miércoles, 24 de febrero de 2021

LA TERCERA NOBLE VERDAD

LA TERCERA NOBLE VERDAD 

LA VERDAD DE LA EXTINCIÓN DE DUKKHA

He aquí, oh monjes, la Noble Verdad sobre la extinción del sufrimiento que consiste en abandonar el deseo. El total cese, la total extinción y liberación del deseo ocurre cuando lo abandonamos y renunciamos a él de manera total.

Dhammacakkappavattana Sutta – Discurso de la puesta en movimiento de la rueda del Dhamma.


Cómo ya vimos en la Primera y la Segunda Noble Verdad, nuestro problema se encuentra en la relación de apego que existe entre nuestra mente y el objeto a desear. Es en ese tercer factor, el apego, de donde surge el sufrimiento. El Buda dice que el cese del deseo, es decir de la relación nociva con las cosas (apego), nos libera del sufrimiento. Esta es una declaración de victoria. La iluminación es real. La meta que buscamos alcanzar no es un imposible ni una proeza inalcanzable reservada solo para seres superiores. Lo que en nuestra creencia materna llaman salvación, para nosotros es la liberación. La libertad total para decidir que pensamos, que hacemos y que sentimos. Ese es el paso al Nibbana.

Hay que tener algo claro. El Buda no está diciendo que el sufrimiento se va a borrar de nuestra vida de una vez y para siempre. Recordemos la Primera Noble Verdad. Las Nobles Verdades nunca se contradicen entre sí, el sufrimiento siempre va a estar allí. Lo que nos está diciendo el Buda ahora es que cuando completemos el camino, el sufrimiento, que siempre va a estar allí, ya no va a tener poder para destruirnos, para intimidarnos, ni siquiera para que tengamos que notar su presencia. Nuestra capacidad de lidiar con el sufrimiento hará que ya no lo tomemos como sufrimiento, sino como un componente más de la vida. Lo cual significa que para quien alcanza este nivel de comprensión y dominio de sí mismo, el sufrimiento se habrá extinguido. Y entonces podremos acceder al gran premio. La capacidad de ayudar a otros a superar el sufrimiento como el Maestro nos ha enseñado.

Recordemos que la Primera Noble Verdad está hablando del sufrimiento en el mundo, en la vida en general. No está hablando de nuestro sufrimiento. Ahora, en esta Tercera Noble Verdad, sí está hablando de nuestro sufrimiento. Porque ahora ya empieza a hablar de nuestra práctica.

Las primeras dos primeras Nobles Verdades el Buda nos da una perspectiva real de la naturaleza de la vida de forma general. La Tercera y Cuarta Verdad ya nos implican a nosotros como agentes activos de nuestra propia liberación. El descubrimiento de la enfermedad y su origen son un conocimiento básico general que aplica a todo el mundo, de la misma manera que en los manuales de diagnóstico médico están descritas las enfermedades junto con todo lo que se sabe de ellas. La Tercera y Cuarta Verdad ya son el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, y esta varía para cada paciente. Por lo tanto, implican acción por parte del paciente, después de tener clara y comprendida toda la información que necesita para luchar contra la enfermedad y vencerla. Es decir, los primeros dos pasos generales.

En la Tercera Noble Verdad ya empezamos a aplicar las grandes lupas de la Primera y la Segunda Noble Verdad en nuestra vida. Empezamos a detectar las causas de nuestro sufrimiento y detrás de ellas, buscamos las pistas para identificar las áreas de nuestra vida que están dañadas. Nos preparamos para tratar nuestra enfermedad con la certeza de que puede ser superada.

El Buda enseña que todo tiene un final. Incluso el sufrimiento, y también lo que llamamos felicidad. Nada escapa a este principio. La Tercera Noble Verdad enseña que tenemos el potencial para superar el sufrimiento a través de nuestra práctica. De darle un fin. Y el conjunto de las Tres Nobles Verdades que hemos visto hasta ahora nos enseñan que el sufrimiento no es simplemente todo lo que conocemos como doloroso o desagradable. Hay muchas otras cosas que consideramos placenteras, agradables y fuentes de felicidad que en realidad son fuente de sufrimiento constante, y a éstas también hay que darles fin a través de la práctica. Estas son, seguramente, las más difíciles de superar. Las Enseñanzas nos dan la sabiduría para poder distinguir todo tipo de sufrimientos por confusos que sean, y la práctica nos da la guía para ponerles fin.

El fin del sufrimiento depende de nosotros. No de agentes externos. A pesar de que las formas de budismos de los países de oriente poseen deidades y seres superiores a los cuales tradicionalmente se les pide ayuda y misericordia, el Buda es claro cuando dice que nuestra liberación depende de nosotros mismos y de nadie más. Estas formas de expresión religiosa que incluyen a las deidades no son negativas ni vacías, son simplemente expresiones tradicionales de cada país que ha adoptado el budismo. No está mal adoptarlas en la práctica si es que uno decide vincularse con la tradición budista de un país en especial. Lo único que hay que tener claro es que son solo expresiones tradicionales de los pueblos de Asia, y que la verdad de las Enseñanzas está en la práctica personal y en el desarrollo espiritual. No en la adoración a deidades ni al propio Buda.

Recordemos que para nosotros, el Buda no es una deidad a la cual le pedimos protección o bienestar como si Él fuera la fuente de tales cosas. Lo que hacemos con la imagen del Buda es agradecerle por enseñarnos la senda que nos protegerá a lo largo de nuestra vida. Recordarle cuando estudiamos sus Enseñanzas, y reconocernos como parte de su Sangha cuando le rendimos nuestro respeto. La forma adecuada de honrar al Buda es practicando sus preceptos y Enseñanzas con disciplina. No realizando rituales y ceremonias simbólicas o con interpretaciones mágicas y sobrenaturales.

La ceremonia, el ritual, e incluso la creencia sobrenatural, son benéficas cuando se soportan sobre una práctica real. Cuando van después de una disciplina de práctica diaria y real. Cuando la ceremonia, el ritual y la creencia son los únicos elementos reconocibles como “práctica budista”, entonces en ese momento no son más que dramatizaciones y parafernalias vacías. Conducta torpe, inútil y absurda. Ornamento e imagen superficial, lucecitas para moscas. Formas, brillos y olores agradables para calmar la conciencia de los cobardes y entretener el aburrimiento de los tontos.

Las ceremonias y los rituales son la pintura y los adornos del vehículo, es decir la práctica del Dhamma, que nos lleva al Nibbana. Si en la realidad no hay vehículo, o sea práctica, la pintura y los adornos no se están poniendo sobre nada. Y se caerán con la primera llovizna. El vehículo es vehículo con o sin pintura y adornos. Pero la pintura y los adornos sí necesitan un vehículo real sobre el cual lucirse. En esta perspectiva de budismo pragmático, secular y laico, el vehículo está dispuesto de manera básica y simple para que lo pintes y adornes como quieras según sea tu gusto. Pero siempre fundamentándolo todo sobre la práctica real.   

Esto es importante tenerlo en cuenta en la Tercera Noble Verdad, porque al recibir la buena noticia del fin del sufrimiento, tenemos el impulso de entusiasmarnos y agradecer por este gran regalo cuando ni siquiera hemos empezado a practicar nada. Es mucho más fácil poner un altar y adornarlo con cosas bonitas que levantarnos temprano a meditar y apartar una o dos horas diarias a la lectura y al estudio. No te emociones todavía. Al budismo no le lucen los hinchas de la doctrina. Practica primero, y cuando ya tengas certeza de las fortalezas que vas adquiriendo, entonces empieza a agradecer al Buda con humildad y sencillez.

El sufrimiento es superable. Tenemos la certeza de la vía a la liberación. El Nibbana es real.

La Tercera Noble Verdad es un llamado a las armas. Como cuando la nación te llama para defenderla. Es un aviso de preparación para que cargues a tope tus pilas. Es el momento en el que le avisas a tu mente que debe preparar el músculo de su disciplina. El campanazo a tu fuerza de voluntad para que se aliste y se ponga en condición porque lo que viene no es un caminito de rozas en primavera. Lo que viene es trabajo y dedicación. Por lo tanto, hay que preparar cuerpo y mente para entrar en una fase a la que no se ha entrado nunca antes.

