viernes, 19 de octubre de 2018

La importancia de la ceremonia.



En este artículo comentaremos el tema de la ceremonia en la práctica laica y analizaremos los argumentos a favor y en contra de la realización de los rituales y ceremonias budistas.

En los foros se comenta normalmente que el uso de la ceremonia es un ornamento superficial que no solo no aporta verdadero provecho a la práctica laica sino que puede llevar al practicante a formas vacías y artificiales que acrecientan el ego. Cuando alguien pregunta sobre cómo se hace un ritual o pide información sobre algún tipo de ceremonia dentro alguna tradición, nunca falta la persona que se afana por explicar que estas formas superficiales son inútiles. Incluso algunos sienten cierta incomodidad cuando alguien pregunta sobre ceremonias, como si fuera un tema antibudista. Algún tipo de herejía.

En la fase inicial de mi práctica personal yo mismo llegué a compartir esa misma opinión sobre el ritual aunque sin pensar menos de los que practican rituales. De hecho siempre me pareció una falta de respeto decirle a alguien qué debe o qué no debe hacer en su práctica personal. Eso sí me parece una verdadera postura arrogante y antibudista. La cuestión es que el tema de la ceremonias divide a los practicantes y esta división confunde a los nuevos estudiantes ya que estos no saben a quién creerle. Las posturas suelen ser muy absolutistas. O las ceremonias no sirven para nada y deben descartarse como si fueran una blasfemia o deben realizarse sagrada e ininterrumpidamente. Ambas posturas son un error al mostrar la práctica del Dhamma a un nuevo practicante. Abordemos el tema por partes.

En primer lugar, hemos de aclarar que el debate sobre las ceremonias en la práctica laica es un tema de foros occidentales. En oriente, nuestra fuente de enseñanza, no se tiene esta discusión. Lo gracioso es que los orientales que son quienes nos transmiten el Dhamma y de quien aprendemos la práctica sí usan rituales, y bastante. En todos los aspectos de la práctica, tanto en el aspecto monacal o institucional como en el laico e individual, un budista oriental cualquiera sea la escuela o tradición que siga, practica rituales. De uso diario, para eventos importantes como nacimientos, uniones, funerales, etc. Hay que aclarar que una diferencia que tenemos con la cultura oriental es que para ellos el budismo no es solo religión sino también una tradición. Para nosotros es solo religión. La tradición, que todavía no tenemos, la crearíamos nosotros como primera o segunda generación de budistas occidentales cuando empecemos a transmitir el Dhamma a la siguiente generación. Esto es importante tenerlo en cuenta.

Por tanto es un poco tonto que un occidental desdeñe las ceremonias y los rituales mientras que toda la fuente de la cual se alimenta para realizar su práctica, por más occidental que considere sus fuentes como por ejemplo el AOBO, viene de países budistas que son en su totalidad orientales y para los cuales los rituales y las ceremonias son de una importancia vital y central en todos los aspectos de la práctica, transmisión y establecimiento del Dhamma. Nunca falta quien proclama desde su propia montaña sagrada que los mismo orientales están equivocados y que si el Buda estuviera aquí los abofetearía a todos por fetichistas y que la verdadera práctica del Buda no solo no usa rituales sino que los condena. Dejaremos a estos poderosos maestros jedi seguir su camino hacia el lado oscuro de la fuerza y nos enfocaremos en los verdaderos interesados en el tema.  

Si escuchamos a los grandes maestros veremos que ambas posturas extremas frente al ritual están equivocadas. Uno de los grandes maestros, SS el Dalai Lama (uno de los mejores maestros para el aprendizaje occidental no por ser Lama sino por ser de los que más contacto y cercanía ha tenido con occidente), dice que el ritual no es malo en sí pero también aclara que puede llegar a ser un instrumento vacío y superficial si se toma como fin y no como un medio. Por una parte ambas posturas tienen razón. Las prácticas rituales son muy útiles y no son accesorios vacíos en todos los casos, pero si la práctica depende y se basa solamente en ellos sí pueden llegar a ser un teatro absurdo carente de sentido. La respuesta la sigue dando el Buda. La práctica del camino medio. Pero entonces llegamos a la encrucijada.

