia. En el momento en el que hayamos superado nuestra ignorancia ya no necesitaremos del Dhamma y deberemos dejarlo ir como a una balsa que usamos para cruzar el río del sufrimiento pero que no llevaremos con nosotros al llegar a la otra orilla, tal como nos lo explica el Buda. La diferencia entre alguien que practica el Dhamma y alguien que no lo hace es que el practicante es consciente de su ignorancia y ha escogido el Dhamma de Buda para superarla. 

Las enseñanzas de Buda están volviéndose muy populares en todo el mundo y podemos decir que ya han llegado a casi todos los rincones del mundo occidental. Como en todo, las primeras veces no suelen ser las mejores y se toman más como los primeros pasos de un bebé. Torpes y erráticos.

La escalera.

Un budista comprende que el aprendizaje y la práctica del Dhamma deben ser asimilados y realizados con la misma mentalidad con la que se sube una escalera. Peldaño por peldaño, entendiendo que una vez que se ha utilizado un peldaño para subir al siguiente nivel, se debe dejar atrás. Abandonarse y afianzarse bien en el siguiente peldaño al tiempo que se prepara para irlo abandonando también, para continuar subiendo a través de toda la escalera. No debe haber aferramiento a cada paso que se da dentro del budismo. Todo lo contrario, ya que esta es una enseñanza fundamental del Dhamma, el desapego. Más que todo nos estamos refiriendo aquí a las formas. A los aspectos externos, llamativos y superficiales de la práctica.

Pondré mi ejemplo para explicarlo mejor. Mi primer contacto con el budismo fue a través del budismo tibetano. Pensaba que esa era la única forma de budismo y lo estudié así. Hubo cosas que no me parecieron coherentes ni prácticas y algunas me parecieron contradictorias así que abandoné la idea. Luego entendí que el budismo tibetano es solamente una de las tantas escuelas budistas que hay, y seguí estudiando. Así fui conociendo el mundo budista desde el budismo tibetano, pasando por el zen, el nichiren, el chan, y así hasta llegar al Theravada. Esta tradición me pareció más coherente, más clara y más certera en cuanto a la forma más directa de llegar al núcleo de las enseñanzas del Buda y en la manera más efectiva de aplicarlas a mi vida en el mundo real más allá de los aspectos estrictamente doctrinales o ceremoniales. Así, mis escalones desde el inicio hasta llegar a la resolución final de hacerme budista y mi práctica budista como estilo de vida fue así: Primer escalón budismo tibetano, segundo escalón budismo zen, tercer escalón nichiren, y así hasta llegar al Theravada que viene siendo otro nuevo primer escalón ya que ahí termina mi búsqueda y empiezo a practicar budismo de lleno. No a meter cosas bonitas del budismo en mi vida sino a meter mi vida en la práctica de la doctrina del Buda. Mantenga esta idea en mente.

Conforme voy avanzando en la práctica voy entendiendo que el budismo no es estático. Se trata totalmente de movimiento. Es como la electricidad, su materia es energía en constante movimiento. Todo lo contrario de una piedra pesada estática y milenaria como se suele pensar románticamente que deben ser las religiones. También he entendido que las formas exteriores, los rituales, las expresiones culturales y religiosas también son peldaños que se deben ir superando y dejando atrás gradualmente. Sobre todo porque somos demasiado tendientes a aferrarnos a éstas, olvidando que solo son señales y ayudas para llegar a la enseñanza y no la enseñanza en sí. Somos muy susceptibles a quedarnos en las formas porque nos identificamos con ellas a nivel emocional y es tan fácil quedarnos en ellas que se nos vuelven zonas de confort. Usamos las formas ceremoniales, los rituales y a los líderes religiosos para reemplazar figuras de autoridad que hemos perdido sin comprender que no las necesitamos. Pero el Buda es totalmente claro en cuanto a que estas expresiones son solo formas carentes de importancia o formas de fortalecimiento del ego.

Tratemos de entender esto. Las tradiciones son como el juego de té, la tetera, la bandeja, la taza. Hay de muchas formas y materiales. Porcelanas, metales, elementos preciosos, arte excepcional. En cambio el té, que son las enseñanzas del Buda, es el mismo. La taza de té puede cambiar y ser cualquiera, pero el té, el Dhamma, es el que todos debemos beber para superar el sufrimiento. Aferrarse a las tradiciones es darle más importancia a la taza de té y poner el té en segundo lugar y a veces ni siquiera lo tenemos realmente en cuenta. De esta manera podemos ver que en mi caso, empecé por el budismo tibetano y termine en el Theravada, pero de la misma manera otra persona pudo haber iniciado en el Theravada y terminado en el tibetano. Eso no importa. En lo que a nosotros concierne, ambos vamos a la misma cima pero nuestras escaleras son diferentes teniendo en cuenta todos somos diferentes y los peldaños que usamos para ir subiendo son solo eso, peldaños, y no nos aferramos a ellos.

Mi meta al practicar el budismo Theravada es superar también la tradición Theravada de la misma manera que dejé atrás el tibetano. En el momento en el que me identifique con mi tradición de práctica y que crea que es la más perfecta y mejor que todas las demás, en ese momento perdí el sentido de la práctica del Dhamma y caí en la fantasía de las formas y en la trampa de mi ego. Entonces me habré quedado estancado en la escalera, puliendo, contemplando y adornando un peldaño como un tonto que no avanza por estar limpiando un escalón de piedra o un pedazo de madera. Entonces sin darme cuenta me quedo atrapado en otra forma de mi propio ego y he perdido de vista la cima de la montaña en la que se encuentra el Buda. He perdido el camino al Nibbana.

Nuestro problema con la práctica del Dhamma es precisamente ese. El quedarnos estancados en las formas bonitas del budismo. Llevamos esta fijación hasta la estupidez llegando a aferrarnos a creencias ridículas como que mi tradición es la única verdadera y las demás se acercan pero están equivocadas o que la única manera de llegar a la iluminación es a través de un hombre iluminado al cual debo someterme y creerle todo sin importar nada porque es un “hombre iluminado”.