Tienes una gran cantidad de contaminantes y elementos negativos dentro de tu cuerpo y de tu mente. Ahora te vas a desintoxicar. Y debes estar preparado porque la única manera de saber si una desintoxicación si se está llevando a cabo como debe ser, es que el proceso duela. Cuesta esfuerzo y es incómodo. Vas a pelear contigo mismo. Vas a enfrentar hábitos y costumbres que llevas realizando por años pero que vas a tener que abandonar porque sabrás que te son tóxicos. Y vas a tener que adoptar nuevas costumbres que te va a costar mucho trabajo apropiar y manejar de forma habitual pero que sabrás que son la vía correcta. Una vez que consigas manejarlas, la vida será mucho más clara y plena, porque tú serás más fuerte para vivirla y disfrutarla.

La Tercera Noble Verdad es el inicio de la maratón. Por lo general, según los maestros de oriente, los occidentales tenemos el problema de que iniciamos más emocionados de lo que deberíamos, pero el impulso nos dura muy poco y luego menguamos en la intensidad renunciando posteriormente.

Nos encendemos como fósforo y luego nos apagamos sin más porque estamos tan acostumbrados a la satisfacción instantánea que si no recibimos beneficios a corto plazo, caemos en la facilidad de pensar que esto no sirve y no vale la pena. Somos expertos en tirar la toalla si las cosas no nos salen como queremos en menos de quince días. Por eso es que hay miles de bicicletas estáticas recogiendo polvo en las casas. Estamos programados para ser débiles y vencernos a la primera frustración que se nos presente. El fracasado occidental, es el animal más conocido del mundo. Ten eso presente cuando empieces a practicar.

Desconfía de tu criterio cuando tus emociones tengan picos de intensidad, para bien o para mal. La euforia hace más ruido que trabajo. Empieza con paciencia y a tu ritmo.

Vas a perder. Vas a fallar. De eso no hay duda. Nadie logró desarrollar una buena disciplina y una buena práctica a la primera. La parte tuya que debes arreglar es muy fuerte y no va a colaborar. Se va a rebelar y te va a poner trampas en todo momento. La mente es increíble. El inconsciente parece un espíritu independiente que maquina y planea por su cuenta. He aquí un consejo práctico. Jamás le creas a tu mente cuando tu corazón está muy lleno de algo. Cuando las emociones, positivas y negativas, son más altas de lo normal. No te das cuenta, pero las decisiones que tomas en ese momento nunca van a ser las mismas que tomarías si te sientas en silencio y esperas a que todo dentro de ti se calme.

Recuerda, no es una carrera, es una maratón. Debes iniciar despacio, continuar despacio, y seguir constante mientras te acercas a la meta. Arrancar como loco al escuchar el disparo hará que lo quemes todo a los pocos kilómetros y te rindas.

Hemos encontrado la montaña. Ya sabemos cuál es la cima a la que queremos llegar. Estamos parados en el valle, listos para iniciar la subida. Tenemos el punto de partida y el punto de llegada. Lo único que nos hace falta ahora es el mapa y la brújula para encontrar el camino que va de la partida a la llegada sin perdernos en la inmensidad de la montaña. Ese es el remedio que acabará con nuestra enfermedad. El camino que lleva a la liberación. La Cuarta Noble Verdad. El Noble Óctuple Sendero.   

Haz parte de nuestra comunidad: Budismo PSL


viernes, 19 de febrero de 2021

LA SEGUNDA NOBLE VERDAD

 LA SEGUNDA NOBLE VERDAD

EL ORIGEN DE DUKKHA

La Noble Verdad del origen del sufrimiento.

He aquí, oh monjes, la Noble Verdad del origen del sufrimiento: el deseo que produce el continuo llegar a ser, acompañado por la codicia de los placeres, y que encuentra siempre algún nuevo deleite aquí y allá, es la causa del sufrimiento. El deseo puede ser por los placeres sensuales, por la existencia como también por la no existencia.

Dhammacakkappavattana Sutta – Discurso de la puesta en movimiento de la rueda del Dhamma.


 Como ya vimos en la Primera Noble Verdad, Dukkha se puede interpretar como sufrimiento y también como insatisfacción, abarcando todas las formas de insatisfacción de la vida. El Buda explica tres tipos básicos de causas del sufrimiento humano. El deseo de los placeres sensuales, el deseo de la existencia o del ser, y el deseo de la no existencia o el deseo del no ser.

 

El deseo sensual de los placeres es fácil de entender. Se trata del placer de los sentidos. La comodidad, el bienestar físico, y el deleite en las cosas hermosas, agradables y placenteras. Aquí podemos ubicar a los placeres del sexo, de la comida, de la música, de las imágenes hermosas, del tacto, de los olores que evocan sentimientos hermosos y gratamente nostálgicos. Es el tipo de placer que nos llega a través del cuerpo.

El deseo de la existencia hace referencia al deseo de ser y poseer. Es un deseo más relacionado con las formas simbólicas de ser algo más de lo que somos, como el deseo por tener un determinado estatus social, llegar a poseer algún título de importancia, ser reconocido, tener un nombre de peso, tener poder sobre otros. El deseo de trascender a la muerte a través de un nombre, ser recordado en el futuro por el logro obtenido en la vida. El deseo de fama, de atención, de reconocimiento. El deseo de ser, es querer ser algo que se considera valioso, mucho más valioso que el simple hecho de ser y de existir en el mundo de forma natural.

El deseo de no ser, consiste en el deseo de no querer aceptar las condiciones en las que se está. Es el rechazo de lo que se es por insatisfacción con lo que se tiene. Podemos interpretarlo como un deseo de escapar o evadir. De no querer sentir o no querer padecer. No querer sufrir una situación determinada. Esto puede verse en las personas que padecen una enfermedad, una situación desesperada como pobreza o quiebra, un sentimiento asfixiante como los celos, la ira o el dolor de una pérdida. Este es el deseo que en extremo padecen los suicidas, y es lo que los lleva a terminar con su propia existencia. A no ser más.   

Estos tres tipos de deseos también pueden equipararse a los tres venenos que se presentan constantemente en la Enseñanza y que se representan en la rueda del Samsara y en diferentes iconografías con tres animales. La ignorancia, que se relaciona a los deseos sensuales y que se representa con el cerdo. La avidez o avaricia, que se asemeja al deseo de ser, y que se representa como el gallo picoteador. Y la aversión u odio, reflejada en el deseo de no ser y que se representa con la serpiente.

Estos tres tipos de deseos y sus combinaciones, generan una gran variedad de deseos de todo tipo que puede generar distintos tipos de sufrimiento.

Ahora, el problema de la Segunda Noble Verdad, el deseo como origen del sufrimiento, también tiene su dificultad de interpretación para nosotros.

Por lo general se asume rápidamente que el deseo en todas sus formas es generador de sufrimiento, y que la respuesta lógica sería entonces dejar de desearlo todo. Cortando así la corriente de origen del sufrimiento. Pero no es tan simple puesto que querer dedicarse al Dhamma, hacer el bien a los demás, amar a los seres queridos y llegar a la iluminación, también son deseos.

El deseo de ayudar a otros impulsados por la compasión, de amar a la familia y a uno mismo, y todos los actos nobles fundamentados en la integridad, la moral y la ética correcta también son deseos. De ahí la confusión de interpretación, y por consiguiente de la práctica de esta Segunda Noble Verdad.

Nuestro problema con la Segunda Noble Verdad es básicamente un problema lingüístico, ya que usamos una sola palabra, deseo, para todos los móviles de nuestras acciones, independientemente de si los mismos son benéficos o perjudiciales. Esto suele confundir al estudiante, pero es una confusión que no implica mayor dificultad.

Para poder entender bien la Segunda Noble Verdad, muchos practicantes occidentales hemos definido el deseo perjudicial, enseñado por el Buda, con la palabra que es usualmente conocida para ello: Deseo. Cuando hacemos referencia a la práctica budista, a la conducta ética y a las acciones benéficas que son acordes a la Enseñanza y que debemos realizar para avanzar a hacia la iluminación, usamos la expresión: Intención benevolente.