Como pequeña aclaración, hablaremos desde el punto de vista netamente práctico y enfocado a practicantes primerizos. No desde el punto de vista del practicante que tiene ya una base sólida de experiencia y una asimilación más madura del Dhamma desde el punto de vista mental y de edad, ya que en este punto el ritual adquiere un significado muy distinto.

 Los orientales no tienen problema con eso porque el tiempo se encargó de equilibrar todo facilitándoles la práctica. Cuando el Dhamma tiene tanto tiempo en tu tierra que pasó de ser una religión a convertirse en el núcleo de tu cultura, tu tradición, tu idiosincrasia y tu código social pues ya el trabajo está hecho. Igual que un nuevo católico que llega a Suramérica o a España. Lo único que tiene que hacer es llegar a un templo, empezar a practicar con su gente hasta tomar el ritmo de práctica de la comunidad y listo. Ya no hay confusiones.

Como ya hemos comentado, nosotros carecemos de tradición (no en el sentido religioso sino cultural), lo cual nos obliga a crearla. Es necesario crear tradición. O reproducirla y o traerla, como se quiera. Esto es necesario porque el objetivo no es realizar una práctica individual y ya, el objetivo es multiplicar y dispersar el Dhamma. Esto es un objetivo fundamental de la práctica de todo budista. Por eso escribimos, hacemos vídeos, foros, nos reunimos, hablamos del Dhamma, etc. Si no fuera así solo nos limitaríamos a nuestra práctica de manera secreta y aislada. La necesidad de la creación de la tradición se comprende realmente cuando el practicante hace su propia familia. Sin importar que su hijo termine o no siendo un practicante del Dhamma ya que eso siempre debe ser una elección personal, un hogar budista es la piedra base de la tradición y la cultura budistas.

Es fácil para la gente que se ha quedado sola en la vida despreciar la palabra tradición y todo lo que se le asocie como el ritual y la ceremonia.

El ritual es necesario por dos razones. Primero porque ayuda a crear una estructura sólida de práctica cuando todavía no tienes nada. Es decir, cuando empiezas de cero. Cuando no tienes información suficiente porque apenas empiezas a conocer el Dhamma y nunca antes has practicado nada. En esas condiciones el ritual puede ayudar al novato a irse poniendo a tono mental y físicamente con la práctica budista.

Hay que aclara (aunque no debería) que en el budismo el ritual no funciona desde el exterior hacia el interior como en el cristianismo que invoca una fuerza exterior (Dios) para que tenga efecto en mi interior. Sino al contrario. Ejercitar una fuerza interior (La budeidad natural de todo ser humano) para que surja y tenga efecto en la mente, el cuerpo y el exterior. Por lo tanto el ritual tiene un aspecto sagrado no por el ritual en sí, ni siquiera por lo que significa, sino por el efecto interior que ayuda a formar y a fortalecer la mente. No es un acto sagrado de creación porque el ritual no crea nada. Esto es importante, el ritual enfoca y fortalece la práctica. No la inicia ni la sustenta ni la crea. Es un ejercicio para enfocar algo que ya debe estar ahí. Es por esta razón que el ritual no debe ser una camisa de fuerza, porque no se debe poner toda la carga de la práctica en el ritual. La carga está siempre en el practicante. El campeón de artes marciales usa un arte marcial determinado, pero el arte marcial no determina si gana o no la pelea. Eso lo determina su propio esfuerzo y dedicación. Por eso no es realmente importante qué arte marcial practique sino cómo lo practica. Eso es el ritual.

 Este es el objetivo del ritual, sobre todo para el principiante. Es el primer instrumento de práctica para empezar a crear una rutina, unos hábitos y unas costumbres que mantendrán activa su práctica del Dhamma por el resto de su vida. Esta razón individual es la primera razón por la cual es importante el ritual.

