viernes, 31 de julio de 2020

La dificultad de encontrar compañeros en la práctica

 

Antes del confinamiento, incluso años antes, intenté contactar los grupos budistas que detecté en mi ciudad. Un par de ellos no duraron mucho. Uno tibetano se volvió lo que podríamos decir algo hermético. Inaccesible. Al parecer es un grupo bastante familiar entre ellos y no conseguí forma de contactarlos directamente. El último con el que tuve contacto fue del año antes de la pandemia. Incluso unos meses antes. Era de tradición Chan y sus organizadores habían ido a China, contaban con el linaje de un gran maestro, venían certificados, con su propia fundación, en fin, toda la venia y los carteles nuevos.

Parecía que al fin había encontrado un verdadero grupo budista, aunque con dificultades, parecía gente que realmente estaba en el Dharma. Desafortunadamente no pude comprobarlo. La cuestión era la siguiente. Ellos hacían una serie de eventos gratis al aire libre. Meditación, chi kung, tai chi, qi gong... Artes chinas en resumen. También tuve la oportunidad de ir a una de las conferencias de su maestro. Me dejaron ir pagando la mitad del precio de la entrada porque en realidad en ese momento no tenía los medios.

Seré honesto. El hombre no me convenció. No digo que no sea monje o que no sea budista. Puede que sí lo sea, pero lo que brindó en la charla no me dio ningún fundamento para saber si lo era o no. Comprendo que iniciar una comunidad budista en una cultura y en una ciudad como ésta es particularmente difícil. Hay que ir despacio. Hablarle a la gente en su propio idioma. Ok, algunas tonterías sacadas de la cultura popular y las películas gringas terminan usándose como introducción al tema real. Válido. No podemos estar más lejos de oriente. El asunto es que ellos ya llevaban una buena cantidad de tiempo haciendo reuniones y cursos, y hubo cosas que no me cuadraron.

Primero, en el grupo de la conferencia del maestro, los discípulos budistas (supongo yo que lo eran porque nunca los conocí), es decir, los que ya estaban en la práctica, eran los dos o tres muchachos de logística. Los que llevaban y traían las cosas; y el anfitrión que coordinaba todo incluyendo la traída y estadía del monje y su hermano, junto con el cual daba todas aquellas clases de artes chinas.

Los asistentes a la charla éramos como ocho o nueve. Un par habían cancelado a última hora. Lo particular es que todos los asistentes a la charla, que tenía entendido ya eran gente de vieja data en el grupo y ya habían iniciado el proceso, todos eran cristianos. Todos eran católicos o creyentes. Lo supe cuando realizamos esa dinámica para conocernos. Entonces me preguntaba yo por qué a esas alturas del proceso había gente que todavía se llamaba a sí misma cristiana y pagaba para escuchar a un monje budista.

Recapitulando ahora, tal vez fue por eso que no pude sentirle el acento budista a la charla del hombre. A pesar del tiempo invertido, ninguno ahí estaba preparado para entender una práctica budista como tal. Una mujer llevaba no sé cuántas charlas pagadas con este hombre para llegar y decir que aun creía que “cristo es la luz del mundo”. ¿Qué está haciendo aquí entonces?, me pregunté.

También hablé con un señor que al verme tan seguro en mis posiciones me planteó su dilema de que aún era católico y su familia también, y de cómo debería hacer para conciliar una cosa con la otra sin que su esposa y sus hijos se le esponjen. Me desconcertó un poco. Le dije que solo podía hablarle de budismo. A pesar de haber nacido y crecido en una cultura católica, debo confesar que jamás me encontré ante tal dilema. Nunca fui realmente cristiano en el sentido profundo de la expresión, así que nunca tuve ningún conflicto real de ese tipo.

El anfitrión del grupo siempre fue muy amable. Conocía bien la doctrina y ejercía un buen liderazgo con su grupo. Sin embargo, siempre tuve como un vacío que siempre esperaba llenar en las reuniones en el parque los domingos en las mañanas, o en las charlas que ofrecían. Pero al igual que con su maestro, nunca se llegaba al punto. Nunca trabajábamos las enseñanzas. Ni siquiera nos acercábamos a ellas.

Este año tenía como objetivo tomar ese grupo en serio, pero las últimas charlas y las conversaciones en el grupo de whatsapp me aclararon la situación. Intenté entrar de lleno en el núcleo de las actividades del grupo hasta que al fin entendí la dinámica del mismo.