El budismo en su forma superficial y cómoda puede ser un lugar común, una zona de confort y un cliché. El internet ayuda mucho a que esto sea así. Se puede ver fácilmente en los grupos y foros de budismo en las redes. La gente se dedica a subir imágenes bonitas con frases confortantes que en su mayoría, no solo no fueron dichas por el Buda, sino que muchas veces le contradicen.

Hay incluso fuertes peleas y discusiones por cosas tan absurdas como la valía de una tradición sobre otra, el uso de drogas, defender lamas o líderes que se hacen de títulos monacales sin practicar ni siquiera un solo precepto budista. Lamas que se casan, beben licor, viven como laicos y cobran grandes sumas de dinero por decir obviedades y estupideces en prosa poética en un retiro para celebridades.

Cosas como defender el vegetarianismo como si fuera una ley e incluso pensar que la ingesta de carne es un acto inmoral incluso en los animales carnívoros. He visto a un monje que dice tener un gato al que según él, ha convertido en vegetariano. Lo que el hombre está haciendo es dañarle el sistema digestivo al animal, y además obviando el hecho de que cuando no lo tiene a la vista, el gato sale a cazar y a comer proteína, como lo hace todo carnívoro, para poder sobrevivir ya que los gatos simplemente no están evolucionados para procesar alimentos vegetales por más que se les den de comer verduras cocidas en baño maría. Esa obsesión con el vegetarianismo es uno de los símbolos de la estupidez en el budismo. Para una mayor claridad sobre este tema lee el artículo Veganismo y vegetarianismo en el budismo .

La costumbre de expresar el ser budista subiendo continuamente imágenes bonitas con frases cursis es un síntoma de personas débiles, cortas de creatividad y emocionalmente infantiles. Personas atrapadas en la estética de lo cursi y la inmadurez del lenguaje. Cuando estas personas tienen que enfrentarse a verdaderos problemas de la vida como un accidente, una enfermedad, una pérdida o una muerte, simplemente se quiebran. Se caen en pedazos y se hunden en la autocompasión y en la desesperación ya que todas esas imágenes bonitas de Buda con frasecitas para mejorar tu vida en realidad no sirven para nada. El budismo no sirve en imágenes bonitas con frasecitas prácticas por la misma razón que la obesidad no se supera con infusiones de yerbas indias ni aparatos comprados por televentas.  

La meditación es otro punto que se convierte en un verdadero cliché. Se ha deformado de una manera asombrosa. La gente empieza por consumir la propaganda estadounidense sobre las proezas de los monjes budistas y termina creyendo que meditar es desarrollar poderes mentales mágicos a través de los cuales algún tipo de extrañas ondas cerebrales de bondad y bienestar viajan desde la cabeza del meditador iluminado a través del tiempo-espacio hacia “todos los seres sintientes” que sufren, muletilla que usan los monjes occidentales para adornar la pereza física y mental de levantar su delicado trasero del cojín y salir de sus cómodos templos a hacer algo de verdad útil por la gente que sufre en el mundo real.


La forma de budismo zen enseñada por el maestro Tich Nhat Hanh se llama budismo comprometido. No se trata de fantasiar con meditaciones mágicas sino de usar las enseñanzas de Buda en relación directa con las personas, lo cual sí es budismo real. El maestro Hanh dice, debes luchar contra el sufrimiento, debes ir donde el sufrimiento está. Uno siempre sabe dónde está la gente que sufre. Hay que salir de la casa, llegar a donde está el sufrimiento y hacer algo que ayude, así sea poco. Eso es una verdadera práctica del Dhamma en lugar de quedarse aplastando un cojín de satín deseándole felicidad a “todo los seres sintientes”, lo que de hecho y para ser francos no es más que otro intento hipócrita de disimular la pereza y la cobardía de actuar escondiéndose tras una fachada religiosa. Creer que los mantras son como palabras mágicas que generan cambios positivos a distancia de manera metafísica es exactamente igual que creer que el agua adquiere propiedades curativas y protectoras porque un hombre en un vestido negro le pasa la mano por encima en forma de cruz. Dejar de creer en una cosa para creer en la otra es algo simplemente tonto.

La base de toda esta nueva falsa doctrina, falsa en el sentido en que en realidad no se hace nada, es la misma herramienta que nos puede llevar la doctrina a lugares donde nunca antes había llegado. Internet. Las redes sociales, ya lo habíamos comentado, son solo un medio para un fin. Si la persona basa su práctica budista en sus interacciones de Facebook, en su grupillo de Whatsapp, en frases que llegan a su Twitter, pues en realidad no está haciendo nada. Simplemente alimentando un ego imaginario e infantil. Ser budista no se trata de asegurarse de que todo el mundo sepa que eres budista.


Otro efecto desorientador del internet es esa necesidad de abarcarlo todo y hacer armonizar todas las religiones con el budismo como queriéndolo convertir en un moderno tipo de panteísmo dentro del cual puede caber cuanta creencia absurda y traída de los cabellos. Esta idea es traída de la espiritualidad psicodélica de los sesentas en la cual embaucadores gigantescos como Deepack Chopra y Osho amasan millonarias fortunas explotando la necesidad emocional de las clases media y alta de países occidentales. En resumen, hacen budismo para cristianos, de manera que se pueda anexar una cosa con la otra sin que haya incómodas contradicciones uniéndolo todo con el pegante de la metafísica poética que empieza hablando de partículas y del universo y termina hablando de tu alma. Para comprender este fenómeno lee la serie de artículos de Peligros dentro del budismo en este blog.

El buen budista ama el hinduismo.

Este mismo intento de mezcla se suele hacer con la espiritualidad Hinduista, lo cual es una de las ideas más risibles y contradictorias. Se pretende hacer creer que el Hinduismo y el budismo son como hermanitos espirituales que concuerdan en casi todo. El budismo no llegó a tener un verdadero arraigo en la India primero por la cuestión teísta. 