La segunda razón es social. Las ceremonias y los rituales son necesarios para la creación, cohesión y funcionamiento de una sociedad budista. Se trate o no de una Sangha. La práctica grupal, por más sencilla que sea, lleva en sí un halo de ritualidad. Y esto es beneficioso. Una razón aún más importante es como ya mencionamos, la tradición. ¿Qué es la tradición? Hablemos en términos prácticos y rápidos dejando de lado por un momento circunstancias que pueden variar. Supongamos que yo formo un hogar budista. Es mi misión como padre enseñarle el Dhamma a mi hijo desde pequeño. El ritual es el medio mediante el cual yo le enseño a mi hijo desde la más tierna edad cómo practicar el Dhamma. Le muestro las imágenes del Buda, le enseño las postraciones, le muestro al monje, la presentación de las ofrendas, etc. El niño desde pequeño ya estará entrenándose en la práctica budista. Y todo ello en principio es puro ritual.

El inicio de la enseñanza budista no pueden ser la memorización y comprensión de las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Camino Óctuple de entrada y de manera racional por más que así lo quieran hacer ver los academicistas recalcitrantes. Ni siquiera en el caso de niños sino también en el de la gente común y corriente. Esto no es un asunto de intelectualidad. Eso reduciría el budismo a un ridículo grupo de teologistas doctrinarios para los cuales ser budista exigiría leerse mínimo media biblioteca con su respectiva explicación hermenéutica. Eso es ridículo. No todo el mundo puede ser un intelectual del Dhamma, pero todo el mundo SÍ puede ser un practicante del Dhamma. Por más ignorante, inculto y analfabeta que sea alguien, TODOS pueden practicar el Dhamma. Por eso la primera entrada a la práctica para mucha gente académica y no académica es el ritual. La primera entrada. Ya si el practicante se queda estancado en el ritual sin comprender su significado pues ya es otra cuestión, pero en principio el ritual es el vínculo primario entre el Dhamma y cualquier persona.

Retirar el ritual de la práctica del Dhamma considerándolo un artificio estéril y dañino es querer convertir el budismo en un puritanismo intelectual absolutista. Un intento de club intelectual excluyente en el que solo cabe la gente con acceso a educación privilegiada. Es como volverse una especie de nazi budista, haciendo del budismo un “ismo” en el sentido más literal y pesado de la palabra. Y aunque estos maestros jedi no son muchos, siempre aparecen en todos los foros budistas listos para disparar su opinión no pedida cada vez que un neófito hace alguna pregunta que para ellos  es irrespetuosa. La mejor respuesta a ellos es simplemente ninguna. Como ya dijimos, déjalos ir lentamente hacia el lado oscuro.

Otra cosa que hay que tener en cuenta en cuanto a las formas rituales religiosas es que en realidad éstas son el vehículo por el cual el Dhamma marcha por todo el mundo. Es la forma religiosa, y no la puramente racional, la que conquista países y establece el Dhamma definitivamente en un lugar creando una cultura budista. Sin esas formas externas; arte, iconografía, escritura y ritual; el budismo jamás hubiese salido de India. El arquetipo del monje budista tiene como presentación las formas exteriores y por medio de esta figura se promociona el Dhamma alrededor del mundo. A través de su aura religiosa.

Ahora, volviendo a lo que Tenzin Gyatso dice al respecto, hay un problema en occidente en cuanto al ritual. El occidental tiende a ser demasiado entusiasta (al principio), demasiado sumiso y bastante afectivo con las formas. Irónicamente el occidental apasionado por el budismo tiende a hacer precisamente lo mismo que el Dhamma advierte que no se debe hacer. Aferrarse a las formas creyéndolas reales. A eso se refieren los maestros en cuanto al buen uso de los rituales. Los occidentales, sobre todo los practicantes occidentales de budismo tibetano son exageradamente ritualistas. Precisamente por esa razón es que el budismo tibetano ha calado tan bien en América del Norte y de ahí a todo occidente. Porque por su exceso ceremonial se presta mucho para convertirse en un producto de consumo y de esquematización ritualista. Los budistas tibetanos occidentales son incluso más ritualistas que los mismos tibetanos nativos. Esto es un problema no solo porque desvía la práctica de las enseñanzas de su verdadero objetivo sino porque programa al practicante para que se someta a un líder espiritual falso. Prácticamente le hace todo el trabajo al embaucador. El Dalai Lama ha tenido que lidiar varias veces con este tipo de problemas y ha recomendado en no pocas oportunidades a los practicantes occidentales que comprendan el verdadero uso del ritual y se enfoquen más que todo en la práctica del Dhamma. Práctica del Dhamma y ritual no son lo mismo. Ese suele ser el principal error del practicante occidental.