De esta manera tenemos dos expresiones en la jerga budista para diferenciar una cosa de la otra. Tenemos la palabra “deseo”, que significa deseo vulgar, bajo, indebido, no ético y contrario a las Enseñanzas. Básicamente cualquier motivación y acción que vaya en contra de los preceptos budistas. Y tenemos la expresión “intención benevolente”, que hace referencia a nuestra intención de hacer siempre lo correcto, tener un agudo y fuerte sentido del bien, practicar la disciplina ética y moral enseñada por el Buda. Tener como objetivo la iluminación y en resumen llevar una conducta enmarcada dentro de los preceptos budistas y guiada por la brújula moral del Dhamma. De esta manera, no hay confusión.

Esta fórmula simple no es de uso común en la comunidad budista hispanohablante. No es algo que se conozca de forma general y que haga parte de la jerga budista de forma oficial. Simplemente es una forma de expresión práctica, usada por algunos budistas y monjes de habla hispana. Refleja correctamente el punto al que se refieren las Escrituras en los idiomas originales y resuelve con elegancia y sencillez cualquier confusión que podamos tener al respecto. Así que personalmente recomiendo su uso.

De modo que de ahora en adelante, cuando el lector encuentre la palabra “deseo”, sabrá que estamos hablando del factor de la ignorancia. Y cuando encuentre la expresión, “intención benevolente” sabrá que nos estamos refiriendo a la motivación que necesitamos para conseguir los objetivos que buscamos en las Enseñanzas del Buda.

Hablemos con más detenimiento sobre la naturaleza del deseo.

El deseo no es fácil de identificar. Sería un error ver por ejemplo al sexo, o al dinero como deseos vulgares en sí mismos, y determinar que son factores perjudiciales en la vida que hay que erradicar. Este es un punto de vista muy radical, y el radicalismo en todas sus formas conduce a la ignorancia. Recordemos que estamos hablando desde el punto de vista del practicante laico, no desde el punto de vista del renunciante (monje). Por lo tanto, cosas cotidianas como el sexo y el dinero deben ser estimadas en su debido valor. Además, debemos recordar que el sexo y el dinero, como también las demás cosas mundanas, son necesarias para que la comunidad monástica exista. Ya que los monjes son hijos de los laicos y su sustento viene de los laicos. Sin laicos no hay monjes, y sin monjes, no puede haber laicos.

Entonces ¿Cómo estimar correctamente cosas mundanas como el dinero y el sexo?

El factor diferencial que hace que un mismo objeto pueda ser un deseo o una intención benevolente, no depende del objeto en sí, sino de la relación que nosotros tengamos con dicho objeto.

Veámoslo con el sexo. El sexo no es malo. De hecho, como ya dijimos, es necesario y por lo tanto benéfico. Evaluemos cómo podemos ver el sexo según la relación que tengamos con él.

El sexo es desde el punto de vista budista, una expresión del amor en la pareja. Es el inicio de la familia. Además, no se limita solamente a la procreación. También es una forma de placer y de fortalecimiento de la unión marital. Es una forma de placer benéfica para el laico. De ahí podemos deducir también que el placer en sí no es malo ni rechazado en el budismo como también se suele creer. Entendiendo la práctica sexual de esta manera, podemos decir que el sexo es una intención benevolente, ya que tiene como objetivo expresar amor, hacer familia y fortalecer vínculos.

Ahora veámoslo desde otro punto de vista. El sexo como deseo, es decir, como forma de placer meramente física, carente de afecto, sin una medida sana, sin una intimidad emocional con una pareja. Podemos ver el caso de la industria del sexo, la prostitución, la pornografía. Son formas sexuales que destruyen la dignidad de las personas. Además del hecho de que el mundo usa la sexualidad femenina más que todo como gancho publicitario para venderlo todo. El sexo mal encausado puede generar adicción y adoptar una forma destructiva y vergonzosa. Estas son las maneras en las que el sexo se convierte en deseo, y por lo tanto, deben ser evitadas. Lo que se combaten son estas formas de deseo del sexo, no el sexo en sí. Este es el deseo del sexo que debe ser evitado.

Lo mismo pasa con el dinero. El dinero no es malo. Y de hecho, el ser ambicioso tampoco. Lo que pasa es que debemos entender bien la palabra ambición. Hay ambición como deseo y hay ambición como intención benevolente.

La ambición como intención benevolente es la proyección a futuro de tener un nivel de vida satisfactorio. Lo suficientemente estable como para tener algo digno que ofrecer a uno mismo o a una pareja y a unos hijos. Las ambiciones sanas que todo padre desea inculcar en sus hijos. El deseo de poder comprar una casa propia, la capacidad de brindar una buena educación a los hijos, de satisfacer las necesidades de la pareja y también, de darse el lujo de algo especial de vez en cuando como un viaje en familia o un regalo especial para la esposa o para uno mismo. Para todo ello se necesita dinero y es algo que cualquiera puede ambicionar sanamente.

Ahora, el dinero como deseo no necesita mucha explicación. La ambición desmedida, la cultura de consumo exacerbada, el oportunismo voraz. La delincuencia en todas sus formas. Ver el dinero como el logro de todas las metas y querer acumularlo a toda costa y por encima de quien sea. Sabemos de sobra que el deseo del dinero puede ser muy perjudicial. Es un hecho científico que la avaricia y la sed de dinero puede ser tan adictiva y tener un efecto perjudicial en el cerebro como cualquier droga dura.

¿Cómo puedo saber que mi ambición por el dinero es sana y acorde al Dhamma, y no me estoy yendo por el camino del deseo? Puedes identificar tu relación con el dinero debidamente de una forma muy sencilla.

Para una persona con verdadera intención benevolente, el dinero es simplemente un medio para llegar a un fin. Es una condición para conseguir metas. Sólo eso. Para un practicante del Dhamma, el dinero en sí, no significa nada. No es nada. Lo entiende como lo que es. Un símbolo que representa un intercambio relativo de bienes y servicios. Una persona íntegra consigue dinero sabiendo claramente para qué lo quiere. Sabe lo que necesita y por lo tanto, sabe cuánto necesita. La acumulación de dinero no es una preocupación para una persona así. Una cosa es acumular y otra distinta es ahorrar. La persona íntegra no acumula dinero para llenarse de poder, sino que ahorra para el futuro. Por lo general ni siquiera el suyo sino el de sus seres queridos. El estatus y el reconocimiento por el poder del dinero, le son irrelevantes. Incluso le parecerán ridículas.

Para una persona atrapada en el deseo del dinero, el dinero no es un medio para un fin. El dinero es un fin en sí mismo. Y ese es el corazón de su problema, porque su objetivo es acumular tanto dinero como pueda solo por la acumulación en sí. Sin siquiera saber para qué lo quiere. Obviamente piensa en adquirir lujos y atención, cosas que confunde con respeto. Pero en realidad no sabe qué es el dinero ni para qué sirve. Es un pobre ciego guiado por el instinto animal de la satisfacción instantánea.

Una persona que ve el dinero no como medio para conseguir una meta, sino como un fin en sí mismo, ya tiene un pie en el mundo de los delincuentes. Esto es así porque si su único interés es el dinero, está en capacidad de hacer lo que sea por él. Estas son las personas que son fácilmente sobornables. Que acceden fácilmente a tratos indebidos, a esquivar la ley, a tomar el atajo. Cómo el dinero es lo que importa, la ética y la moral son relativas. Incluso hay gente que cree y está convencida de que es alguien correcto y ético, y se guía sólo por el dinero, ya que cualquier circunstancia adversa es una licencia ética para la avaricia.

Este tipo de personas por lo general no saben trabajar o qué es el trabajo. Entienden que el trabajo es una maldición. Algo que debe ser esquivado a toda costa, que no es bueno. Piensan que alguien inteligente es aquel que gana la mayor cantidad de dinero trabajando lo menos posible. Es el tipo de gente que las empresas procuran evitar. Las personas que aman el dinero se rigen por la ley del menor esfuerzo. Y esta es la ley del delincuente.