En el budismo, los dioses son personajes secundarios sin mayor importancia mientras que en el hinduismo son la base y el cuerpo de toda la doctrina. Pero más que todo, si a algo se dedicó el Buda durante todos sus años de prédica fue a darle duro al hinduismo en todas sus áreas. Las más fundamentales y las más superficiales. El Buda se enfrentó a las más altas autoridades del hinduismo, brhaamanes, reyes, altos sacerdotes, y a todos los desautorizó revelando las falencias de esta doctrina. Los indios siempre han sido supremamente aferrados a sus tradiciones familiares y al aparecer un maestro nuevo con ideas contradictorias desautorizando las bases de su creencia, se aferraron más a sus doctrinas y rechazaron el budismo, de la misma manera que lo hicieron con el cristianismo a pesar de todos los intentos de los misioneros protestantes durante la ocupación del imperio británico.

Conceptos hinduistas como el determinismo en el cual se cree en cosas como que la persona que llega siempre es la correcta, lo que sucede es lo único que podía suceder, cualquier momento que comience es el momento correcto y cuando algo termina, termina, son dulces irresistibles para los occidentales porque es un sistema de creencia que funciona exactamente igual que el sistema cristianismo en el cual todas las cosas, lo bueno y lo malo, es responsabilidad de Dios y nosotros no tenemos más que esperar a ver qué nos toca (Todo lo que pase es voluntad de Dios). Esta idea, en la cual también se basa la despreciable idea de las castas, es totalmente contraria a la enseñanza de Buda.

El Buda por su parte destruye totalmente dicho determinismo al cual se condenan los hindúes y los cristianos desde que nacen. El Buda explica que no hay determinismo o sea destino, ya que las personas tenemos el poder de cambiar nuestro kamma y escoger la dirección por la cual queremos ir. En la doctrina budista el determinismo es símbolo de derrota, de renuncia a la acción. El budismo reemplaza el destino y los dioses por la ética y la conducta moral, partiendo de la idea de que las acciones correctas y la conducta virtuosa tienen como consecuencia la destrucción del kamma negativo y la generación de kamma positivo, cambiando así el destino de la persona SIN IMPORTAR el kamma que traiga. Pero esto tiene un costo que el hinduismo y el cristianismo niegan.

A diferencia de estas dos religiones, el budismo te obliga a asumir las consecuencias de tus actos y a responsabilizarte por tu conducta en este mundo. Decir que las cosas pasan porque tienen que pasar y que lo que es de uno tarde o temprano ha de llegar es evadir la responsabilidad por lo que le pasa a uno en la vida. Es negarse a tomar las riendas de la propia existencia. Quedarse ahí sentado a oler las flores porque las cosas llegan solas y lo malo hay que aguantarlo con la cabeza agachada esperando la misericordia de los dioses es una actitud cobarde y derrotista. Nadie salva a nadie, dice el Buda, y cada uno se salva a sí mismo. Esto quiere decir que no hay destino, que hay que asumir las consecuencias de las acciones propias y que el destino se forja con la fuerza del espíritu y el ejercicio de la ética y la compasión. En el corazón de la doctrina budista, no hay ningún dios que tenga el poder de darle o quitarle nada a uno. Todo lo que nos pasa en la vida es por causa de nuestras decisiones, de la manera como trabajamos nuestro kamma y de nuestras acciones.

Pero muchas veces esto es demasiada responsabilidad e implica demasiado gasto de energía para personas acomodadas frente a un computador. Es más fácil llamarse budista subiendo postales de Buda al Facebook. Este es solamente un pequeñísimo ejemplo de todas las diferencias fundamentales que tiene el budismo con las religiones teístas, más que todo con el hinduismo que tanto les gusta a los budistas new age. Además de eso, esas ideas deterministas si se aplican a la realidad resultan simplemente ridículas como por ejemplo esa de que la persona que llega a tu vida siempre es la persona correcta. Por ejemplo, ¿una mujer que es violada por tres hombres en un callejón oscuro ¿se levantará después de la paliza y pensará que esas tres personas que la violaron eran las personas correctas en el momento correcto? Sin duda, más de un imbécil dirá que en efecto así es, pero obviamente los estúpidos que afirman eso no han conocido nunca a una mujer violada y ni siquiera pueden imaginar lo horrible del acto de la violación. Cualquiera diría que este es un ejemplo exagerado y excepcional, pero la vida no es un jardín de rosas y las cosas malas no son excepciones. Pasan todos los días. El objetivo de las religiones no es disfrutar cuando todo es bonito sino todo lo contrario, brindar soporte y fortaleza cuando la vida se torna cruel. Los budistas de Facebook prefieren ignorar este hecho y quedarse en su jardín imaginario de rosas virtuales.

Las personas que toman como ciertas todas esas pequeñas leyes bonitas que les hacen sentir bien son personas con un enorme desconocimiento del mundo y de la naturaleza humana. Son personas que viven en pequeñas burbujas de seguridad y comodidad. Personas que por más que lean sobre budismo en sus pantallas, no conocen el Dhamma porque no conocen el sufrimiento de los demás, solo el suyo. Se niegan a conocer el sufrimiento del otro. Lo niegan. Lo ocultan bajo imágenes cursis y frases compasivas. Son personas que no son capaces de ensuciarse las manos y que sienten asco y temor hacia las personas en condiciones mucho más desfavorables que las suyas. Viven en la ilusión del mundo como dice el Buda, y carecen de la compasión porque ni siquiera son capaces de presenciar el sufrimiento ajeno, mucho menos hacer algo para disminuirlo. Como hemos comentado infinidades de veces en este blog, el budismo es una doctrina de acción, de conducta para  con el otro en la vida real. Una persona cuya vida espiritual se basa en talleres de meditación y grupitos de Facebook no es un budista, es un tonto que se engaña así mismo atrapado en una existencia vacía que intenta llenar inútilmente con ortopedias sociales. Esa es la principal trampa del budismo en occidente. No hay budismo virtual, no hay budismo de redes sociales. Si no se practica en la vida real, en uno mismo y con los demás, no se está haciendo nada más que engordar el ego.