Estas son las palabras que el Dalai Lama a dicho al respecto en una de varias oportunidades: “Soy un budista crítico del presente estado de la práctica budista, la que a menudo está demasiado envuelta en el ceremonial y el ritual. La práctica adecuada es usar nuestra inteligencia humana para transformar nuestras emociones. Soy un ser humano, también experimento emociones destructivas, pero la única diferencia es que uso mi inteligencia para discernir cuál de mis emociones es útil y cuál es perjudicial. Entonces trato de restringir la perjudicial y aumentar la que son útiles y eso me aporta paz”.

Cuando el maestro Gyatso dice que es crítico del ceremonial y que cuando experimenta emociones destructivas usa su inteligencia, está queriendo demostrar que el ritual nunca va a estar por encima de la capacidad propia de la mente. Es la mente, la propia inteligencia en el Dhamma, la que domina las emociones destructivas. No el ritual. Por eso el ritual nunca debe estar en primer lugar ni tomarse como práctica real. Piense que el ritual es simplemente un medio, como una bicicleta para llegar a otro lugar. La bicicleta no importa, lo que importa es la fuerza de las piernas que impulsan los pedales. Es decir su propio esfuerzo para llegar a la meta. Hay gente que se queda admirando la bicicleta y adornándola con flores, aceites y pañuelitos bonitos, pero no es capaz de usarla. No va a ningún lado.

Ese es el lado negativo del ritual, nuestro exceso de apego a la vista y los demás sentidos, nuestra programación infantil de dependencia a algo más grande y a una figura paterna externa a nosotros que nos salve de nuestra propia miseria y abandono. En otras palabras, muchos budistas occidentales siguen siendo cristianos creyéndose budistas. La única diferencia es que cambian unos íconos por otros, pero siguen esperando a un dios todo poderoso que los salve por estar sentados ofreciéndole incienso. Están atrapados en esa “fe” cristiana envuelta en budismo americanizado. Ese es el extremo del ritualismo del que advierten los maestros. Cuando en un templo o en una Sangha te empiezan a hablar de objetos sagrados, que hay que contemplar el gohonzon, el pañuelito del lama, la campanita sagrada, la estatua de las bendiciones, etc; es buen momento para reevaluar las cosas y pensar en cambiar de grupo o en regresar a la iglesia a que el cura te rocié con agua bendita. Al menos allá el fetiche si tiene sentido.

Ahora, por un lado ser un racionalista radical es absurdo, y ser un ritualista supersticioso es ridículo. ¿Cómo lidiamos entonces con este asunto de los rituales? Con calma. Lo primero que hay que tener en cuenta es que los rituales son como ejercicios. Como herramientas de ayuda para enfocar una mente indisciplinada. Entre más experimentado esté uno en el Dhamma, más sencillos serán los rituales. Por tanto no hay que volverse como un soldado acuartelado que sigue una serie de pasos ciegamente por una orden superior.

Aunque las tradiciones son también una guía para esto, no hay que seguirlas al pie de la letra. Tome en cuenta que el ritual tiene que acoplarse perfectamente con las condiciones y el diario vivir del practicante. Es muy difícil que un latinoamericano tenga los mismos espacios físicos y de tiempo, y los medios materiales para llevar una rutina de práctica como la tiene un oriental. Uno tiene que tener en cuento su horario de trabajo, el tiempo que puede dedicar a ello, los medios de que dispone y basado en esos elementos que simplemente no se pueden cambiar, ir creando una práctica diaria. Una rutina budista. Determinar una hora del día fija sea en la mañana o en la noche, a medio día o cuando fuere, para meditar y usar el altar. Tratar de adoptar costumbres sencillas, el ofrecimiento del incienso, de las ofrendas, algunas postraciones, oraciones, recitar mantras con el Mala. Hay una infinidad de ejercicios para enfocar la mente en el Dhamma. Uno puede ir tomando varios elementos sencillos de la cultura budista e irlos integrando gradualmente al diario vivir. Así, poco a poco, se va creando un hábito diario de práctica budista. Los elementos físicos no importan. Como en el ejemplo del incendio, si la casa se quema lo que hay que salvar son los documentos de ley y el perro. El altar no importa, se puede reemplazar sin que signifique gran cosa.

