lunes, 20 de febrero de 2017

1er Precepto. Abstenerse de matar/ proteger la vida.

 Con éste apunte finalizamos de manera inversa los cinco preceptos budistas para los laicos que son:

Abstenerse de matar y proteger toda vida.

Abstenerse de tomar lo que no es de uno y ser desapegado y generoso con los demás.

Abstenerse de las conductas sexuales inapropiadas y realizar el acto sexual con respeto, compromiso y amor.

Abstenerse de mentir, ser honesto y hablar siempre con la verdad.

Abstenerse de intoxicar el cuerpo, y cuidarlo consumiendo solo lo que es bueno para el cuerpo y la mente.

Abstenerse de matar suena simple. Tomando en cuenta la diferencia entre mandamiento en el cristianismo y precepto en el budismo explicada en el apunte anterior del segundo precepto, puede parecer que no tenga mucho que decir. Sin embargo hay más que decir al respeto.

Matar es algo que debe evitarse a toda costa, de igual manera este precepto conlleva no solo a no matar sino a proteger la vida. No sólo en el caso de una persona que intenta matar a otra sino en los casos donde la vida está en peligro de manera fortuita. Accidentes, desastres, enfermedades. Si está en nuestras posibilidades y nuestro alcance, uno debe arriesgarse por salvar y proteger la vida de otros. No cómo un acto heroico desinteresado sino por el sólo hecho de saber que hay que hacerlo. Así como uno no ve como algo heroico quitarle a un bebé un juguete pequeño con el que se puede ahogar, uno no debe hacer gala de su valentía al intentar salvar a otros. A pesar de que éstas cosas suelen ser resaltadas como extraordinarias en nuestra sociedad, en el budismo deben ser tomadas como deberes éticos al tomar los preceptos. Lo que para el mundo es una excepción, para un practicante debe ser una regla, por lo cual no hay lugar a exaltaciones. 

Muchos budistas, sobre todo occidentales, intentan llevar este precepto más allá de lo comúnmente observado incluso en oriente. El vegetarianismo es uno de esos casos cuya consecuencia es el veganismo, práctica radical del vegetarianismo occidental. Pero esto es opcional y no es en ningún caso una regla de Buda. Sobre este tema se realizó un artículo de investigación que abarca todos los puntos de vista sobre el vegetarianismo titulado Budismo y vegetarianismo. En éste artículo se muestran los fundamentos doctrinales y las fuentes canónicas de lo que Buda dice y manda sobre el vegetarianismo, además de estudios y hechos científicos y temas de ética sobre esta dieta que conciernen a personas budistas y no budistas.

En tiempos de Buda, también surgió una religión llamada Jainismo. Ésta religión que aún existe actualmente hace tanto énfasis en el esfuerzo de no violencia que entre varias de sus prácticas incluidas el vegetarianismo, está la de cubrirse la boca con el objetivo de no absorber micro organismos que puedan matar accidentalmente al ser absorbidos y asimilados por el cuerpo. Antes de llegar a la iluminación, mientras estaba en su etapa de búsqueda de la verdad, Siddhartha conoció y practicó el jainismo. Algunas fuentes históricas sugieren que de hecho Siddhartha conoció a Majavira, el fundador del jainismo. Este hecho no se ha podido confirmar pero si es conocido el paso de Siddhartha por el jainismo. Después de estudiarlo y practicarlo, Siddhartha consideró que ese no era el camino apropiado para llegar a la iluminación. Lo descartó y continuó su camino.  Esta determinación es coherente desde la perspectiva de las cuatro nobles verdades y el camino medio.

Algunas tradiciones budistas como las tibetanas consideran que este precepto debe ser llevado de tal forma que en ningún caso debe ser violado. Por ejemplo, no están de acuerdo con la práctica de la eutanasia. Práctica clínica que consiste en procurarle un buen morir a un paciente que está padeciendo un gran y prolongado dolor o a un animal en esta misma situación aun sabiendo que la agonía puede ser larga y la muerte inevitable. Según esta perspectiva, este sufrimiento es consecuencia de su karma y no debe ser interrumpido. No todas las corrientes de pensamiento budista tienen esta misma concepción de Karma o del precepto de no matar.

Aunque parezca contradictorio, este precepto también está presente en la guerra. En algunas ocasiones la guerra es algo inevitable y los pueblos y las naciones se ven en la obligación de defenderse para sobrevivir o para proteger la continuidad del Dharma. En estos casos se comprende que las acciones de alguien que inevitablemente está inmerso en un conflicto deben enfocarse en lo que se protege, no en lo que se destruye. Hay que tener demasiado poder para detener una persona o personas decididas a matar sin tener que destruirlas. Esto es prácticamente imposible para una persona común, sin autoridad o poder político o militar. 

En algunas comunidades del sur de Asia en donde existe una confrontación entre budistas e islamistas extremistas, muchas personas budistas que ni siquiera son parte de ningún cuerpo  militar se entrenan para combatir a los radicales islámicos. Esto en muchos casos implica matar en defensa propia.

Durante la historia también se ha visto la presencia del budismo en la guerra. En el antiguo Japón, los samuráis eran guerreros de una alta ética e intachable moral. Muchos de ellos practicaban el budismo zen y dentro de sus principios estaba el de proteger. Usaban su arte con compasión y sabiduría. Y eran guerreros excepcionalmente letales.
La práctica de no violencia o de no matar absolutamente nada es más frecuentemente llevada a cabo en la vida monástica, pero no resulta tan fácil en la vida laica, y algunas veces imposible. Veamos un ejemplo.