El budismo se ha convertido en una nueva mercancía de consumo igual que todo lo que llega a occidente. El budismo en realidad se basa en meditación, en estudio y en practicar lo que enseñó el Buda. No hace énfasis en cual de todas las tradiciones es la mejor o la cierta. Esas peleas son para cristianos y demás teístas. En el budismo todas las tradiciones son solo caminos hacia el Nibbana. El budismo no trata ni tiene que ver con hacer yoga, con ser vegetariano, con una posición moral superior, con una mente más especial que la de los demás, con ser más inteligente, con armar élites espirituales, con costosos retiros de meditación, con gente rapada y en túnica ordenada en antiguos templos orientales. El título de Lama no garantiza que se trate de un ser iluminado. Muchas veces ni siquiera son budistas. De hecho la palabra Lama se ha convertido en sinónimo de sospecha, superstición y timador. Cualquiera que adore a un Lama o a un monje como si fuera un dios y no soporte que se le ponga en duda, perdió el sentido del budismo y en lugar de eso tiene un ego enorme y sensible. Por eso los fanáticos son tan fáciles de irritar. El Dalai Lama y otros verdaderos maestros budistas advierten constantemente sobre este punto, es decir, repiten lo que el Buda mismo dijo hace más de dos mil quinientos años. No todo el que lleve la túnica amarilla es digno de ser llamado monje. Mantenga esto en cuenta cada vez que le hablen de un lama o un maestro budista.



En resumen, nuestra principal fuente de información para aprender budismo, el internet, no es una mala herramienta sino una buena herramienta mal usada. Es un error por ejemplo enfrascarse en extensas y pesadas discusiones en un foro. El Buda mismo advirtió que no se debe caer en discusiones extensas y sin sentido sobre cuestiones de creencia en el Dhamma. Una manía que por cierto, tienen muchos monjes en oriente.

Entonces, ¿Qué hacemos?

Ante este confuso panorama ¿Cuál sería la mejor manera de aprovechar internet para aprender budismo? En realidad es bastante simple. Menos es más. Empiece por conseguir Suttas traducidos y  secciones del Canon Pali. Compre libros de maestros budistas como el Dalai Lama, Tich Nhant Han, Ajahn Brahm y otros grandes maestros budistas. Estúdielos concienzudamente y saque sus notas.

Sea autodidacta. No se desespere por estar solo. Ese es el anzuelo de los tontos, la urgencia por ser un budista main stream. No le crea a la moda ansiosa de las “comunidades”. La gente que no es capaz de estar consigo misma en realidad no está capacitada para estar con otras personas. Si usted no está desesperado por estar acompañado, podrá usar internet de manera correcta para contactar a otros budistas que sí pueden aportarle algo útil. Intente contactar a algún monje o alguna comunidad que tenga la guía de un monje y plantéele las dudas que tenga después de haber estudiado los textos. No es garantía de que sea un buen aporte pero de todas maneras será mucho mejor que meterse a un foro de Facebook.

Establezca una rutina de práctica y empiece a desarrollarla gradualmente pero sin obsesionarse con el ritualismo. Recuerde que ese es el principal problema del budismo occidental. Manténgalo simple y práctico para usted. Lo importante son los cambios en la mente. Si logra cambiar su mente, todo lo demás cambiará.  



El siguiente es un consejo práctico en el que insisto constantemente, sobre todo para las personas nuevas interesadas en el budismo. No, no y (no) se fundamente en foros de internet ni grupos de Facebook para aprender sobre budismo. Los foros de internet NO son una fuente de información útil sino todo lo contrario. Son fuente de desinformación, confusión y contradicciones. Fuera de que son una gran galería de los egos más enormes de internet haciendo gala de una religión que consiste en disminuir el ego. Olvídese de Facebook para discusiones sobre religión. Facebook está lleno de gente igual o más ignorante que usted pero que está totalmente convencida de que posee el conocimiento de un ermitaño budista de los Himalayas. Facebook puede servir para buscar gente que quiera conformar un grupo de estudio de personas iguales a usted y para informarse sobre eventos o noticias sobre el budismo. Para algo más que eso, no pierda su tiempo en redes sociales. En su mayoría y por su mal uso, son fuente de ilusiones y embrutecimiento.

No se desespere por encontrar un maestro. No es imprescindible. Es más, incluso si solo tiene acceso a un maestro budista ordenado en su ciudad, no lo tome como su maestro sólo porque no hay más. Evalúelo y asegúrese que en verdad sea budista, y después asegúrese de que sea el maestro adecuado para usted. No todo maestro puede enseñar a todo practicante. Tiene que haber una afinidad y una empatía particular. Si no siente eso, no se fuerce a ser su discípulo. Someterse solamente por un título es un error. No terminará bien. Esta es una enseñanza que los maestros budistas de oriente  constantemente hacen a los practicantes de occidente. La práctica del budismo no depende de tener o no un maestro. Depende de la disciplina del practicante. Además, no hay mayor maestro que el mismo Buda.

Sea paciente. El budismo sin paciencia es como una hamburguesa sin carne. O sin imitación de carne. Uno no se hace budista de un día para otro. Hacerse budista es como hacerse maratonista. Se practica, se cambia la dieta, se persiste hasta que se alcanzan las marcas requeridas y se corre a ritmo de carrera. Hasta que se consigue hacer de la práctica una costumbre. Recuerde no usar las redes sociales como muletilla para ser budista. Un buen practicante usa internet para sacar información y practicarla en su vida. No necesita revisar el Facebook todos los días ni subir cursilerías creyendo que está compartiendo algo. Es más, la verdadera práctica del budismo le enseñará a disminuir las horas que le dedica a los aparatos electrónicos y a compartir con las personas con las que tiene contacto real.