Para compartir el Dhamma, un pequeño ritual, una oración, una meditación corta es una excelente manera de establecer un vínculo personal con otra persona. Practicar un sencillo ritual antes y después de hablar sobre el Dhamma hace un excelente ambiente de hermandad. Se puede ser creativo. Los japoneses crearon la ceremonia del té como una forma de ritual budista. Una manera muy solemne y amable de entrar en buena confianza con otra persona. Los rituales son un espacio físico y mental aparte en el que el practicante entra por entero en un estado de devoción, de agradecimiento y de fortalecimiento del ser en las enseñanzas del Buda. La propia meditación en si es un ritual budista ya que sigue una serie clara de pasos y su esencia es totalmente de práctica de las enseñanzas. Cualquier ritual budista que se practique debe ser realizado con el mismo estado mental que se adopta al realizar la meditación. Lo único que hay que tener claro siempre es que nada es más importante que el manejo de la mente.

El tema del ritual y las ceremonias seguirá siendo un tema divisorio. Como siempre ante cualquier duda creada por el medio virtual recomiendo ir directamente a las enseñanzas del propio Buda por encima que las de cualquier otro maestro y recordar que no estamos en oriente y no somos orientales. Hay que crear el budismo a la latinoamericana conservando y protegiendo siempre las enseñanzas de Buda que son las mismas en cualquier lugar.

lunes, 1 de octubre de 2018

Cómo NO hacer una comunidad budista.

Cuando uno practica budismo en un país no budista es inevitable pensar en encontrar a otros budistas con los cuales compartir, e incluso dar a conocer el Dhamma y crear comunidad. Siempre es mejor y más recomendable realizar la práctica en compañía de otros. También teniendo en cuenta que la Sangha o comunidad budista es una de las tres joyas de refugio en la práctica del budismo. Aunque la Sangha en un principio se refiere a una comunidad monástica, en un país no budista la idea de la Sangha apunta más a una comunidad de practicantes laicos. No debe llevar necesariamente ese nombre.

El punto es que para un citadino nacido en una cultura cristiana, en una sociedad tan vacía, tan tendiente a un tipo de soledad artificial y en cierto modo excluyente para con un practicante de una religión diferente, el buscar a otros practicantes o crear una comunidad es casi un impulso instintivo. Un plan que surge casi como consecuencia directa de haber iniciado la práctica del Dhamma de modo definitivo.

En esta oportunidad hablaré de mis intentos de encontrar a otros budistas con los cuales compartir el Dhamma y de crear un grupo de práctica budista. Intentos que fueron totalmente fallidos.

Lo primero que encontré en mi ciudad fue un grupo de budismo tibetano. Hace años, cuando recién empezaba interesarme por el budismo, supe de un grupo de budismo tibetano que empezaba a formarse aquí. Yo fui para empezar a enterarme de qué se trataba el budismo. Fue mi primer acercamiento a las enseñanzas de Buda. Sin embargo las cosas no salieron bien. En esos tiempos la persona que convocaba a reuniones abiertas de introducción al budismo pertenecía al camino del diamante del Lama Olé. Todo el material que se manejaba era de éste lama occidental. En el grupo me prestaron un libro que se llamaba Cuando el pájaro de hierro vuele, del comentado Lama Olé.

Leí el libro y vi el documental más otros documentos anexos sobre el camino del diamante. El camino del diamante no me llamó mucho la atención pero ese no fue el problema. El problema fue que un día mientras hacía mis cosas en la universidad, me descuidé y alguien me robó el libro del lama Olé. Avergonzado me contacté a través de Facebook con la chica que dirigía las charlas. Le conté que había perdido el libro y le pregunté dónde conseguirlo y cuánto costaba ya que tenía la intención re reponerlo. Pero al darme el precio del libro, la chica se equivocó y puso un cero de más en el precio. Yo no caí en cuenta de ello y por la solemnidad con la que hablaban del iluminadísimo lama Olé pensé que el libro costaba diez veces más de lo que en realidad costaba. Una cifra que para un simple estudiante era simplemente un precio absurdo. Así que envuelto en mi inexperiencia, vergüenza e ingenuidad, desaparecí del grupo sin más ante la imposibilidad de poder pagar semejante precio tan alto por un libro que me había parecido un total fraude. Obviamente suponiendo que la chica estaría pensando que me lo había robado con descaro y alevosía.