Muchos de nuestros países Latinoamericanos del centro y sur del continente son de clima tropical selvático. Según las temporadas, algunas especies de insectos pueden experimentar una explosión demográfica que tiene un impacto directo en todo el ecosistema. Cada uno o dos años experimentamos un aumento en la cantidad de mosquitos. Algunos de estos son portadores de enfermedades graves que pueden generar importantes problemas de salud pública y la muerte de personas vulnerables como ancianos, bebés y mujeres embarazadas.

El Aedes Aegypti es una especie de mosquito portador del dengue. También se le asocia a la fiebre amarilla. El dengue no tiene cura. Incapacita a la persona por alrededor de una semana con síntomas fuertes como dolor de huesos, vómito, diarrea, cefalea, debilitamiento y otros. Un hombre adulto requiere alrededor de una semana en cama y otra semana recuperándose. El problema con esta enfermedad es que a diferencia de otras, no genera resistencia en el cuerpo de quien la padece. Eso implica que si a una persona que acaba de recuperarse de dengue la vuelve a picar un mosquito portador, las posibilidades de que muera son muy altas ya que el cuerpo no está preparado ni tiene la fortaleza para soportar el mismo ataque dos veces. En personas vulnerables esta enfermedad puede ser letal a la primera oportunidad. También hay otro tipo de dengue llamado dengue hemorrágico que hace que la persona sangre copiosamente por diferentes partes del cuero y tiene una taza importante de mortandad.

Cuando hay temporada de mosquitos como el Aedes Aegypti en el país, el gobierno implementa campañas de salud pública que consiste en no dejar agua estancada en ningún lugar, incluso en una tapa de refresco al que ha caído agua de lluvia. Los mosquitos pones sus huevos en aguas estancadas y de ellas se reproducen. Se hace especial énfasis en la limpieza y se fumiga constantemente.

Si una persona encuentra un estanque de agua en el que hay cientos de miles de larvas de mosquito, es su deber vaciar el agua o echar en ella desinfectante o algo que aniquile las larvas. De igual manera se debe matar todo mosquito de esta especie. El Aedes Aegypti es reconocido por ser de color negro con patas largas y manchas blancas a lo largo del cuerpo y de las patas, muy semejante al diseño rayado de un tigre. Cada vez que uno ve un mosquito de estos debe actuar según los reglamentos de salud pública, más aún en los hogares donde hay bebés, mujeres embarazadas o ancianos ya que pueden morir por la picadura de un mosquito de esta especie.

Esta especie de mosquitos trasmite enfermedades distintas como el zica y el chicunguña que suelen mutar con el paso del tiempo. Nuestra última temporada de mosquitos fue con la plaga del zika, enfermedad que además de los síntomas asociados al dengue, se caracteriza por generar deformaciones o condiciones como hidrocefalia en los bebes de mujeres embarazadas que son picadas.

Durante estas temporadas, me veo en la obligación de proteger a mis familiares de la posibilidad de ser infectados por este mosquito, más aun cuando hay un bebé en casa. Debo fumigar, desinfectar estanques y desechar aguas estancadas donde los mosquitos se reproducen y matar estos mosquitos inmediatamente sean identificados.  Como budista veo la necesidad de proteger las vidas que están en riesgo sobre las que por naturaleza esparcen la plaga. Pueda ser que estos saltos disruptivos de la naturaleza se deban a causas humanas, pero nadie tiene el poder para evitar que las plagas emerjan cuando llegan las lluvias. El ciclo de la vida es simplemente indetenible. Es una situación que pone en riesgo las vidas de muchos y no hay más opción que matar los mosquitos.

Como este puede haber varios ejemplos. En el centro del país hubo una vez una plaga de ratas que traían enfermedades letales a la población. De nuevo las políticas de salud pública no podían hacer más que fumigar. El asesinato por defensa propia es otro controversial ejemplo. Desde una mesa de discusión es fácil opinar que puede haber otras formas de evitar la muerte propia o de un familiar sin tener que matar al agresor, pero en el mundo real, a la velocidad de las acciones y con las posibilidades ya servidas no hay tiempo de filosofar, sólo de actuar. Quienes han estado en una situación de vida o muerte comprenden esto perfectamente. No hay mucho que objetarle a un padre que mata a un delincuente que está a punto de dispararle en la cabeza con un revolver a su hija.

Ya que este es un espacio para tocar no tanto las formas cómodas de la práctica budista sino el Dharma en su sentido práctico, en el mundo real, es bueno comentar otra gran controversia. ¿Pueden los budistas ser soldados? Tomando en cuenta que este trabajo implica la posibilidad de matar, la opinión más rápida puede ser no. Pero esto es dejar fuera a cientos de millones de personas practicantes y no solo eso. A cientos de personas sin las cuales no hubiera sido posible que el Dharma hubiera podido llegar los lugares más recónditos del mundo.

En primera estancia, el primer precepto laico y el quinto principio del noble camino óctuple, modo de subsistencia correcto, entraría en conflicto con este tipo de profesiones. Sin embargo esto es un juicio a priori. Los ejércitos han sido herramientas de ataque y de defensa en todos los pueblos de la humanidad a lo largo de la historia. Hay situaciones que hacen inevitable la guerra, como la escasez de alimentos, los desastres naturales, la sobrepoblación.   También hay razones insulsas para la guerra como las ideologías, las religiones o los nacionalismos. Un ejército puede ser un instrumento de muerte como en las conquistas bélicas de la segunda guerra mundial o la toma del Tíbet por el ejército comunista chino. O también pueden ser ejércitos de protección de la vida como los cascos azules de la ONU. Esto último puede ser puesto a discusión por las distintas influencias políticas que recibe la ONU, pero para efectos prácticos nos estamos refiriendo aquí a las misiones de rescate de población civil, de llevar alimentos a lugares de hambruna o de repeler movimientos radicales terroristas que atacan poblaciones civiles. 