Como hemos visto, la clave para sacarle el jugo al budismo siendo un occidental en un mundo cristiano es ir a las fuentes confiables (Libros, no Facebook) y mantenerlo simple. No buscar a alguien más sabio que le venda budismo en una exótica presentación oriental ni pertenecer a un grupo de locos como la SGI o los seguidores de Osho (Ver artículos Peligros dentro del budismo). Espero que estas simples claves le sean útiles para poner a prueba la efectividad del budismo o para mejorar su práctica.

Quiero dar un gran saludo a todos los lectores que han estado pendientes del blog y pedirles que sigan enviando sus preguntas, comentarios y propuestas para más investigaciones y nuevos artículos. Muchas gracias por su fidelidad. Como siempre, todos los comentarios, aportes y quejas son bienvenidos.

miércoles, 18 de abril de 2018

Drogas como camino hacia el Nirvana.

En este artículo analizaremos el tema del consumo de drogas en el contexto espiritual en la práctica budista. Veremos el tema de las drogas, básicamente el consumo de la marihuana, desde el punto de vista de sus proponentes como vía espiritual en contraste con la práctica de las enseñanzas teniendo en cuenta diferentes temas como son: la práctica budista y las enseñanzas de Buda al respecto, el uso de drogas de origen totalmente natural y no sintético, las plantas psicoactivas en la naturaleza, las formas de consumo, el uso de plantas psicoactivas en culturas milenarias en sus contextos espirituales y el consumo desde las perspectivas de la psicología, la medicina y la ética.
 

Las drogas y el budismo.

Constantemente se ve en los foros budistas a personas que preguntan con un aire de esperanza si el consumo de drogas es aceptado dentro de la práctica budista y a otro tipo de personas que defienden con firmeza su uso dentro de la práctica budista. Estos dos sectores, los primeros generalmente muy jóvenes, los segundos ya no tanto, buscan demostrar que consumir drogas y practicar budismo pueden ir de la mano.

El primer argumento de los consumidores de drogas espirituales es la idea, aún turística y bastante setentera, de que el budismo no prohíbe nada, de que es una creencia abierta basada en la paz y la aceptación absolutas. De nuevo el remanente de las épocas psicodélicas orientalistas de los 60s y 70s que unía todo lo espiritual en una sopa cósmica, new age, teorías de la conspiración, LSD, marihuana y muchas otras sustancias se hace presente casi cincuenta años después. Las personas que sostienen ésta afirmación son personas que ven el budismo de la misma manera en la que los hippies veían todo lo relacionado con culturas orientales. De una forma superficial, externa, básica, solo la forma exterior que busca una persona cuya única finalidad es sentirse bien y escapar de sentirse mal. Es decir, de personas que no estudian el Dhamma, por ende que no lo practican, y que solo usan la figura del Buda como recipiente emocional para echar en él todas sus inseguridades, su sed de afecto, sus deseos de que todo esté bien y sus zonas de confort que incluyen sus vicios y adicciones.

El budismo sí prohíbe el uso de drogas, pero no las prohíbe en el sentido cristiano de rompimiento de una ley sagrada, de violación de una regla o de restricción por respeto al Buda. En el budismo todo, absolutamente todo se hace basado en el sentido común, en la razón y en la relación causa efecto (Kamma). El Buda prohibió los intoxicantes mentales, además de lo obvio, por razones del ejercicio de la práctica. La meditación es la base del ejercicio espiritual del budismo. El ejercicio de la meditación consiste básicamente en partir del estado de vigilia agudizando ese estado de consciencia introspectivamente hasta llegar al pleno control de los mecanismos y movimientos interiores de la mente y la total comprensión de las enseñanzas del Buda. La mente debe estar limpia y clara. El efecto de las drogas en la mente es precisamente el contrario. Una turbación del estado mental de vigilia y una distorsión de las funciones perceptuales de los sentidos y del estado de consciencia lo cual hace imposible la meditación y aleja a la mente de su estado de consciencia natural. La meditación profundiza y fortalece el estado natural de la mente. Las drogas lo distorcionan. Para una mayor claridad sobre los intoxicantes mentales desde la perspectiva de los preceptos declarados por Buda, lea “5nto precepto. El Consumo consciente,” artículo publicado en este blog.

Lo Natural es Sano.

Los consumidores de drogas insisten en que plantas como la marihuana, por ser plantas naturales y no sustancias fabricadas, son elementos inofensivos y medicinales que no contradicen las prácticas espirituales y religiosas. Es cierto que algunas plantas alucinógenas, no solo la marihuana, son de origen natural (aunque las nuevas variaciones de la marihuana si se han venido fortaleciendo con técnicas artificiales de producción no naturales como la marihuana hidropónica y los cruces de especies). Sin embargo, es absurdo pensar que todo lo que emerja en la naturaleza es bueno solo porque es de origen natural.

Muchas sustancias, plantas y criaturas son nocivas, tóxicas y mortales siendo totalmente naturales. Las plantas psicodélicas o psicoactivas no son seres evolucionados para el consumo humano como sí lo son las frutales y las legumbres. El efecto psicodélico provocado por estas plantas es en realidad un mecanismo de defensa. Las plantas se defienden por medio de agentes químicos en su mayoría, además de sus características físicas como dureza o formas como las espinas. El efecto químico de defensa puede atacar a nivel cutáneo como la Urtica Dioica conocida también como pringamosa, ortiga, guaritoto, picasarna, pyno y otros más cuyo solo contacto con la piel genera un efecto de irritación legendario entre los campesinos. El mayor mecanismo de defensa de las plantas son los venenos.