Como el camino del diamante no me pareció algo que valiera la pena, seguí investigando otras opciones por mi cuenta y me olvidé del asunto.

Varios años después de regreso a mi ciudad, cuando ya había resuelto el problema de las fuentes y la práctica budista, investigué si el budismo hacía presencia aquí y vi que ya se había formado un grupo de budismo tibetano. Aunque no practico budismo tibetano éste también es budismo y decidí contactarlos. Éste era de la tradición Gelugpa que dirige el Dalai Lama, algo muy distinto al camino del diamante del lama Olé.

Escribí al grupo de Facebook y la persona que manejaba las redes sociales del grupo era una chica muy amable y atenta. Planteé la posibilidad de realizar una reunión de budistas de la ciudad sin importar diferencias de tradiciones y la chica pareció muy receptiva y entusiasmada con la idea. Entonces tuve la genial idea de escribirle por el chat de Facebook.

La chica que en aquel entonces dirigía el grupo del Lama Olé, ahora manejaba las redes del grupo de budismo tibetano del Dalai Lama. Eso no fue lo malo. Lo malo fue que los chats de Facebook no se borran así lo dejes sin usar por años. Cuando le hablé por inbox la chica se dio cuenta de que estaba hablando con el mismo idiota que años antes se había robado el libro del Lama Olé y se había ido haciendo preguntas tontas sobre dónde comprarlo. Su tono amable y atento dio un giro en U más rápido que un bumerang. De repente lo de la reunión ya no era una buena idea sino algo imposible. Para acabar de quedar como un idiota le comenté (Ya que ambos obviamente estábamos leyendo la conversación de hace años) que me había confundido con el precio del libro porque ella me había dado mal el precio, que me lo habían robado y que de verdad tenía la intención de reponerlo.

La chica obviamente no me creyó. Pensó que eran excusas de un vulgar ladrón de libros y terminó la conversación de manera tajante y fría. Así que mis posibilidades de compartir con la comunidad de budismo tibetano de la ciudad se fueron al traste por una estupidez cometida diez años atrás. La estupidez también es una forma de karma.

Entonces decidí usar las redes para convocar personas interesadas en conocer y hablar del Dhamma. Así lo hice. La respuesta fue buena y varias personas se anotaron. Alquilé un salón en la universidad y alrededor de quince personas asistieron lo cual superó por mucho mis expectativas. No esperaba tanta gente la primera vez. El grupo parecía tener futuro pero no teníamos un lugar apropiado y la universidad no me prestaría un salón dos veces. Así que hice otras charlas en un parque pero al parecer la gente esperaba un salón con las comodidades de la primera vez. Pasar de un salón de una casa museo a un parque los desanimó un poco.

Por fin encontré un espacio en una biblioteca pública pero en un horario horrible. Los lunes en la noche. Sacrifiqué tiempo por espacio y ése espacio era bastante aceptable, pero de todos los que se habían reunido en las anteriores charlas, que cada vez eran menos, solo uno asistió. Del resto no volví a saber. En cambio a las charlas en la biblioteca asistían personas que iban a todos los cursos y actividades sociales de la biblioteca de manera sistemática. El grupo social de vecinos de la biblioteca. Y no tenían en realidad un interés sincero por el budismo. Preguntaban cosas sobre poderes mágicos, cielos e infiernos, las proezas sobrehumanas de los monjes, la reencarnación y cosas por el estilo. Las enseñanzas del Buda no eran algo de su interés. Me sorprendió la actitud del grupo ausente que había formado y noté algo que no había notado antes.