Sería muy bueno decirle a un país como Birmania que renuncie a su ejército, pero de ser así nada impediría que un movimiento islámico extremista extinguiera el Dhamma en esa parte del mundo. El establecimiento de un ejército no siempre significa que se está combatiendo la violencia con violencia, lo cual es un claro error. Un ejército también cumple la función de prevenir la guerra y más aún, la matanza de un pueblo indefenso ante un grupo armado violento. Seguramente no será muy fácil llegar a un consenso sobre este punto pero quien tenga parientes en las fuerzas militares sabrá perfectamente que ser un soldado no significa ser un asesino.


A excepción de Japón que fue obligado a firmar un tratado después de la segunda guerra mundial, todos los países budistas tienen ejército. Hay cientos de miles de soldados budistas en el mundo, incluso en el continente americano. Es totalmente cierto que las decisiones de los líderes de estado no siempre pueden estar acorde a los preceptos de Buda de manera estricta, pero eso no significa que todas las personas que dependan de las decisiones de un líder tengan sus mismas falencias éticas.

Un cuchillo es una herramienta. Puede usarse para intimidar, realizar delitos, robar, matar, violar. Generar muerte y sufrimiento. También puede usarse para conseguir comida, construir un refugio, crear arte, defender la familia de un depredador. Proveer y proteger. El cuchillo en sí no es malo ni es bueno, es la ética de quien lo empuña lo que decide sus actos. Con este tipo de profesiones es lo mismo. No nos referimos solo a los miembros del ejército, sino a los líderes que los comandan, a los políticos y también a los líderes religiosos. Éstas personas que no usan armas pueden ser incluso más peligrosas que un ejército armado. Pueden confundir la paz con la guerra, la justicia con la ideología y hacer que personas buenas cometan atrocidades por causas falsas e ilusorias. 


Muchas personas opinan que toda persona que trabaje con armas de fuego contradice la doctrina budista. Muchas experiencias pueden dar lugar a esta opinión. La supervivencia a una dictadura militar, una mala experiencia con la policía durante la juventud o después, la corrupción de los líderes políticos, o por razones ideológicas, políticas y sociales. Sin embargo estamos tratando el tema desde el punto de vista individual, desde la práctica diaria de un laico. El tema de los ejércitos como industria y como fuerza de estado nos ocuparía un espacio muy extenso y hacia otra dirección, por lo tanto es bueno mantener la discusión abierta.

El precepto de no matar y proteger la vida se puede ejercer de muchas maneras. Participando en voluntariados de distintos grupos. Fundaciones ecológicas, sociales, de protección a la infancia. Grupos de rescate como la cruz roja. También se puede hacer participando en programas que mejoran la calidad de vida de otros, como las fundaciones que procuran construir casas para familias desprotegidas o los donadores de tiempo para enseñar algún arte a los niños de una comunidad vulnerable. La vida está repleta de oportunidades para ejercitar este precepto y ser útil. No se limita simplemente a una dieta o a unas preferencias de consumo.

Al vivir conscientemente en el mundo podemos darnos cuenta de que no existe ninguna manera de habitar el mundo sin provocarle sufrimiento y muerte absolutamente a ningún ser vivo. Esto es simplemente una idea irrealizable. El solo hecho de caminar, comer, respirar, competir y ganar,  incluso no hacer nada, conlleva impactar otras vidas diminutas, grandes, pasivas, activas de muchas maneras incluyendo el sufrimiento y la muerte. La primera noble verdad dice, "Dhuka existe en el mundo". El sufrimiento es parte de la vida al igual que la muerte. Ninguna ideología por benévola que quiera ser podrá evadir ni superar esta Noble Verdad. El Buda nos enseña este principio no para que nos ahoguemos con metas imposibles, sino para que comprendamos las leyes de la naturaleza y vivamos acorde a ellas procurando hacer siempre lo correcto. La muerte es parte de la vida. Creer que la muerte es en sí algo malo es malinterpretar la vida misma. 

Ejercita el precepto de proteger la vida no desde una ideología ni una idea radical sino desde el compromiso serio y personal con el mundo en el que vives. Averigua qué organizaciones de voluntariado hay en tu ciudad y participar de sus actividades cuando te sea posible. Ayudar es otra forma de proteger la vida y acostumbrarse a ello es a su vez proteger la propia vida. La sociedad aprecia a una persona que se esfuerza por proteger la vida a diario y dentro de la doctrina budista significa acumular mérito y estar un paso más cerca de la iluminación.
  

miércoles, 15 de febrero de 2017

2do Precepto. Abstenerse de tomar lo ajeno.

Los diez mandamientos del cristianismo son como su nombre lo indican, mandamientos. Órdenes que vienen de una entidad divina por lo cual son tomadas como leyes que el creyente acepta y a las cuales se somete por fe. Es decir, por la aceptación de la creencia de que esto es lo correcto. Como por ejemplo, no robar. En el budismo, éste no es el caso.