Con estos dos ejemplos del sexo y el dinero, podemos ver con más claridad que las cosas no son buenas ni malas por sí mismas, sino por el uso que nosotros les demos. Podemos comprender fácilmente, que lo único que debemos hacer para ir en la dirección correcta, es ir por el mundo y aceptar lo que el mundo nos ofrece guiándonos siempre por una verdadera estructura moral y una sólida disciplina ética. Eso es todo. La conducta correcta y el sentido del bien es lo que nos fortalece, nos protege de los peligros del mundo, nos mantiene con bienestar y nos brinda tranquilidad y verdadera felicidad. Solo debemos dejarnos guiar por nuestra doctrina, y estaremos en un lugar seguro. Por eso conocemos a nuestras tres joyas como “refugios”. Porque nos mantienen a salvo. 

Nosotros no somos los únicos que lo hacemos. Una persona cristiana que toma en serio y con disciplina la guía ética de su doctrina, tomará las mismas decisiones que nosotros (si estamos practicando debidamente, por supuesto) en cuando al sexo, el dinero y todo lo demás. Estas personas, que personalmente suelo llamar “verdaderos cristianos”, son personas verdaderamente éticas y de confiar.

Con estos parámetros éticos observados en los ejemplos del sexo y el dinero, podemos evaluar nuestra relación con todo lo demás. El trabajo, el trato con los demás, nuestra conducta en la sociedad, nuestras opiniones, etc. Incluso algo tan aparentemente insigne como el uso de las redes sociales puede ser llevado a cabo de forma incorrecta o de conformidad con las Enseñanzas.

El exceso es un factor básico para diferenciar una relación sana de una relación perjudicial con cualquier cosa. El exceso es la puerta de la adicción. El problema es que es muy difícil detectar cuándo uno está perdiendo la medida correcta de algo, y está empezando a caer en el exceso. Para eso precisamente tenemos un código ético y una disciplina moral. La doctrina nos avisará cuándo nos estamos pasado del límite seguro. Y nos devolverá a la senda correcta cuando la perdemos de vista. No podemos vernos a nosotros mismos cuando hacemos las cosas. Por eso, cuando estamos solos, lo mejor es tener una buena guía espiritual y disciplina en la práctica.

Las Enseñanzas bien estudiadas funcionan como si fueran otra persona junto a ti, guiándote y aconsejándote con sabiduría. Fue por eso que cuando le preguntaron al Buda quién sería su sucesor y quién guiaría a la Sangha después de su partida, Él respondió: Nadie. Las propias Enseñanzas serán su Maestro. 

Tenemos un refugio seguro. Usémoslo cada vez que lo necesitemos. Y lo vamos a necesitar mucho porque somos humanos. Y sin duda fallaremos.

Cuando el Buda nos dice que el origen del sufrimiento es el deseo, el deseo bajo por cosas mundanas, solemos entender que el origen del sufrimiento son las cosas que deseamos. El dinero, el poder, el reconocimiento, etc. Ya hemos visto que esto en realidad no es así. Luego creemos que entonces, como el problema no está en el objeto, entonces está en nosotros, en nuestra mente. Esto también es incorrecto desde un punto de vista más detallado.

Aunque nuestra mente es la que desea, la necesidad en si no es perjudicial, como ya hemos visto. Así que no podemos culpar a nuestra mente por ello, ya que vivir y no necesitar o no querer nada es algo imposible de hacer.

Si el problema no está en el objeto, pero tampoco está en nuestra mente, entonces, ¿Dónde está el problema? ¿Cómo se origina el deseo?

Si el objeto está, pero nosotros no estamos, no puede haber deseo. Si nosotros estamos, pero el objeto no está, no se puede generar el deseo. Para que surja el deseo, debe existir una relación entre el objeto y la mente. Por lo tanto, lo perjudicial no es el objeto ni nuestra mente, sino la relación nociva entre ambos factores. El problema está en nuestra relación con los objetos. En el espacio de interacción que hay entre el objeto y nuestra mente. Estamos hablando del apego.  

El problema es el apego a los objetos que deseamos. El aferramiento mental y emocional a las cosas, las situaciones y las personas. Ahí está el problema. No en las cosas, las situaciones o las personas que nos rodean.

Veamos el ejemplo específico de la adicción a la comida chatarra que genera obesidad mórbida. Por lo general, a las personas que sufren de ésta enfermedad se les recomienda que se alejen de estas comidas lo más que puedan, y se dediquen a comer comidas saludables (y desagradables) para estar sanas. Esto es un error.

Analicémoslo con un experimento imaginario:

Imagine una persona con obesidad mórbida y a otra sin este problema dentro de una habitación. Detrás de ellas hay una mesa sobre la cual hay una hamburguesa gigante de tres carnes, un gran cartón de papas fritas a la francesa y una botella de dos litros de coca cola. La comida que hay sobre la mesa no tiene ningún poder en sí. Es solo un conjunto de elementos que han sido juntados. Las personas que están ahí tampoco tiene el origen del problema en sí misma. No necesitan esa comida para vivir.  

Ahora imagine que ambas personas se dan la vuelta y fijan su mirada en la comida sobre la mesa. Algo empieza a suceder en sus cerebros. Puede que ambas personas sientan antojo de comer la comida chatarra, pero en una de estas personas el deseo ya ha sido creado y en la otra no. La persona que está sana tiene un poder. Puede hacer lo siguiente: Puede acercarse a la mesa, darle un mordisco a la hamburguesa, comer solo una papa, beber solo un sorbo del refresco, y salir de la habitación sin mayor problema. Es decir, puede acercarse a la comida sin que esta le genere ansiedad, confusión, frustración ni nada perjudicial.

La persona con obesidad mórbida no puede hacer eso. No tiene ese poder, porque el vínculo del deseo, el apego que ha creado con la comida chatarra le perjudica a tal nivel que es un problema. Y una tortura el someterse a este experimento.

Decirle a una persona obesa que huya o que se esconda de la comida chatarra (algo ridículo porque está en todas partes), es decirle que se dedique a reprimir su problema. Y la represión es simplemente tapar una grieta que tarde o temprano explotará. De esa manera, escondiéndose del objeto de su deseo, lo que estará haciendo simplemente será ocultar uno de los factores generadores del deseo. Pero su vínculo con el objeto, el apego, quedará intacto en su mente, y resurgirá con más fuerza apenas vuelva a parecer el objeto.

¿Qué debe hacer esta persona entonces?

Lo que debe hacer es cambiar su objetivo. Su objetivo no debe ser evitar la comida chatarra. Su verdadero objetivo será adquirir el poder que tiene la persona que está sana. El poder de acercarse a la mesa sin miedo, sin ansiedad y sin que la comida condiciones su estado de ánimo. No el alejarse de la hamburguesa como si fuera una cobra venenosa amenazando con morderla. Su objetivo no debe ser cambiar de comida. Su objetivo debe ser cambiar su relación con la comida. Destruir la relación de apego y aferramiento que tiene hacia la comida chatarra, y reducirla a una relación común con una simple comida divertida. De la misma forma que lo hace la persona sana. Es decir, extinguir su apego.

De esta manera, al comprender el origen de su deseo y su forma de relacionarse con el mundo, esta persona podrá mejorar su relación con la comida, destruir el apego nocivo que tiene hacia ella, y podrá adoptar un programa de ejercicio y dieta sana, al mismo tiempo que disminuye su ansiedad por la comida perjudicial buscando desarrollar ese poder que una vez tuvo. El de ver la comida chatarra como la veía antes de desarrollar adicción a ella. Es decir, superar el sufrimiento generado por el deseo.

Esto puede ser posible practicando las Enseñanzas del Buda en su totalidad.

La generación actual tiene un problema muy serio con la interpretación del sufrimiento que le enseña el mundo. La incapacidad de enfrentar los obstáculos de la vida, la inmadurez emocional y la debilidad mental, han hecho surgir una gran campaña en redes sociales para que la gente se identifique con sus problemas en lugar de verlos como lo que son y enfrentarlos.