Las plantas psicoactivas y algunos hongos poseen agentes químicos que distorsionan el funcionamiento de las facultades sensoriales, confunden la capacidad perceptual y desbalancean el gasto energético del organismo que las consume. Un herbívoro o cualquier mamífero que consume estas plantas u hongos queda disminuido en todas sus capacidades nerviosas y en desventaja biológica en su entorno. Un herbívoro bajo la influencia de las plantas alucinógenas no corre, no percibe al depredador, no se defiende y es fácilmente eliminado por la selección natural aun cuando haya otros miembros de su especie con mayores desventajas biológicas. Las crías que consumen estas sustancias pueden incluso morir por la intoxicación, de la misma forma que un infante humano puede presentar taquicardia, crisis respiratorias y convulsiones por consumo de plantas psicoactivas, y muere si se satura su organismo de estas sustancias. Los agentes psicoactivos en las plantas son en realidad una variedad de tóxico supresor del sistema nervioso central.

En algunas ocasiones estas toxinas pueden provocar la muerte en algunos individuos con condiciones congénitas predispuestas a algunas patologías específicas como cardiopatías o enfermedades crónicas cerebrales como epilepsias de nivel complejo  o enfermedades del sistema respiratorio. Es como dicen los médicos, una ruleta rusa. Uno no puede saber si ha nacido con algún tipo de patologías congénitas si no ha tenido manifestaciones de esta y las sustancias psicoactivas tienen la capacidad de activar estas patologías que son en su mayoría de alta complejidad y mortales. Cuando estos casos ocurren, se suele decir que la muerte fue por causa de la enfermedad y no de la sustancia que cataliza la patología ya que el consumo de sustancias es solamente una de las varias causas que pueden activar una condición latente.

Pero supongamos que este hecho se descarte y por amor a la droga o simple adicción no se investigue al respecto. Hay otro hecho que también es biológicamente fundamental para considerar el consumo de las drogas. Las drogas, tanto las naturales como las sintéticas, se suelen consumir por medio del acto de fumar. Tenga en cuenta lo siguiente. Absolutamente ninguna sustancia, sea o no benéfica para el organismo, sea o no para producir efectos psicodélicos, es buena si se fuma. Ninguna. El cuerpo humano no está hecho para absorber sustancias químicas por medio de la combustión. La absorción por medio de la combustión no es natural y convierte las sustancias en elementos descompuestos oxidados que son dañinos para el tejido pulmonar y aumentan la toxicidad de la sustancia que se absorbe, “cualquiera que esta sea”. La planta puede ser muy natural si se quiere, pero fumar no lo es. El acto de fumar consiste en absorber material de residuo de una combustión química en forma de humo. Es literalmente absorber desechos. Los pulmones no están hechos para realizar esta función sino para lo contrario, para purificar de desechos el aire que entra al cuerpo y extraer su oxígeno para enviarlo al torrente sanguíneo. Algunos productos de origen natural libres de nicotina como algunos tabacos para las conocidas pipas árabes o narguilas pueden ser menos dañinos para los pulmones, pero aun así lo son. Ahora una sustancia que es naturalmente tóxica, lo es sin duda alguna más y a un nivel bastante alto ya que a la toxicidad de la sustancia se le suma que se absorbe un desecho oxidado combustionado del mismo tóxico.

También se come.

De todas maneras algunos hongos y la marihuana por ejemplo pueden ser consumidos como alimentos. Entre los estudiantes son muy populares los brawnies de marihuana, batidos de marihuana, galletas de marihuana, etc. Pero el nivel de intoxicación y el efecto de la marihuana digerida no es el mismo que el de la marihuana fumada. El efecto en el sistema nervioso no es tan potente como cuando se fuma. Además de que muchas veces el proceso de digestión depende de la velocidad del metabolismo de la persona y la sensación de drogadicción puede ir y venir cambiando en tiempo y en intensidad. Se han visto casos de estudiantes que consumen marihuana en alimentos y los efectos reaparecen dentro de un lapso de 24 horas o más debido a los ritmos de digestión y metabolismo. Conocí en terapia el caso de una muchacha que comió brawnies de marihuana y al otro día mientras se encontraba exponiendo ante su clase la droga se le “disparó” como se suelde decir. Su condición era tan obvia que las personas a su alrededor lo notaron fácilmente. Entró en pánico y el asunto terminó en burlas y memes por internet.

La curiosidad en la juventud es natural y no está bien aplicar una sanción social a un joven que tiene una curiosidad normal en su contexto social por desconocimiento y falta de información. Sin embargo sí es importante educar a los jóvenes y explicarles con detalle todas las causas  y consecuencias de los asuntos que les atraen, de manera que comentan sus errores en función de su crecimiento personal y no conviertan una experiencia dañina en un hábito y terminen defendiéndolo en forma de ideología.


Plantas psicoactivas en prácticas espirituales de culturas milenarias.

Muchos defensores de la droga le atribuyen poderes espirituales basándose en las prácticas ancestrales de sociedades antiguas las cuales usaban este tipo de conocimiento herbolario para acceder a estados alterados de conciencia. Estas prácticas aún se conservan en algunas comunidades indígenas de América. Estas técnicas de acceso al mundo espiritual son usadas por sistemas religiosos denominados religiones chamánicas. Son comunidades que poseen una estrecha relación con la naturaleza y sus manifestaciones y usan las plantas psicodélicas para que sus guías espirituales accedan al mundo de los dioses y espíritus  y den respuesta a las inquietudes cotidianas de su pueblo.

Los consumidores de drogas se basan en el conocimiento de estas prácticas culturales para validar su uso como espiritual. Pero hay un vacío en esa intención. Los chamanes, personas de gran importancia en sociedades tribales y que cargan una enorme responsabilidad espiritual, no usan estas plantas con fines recreativos. No las usan habitualmente como mecanismo de acceso a la espiritualidad. Incluso llega un momento en el que los más mayores y venerables ni siquiera las necesitan para acceder a su mundo espiritual. Adicional a esto, cuando un chamán le da estas sustancias a un miembro de su tribu, que por lo general es en una bebida, la persona que llega a buscar la sabiduría del chamán no viene a recrearse, a ver a los dioses por curiosidad de saber qué le dicen. Viene porque tiene un problema, un impedimento demasiado grande y para el cual no tiene una respuesta clara. Vienen a buscar sabiduría y vienen con respeto y veneración a sus dioses y a sus ancestros sin buscar en sí el efecto  alucinógeno  de la planta.