Imagine que hay en el mercado una serie de dispositivos diseñados para el aseo de su casa. Varios de estos dispositivos vienen con un contrato que incluye premios de regalos al cliente por fidelidad y una cláusula de permanencia que castiga al usuario si usa un producto diferente o deja de comprar el producto de la empresa. El producto es necesario, hay que mantener la casa limpia. Pero las razones por las cuales se usa el dispositivo no están enfocadas hacia la necesidad de limpiar la casa sino a beneficiar al fabricante del producto.

Sin embargo usted encuentra una empresa cuyo producto no busca tanto beneficiar a los fabricantes sino realmente mantener limpia su casa. Este consiste no tanto en dispositivos sino en técnicas para limpiar su casa y minimizar la concentración de mugre, no tiene cláusula de permanencia porque ni siquiera es necesario ser cliente de la empresa y puede ser usado libremente. El fundamento de esta empresa es enseñarle las razones por las cuales usted debe limpiar su casa aparte de lo obvio. Le explica de dónde viene la mugre, cómo deshacerse de ella, cómo evitar que se acumule y le recomienda una serie de prácticas diarias para mantener limpio su hogar. Esta empresa no promociona exactamente un producto sino más bien un servicio. Y le enseña las técnicas de ese servicio con el objetivo de que sea usted mismo quien se lo brinde. Ésta empresa es el budismo.

Los preceptos budistas no son leyes. No son comandos emitidos por una entidad sobrenatural que deban ser obedecidos según condiciones de castigo o premiación. Un practicante budista ve los preceptos de Buda, no como una serie de reglas que debe cumplir, sino como unas herramientas que le ayudarán a superar el sufrimiento, a tener la mejor calidad de vida posible y a conseguir la paz completa. A diferencia de las religiones teístas, el fundamento para seguir los preceptos no está fuera del individuo, sino dentro. Uno no sigue los preceptos jugando en un comercio de intercambio de hacer cosas buenas para ganar cosas buenas. Los preceptos deben ser entendidos, comprendidos en su totalidad. Saber que las razones para seguir los preceptos no vienen de la nada sino de razones reales, racionales, lógicas y comprobables, de manera que no se sigue una orden bajo una autoridad vigilante sino que se hace algo porque se sabe que es bueno y necesario, y se comprende que no hacerlo es simplemente un error. Además no existe cláusula de permanencia, es decir que ni siquiera es necesario ser budista para seguir las enseñanzas de Buda. Un cristiano, musulmán, judío o cualquier creyente de cualquier religión puede practicar las enseñanzas de Buda.

El Buda no inventó los preceptos de la nada. Él estudió las conductas de las personas y agrupó las enseñanzas para beneficio de la humanidad. Las enseñanzas de Buda no son correctas por ser budistas, son budistas porque son correctas, de ahí que cualquiera puede practicarlas. Todos los preceptos de Buda son así. No solo se recomienda no hacer cosas malas considerando sus consecuencias perjudiciales, sino que impulsa sus contrapartes positivas en función de combatir las negativas y de fortalecer el buen vivir y la paz entre las personas.

Robar es en realidad la fórmula de la pobreza. Es un dinero fácil, sin continuidad, sin un objetivo real. Fácil viene, fácil se va. Al no ser producido dentro del funcionamiento activo de la sociedad, las cosas robadas están fuera de la dinámica social y por lo tanto aíslan al ladrón del funcionamiento de su sociedad. Los delincuentes se ven en problemas para vender cosas robadas, deben lavar dineros mal habidos y generan sospecha. Todo el mundo desconfía de una persona que se deja ver gastando un dinero que no se ha ganado trabajando.

Además de no robar cuando se presenta la oportunidad, uno debe evitar que otros roben dentro de lo que esté a su alcance. Denunciar a los funcionarios corruptos, denunciar los chantajes. Correr la voz cuando hay un ladrón entre los vecinos. Tener una posición radical contra la delincuencia apoyándose siempre en una ética sólida. Alejarse de quien roba incluso si es un familiar.

La fortaleza de la práctica está en su disciplina. Incluso cosas pequeñas. Comerse un dulce de un supermercado sin haberlo pagado puede parecer una nimiedad. El supermercado no va a quebrar porque uno se robe una pequeña golosina. Pero no se trata del supermercado, no se trata del dinero. Ni siquiera se trata de la ley, todo ello es obvio, no se necesita un mayor análisis de ello. Se trata del control de las acciones propias, del entrenamiento mental y del fortalecimiento de la conducta correcta. Es decir, de la fortaleza y el bienestar del propio practicante. Cuando un practicante logra llevar una práctica ética bien fundamentada, se abstiene de tomar lo que es ajeno así sea algo irrisorio, con ello se beneficia a sí mismo y a quienes le rodean.

El ejemplo de las cosas pequeñas fundamenta las cosas más importantes. Un padre que se roba una uva mientras hace mercado con su hijo no tendrá mucho que objetarle si él más tarde se roba un reloj. Las cosas escalan con el pasar del tiempo y la calidad de la ética de una persona depende de su continuidad en hacer lo correcto.

Esto cubre todas las áreas de las relaciones sociales. En nuestros países la gente no es puntual. Eso es robarle el tiempo a los otros. Los orientales por el contrario son bastante cumplidores y exigentes con la puntualidad. Esto, además de traer grandes beneficios en lo económico y en lo social, demuestra el grado de respeto que las personas tienen por los otros.

Cuando estudie los preceptos budistas, aplique este grado de comprensión a cada uno de ellos. La diferencia entre mandato y práctica. Las razones reales de por qué no debo hacer esto y por qué debo practicar lo contrario más allá de los conceptos simples de bueno o malo. El Buda ha dicho que no tomen como ciertas todas las cosas que dijo sólo porque él las dijo. Él recomienda que primero se analice y se comprenda profundamente su doctrina y se practique con constancia. Una vez que esto se ha hecho no hay vuelta atrás y los fundamentos para una vida ética y moralmente correcta se afianzan a lo largo de la vida.