Eso pasó hace algunos años con el caso de Ana y Mía, una campaña de internet que defendía la anorexia y la bulimia como formas de identidad legítima. Esa campaña mató a muchas jóvenes más que todo en Estados Unidos. Y no es la única. Todavía hay formas de reivindicación política de patologías mentales que personas emocional y mentalmente inestables defienden como si fueran derechos, mientras están manejadas por otras personas que buscan generar réditos políticos a costa de la ignorancia y la furia de gente en sufrimiento, generalmente adolescentes. 

Ahora hay gente que les dice a personas en silla de ruedas con posibilidad de rehabilitación, que no accedan a terapia. Que se acepten con la silla y la conviertan en fuente de felicidad y de identidad propia. Hacer ejercicios de fisioterapia para volver a caminar después de un accidente es muy doloroso, muy difícil y muy tardado. Se necesita verdadera fuerza de voluntad y atravesar un gran camino de sufrimiento para poder recuperarse. A los copitos de nieve, esto no les suena muy práctico. Pero quedarse en la silla, tomarle cariño e identificarse como una persona especial por tener una discapacidad (porque ser discapacitado te hace especial y único), es más fácil, trae más atención, genera más empatía y recoge más afecto. Afecto falso. Toda esta ilusión de atención y afecto en realidad es lástima. Esta es la opción de los perdedores.

Esta idea no es nueva. Se ha visto desde hace mucho tiempo con los drogadictos. Los dependientes químicos se aferran a tal punto a las drogas que algunos deciden adoptarlas como una identidad y como parte de sí mismos. Esa es la diferencia entre los que se recuperan y los que no. Los que se recuperan, no se identifican con su adicción y piden ayuda. Los otros tienen vidas decadentes, a menudo largas y dolorosas, finalizadas con una muerte miserable. Las consecuencias de negar las tres formas del deseo como el verdadero origen del sufrimiento son muy caras.  

Una de las cosas que nos impide ver el deseo realmente como es, es que en nuestra debilidad, solemos identificarnos con él. No diferenciamos entre el deseo (vínculo de apego y aferramiento) y la mente. Fusionamos una cosa con la otra y dictamos sentencias de fracaso como “es que yo soy así”. Esto es un error de perspectiva. Uno no es apego, uno tiene un apego. Uno tiene una relación nociva con algo. El alcohólico no es el alcoholismo. Es una persona que padece alcoholismo. Si el alcohólico y el alcoholismo fueran lo mismo y no pudiera separarse una cosa de la otra, al terminar el alcoholismo se moriría el alcohólico. Tendría que dejar de existir.

El apego es algo que afecta la mente pero que no condiciona la fuente de la voluntad de la mente. Si fuera así, no sería posible la iluminación. Por eso afirmaciones como “es que yo ya soy así y no puedo cambiar”, no tienen fundamento. Porque la relación de dependencia obedece al vínculo y al grado de apego que exista entre mente y objeto. Y los vínculos se puede modificar. El apego se puede anular. Esa precisamente es la base y la premisa de toda la práctica budista. La extinción del apego y del aferramiento.

No te identifiques con tu apego. No te identifiques con tu aferramiento. No te identifiques con tu problema. Tú no eres un problema, tú TIENES un problema. Y los problemas se pueden resolver. El Dhamma del Buda es una nuestra forma de resolver nuestros problemas.

Por eso, si tienes serios problemas de sobrepeso y alguien te dice que ser gordo está bien y que debes aceptarte tal y como eres, lo mejor que puedes hacer es mandar a esa persona a donde le termina la cabeza al toro, y alejarte de ella como si apestara a ignorancia. Porque de hecho lo hace. 

Tú no ERES gordo o gorda. Tú ESTÁS gordo o gorda. No suena elegante, pero las Enseñanzas no fueron hechas para proteger tus sentimientos y hacerte sentir bien, sino para ayudarte a superar el sufrimiento y fortalecerte para que tengas una vida sana y plena. Esto es el Dhamma del Buda y aquí no se maquillan las cosas.

Estar gordo es un problema y debes solucionarlo. Las personas que debes escuchar no son esas personas tontas, superficiales e ignorantes que viven en redes sociales diciendo cuanta estupidez se les ocurre como si tuvieran autoridad o conocimiento alguno para guiar a alguien. Las personas que debes escuchar son las que andan en batas blancas y se han gastado mínimo siete años de su vida estudiando el cuerpo y sus males. No estamos hablando de un problema estético ni social, estamos hablando de un problema clínico, médico y psicológico. Estamos hablando de trastornos mentales, baja autoestima, heridas psicológicas, diabetes, cardiopatías, afecciones pulmonares y morir antes de que te salga la primera cana para que te vean en un ataúd en forma de huevo como a Mercedes Sosa. Parecía un kínder sorpresa gigante. Esa no es una forma digna de vivir ni de morir. Repito, no es elegante, pero es la verdad. Si quieres mentiras amables en lugar de verdades incómodas, regresa a escuchar influencers de redes sociales porque aquí estás en el lugar equivocado. El Buda Dhamma no es apto para copitos de nieve.

En pocas palabras, la Verdad del origen del sufrimiento exige que aceptes el problema como es, que reconozcas la naturaleza de tu problema y que lo enfrentes con honestidad ante ti mismo. Sin excusas ni debilidades emocionales. Conviene de sobra no escuchar al mundo en estos temas y escuchar en su lugar al Buda.

La acción de desear o necesitar es algo natural en el ser humano. No hay que negar esa parte de nosotros. El deseo maligno surge cuando no somos lo suficientemente maduros para controlar nuestras emociones, no tenemos un marco de referencia espiritual para guiarnos y por dejar invadir nuestra mente por los excesos, las adicciones y las obsesiones con las que el mundo constantemente nos bombardea. No permitas que las multinacionales y las estrategias de mercadeo se metan en tu cabeza. Se consciente de la existencia del apego. Se cauto, crítico y despierto. Estudia y practica las Enseñanzas, y estarás en un refugio seguro.  

El Señor Buda dice:

Solo uno mismo puede ser el señor de uno mismo. ¿Qué otro, desde afuera, podría ser su señor? Cuando señor y sirviente son uno, entonces hay verdadero progreso y autoposesión.

Dhammapada – verso 160.

Este mundo se ha vuelto demasiado cómodo. Se está convirtiendo en una zona de confort gigantesca para muchas personas. Como el aroma dulce de una planta carnívora que atrae a las moscas. Comprende y recuerda esto. La comodidad es merecida después del buen trabajo. La facilidad es adquirida después de conseguir la maestría en algo. Pero la comodidad y la facilidad gratuitas son una trampa y una gran fuente de sufrimiento. No caigas en ello. Identifica el origen del sufrimiento, el deseo más agradable, fácil y cómodo. Y desprécialo como si te estuvieran ofreciendo un pedazo de estiércol caliente y humeante en un hermoso plato de oro y plata.

El problema no son los peligros del mundo. El problema es que aceptamos y amamos los peligros del mundo por ser débiles e ignorantes. Estudia y practica las Enseñanzas del Buda, y la debilidad y la ignorancia no podrán atraparte ni enfermarte. 

Después de ver cuál es nuestro problema y cuál es el origen de nuestro problema, el Buda nos da una excelente noticia sobre el futuro de nuestra condición. En el siguiente artículo hablaremos sobre la Tercera Noble Verdad. El anuncio del fin del sufrimiento.


Haz parte de nuestra comunidad: Apuntes de un budista

martes, 9 de febrero de 2021

LA PRIMERA NOBLE VERDAD

 Esta es una serie de artículos en los cuales analizaremos los fundamentos básicos de la práctica budista. Las Cuatro Nobles Verdades, el Noble Óctuple Sendero y los cuatro sellos.

Las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Óctuple Sendero son la Enseñanza fundamental de la doctrina budista. La columna y piedra angular de toda la Enseñanza del Buda. Los cuatro sellos por su parte, son cuatro doctrinas o fundamentos budistas presentes en toda tradición y escuela budista. Estas cuatro doctrinas de la Enseñanza, han sido organizadas y presentadas de esta forma por la tradición Mahayana como una forma práctica de reconocer cuando una doctrina budista puede ser reconocida como tal. Estos cuatro elementos están presentes en todas las escuelas budistas, tanto en el budismo temprano como en el budismo tardío.