Las enseñanzas de budismo reales eran pagas. Eran solo para personas que tuvieran el dinero para cancelar el curso. Todas las otras cosas gratis que hacían, las meditaciones, las sesiones de chi kung, i chin o como se diga, todas esas cosas chinas, no eran más que actividades periféricas para acercar a su público a su servicio real, que eran los cursos de budismo con el maestro flojongo.  Enseñanzas que no pude escuchar porque, obviamente, nunca tuve el dinero para pagar.

Incluso el administrador, con quien por cierto tuve un muy buen trato, me dijo muy amablemente que debía sacarme de uno de los grupos de whatsapp porque ese era el de los cursos y ahí solo estaba la gente que pagaba. Quedaba el otro grupo de whatsapp en el que promocionaban las actividades gratis y las pagas, y ahí si me podía quedar. Finalmente me salí de ese también.

Esa situación me dejó un poco contrariado, sin embargo, entiendo perfectamente las circunstancias y lo difícil que es iniciar una comunidad budista por estas latitudes. Para iniciar una comunidad budista se necesita dinero. De eso no hay duda. Sí o sí se necesita la colaboración económica de varios para iniciar y mantener un proyecto de ese tipo. Además, la traída de un moje requiere gastos directos. Pasajes de avión, estadía, comida, etc. La manutención de la persona debe salir del bolsillo de la comunidad durante su visita. Eso no solo es normal, sino que es simple lógica. No puede ser de otra forma.

Sin embargo, la forma en la cual se intentaba levantar ese grupo no se me hacía del todo coherente. Primero porque no eran honestos. Nunca, en ningún momento aclararon que todas las actividades gratis que tenían eran cuestiones chinas que no tenían nada que ver con el budismo. Que se le anexan bien culturalmente, claro, vaya y venga, pero de budismo no tenían nada. Si a mí me dicen “ven a un grupo de budismo”, espero que me hablen de budismo. No de tau chi ni de chop suy ni nada de esas cosas tradicionales. La cultura China no me interesa en lo absoluto. Y tampoco aclararon que para poder acceder a las enseñanzas budistas verdaderas que tenía el grupo, uno debía tener una capacidad de pago mínima.

En realidad no era tan caro. No se necesitaba ser super rico. Pero tampoco era barato. Es decir, había que tener al menos un par de salarios mínimos para poder asistir. De entrada con eso muchos quedábamos afuera. Y aun así, cuando me permitieron pagar solo la mitad de la entrada a la charla con el maestro, este tampoco habló gran cosa de budismo. Se metió con la metafísica, con ese cientifismo sesentero que busca congraciar en algún punto poético la fe teísta con una mística oriental plastificada. En resumen, de budismo no habló ni papa. En todo el tiempo que estuve tratando de estar con ellos no escuché nada sobre las Cuatro Nobles Verdades ni el Noble Óctuple Sendero, no el Sutra tal o cual ni la Enseñanza tal ni nada. A lo mucho un par de anécdotas de la biografía del Buda, alguna frase célebre de algún maestro chino, y una explicación nebulosa de lo que es la Iluminación. Al final sentí que me estaban tratando como a un turista, y particularmente para mí, eso es bastante ofensivo.

Intenté comentarle el caso a un monje zen de México. Pero al parecer no tuve la facilidad de comunicación para hacerme entender claramente. El monje insistía en que un grupo budista necesita dinero y que los asistentes debían pagar por ello. Y a pesar de que le intenté explicar que entendía eso y que estaba totalmente de acuerdo con él, la forma en la que intentaban fundamentar este grupo no me parecía correcta. El monje no me entendió. Al parecer quedé como un tacaño.

Haciendo un comentario paralelo y ajeno al caso, en estos momentos me acabo de dar cuenta de que mi química con los monjes budistas con los que he tenido contacto nunca ha sido buena. He tenido contacto con cuatro, y hasta ahora con ninguno de ellos me he entendido bien. En fin, cosas de carácter o comunicación.