También es importante tener en cuenta las consecuencias negativas de robar de manera directa. El ladrón tarde o temprano cosechará el karma de sus acciones. Algunas veces llega tarde pero a veces llega de inmediato. En mi país, por ejemplo, el grado de delincuencia apoyada en la corrupción de las instituciones y la incompetencia de los ejecutores de la ley ha llegado a tal punto que el pueblo no ve otra salida que tomarse la justicia por mano propia, castigo que puede ser mucho peor que cualquier sentencia judicial. La consecuencia de la violencia es la violencia y esto genera una cadena de mal karma que llega a afectar a toda una sociedad. Mantener una conducta correcta y apartarse de la violencia es la mejor forma de mantenerse a sí mismo y a la familia a salvo. 

Es cierto que desde el punto de vista cultural, el budismo habla de acumular méritos haciendo buenas obras. Esto, como comenté en otro apunte, es fundamental para la propagación del Dhamma por todo el mundo. Pero cuando se inicia en la práctica uno entiende que el mérito no es una moneda que se acumule como el dinero. El mérito es la disciplina que va creciendo con la práctica. El beneficio de seguir los preceptos de Buda no es una recompensa posterior por haberse portado bien. El beneficio de practicar los preceptos está en la misma práctica de los preceptos.

Es como ir al gimnasio. Uno no hace ejercicio en un gimnasio esperando a que el dueño del lugar vea el esfuerzo que uno hace y un buen día le felicite y le regale unas zapatillas deportivas muy caras, o le regale un mes de gimnasio gratis. Uno va al gimnasio para beneficiarse del acto mismo de ejercitarse. Aquellos que hayan llegado a tener una rutina de ejercicio saben que después de la etapa inicial uno realmente disfruta de levantar pesas y pedalear en la bicicleta. Puede que al principio cueste un poco pero al final es algo que se disfruta y que el cuerpo pide si se deja de hacer. Es lo mismo con los preceptos. Una vez uno se acostumbra a llevarlos, siente que deja atrás toda la contaminación que cargaban sus actos y sus pensamientos pasados, y no deja de ejercitar las conductas correctas. Inicie y mantenga este entrenamiento apoyándose en las enseñanzas de Buda.

Algunas veces fallará y precisamente para eso está el Dhamma. No somos perfectos y ese es nuestro apoyo, nuestro refugio y nuestra arma. No se rinda. Sea ético en un mundo sin ética. Sea moral en un mundo amoral. Sea correcto en un mundo corrupto y degradado. La luz brilla más en medio de la oscuridad y esta es nuestra oportunidad para demostrarle al mundo y a los que vendrán después que nos negamos a ser parte de la descomposición que nos rodea. El reto es grande y el camino difícil pero tenemos un instrumento seguro y fuerte para superarlo. Para seguir el camino del Dhamma hay que ser valiente. 

lunes, 6 de febrero de 2017

3er Precepto. Conducta sexual correcta.

El quinto precepto, el de no intoxicar el cuerpo o consumo consciente, es a mi parecer el más importante y necesario para las sociedades occidentales. Por eso empecé por el quinto y último, porque me parece que el consumo, más específicamente la cultura consumista, permea todas las demás áreas de un practicante laico en occidente.

Lo primero de lo que hay que hablar sobre la conducta sexual apropiada es cómo se consume, porque desafortunadamente en el mundo de hoy el sexo es más que todo un objeto de consumo. La primera observación sería precisamente esa. Dejar de ver el sexo, y más exactamente a las mujeres, como objetos de consumo. El impuso sexual es una fuerza muy poderosa. Tanto es así que el Buda dijo que si hubiera dos formas de deseo con la misma fuerza del sexo, la iluminación no sería posible.

Buda dijo: “De todos los deseos y anhelos, no existe ninguno tan poderoso como el sexo. El deseo sexual no tiene igual. Afortunadamente, es el único en su tipo. Si hubiera otro similar, nadie en el mundo entero sería capaz de cultivar el Camino.”
(Sección 24 – El deseo sexual obstaculiza el camino – Sutra de la enseñanza.)

Anteriormente las primeras nociones sobre la sexualidad venían de nuestros padres o de  nuestras sociedades. Pero ahora, los medios de comunicación que son monstruosos alimentadores de las ilusiones y los deseos, han deformado el sexo. Actualmente el sexo es algo totalmente sobreestimado y totalmente subestimado. Al convertirse en un concepto tan contaminado por la ilusión, pierde su verdadero sentido. Así que un buen inicio sería empezar a anular todas las concepciones de sexo que nos han dado los medios y dejar de relacionar el sexo con el placer vulgar, el dinero y el poder.

No consumir pornografía. La pornografía le hace daño a quien la consume porque puede trastornar sus impulsos sexuales y generar adicción fuera de otros problemas psicológicos que derivan en lo físico. También denigra a las personas que filman esos vídeos. Buda les dijo a sus monjes que cuando se encontraran en presencia de mujeres, vieran a las mayores como si fueran sus madres, a las de su edad como si fueran sus hermanas y a las menores como si fueran sus hijas. Todas las personas que trabajan en la industria de la pornografía son parte de una familia. Madres, hermanas, hijas. Piense qué sentiría usted si un día viera en un filme de pornografía a una de las mujeres de su familia. ¿No se sentiría indignado y triste? Hay muchas razones por las cuales una persona termina viviendo de la industria del sexo, pero no importa cuales sean, una persona con consciencia de la dignidad propia y la de los demás ni disfrutaría ni financiaría dicha industria. Lo mismo se aplica a la prostitución y cualquier otra forma de explotación sexual.