El problema con las falsas doctrinas del Dhamma lo ha tenido el budismo desde los tiempos del mismo Buda hasta nuestros días. Por eso es de vital importancia que tengamos claros los pilares de la Enseñanza budista, para que podamos discernir el Dhamma del Buda de las falsas doctrinas. 

Estos fundamentos doctrinales son de importancia capital para todos los budistas. Son la base del estudio, la comprensión y la práctica del Buda Dhamma.   

Antes que nada, hay que aclarar que las Cuatro Nobles Verdades no son afirmaciones metafísicas o postulados místicos absolutos que rigen el universo como una especie de fuerza mágica determinista. Las Enseñanzas del Buda son una interpretación de máxima sabiduría de las leyes de la naturaleza que el Maestro observó, comprendió, organizó y enseñó de manera que pudiéramos comprenderlas y practicarlas en función de llegar a la iluminación. Este no es un compilado de creencias místicas sobrehumanas ni de verdades cósmicas absolutas. Este es un resumen muy básico y elemental de los fundamentos del budismo presentados para que el practicante laico tenga una idea básica de su contenido y pueda iniciar su estudio y práctica de forma segura, sin importar la tradición o escuela dentro de la cual decida practicar. 

 

LA PRIMERA NOBLE VERDAD

 LA VERDAD DE DUKKHA 

Ésta, oh monjes, es la Noble Verdad del Sufrimiento. El nacimiento es sufrimiento, la vejez es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la muerte es sufrimiento, asociarse con lo indeseable es sufrimiento, separarse de lo deseable es sufrimiento, no obtener lo deseado es sufrimiento. En breve, los cinco agregados (los cinco elementos que conforma al ser humano) de la adherencia son sufrimiento. 

Dhammacakkappavattana Sutta – Discurso de la puesta en movimiento de la rueda del Dhamma.



La palabra Dukkha tiene múltiples interpretaciones en nuestro idioma. La principal es sufrimiento desde un punto de vista general, pero hace referencia a un estado más específico. Se puede interpretar mejor como “insatisfacción”, y abarca en un sentido elemental el estado esencial de la vida en el cual siempre estamos buscando o necesitando algo. Siempre estamos en necesidad de comer, beber, de estar en compañía, de trabajar, de pertenecer, etc. El simple hecho de estar vivo implica algún grado de insatisfacción desde el más pequeño o incluso imperceptible hasta necesidades vitales tan importantes como las que puede tener una persona que lucha por su vida en medio de un campo de guerra. Dukkha se refiere a toda esa gama de insatisfacciones que pueden ser perjudiciales o elementales según el contexto.
 

Para hacer más práctico nuestro estudio de las Cuatro Nobles Verdades, asumiremos Dukkha desde el punto de vista más fáctico y pragmático. Desde el punto de vista del sufrimiento más apremiante y directo que es el que más fácilmente identificamos. 

La Primera Noble Verdad del budismo dice que el sufrimiento es inherente a la vida. Hace parte de la vida y es ineludible. En algunas traducciones se afirma incluso que “la vida es sufrimiento”, llevando los dos factores de esta Noble Verdad a un nivel aún más íntimo de lo que la propia Verdad sugiere, pero al mismo tiempo, haciendo una afirmación tan práctica como real de las palabras del Buda. 

Esta Noble Verdad es terriblemente mal interpretada en occidente. Muchas veces se toma como una declaración de pesimismo absoluto. De un callejón sin salida del cual no hay manera de escapar (cosa que se descarta con las otras tres Nobles Verdades), y le da al budismo un aspecto lúgubre y desesperanzador. 

En realidad, la Primera Noble Verdad no es una sentencia macabra que nos obliga a resignarnos al dolor de la vida y verlo todo negro. Nadie soportaría tal visión como doctrina de vida. La Primera Noble Verdad es una descripción de la naturaleza de la vida. Naturaleza que en principio se nos hace negativa y hostil, ya que constantemente huimos del sufrimiento como de una bestia salvaje, negándonos a estudiarlo y a entenderlo. 

Es una verdad innegable. El sufrimiento sí hace parte de la vida. Pero lo que nos dice la Primera Noble Verdad es que, en lugar de querer escapar del sufrimiento, debemos detenernos y estudiarlo. Conocer su mecanismo, encontrar el por qué nos hace daño, es decir, el por qué es sufrimiento. Aunque hay sufrimientos universales que nos afectan a todos por igual, hay otros sufrimientos que para unos son tales, pero para otros no lo son. De ahí que necesitemos las herramientas para poder discernir cuando algo en verdad es una fuente de sufrimiento real, y cuando algo es un sufrimiento ilusorio, autoinfringido y creado por nosotros mismos. Esta sabiduría es de suma importancia para el mejoramiento de nuestra calidad de vida en todos los aspectos.   

El Buda no nos está diciendo que debemos resignarnos a sufrir sin remedio y que no hay más opción que dejarnos caer en la melancolía, el derrotismo y el conformismo. Lo que el Buda nos está diciendo es, deténganse y analicen el problema más allá de las generalidades. El sufrimiento tiene una naturaleza propia, así que vamos a estudiar esa naturaleza para comprenderla y así podremos hacer algo al respecto. 

Otra forma de malinterpretar esta Primera Noble Verdad es tomándola con desdén. Algunos dicen, ¿Que el sufrimiento es inherente a la vida?, vaya descubrimiento. Han descubierto el agua tibia. ¿Qué clase de revelación es afirmar algo tan obvio? No hay que ser un iluminado para darse cuenta de ello. 

A pesar de que esta declaración del Buda parece tan obvia, en la práctica realmente no lo es. Sabemos que el sufrimiento es inherente a la vida. Y entre más tiempo pasamos en este planeta, más claro no va quedando eso. Sin embargo, hay un sesgo. Hay una especie de cortina de la ignorancia que hace que esta afirmación sea tan obvia que la pasemos por alto como si fuera una señal de tránsito tan elemental que no le prestamos la mínima atención. Y luego nos accidentamos. 

Subestimar esta Noble Verdad es subestimar el mal, que en nuestra doctrina no es nada más y nada menos que la ignorancia. La ignorancia no solo como carencia de conocimiento y falta de sabiduría, sino la ignorancia como una decisión consciente hacia lo autodestructivo, subestimar la importancia del bien, el fundamentarse en el propio ego y el malinterpretar el mundo como una selva de animales salvajes en la que lo único que importa es mi bienestar por encima del de los demás. Esa es la gran ignorancia contra la que lucha la doctrina budista. Veamos un ejemplo. 

La gente fuma. La gente sabe sobradamente y fuera de toda duda que el consumo de tabaco genera cáncer. Eso lo sabemos desde hace mucho tiempo. Sabemos los efectos que el alquitrán y todas esas sustancias químicas le hacen a nuestro cuerpo y sabemos que entre más fumamos, más posibilidades tenemos de generar esa horrible y mortal enfermedad a nosotros y a los que vivan cerca de nosotros. 

Los fumadores saben eso. Si son plenamente conscientes de ello, ¿Entonces por qué fuman? 

Cuando uno le pregunta a un fumador por qué fuma, algunas respuestas que dan son – De algo me voy a morir – Igual todos vamos a morir- Ya lo estoy dejando. 

Incluso, haciendo esta pregunta, he obtenido respuestas tan arrogantes como – Si me da cáncer seguiré fumando porque igual, ya me dio. O, si me da cáncer yo sabré qué hacer. 

Lo que éstas personas están diciendo en realidad, es que en el fondo no creen que puedan enfermar de cáncer. Es una actitud muy ególatra y arrogante. Ellos piensan: el cáncer es algo que le da a otros, no a mí. Esas personas que dicen “yo sabré que hacer si me da cáncer”, si llegaran a verse a sí mismas en un consultorio de oncología, darían lo que fuera por no estar ahí, y por poder regresar y descartar todos y cada uno de los cigarrillos que se fumaron. El miedo y el terror que genera el recibir tal diagnóstico no se compara en nada con el supuesto placer que ese horrible vicio genera. Y convierte esa arrogancia en un arrepentimiento ridículo y patético. 