Los consumidores de drogas dicen llegar con esa misma disposición a los asentamientos indígenas para consumir marihuana, hongos y otras plantas alucinógenas. Pero esto no es cierto ya que su uso es fundamentalmente recreativo y lo que llaman estado espiritual es en realidad una necesidad de evasión psicológica. No buscan respuestas a problemas específicos. Lo que buscan es evadir un vacío interior con sensaciones instantáneas de bienestar. Difícilmente buscan el concejo de otra persona.

Los rituales chamánicos no siempre involucran plantas psicoactivas, y no todas las plantas que usan los chamanes son psicoactivas. Para ellos, estas plantas son una vía para conectar con sus dioses, pero no son la única. Ahora, suponga que el consumidor de sustancias le dice que sí busca estas plantas en un caserío indígena por razones espirituales. Pregúntele, si el brebaje que le ofrece el indígena no es de una planta psicoactiva y no tendrá alteración de consciencia alguna ¿Valdría la pena el viaje y el ritual? Respóndase cada quien según su honestidad.

Ahora, el medio también ayuda. Los defensores de las drogas con usos espirituales suelen buscar éstos asentamientos indígenas para tener experiencias cósmico-espirituales. Pero no todo lo que sea espiritual, es espiritual. No todo el que sea indígena, viva en un asentamiento y conozca su cultura ancestral es representante de ella así como no todo el que tenga un título monacal, la cabeza rapada y una túnica es un maestro budista como bien lo explica el Buda y ya hemos visto en varias ocasiones. Hay muchos miembros de la comunidad indígena amazónica que literalmente venden su cultura por dinero de turistas. Este boom comercial inició en los ochentas. Algunos indígenas cobran unas exageradas sumas de dinero a turistas generalmente de países industrializados. La ceremonia del Yagé es el ejemplo más popular. Pero es obvio que ningún turista va al Amazonas a darle un fajo de billetes a un indígena para tomar Yagé por razones espirituales. Es simple curiosidad en la mayoría de los casos. En otros pocos es una necesidad de sentir algo mucho más fuerte cuando ya se ha generado tolerancia química a la droga de consumo habitual.

Esto es, precisamente, lo que se busca hacer con el budismo. Convertirlo en una especie de religión naturalista chamánica en la cual la droga es un catalizador de experiencias espirituales. Un dispositivo de aceleración hacia el Nirvana. Un atajo a la conciencia universal a la que llegó el Buda. Esto es muy triste ya que el primer impedimento para usar las drogas en el budismo lo puso el mismo Buda.

Punto de vista psicológico.

Desde el punto de vista psicológico no son ningún misterio las razones por las cuales una persona decide engancharse con la marihuana o con cualquier droga psicoactiva como lo es también el licor. Los consumidores de sustancias  psicoactivas poseen un factor común. Tienen una condición psicológica previa que activa el consumo. Abandonos, fracasos, pérdidas, trastornos afectivos, carencias paternas/maternas y otros más. Sufren de un enorme vacío afectivo y emocional debido a acontecimientos importantes en su historia personal. El problema es que precisamente ésa es la sensación que imitan las drogas. Una sensación de afecto y emocionalidad de las cuales la persona carece y que necesita en proporciones desmedidas por causa de la misma carencia. Una sensación artificial de amor. Las drogas pueden hacer que el drogadicto ame a las personas en un mundo donde tiene todas las razones para odiarlas. Es en términos prácticos, amor instantáneo. Por eso se le busca relacionar constantemente con el mundo espiritual porque el fundamento de la espiritualidad es el amor universal, la compasión. Desde una interpretación rudimentaria e infantil, amor espiritual es lo que siente la persona cuando se droga. Esto en realidad como bien lo explica el Buda y lo resaltan los maestros budistas, una triste ilusión. No es amor, es simplemente drogadicción, evasión de la realidad. Autoestimulación emocional.

Cuando el efecto se pasa hay que generarlo otra vez. Se queda con la idea. Se habla de ella y se comparte alegremente, pero como algo que está distante y solo hay una manera de acceder a ella como si fuera una técnica sobrenatural. Drogándose. Pero es simplemente intoxicarse.

El cuadro clínico del drogadicto es el perfil clásico del dependiente emocional. Esforzado por proyectar siempre una imagen de felicidad y autosatisfacción. Pero interiormente vacío, constantemente huyendo de la aversión, de una infinidad de sentimientos de insatisfacción. El consumidor de drogas es totalmente sensorial. Lo que le importa es lo que siente, no razona. No toma en cuenta las causas y consecuencias racionales explicadas desde la sabiduría sino que resume todo a sentirse bien o sentirse mal. Es una mentalidad profundamente infantil, regresiva, que se niega a madura, a llegar a la adultez.

Punto de vista médico.

Desde el punto de vista clínico-psiquiátrico tampoco es cierto que la marihuana no tenga efectos nocivos. He visto en hospitales psiquiátricos a pacientes que han llegado al final del camino en el consumo de marihuana acompañado por otras modalidades más dañinas compuestas de residuos usados de otras drogas como cocaína mezclada con otros elementos químicos he industriales. Se le denomina como bazuco, patra, y otros nombres más que varían según el país. Se asemeja al Crack de los norteamericanos pero se diferencia en que éste no es solo pasta de coca sino que también es residuo de marihuana mezclada con una infinidad de sustancias para rendirlo y para perpetuar su muy breve efecto. Se usa como droga sustituta o último recurso cuando la persona ya casi no tiene acceso a la marihuana con la frecuencia de dosis y las cantidades que su síndrome de abstinencia necesita. Es la droga de los mal llamados indigentes “desechables” por excelencia, término callejero que se atribuye a una persona de la cual ya se tiene prácticamente la certeza de que va a morir por consumo de sustancias.