El principal efecto de tomar seriamente este precepto es cambiar la manera en la que vemos a las mujeres. Para una persona normal, una mujer hermosa o muy voluptuosa es de manera automática un objeto de morbo y de fantasía. Recordemos que el budismo es una disciplina de control mental y una práctica con un sólido fundamento ético. El budismo explica que los deseos vienen de las intenciones y las intenciones vienen de los pensamientos. Por lo tanto la disciplina de los pensamientos conscientes genera el control de los deseos inconscientes. Es la práctica diaria lo que logra el control.  

Buda dice:

Hasta que el deseo lujurioso, aunque sea pequeño, del hombre por las mujeres no sea controlado, la mente del hombre no es libre, sino sujeta como un ternero atado a una vaca.

(Dhamapada. Verso 284)

En todas las culturas es mal visto el adulterio. Sus consecuencias superan por muchas veces el placer por el cual se arriesgan al cometerlo. Buda hace una advertencia muy clara a cerca del adulterio:

Cuatro cosas suceden al hombre irreflexivo que toma a la mujer de otro hombre: se rebaja a sí mismo, su placer no tiene paz, es censurado por los otros y va al infierno.

Sí. La degradación del alma, un placer temeroso, el peligro de la ley, la senda del infierno. Considerando las cuatro, que un hombre no vaya tras la mujer de otro hombre.

(Dhammapada. Versos 309 y 310)

El maestro Tich Nhat Han en el último de sus catorce principios que son especialmente recomendados para los laicos occidentales, hace énfasis en el cuidado del cuerpo. En la manera en cómo lo usamos. Dice que lo mejor es tener relaciones sexuales cuando hay amor y existe un compromiso. Esto no es precisamente una recomendación de tener sexo solo después del matrimonio. Mucha gente se casa por aparentar o por la fuerza sin amar a su pareja. Una relación de novios, donde haya amor y un compromiso de lealtad gozará de un sexo más placentero y más benéfico. Igualmente hay que tener consciencia de las condiciones en las que se traen más personas a este mundo, pero el sexo no es solamente para tener hijos. Es también una forma de unión en la que mejor se refuerza el amor de una pareja.

En cuanto la homosexualidad, dentro del budismo esto no es una práctica dañina. No hay nada dentro de la doctrina budista que señale la homosexualidad como algo malo. Su Santidad el Dalai Lama dice que mientras haya mutuo acuerdo, madurez física y mental y amor, dos personas pueden estar juntas sin ningún problema. Eso no es asunto de nadie más. La sexualidad de las personas es un asunto íntimo y no debe ser debatido como si fuera un asunto público.


En agosto de 2012, Fish Huang y You Ya-ting, una pareja gay, contrajo matrimonio en el monasterio de Taoyang, en Taiwan. El ritual oficiado por una monja budista fue el primero en Taiwan, causando mucho revuelo y abriendo la discusión sobre la legalidad de este tipo de uniones en la isla.  
  
Es más. No es bueno definir a una persona o definirse a uno mismo según su orientación sexual. Las personas no son personas según sus inclinaciones sexuales sino por su comportamiento en sociedad, su ética, su moral y su forma de relacionarse con otros.

Otra relación directa entre el precepto de conducta sexual y el consumo consciente es la mezcla entre licor y sexo. El licor se usa para anular las inhibiciones, perder consciencia y por lo tanto responsabilidad por los propios actos. Se le llama valor líquido. Algo irónico porque de hecho esto significa que es la excusa de los cobardes. Si usted no tiene la capacidad para tener sexo sin consumir licor, seguramente tiene un problema de seguridad en sí mismo, no tiene ninguna confianza y por consiguiente ningún lazo amoroso con la persona con la que desea tener sexo o simplemente no tiene intenciones buenas. Es lo mismo con las drogas.

Un compromiso extra muy importante cuando se toma el precepto de la conducta sexual apropiada es proteger a los otros. Respetar a las mujeres y rechazar el mal trato y el abuso hacia ellas. Proteger a los niños y a las personas en condición de indefensión de situaciones o personas que pueden dañarlas. En realidad aún no estamos conscientes de la cantidad de depredadores sexuales y pedófilos que están sueltos. Ellos buscan la manera de estar cerca de los niños en una posición social aceptada. Debemos estar  alerta.

El precepto de la conducta sexual correcta apunta a fundamentar una buena relación de pareja más allá de lo sexual. Incentiva a realizar un compromiso serio, con madurez, de lealtad, honestidad, fidelidad y amor con una pareja. Las relaciones no siempre duran toda la vida. Muchas veces hay que darles fin. Pero mientras uno esté en una relación de pareja, lo mejor es entregar todo de uno, ser honesto y fortalecer constantemente la confianza y el respeto. 

miércoles, 1 de febrero de 2017

4to Precepto. Abstenerse de la mentira.

El budismo hace mucho, muchísimo énfasis en el uso de la palabra. La palabra es una manifestación de la ética y de la educación. Es la prueba del control de la mente y la principal forma de relacionarnos con el mundo. Este apunte intenta resumir en  lo posible este extenso tema, haciendo énfasis en los aspectos más esenciales y prácticos para los budistas laicos.