Este tipo de ignorancia egocéntrica y arrogante (y más que todo voluntaria) es precisamente lo que la Primera Noble Verdad puede erradicar. Y sí, es una obviedad, pero no es solo eso. Es una obviedad elevada a la máxima potencia. A un nivel que nos hace ver todo tipo de sufrimientos y nuestra participación en ellos. El sufrimiento está presente en el mundo ¿Por qué no lo evitas? ¿Por qué lo buscas o lo retas? ¿No sería mejor tomar medidas, un camino seguro y una posición contra ello? Esto es simplemente el más elemental sentido común fortalecido con la más poderosa sabiduría espiritual. Y se aplica a todo en todos los niveles. 

Si fumar da cáncer, pues hombre ¿Por qué demonios voy a fumar? Y así es con todo. Relaciones personales con una persona abusiva, condiciones de trabajo o de vida que hacen daño, hábitos o costumbres perjudiciales, formas negativas en las que nos tratamos a nosotros mismos. No hay área de la vida en la cual esta gran lupa no pueda ayudarnos a encontrar errores aparentemente obvios en los cuales seguimos cayendo como animales ciegos golpeándonos contra la misma pared. 

Parece fácil anunciar eso. Sí, tengo una relación dañina con una persona que no me conviene. Pero es muy fácil pararse ahí y decir, deja a la persona, no seas imbécil. Pero las cosas no son tan sencillas en la vida real y transformar errores que llevamos cometiendo por años en puntos de fortaleza no es como barrer el piso de la casa. ¿Cómo podemos hacer tales proezas? Bien, para eso están las demás Nobles Verdades y la práctica de las Enseñanzas. Aquí estamos hablando del acercamiento inicial. Del reconocimiento del problema. El primer paso para luchar contra las adversidades de la vida. 

Una frase muy popular en los últimos tiempos asociada a la Primera Noble Verdad es la siguiente: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional…”  Delicioso. Puedo ver brillar los ojos de las niñas progres y las señoras de sociedad como lucecitas de navidad. 

Ésta frase y otras tantas como “Esto también pasará” de la cual hay un artículo en este blog, o “Lo que ves mal en los demás es un reflejo de lo que está mal en ti”, hacen parte de ese gran corolario de frasecitas de cajón para imágenes de Facebook que hacen juego con la gran colección de frases que el Buda jamás dijo. No solo son intentos de fórmula mágica para arreglarlo todo con “actitud mental positiva” o A.M.P. como lo vendía una pirámide de estafas en los noventas, sino que pueden hacer que personas verdaderamente interesadas en conocer las Enseñanzas se vayan por un camino falso y terminen confundiendo el budismo con una doctrina superficial y plástica. O peor aún, terminen creyendo en la era de acuario y consumiendo libros de Osho y Deepak Chopra. 

Generalmente, la persona que recita este mantra de “el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional”, es una persona que no aguanta el dolor y se quiebra fácilmente ante cualquier adversidad. Es una formula del poder de la negación que solo funciona cuando no pasa nada o cuando pasan tonterías sin importancia. Este tipo de razonamientos hacen que las personas no entiendan el dolor. La cuestión es que la frasecita es pegajosa y curiosa. Fácil de consumir como una marca de papas fritas. Aunque sí tiene algo de verdad, en el contexto de la práctica, que es lo que nos interesa, no es más que otra frase vacía e inútil. 

No es que el dolor sea “inevitable” en la vida. El dolor es algo que pertenece a la vida. Pero la Enseñanza en ningún lado dice que evitar el dolor sea algo bueno. Al contrario, es algo con lo que se debe trabajar. Y que el sufrimiento sea opcional no significa que uno mágicamente pueda detenerse y decir “no voy a sufrir por la pérdida de un ser querido, y me voy a saltar el duelo y su resolución mágicamente como si nada”. El sufrimiento no es un producto de supermercado que puedas escoger o descartar por un criterio de gustos. Ese pensamiento ilusorio de hecho es un riesgo psicológico, y se ha visto en las doctrinas de las sectas y los estafadores espirituales. Estos sistemas psicológicos que niegan el dolor junto con todo lo negativo, porque cuando uno es un ser de luz, “hay que rechazar todo lo negativo”, son muy peligrosos y pueden traer nefastas consecuencias. Al sufrimiento jamás hay que negarlo o tratar de evitarlo. 

Siguiendo con la frase, tampoco es cierto que el sufrimiento sea opcional. Lo que en realidad genera la práctica de la Enseñanza budista son dos cosas. Primero, el poder de identificar qué es sufrimiento y qué no lo es (te ahorra todos esos sufrimientos ilusorios que tú mismo te generas). Y segundo, te da la fortaleza de poder enfrentar, trabajar y superar el sufrimiento de la vida, cualquiera que este sea, con la capacidad de aceptar la naturaleza de la existencia y con la sabiduría para saber que hay que hacer sin llegar a la desesperación. 

El sufrimiento no es opcional. Tienes que enfrentarlo sí o sí. Diferenciar el dolor del sufrimiento en un ridículo juego de palabras para hacerte creer a ti mismo que encontraste la llave de la felicidad, es como confundir una enfermedad con unas vacaciones, e ir a pasar una infección pulmonar en una cabaña en la playa en lugar de ir a un hospital y tratarte. La ilusión de las palabras confortables a menudo nos hace creer y hacer tonterías. 

Veámoslo con un ejemplo simple y metafórico. 

Cuando era niño me aterraban las inyecciones. No podía estar en un consultorio médico y ver una jeringa sin sentir un terror inmenso, incluso cuando la inyección no era para mí. El dolor de la inyección, aunque ilusorio porque la mayoría de las inyecciones ni duelen tanto, era para mí un obstáculo ineludible por la sencilla razón de que era un niño y no tenía las herramientas, la experiencia, ni el conocimiento para enfrentar y superar tal situación. 

Ahora de adulto, las inyecciones no me provocan la más mínima preocupación. No me intimidan las agujas de las jeringas por más grandes que sean. Incluso cuando puedo dono sangre. Y las agujas que se usan para la donación de sangre son tan grandes que ni parecen agujas. Son más bien como pequeños tubos de metal con una punta filosa. Cuando estoy en condiciones, puedo donar sangre sin ningún problema, mientras que algunos de mis compañeros no son capaces ni de ver cuando me clavan la aguja en el brazo. Incluso he visto a alguno desmayarse cuando le extraen sangre, cosa que se me hace muy graciosa. Sobre todo cuando me dejan despertarlo. 

¿Por qué cuando era niño no podía ni ver las agujas y ahora puedo lidiar con ellas sin ningún problema? Porque durante el trayecto de mi vida, he adquirido las experiencias y el conocimiento para afrontar ese miedo y enfrentarlo sin ningún problema. Me he desarrollado y he madurado mentalmente en lo referente al problema de las inyecciones. Cuando te clavan una aguja en la piel, duele. Duele ahora igual que dolía cuando era niño. El procedimiento es el mismo y la sensación es igual. Es exactamente la misma situación. La jeringa no ha cambiado, el que ha cambiado soy yo. Ese es el fundamento de la Enseñanza y de la Primera Noble Verdad. 

No es que el sufrimiento sea opcional. Es que cuando estás entrenado e instruido, estás más fuerte, tienes mayor conocimiento del mundo y de la vida, y tienes una madurez mental y espiritual superior, puedes  permanecer de pie, resistir y vencer cuando otros no pueden estar ni siquiera de rodillas. No eliges si sufrir o no sufrir. Nadie elije sufrir, por eso es que la frase suena tan estúpida. Tu puedes primero determinar si lo que tienes en frente necesita ser tratado como sufrimiento, y segundo usar las herramientas que tienes a tu disposición y la fortaleza espiritual acumulada con la práctica para enfrentar los sufrimientos que se te presentan en la vida, que no son antinaturales, ni malignos, ni castigos o maldiciones deterministas ni nada por el estilo. Es simplemente la vida. Estamos hablando simplemente de madurar. Tan literal como suena. Huir del sufrimiento es una actitud infantil. Y cuando no tenemos una adecuada instrucción espiritual, eso es precisamente lo que hacemos. Y en eso se nos va la vida. 