La gente común por lo general tiene una idea muy irreal de las cosas. Tienen unos esquemas mentales muy rígidos y difíciles de deshacer aun cuando alguien se los explique claramente. Además suelen tener unas expectativas basadas en clichés y alejadas de la realidad. Desde el principio me esforcé por hacer del proyecto un grupo de estudio de budismo. Nada más. Constantemente aclaré que yo no tenía el conocimiento suficiente para dirigir a alguien o para ser una guía para alguien ni nada cercanamente parecido. Solo era una persona que ya había iniciado un camino y podía enseñar las bases y compartir alguna experiencia.

Sin embargo es inevitable para las algunos no aplicar automáticamente sus esquemas o etiquetas mentales a personas y contextos que aunque uno les diga que no son reales, ellos lo toman fielmente acorde a preconceptos populares. Algunos intentaron tomarme como a un “líder espiritual” o algún tipo de maestro. A pesar de que no tenía el conocimiento, ni la experiencia, ni el estatus ya que no soy más que un simple laico (ni las ganas porque la idea de ser guía espiritual se me hace absurda y desagradable, ¡y así lo decía!) a veces uno que otro se me acercaba buscando algún concejo sobre su vida personal o esperando que le dijera algo que le cambiara la vida en un momento y para siempre o haciendo preguntas rebuscadas sobre cosmología o hermenéutica budista. Al no cumplir con sus expectativas y explicarles que ese no era el objetivo del grupo, perdían interés. Incluso hubo uno que en mitad de una charla se levantó del asiento y se fue indignado porque dije algo sobre deidades en el budismo que no entraba en su esquema.

Hacer el grupo me costaba trabajo. Preparaba las charlas, el material, las técnicas pedagógicas para explicar lo más claro posible. Intentaba contestar todas las dudas que surgieran en las charlas e investigaba las que no estaba seguro de haber respondido con suficiente sustento. Buscaba lugares cómodos por toda la ciudad, dedicaba tiempo y recursos en material de lectura, conexiones, transporte y otras cosas que francamente no estaba en condiciones  de gastar ya que mi situación económica no es la mejor para ser honesto. Incluso habiendo podido conseguir por fin un buen lugar que no me cobraba, que aunque tenía un horario poco atractivo contaba con tablero, aire acondicionado y hasta café y té, el esfuerzo parecía tener el efecto contrario. Entre más me esforzaba en presentar algo bueno, menos interés mostraban.

Una noche cuando salía de la biblioteca después de dos horas de intentar explicar algo de budismo entre constantes interrupciones de preguntas estúpidas, me di cuenta de que la gente que había convocado me estaba exigiendo ser algo que tienen metido en la cabeza y que yo no soy. Un maestro budista. Exigían que las cosas fueran como si estuvieran pagando algo o aportando algo. Un buen lugar, con buen horario, con un maestro que me diga lo que tengo que hacer. Y cuando les dejaba claro que ese no era el caso se retiraban como quien se va de un espectáculo mal pagado. No encontré iguales con los cuales compartir y estudiar. Conseguí seguidores, el esquema mental de la gente de este tiempo. Un esquema que rechazo y que es contrario a lo que la práctica del Dhamma me enseña.

En ese momento entendí la gran importancia que tiene un monje. Apenas puedo imaginar lo difícil que debe ser la vida de monje y tener que tratar con todo tipo de personas y sus ideas locas sobre el budismo y los budistas. En verdad los respeto mucho más. Al igual que los policías y cualquier otro servidor público de primera línea, los monjes tienen que lidiar con la estupidez de la gente, cosa para la que yo realmente estoy muy lejos de estar preparado. Muuuuy lejos, lo confieso. Como psicólogo tengo un esquema terapéutico que obliga al paciente a adoptar cierta disposición hacia lo clínico. El monje no tiene ese lujo. Incluso yo puedo decidir si trato o no a un paciente a mi criterio. Dudo mucho que el monje pueda hacer tal cosa.