En el libro Los diez pilares del budismo de Sangharakshita, se explican diez preceptos budistas que los miembros de la Orden Budista Occidental (Wester Buddhist Order) reciben en el momento de su ordenación como miembros de la Sangha. En estos diez preceptos está la esencia de los cinco preceptos laicos pero detallados de manera más específica y de mejor comprensión para la práctica de los occidentales. De esos diez preceptos, cuatro son específicamente dedicados a la palabra como forma de practicar en Dhamma en la vida diaria.

Estos cuatro preceptos son: abstenerse de hablar con falsedad, abstenerse de hablar con rudeza, abstenerse de hablar de banalidades y abstenerse de difamar.

Estos cuatro correctos usos de la palabra que se realizan dentro del cuarto precepto budista para laicos tienen la fuerza para cambiar desde las raíces fuertes comportamientos negativos que tenemos con nosotros mismos y con nuestro medio social/familiar y para convertir estos malos hábitos en puntos fuertes que nos traerán muchos beneficios en lo personal y social.

Me comprometo a seguir la senda que consiste en dejar de mentir. Al pronunciar palabras veraces, purifico mi habla.

No mentir suena fácil, pero usar correctamente la palabra es difícil. Tomar este precepto implica cambiar muchos comportamientos que son costumbre porque la palabra siempre refleja el comportamiento y viceversa. Cuando uno miente, por lo general lo hace para impedir que la otra persona sepa que hicimos algo de lo cual nos avergonzamos o para que podamos hacer algo que sabemos que está mal. Por consiguiente, para dejar de mentir es necesario dejar de hacer acciones vergonzosas, de otro modo no seremos más que cínicos o personas sin vergüenza. 

Mentir es como construir una represa. Es impedir que ciertos pensamientos se muevan, conozcan la luz y se exterioricen. Al mentir guardamos contaminantes en la mente. Decir la verdad es limpiar. El esfuerzo de decir la verdad genera un impacto muy profundo en el subconsciente. Al principio se puede sentir vulnerabilidad ya que si uno no está acostumbrado a hablar con veracidad, sentirá que se expone a los demás cuando empieza a hacerlo. Pero a través de las palabras se empiezan a limpiar las acciones ya que de cierta manera las palabras también son acciones.

Otra gran ventaja se decir siempre la verdad es la valía que la propia palabra toma. Poco a poco se va demostrando que uno es una persona honesta y esto es muy beneficioso para las relaciones sociales, familiares, personales y para los negocios. La veracidad de tu palabra te hace una persona de confiar y eso facilita el buen trato con la gente. Entre más tiempo se practique el decir la verdad más valor y peso tiene la propia palabra y menos necesidad hay de firmar convenios, tratados o letras de garantía para honrar los compromisos. El dinero de un mentiroso no vale nada. La palabra de una persona honesta vale mucho más que el oro. Esto es comprobable en los negocios.

Me comprometo a seguir la senda que consiste en abstenerse de hablar con rudeza. Al pronunciar palabras afables y gentiles purifico mi habla.

Esta es una mala costumbre poderosamente arraigada en la mente, y ahora más que nunca. Actualmente se emiten programas de televisión en los cuales se permite el lenguaje soez, vulgar y ofensivo. Anteriormente esto no se permitía. La cultura de consumo, las películas y hasta algunos géneros musicales que llaman urbanos, hacen uso de palabras vulgares. Todo esto hace que sea culturalmente aceptado y casi natural el uso de estas palabras. La consecuencia de esto es que cuando uno va por la calle y pasa junto a niños jugando los escucha decir expresiones, insultos y palabras de pesado calibre que van dejando su huella y su semilla en la mente.

Abandonar las maldiciones y vulgaridades es difícil. No se hace de un día para otro. Al igual que no mentir y decir la verdad, requiere tiempo y práctica. Reemplazar estas palabras por formas de expresarse afables y gentiles tiene un efecto muy positivo en quien habla y en quien recibe las palabras. Algunos pueden pensar que hablar con gentileza evitando palabras vulgares es una manía anacrónica y obsoleta de la época de los abuelos, pero la cortesía y el uso elegante de las palabras hacen resaltar la cultura y la educación de quien habla. Cuando uno escucha a una persona expresarse con un lenguaje sucio y soez, uno se hace una idea de lo que tiene en la cabeza y de lo que es su proceder. En el caso contrario es lo mismo.

En mi ciudad hay un refrán que me parece excelente, muy cierto y muy efectivo. “la buena educación no pelea con nadie.” Este refrán se usa cuando hay confrontación entre dos personas con peligro de que surja una pelea. Significa que si nos ponemos a hablar bien y con decencia, seguramente evitaremos problemas mayores, pero si nos ponemos a insultar y a hablar con rabia, seguramente alguien saldrá herido. Es muy práctico en lugares donde se consume mucho licor, como acá.

El lenguaje soez es muy usado para denigrar a la mujer. Muchas vulgaridades son usadas para agredir a las mujeres de manera sexual. Hasta las propias mujeres se han acostumbrado a hablar así, y también a comportarse así por la propia fuerza de la etiquetación. Así se esté frente a una mujer que es prostituta, usar palabras limpias hace que el trato y la dignidad de la persona no sean denigrantes.