Volviendo al grupo, creo que ya comenté su principal problema. La falta de honestidad en lo que ofrecen y en cómo lo ofrecen. Pero también hay otro. Creo que esa no es la manera correcta de iniciar un grupo budista. Creo que la formación de un grupo budista debe requerir dinero. Eso ya quedó claro. Pero aun así, creo que el Dharma debe ser gratis. Me explico:

Las cosas por las que paga la comunidad deben ser las cosas materiales. El arriendo de un local, la manutención del monje, los transportes, los materiales o libros que hay que traer del extranjero, algunos servicios que otros miembros de la comunidad pueden proveer como hacer comidas o brindar implementos. Pero las charlas deberían ser sin costo. Creo que a los visitantes e interesados se les debería pedir una donación voluntaria. Y a los miembros permanentes sí se les debería poner una cuota mensual fija. Pero acorde a su capacidad adquisitiva porque si lo ponemos apuntando a un sector socioeconómico en particular, como en este caso y en varios, pues ya vamos a terminar pagando una millonada por pasar un retiro en unas cabañas lujosas junto al mar. Ya hablé de este tema un el apunte llamado “Budismo de burbuja” que puedes encontrar en este blog.

Restringir las enseñanzas budistas solo a los que pagan me parece que es engañar al público. ¿Por qué iba yo a pagar por un servicio del cual no tengo idea de cómo es? Dicen: es un monje budista, enseña budismo. Pero no sentí la autoridad ni la sabiduría de un monje en sus palabras. Y de budismo no vi nada. Es como si a uno le trajeran un servicio nuevo que jamás se ha visto por aquí, pero que para saber de qué se trata, primero hay que firmar un contrato de pago y una cláusula de permanencia. Y después es que se entera uno de que se trata todo. No me pareció coherente.

El Buda dice que uno no debe aceptar que una persona es un monje simplemente porque se rape la cabeza, vista una túnica y se haga llamar a sí mismo maestro. Primero hay que comprobar su coherencia con las Enseñanzas y su ética. Aquí explotan la mística de la ropa. Esta rapado, anda en pijama china y tiene tres tipos llamándole maestro. Por lo tanto, debe ser un maestro. Según la Enseñanza esos no son criterios claros. Pero al parecer funciona bien para cristianos. Tal vez por eso no pude captar la idea, supongo…

Ese hermetismo con las Enseñanzas budistas es desde todo punto de vista una estupidez. Como si uno no pudiera conseguir toda la doctrina básica por internet. Tal vez se confunden porque lo que de verdad busca uno en un grupo y un maestro, no lo tienen. Por eso hacen al revés. Paga primero y mira después. Porque si ofrecen lo que tienen y después cobran, tal vez no les paguen lo que esperan. La gente suele pagar más por expectativas que por realidades. A final de cuentas esa es una muy buena estrategia de mercadeo así que seguramente les va a ir bien.

En fin, lo frustrante es que todo hubiera sido perfecto para enfrentar esta crisis mundial de aislamiento social. El poder hacer parte de una comunidad de practicantes cercana hubiera sido la mejor bendición en tiempos tan difíciles como estos. Y el que no se haya podido dar pues decepciona.

Muchas veces se dice en internet que hay una gran Sangha global en línea y que puedes ser parte de una comunidad virtual si no tienes una física a la cual asistir. Heces de elefante. Es mentira. No existe tal cosa como Sangha global o virtual. Esto por internet no funciona. Por este medio se puede encontrar información, respuestas a preguntas importantes, técnicas y en fin, mucha información valiosa. Pero el verdadero efecto de un grupo de practicantes, jamás. Todos esos intentos terminan en un carnaval de megalómanos tratando de demostrar quién sabe más, quien es más budisto y quien levita a más centímetros por encima de sus cojines japoneses. Una tonta pérdida de tiempo.

Entonces me surge la pregunta ¿Por qué es tan difícil encontrar personas con las que se pueda realizar una práctica afín? Es más, ni siquiera eso. ¿Por qué es tan difícil encontrar una persona con la cual se pueda simplemente hablar sobre el Dharma como se habla de fútbol o de películas? La gente en internet, o se la pasa buscando un maestro (lo cual es bastante fastidioso), o queriendo hacérselas de maestro ellos mismos (lo cual es tres veces más fastidioso). Una simple conversación es una cuestión escasa. Increíble, no entiendo por qué. Con tanta gente supuestamente metida en el tema, no hay manera de encontrar con quien compartir. La naturaleza humana es algo bien extraño.

El Buda dice que si no hay nadie con quien ir por el camino, es mejor ir por el camino solo. No debemos permitir que la sensación de aislamiento generada por la pandemia nos haga adherirnos a grupos que no son confiables.

Recuerden tener entre sus actividades pandémicas un apartado para proteger y fortalecer su salud mental. Un saludo y bendiciones.

Visita nuestra página de facebook Apuntes de un budista