Comprendí que el objetivo inicial de la idea, un grupo de personas interesadas en conocer y practicar el budismo, se había perdido hace rato. Me había convertido en un profesor que trabajaba gratis para una gente a la que le importaba un rábano algo que para mí es muy importante. Muy cortésmente agradecí a la gente de la biblioteca por la amabilidad que tuvieron conmigo y suspendí las charlas. Cerré el grupo de whatsapp que en realidad no sirvió para nada (muchos se indignaron y lo tomaron personal porque creyeron que los había expulsado del grupo), y comprendí que mi idea de compartir la práctica con otros budistas debía descartarse al menos hasta que lograra volverme a ir de la ciudad.

Éste, de hecho, iba a ser otro proyecto de un artículo para el blog. Hacer Sangha donde no hay Sangha. En lugar de eso puedo dar reporte de lo que no se debe hacer al intentar compartir el budismo.

Considero que mi gran error fue no haber hecho las cosas lo más sencillas posibles. Aunque postear un anuncio de charlas de budismo sin parecer un experto budista en una sociedad consumista llena de ideas de televisión es algo casi imposible. Simplemente no supe cómo hacerlo. Debo decir que sobreestimé a la gente de mi terruño. Los conozco y aun así pensé que el budismo podía ser un lenguaje claro y universal. Claro que lo es, pero para eso hay que tener un conocimiento y unas condiciones de las cuales yo carezco. Y ese fue mi otro gran error. Sobreestimarme a mí mismo.

Por alguna razón olvidé cuanto me fastidia la gente que no piensa por sí misma y que solo recibe, solo consume y solo espera algo preparado y listo para tragar sin masticar. Olvidé lo pésimo que soy para tratar con la gente a pesar de lo mucho que la práctica del budismo me ha ayudado. Antes podía pasar años sin saber quién vivía en el apartamento de al lado sin tener la menor consideración sobre ello. Ahora entiendo la importancia de ser parte de la comunidad de uno. Aun así debo confesar que no tengo mucho don de gentes a pesar de que soy bueno enseñando algunas cosas. No tengo carisma. Y en mi persona no existe un gramo de disposición paternal para gente de tendencias un poco... parásitas por decirlo de alguna manera. Así que cuando alguien se acerca con actitud de huérfano desamparado (que no es lo mismo que necesitar ayuda) mi reacción es repelente. Eso pasa cuando te pones en una situación para la cual no estás preparado y cuando empiezas un proyecto, pierdes el norte, y terminas haciendo otra cosa que ni venía al caso.


Y éstas fueron las desgracias de un budista. Solo unas de tantas ya que hay otras muchas cosas que pasan cuando uno es peregrino en tierra profana. No todo es miel sobre hojuelas pero de todo se saca un conocimiento útil.  

Si piensas en intentar conocer otros budistas en tu ciudad te recomiendo que busques grupos existentes. Primero que nada asegúrate de que sean budistas. Recuerda que la Soka Gakai y la nueva tradición Kadampa NO SON BUDISMO (Para más información sobre estos grupos y más busca el apartado de artículos sobre “Peligros dentro del budismo” en este blog). Ten en cuenta esta advertencia y asegúrate de investigar cualquier grupo al que quieras entrar. Si no encuentras ninguno y decides buscar otros budistas por tu cuenta es buena idea poner un anuncio en centros de yoga o medicina alternativa. La siguiente recomendación es muy importante. Se lo MÁS CLARO posible. Aclara lo que quieres hacer, quien eres y el tipo de persona que buscas. Si quieres enseñar aclara qué es lo que sabes y puedes enseñar. Si no quieres enseñar y sólo buscas compañeros de estudio asegúrate de que la idea este totalmente clara. Y lo más importante de todo no tomes como maestro al primer domador de bobos que te encuentres.

Recuerda que en realidad no necesitas ni maestro ni otros budistas para practicar el Dhamma. La práctica del Dhamma es en primer y último lugar un asunto personal, individual e íntimo. Sí es cierto que practicar con otros ayuda mucho, eso no es un fundamento, es una ayuda, muy importante pero solo eso. En el momento en el que tu práctica dependa de un maestro, de otros y no de ti, ya no tienes nada que hacer con el budismo. No existe más maestro que el propio Buda y no exista más guía que su Dhamma.

Y por último, si fracasas (y es muy posible que así sea) no te desanimes. Tal vez de manera casual encuentres a alguien con quien compartir este hermoso estilo de vida.