Las personas que carecen del control de su palabra suelen disparar su opiniones sin tomar en cuenta el contexto y con las palabras más agudas posibles. Una de las más comunes formas de egolatría. Esto pasa todos los días en los foros de budismo. Una excelente manera de luchar frontalmente contra el veneno del propio ego, y por tanto muy algo difícil de hacer, es no dar su opinión, a menos que se la pidan. Para personas con el ego sobre alimentado tal ejercicio es como pedirles que dejen de respirar. Este modo de hablar con gentileza y amabilidad, absteniéndose del lenguaje sucio y compartiendo su opinión cuando se le pide es propio de personas humildes y sabias. Esta es la manera en la que hablan los maestros.

No puedo decir que cumplo limpiamente con todos los preceptos. A veces cuando me golpeo un dedo del pie contra un mueble suelto una palabrota. Pero enseguida tomo consciencia de ello y rectifico. Eso es la práctica diaria.

Me comprometo a seguir la senda que consiste en abstenerme de hablar de banalidades. Al pronunciar palabras útiles, purifico mi habla.

Este precepto está estrechamente relacionado con lo que entra a nuestra mente. Hay un dicho muy certero que dice, de la abundancia del corazón habla la boca. Lo que hablamos refleja lo que llevamos dentro. Hablar de banalidades no significa simplemente hablar de cosas sin importancia, sino hablar de cosas ociosas en el mal sentido de la palabra. El reflejo del habla banal se ve en los medios. La cumbre de este veneno son los programas de chismes. Estos programas son totalmente desagradables. Los periódicos rosa, las noticias sobre celebridades, la superficialidad extrema, el exceso de consumismo o la excesiva tendencia a fantasear y hablar de lo que no podemos poseer. Todas esas cosas vacías de sentido útil ocupan la mente y el habla de las personas todo el tiempo. Estos temas embotan la mente. Atontan a la persona y la incitan a querer evadir su realidad. El habla banal es precisamente la fábrica de los pensamientos automáticos negativos que combatimos en la meditación. Por eso es una fuente de veneno tan importante cuando parece algo de tan poca importancia.

Es necesario cerrar esa fábrica. Cerrar las puertas a esos contaminantes mentales que llenan la mente de placeres ilusorios y pegajosos. Esto significa que debemos poner un guarda muy exigente a la puerta de nuestra mente cada vez que encendemos el televisor, entramos a internet o leemos algo. El pensamiento crítico es la verdadera libertad mental en el sentido de que es uno mismo quien decide qué entra y qué no entra a la mente. El dejar de hablar sobre banalidades y hablar de cosas realmente beneficiosas tiene una relación muy poderosa con el precepto del consumo consciente.

Me comprometo a seguir la senda que consiste en abstenerme de difamar. Al hablar de manera armoniosa, purifico mi mente.

El chisme es un mal muy arraigado en nuestros pueblos. Hablar mal de una persona que no está presente es cargar pólvora para una pronta guerra. La difamación es un teléfono roto. Independientemente de que tales cosas sean o no ciertas, hablar a espaldas de los demás crea las condiciones para que explote la discordia. Por eso la contraparte de este mal es el habla armoniosa. Esto no significa que hay que hablar bonito, significa que hay que usar la palabra con el objetivo de crear puentes, fortalecer relaciones. Difamar es destruir relaciones y crear recelo entre dos personas o grupos. Un cuento budista ejemplifica este precepto de manera clara y útil para su aplicación en la vida diaria.

Un joven monje que camina por el pueblo escucha a dos personas que están difamando a su maestro, diciendo cosas horribles de él y de su Sangha. Indignado, llega corriendo donde su maestro que está meditando y con mucha ansiedad le anuncia que tiene algo importante qué decirle.

El maestro lo detiene y le dice. Antes de decirme aquello, respóndeme. ¿Lo que vienes a decirme, es cierto? –No maestro, no lo es. -¿Lo que vienes a decirme, es útil? -No maestro, no lo es. -¿Lo que vienes a decirme, es bueno? –No maestro, no lo es. –Si lo que vienes a decirme no es cierto, no es útil, y no es bueno, ¿Para qué vas a decírmelo? El monje guardó silencio mientras el maestro volvía a su meditación. Luego él también se sentó junto a su maestro a meditar.

Estas tres cosas son las que me esfuerzo por recordar cada vez que voy a decirle algo a alguien. Antes de hablar me pregunto, lo que voy a decir ¿Es verdad, es útil y es bueno? Si la respuesta no es afirmativa a las tres preguntas, lo mejor es no decirlo. Esto elimina las mentiras piadosas, las opiniones que generan discordia, y las incomodidades. Los estadounidenses tienen un dicho que dice, el infierno está lleno de buenas intenciones. Pienso que aplicando estas tres reglas al hablar, dejaremos de mandar buenas intenciones al infierno.

En conclusión, hablar siempre con veracidad no significa que uno va a decir la verdad absoluta y en todo momento a cualquier pregunta como si le hubieran inyectado un suero de la verdad. Hablar con la verdad significa que uno va a estar siempre consciente de lo que dice, de cuándo lo dice y de la manera en la que lo dice. Lo cual lleva al practicante a encontrar la elegante y poderosa arma del silencio. Cuando se me pregunta algo cuya respuesta sé que no hará bien o que simplemente no me corresponde decirla porque hace parte de la intimidad de otra persona o de la mía, no necesito mentir. Simplemente explico de la mejor manera posible que por razones que son ciertas y convenientes, he decidido no responder a ello, y si fuere necesario, no hablar de ello. Personalmente considero para mi vida, mi práctica y el buen trato con las personas que el silencio es tan importante como el mismo buen uso de la palabra.

Para una mejor comprensión del estudio y la práctica de los preceptos para laicos, recomiendo leer el libro Los diez pilares del budismo de Sangharakshita.