La Primera Noble Verdad también se mal entiende simplemente al leerla. Cuando se comprende bien, empieza a hacer el trabajo que es constante en toda la práctica. Trabajar el ego. La Primera Noble Verdad dice, “hay sufrimiento en la vida”. En ninguna parte dice “YO sufro en la vida”, o “Mi sufrimiento existe en la vida”. No se está hablando del sufrimiento de nadie. No se trata de ti. El sufrimiento simplemente está ahí. 

Cuando vas a un río y ves una serpiente venenosa no piensas, “oh, esa serpiente está ahí para morderme y envenenarme. Ha llegado a la orilla del rio única y exclusivamente para morderme a mí”. No haces eso. Lo que piensas es “esa serpiente es venenosa y hace parte de la naturaleza. Si me acerco a ella, tendré problemas. Mejor me mantendré alejado de ella”. Entiendes que el hecho de que tú estés o no estés allí, no le es de la más mínima importancia a la serpiente. Y  entiendes que el hecho de que la serpiente esté ahí no tiene que ver contigo. Simplemente es una parte de la naturaleza y cumple su función en ella. 

Nos han enseñado a creer que somos el centro del universo y que el mundo gira en torno a nosotros. Si algo malo pasa, es por o para nosotros. Y si algo bueno pasa, también. Nada de esto es cierto. En el budismo tal idea se deshecha de entrada. Las cosas no están ahí por nosotros ni para nosotros. Simplemente están ahí. 

La parte final de un poema de Sara Teasdale sobre la guerra dice: 

Y a nadie le importaría, ni al pájaro ni al árbol,

Si toda la humanidad pereciera;

Y la propia primavera, cuando despertara al alba,

Apenas se daría cuenta de nuestra partida. 

Suena hermoso, y es totalmente cierto. No es verdad que seamos el centro del mundo. Somos simplemente una especie más. Si desapareciéramos de la faz de la tierra, el mundo seguiría girando como si nada. La naturaleza casi ni lo notaría. Y en unos pocos años, no habría casi ninguna huella de que estuvimos aquí. No somos tan importantes como para gritarle al cielo cada vez que nos caiga una desgracia. De hecho, cuando entiendes esto, y te das cuenta de tu propio lugar frente al mundo y la inmensidad de la vida, adquieres humildad. Te quitas ese gran peso de responsabilidad ilusoria que cargas a todas partes. Te das cuenta de que no eres tan importante como para andar lloriqueando por lo que te pasa. Y en lugar de eso, sientes un impulso de ayudar a otros simplemente por el hecho de compartir el mundo contigo. Esa es la manera correcta de interpretar nuestro lugar en la vida. Es lo que enseña esta Primera Noble Verdad.  

Las Nobles Verdades del Buda no son solo enunciados de la realidad. Como todo en la Enseñanza, también son prácticas. Cuando empiezas a comprender la naturaleza del sufrimiento en el mundo (no solo el tuyo), entiendes por qué los demás sufren. Entiendes la importancia de erradicar la ignorancia que produce sufrimiento. Y culpar a otros por las cosas malas que te pasan deja de ser una ley personal. Incluso cuando otras personas te hacen mal a propósito. 

La razón de esto es que entiendes que la persona que hace el mal lo hace porque padece de ignorancia, y esa ignorancia le provoca sufrimiento, así la persona piense que hacer el mal a otros le está provocando beneficio o placer. Entonces el odio contra el agresor se apacigua porque entiendes que está haciendo algo que no haría si pudiera entender lo que está haciendo. Esto no significa que debamos dejarnos atropellar y herir por personas maliciosas. Ya hemos comentado en varias ocasiones que ser pacifista no significa ser pasivo y dejarse hacer daño. Nada en el budismo apoya esta idea. Lo que se explica aquí es que debemos luchar sin odio, pero igual se debe luchar. La diferencia es que quien responde odio con odio porque no entiende la naturaleza del sufrimiento, se convierte en lo que combate. Luego uno también quiere herir a quien lo está hiriendo a uno iniciando un ciclo de odio continuo al que solemos llamar guerra. Y eso es contrario a las Enseñanzas. 

No debemos permitirnos ser dominados por nuestro odio, y la comprensión de la Primera Noble Verdad nos ayuda a ello. Esto quiere decir que cuando nos enfrentemos a una persona que nos hace daño, debemos contrarrestar su maldad con la conducta correcta, con el bien, sin dejarnos contaminar por el odio que irradia, y si es posible y está dentro de nuestras posibilidades, ayudarle a salir de su error. Si no es posible, dejarlo y alejarnos de la persona. El Buda enseña que siempre debemos alejarnos del necio. Esto nos da la libertad para combatir el mal sin odio, y nos quita el grillete de andar culpando a otros por lo malo que nos pasa. 

Si culpas a otro por lo que te pasa a ti, lo que estás diciendo es que el otro tiene el poder sobre ti. El poder de dominarte, de provocarte, de generar los sentimientos y las emociones que quiera en ti, y que básicamente estas avasallado por sus acciones. En otras palabras, que eres su esclavo. Si dejas de culpar a los demás y te haces cargo de tus propios sentimientos y tu propio destino, no podrás ser esclavo de nadie. Eso hace parte de la maduración espiritual que conlleva la realización de una buena práctica. 

La Primera Noble Verdad nos ayuda a empezar a liberarnos del sufrimiento, porque cuando comprendemos la verdadera naturaleza del dolor, por puro sentido común dejamos de estar corriendo de un lado a otro, escapando y persiguiendo en el juego absurdo de los premios y los castigos. Nos ayuda a dejar de ser sobornables y avariciosos. Cuando la naturaleza del dolor es comprendida, pasa de ser un obstáculo a vencer, a ser un punto de apoyo y una fortaleza. Entonces podemos entender el sufrimiento de los demás y entendemos la importancia de ayudar a combatir el dolor que está a nuestro alrededor. Es decir, a realizar una verdadera práctica de las Enseñanzas. 

El objetivo de la Primera Noble Verdad es dejar de tenerle miedo al sufrimiento. Aceptar los errores que hemos cometido y convertirlos en experiencias para generar acciones benéficas para nosotros y los demás. El sufrimiento se acepta como algo natural. De hecho, es algo benéfico. Sin sufrimiento no sería posible aprender, crecer, conseguir una motivación profunda, desarrollar madurez, fuerza y sabiduría. Sin sufrimiento, la vida no tendría ningún sentido y no valdría la pena vivirla. 

Para nosotros, el Buda es el gran doctor. El gran médico que ha descubierto la cura para el mal del mundo, el sufrimiento. El seguir las instrucciones del médico o no, ya es decisión nuestra. Y este es un símil utilizado por el mismo Buda para explicar su doctrina de forma sencilla. 

La Primera Noble Verdad es entonces, el diagnóstico de nuestra enfermedad. Su detección y reconocimiento. Las tres siguientes Nobles Verdades consisten en la detección de la causa y origen de nuestra enfermedad, el pronóstico de poder aliviarnos, y el remedio para llegar a la salud. 

Hay que tener siempre en claro que toda la doctrina del Buda es básicamente una doctrina de ética. Una forma de vida orientada siempre hacia el bien, hacia lo que es correcto. No es un compendio de fórmulas mágicas para beneficiarme yo mismo sin que me importen los demás. Según el budismo, somos parte de un gran tejido de la vida, y lo que afecta a uno nos afecta a todos. El egoísmo no tiene espacio dentro del budismo en ninguna de sus formas. Estas Nobles Verdades, el Camino Óctuple, los sellos y todo lo que la doctrina implica, no lleva nunca al individualismo nihilista ni a la preocupación exclusiva por la propia existencia. El budismo es una práctica social. Es una disciplina ética y moral que abarca el comportamiento humano para el bien de todo ser viviente en este planeta. Entender esto es fundamental para poder practicar las Enseñanzas. Ignorar esto es el camino seguro a la ignorancia y a la autodestrucción. 

Teniendo esto claro, estudiemos y entendamos bien esta Noble Verdad para luego ir al siguiente paso. El estudio y comprensión de las causas de nuestro sufrimiento. La Segunda Noble Verdad.

Haz parte de nuestra comunidad en Facebook: apuntes de un budista