Estos pacientes muestran una sintomatología muy semejante a la de algunas demencias. Van perdiendo poco a poco funciones mentales y físicas básicas al tiempo que su capacidad perceptual también se va perdiendo. Al final del camino, cuando la persona ha completado décadas de consumo excesivo y el cerebro ya ha perdido una cantidad de redes neuronales imposibles de redirigir y reconectar, la persona queda literalmente como un zombie. No puede cuidarse a sí mismo. No se puede alimentar por sí mismo, ni asearse, ni vestirse, ni ir al baño solo. Necesita asistencia para todo. A duras penas se puede desplazar y por lo general quedan atrapados en una sola idea reiterativa que repiten una y otra vez durante todo el día. Generalmente estas ideas son insinuaciones del inconsciente pidiendo la droga. Quedan en un síndrome de abstinencia perpetuo.

Algunos miembros del equipo de apoyo psiquiátrico han llegado a denominar las drogas degenerativas como un “Alzheimer auto causado”. Una situación con un final verdaderamente horrible. Sin embargo los medios no reportan el proceso completo de las drogas en el organismo sino simplemente el impacto social en la comunidad. Todo lo referente a la delincuencia y la descomposición social. Por eso es poco conocida esta fase final del consumo de psicoactivos.

Punto de vista ético.

Además de las razones espirituales, físicas, psicológicas y médicas para rechazar las drogas, hay otras más. Las éticas. Es realmente ridículo y contradictorio que personas que se creen pacifistas y espirituales compren y consuman drogas. Las drogas son la principal fuente de ingresos y financiamiento de los grupos delincuenciales más violentos de Suramérica. Todas las grandes estructuras delictivas tienen su propia empresa capitalista productora y distribuidora de droga basada más que todo en cocaína y marihuana, además de todas las variedades de drogas sintéticas. Comprar marihuana es literalmente financiar la muerte, la guerra, la trata de blancas, la injusticia y la ignorancia. Es apoyar y fortalecer a los asesinos más sanguinarios de nuestra región. A los nuevos Pablo Escobar del mundo. La última moda de las redes de consumo urbano es atacar los colegios de educación básica para enviciar a los niños y tener consumidores seguros a futuro. Esto ha generado un segundo problema. El horriblemente llamado turismo sexual en algunas ciudades turísticas del caribe. Se usa la droga para hacer a las niñas adictas y luego prostituirlas a cambio de la sustancia. Literalmente las sacan del colegio para terminar prostituidas en algún hermoso malecón del caribe.

La excusa de las drogas como instrumento pacifista y espiritual es a todas luces una soberana estupidez y una desvergonzada hipocresía. Dejando de lado todas las demás razones anteriormente expuestas, la sola ética de una persona con sentido común bastaría para rechazar cualquier tipo de consumo de drogas definitivamente y sin mayor detenimiento. Y más aún desde el punto de vista de las enseñanzas budistas, este solo factor es más que suficiente para no solo no consumir estas drogas, sino para rechazar, combatir y denunciar su presencia siguiendo el precepto del Consumo consciente, el fundamento budista de la compasión, la ética budista y el más elemental sentido de justicia.

A final de cuentas, la persona que se droga busca su propia satisfacción por encima de su sociedad, su moral, su ética y su propia salud. Es simplemente un acto infantil de egoísmo por el más mundano placer y el más falso sentido de seguridad y bienestar.

Conclusión y recomendación.

Sin embargo hay una salvedad. Algunas constituciones nacionales tienen entre sus derechos civiles el libre uso de una dosis personal de droga. Hay que recordar que al fin y al cabo el consumo de drogas es una decisión personal. Una elección individual de una persona adulta y madura con la libre capacidad y el derecho de decidir qué le mete o no a su cuerpo. Las razones sociales, personales o incluso éticas del consumidor son al final de cuentas asuntos suyos y él o ella mismo (a) sabrá cómo lidiar con las mismas. Tomando éste hecho en cuenta solo hay un concejo que puedo ofrecerle a un consumidor de drogas.

Sea honesto consigo mismo. Si decidió que va a ser un consumidor de drogas pues simplemente séalo. No necesita una excusa espiritual ni buscar desesperadamente cómo usar una religión a modo de certificado de aprobación moral para intentar conseguir la aceptación social de su droga y no verse tan vergonzoso cuando está drogado. Si se supone que las drogas son una decisión personal y libre ¿Cuál es el desespero de justificarlas con argumentos espirituales? Sea franco, al menos con usted. Usted no le debe ninguna explicación a nadie de lo que hace. Ya está grande para dar explicaciones de sus elecciones personales. Simplemente tome su decisión y hágase responsable por ella. Sin inseguridades ni vergüenzas. Conozco drogadictos que son honestos y consumen su droga sin más justificación que su propio vicio ¿Y qué? No roban, no matan, no hacen daño. Simplemente conviven con su vicio sin rendirle cuentas a nadie. Eso es más honesto y más respetable que intentar defender las drogas en una religión en la que su mismo fundador mandó a recoger tales cosas dese su inicio.

Buscar excusas socialmente aceptables como la religión y la espiritualidad para justificar el consumo de drogas es simplemente falta de carácter, de madurez y de honestidad con uno mismo. No con la sociedad ni con la espiritualidad. Por más que se intente usar el budismo o cualquier otra religión para justificar el consumo de drogas, esta estrategia simplemente no funciona. En el mundo real nadie va a ver a un drogadicto como a alguien espiritual solo porque se droga frente a una estatua de Buda. Lo que en realidad se verá será simplemente a un drogadicto intentando justificas su vicio. No se engaña a nadie con estatuas de Buda. Ni siquiera a uno mismo.