jueves, 11 de julio de 2019

Los seguidores de Devadatta


El término “seguidores de Devadatta”, es una expresión alegórica o metafórica que hace referencia a un tipo particular de seguidor del budismo para el cual la práctica budista consiste en ser lo más apegado y estricto posible a unas reglas y formas de práctica específicas, que pueden o no, ser parte del código de conducta establecido por el Buda. No tienen una doctrina en particular ni un dogma específico ya que estamos hablando de un término simbólico para hacer referencia a un tipo de perfil psicológico y a una tendencia recurrente en las comunidades budistas.

Para entender el origen de la expresión “seguidores de Devadatta”, veamos brevemente a qué hace referencia y cuál es el sustento histórico del cual proviene esta expresión coloquial.

Devadatta fue un monje miembro de la Sangha de Buda. Era primo de Siddhartha. Como miembro de la familia real compartió parte de su infancia con el Maestro y recibió la misma instrucción. Al iluminarse Siddhartha, Devadatta se hizo su discípulo y se unió a la orden. Posteriormente, Devadatta sintió deseos de ser el monje más importante de la Sangha. El Buda ya estaba avanzado en edad y Devadatta le sugirió que le traspasara el mando a él para que se encargara de dirigir a los monjes mientras el Maestro descasaba en sus últimos años. El Buda vio las verdaderas intenciones de su corazón y le negó esa posibilidad tajantemente. “Ni siquiera delegaría el Sangha a Sariputta o a Moggallana (dos de los monjes más cercanos al Maestro), menos aún a ti, tú que deberías ser tosido como saliva.”. Le respondió el Perfecto. Devadatta se sintió humillado ante toda la Sangha y sintió deseos de sustituirle del mando de la orden del modo que fuera.

 Se llenó de envidia hacia el Maestro y quiso hacerse con el liderazgo de la Sangha tratando de destruir la autoridad del Buda. Para ello, Devadatta empezó a exigir que las reglas monásticas fueran más rígidas y extremas, asemejándose más a las antiguas formas ascéticas de las prácticas védicas que el Maestro ya había probado y descartado durante su previo camino hacia la iluminación. El objetivo era demostrarle a la Sangha que el Buda no era lo suficientemente exigente para dirigir la orden y que se necesitaba a alguien con más carácter y menos consentimientos para con los monjes y los laicos. Es decir, él mismo.

Devadatta enumeró una serie de reglas ascéticas que se practicaban en las religiones védicas para implementar en la Sangha, tales como no entrar nunca a un lugar con techo viviendo siempre a la intemperie, no comer ningún tipo de carne o dormir sentado y no acostarse jamás, entre otras igual de rígidas. El Buda rechazó la implementación de dichas reglas y Devadatta se rebeló. Creó división en la Sangha y se separó de la orden llevándose con él a un grupo de monjes que decidieron seguir sus reglas.

El Buda siguió siendo la autoridad máxima de la Sangha y contaba con el apoyo de los reyes así que la envidia de Devadatta no paró de crecer. Intentó asesinar al Maestro tres veces. Le envió un asesino, hizo soltar un elefante enfurecido frente a Él, y él mismo soltó una gran roca desde lo alto de un barranco al paso del Buda para que le cayera encima. Los tres intentos de matar al Buda fallaron y Devadatta fue degradado de su calidad de monje. Su final no fue muy benévolo.

Desde los tiempos de las primeras órdenes, se les ha llamado seguidores de Devadatta de manera informal a aquellas personas que han querido hacer una Sangha separada de las enseñanzas del Buda histórico apelando a reglas distintas y dándole más importancia dogmática a estas prácticas radicales, con la excusa de una mayor observación y dedicación que los demás.

Esta tendencia ha estado presente históricamente en todas las religiones y es lo que provoca los cismas o las separaciones reformistas que bifurcan un tronco doctrinario en varias ramas que se excluyen y rechazan entre sí. En el budismo este intento no funcionó, y los seguidores originales de Devadatta se perdieron en el tiempo. Sin embargo, siempre surgen nuevos “seguidores de Devadata” dispuestos a abrir nuevas divisiones en el Dharma de Buda.
  
Este es un perfil o estereotipo de seguidor del budismo exactamente igual al que aparece en otras religiones como por ejemplo el cristianismo. Todos conocemos a los cristianos devotos y entre ellos hemos visto a los legalistas extremos que pretender implementar las leyes de Moisés igual a como se hacía en su época y bajo el mismo esquema de rigidez. Este es un cliché cristiano que está muy lejos de representar a la mayoría de la comunidad cristiana. En nuestro caso tenemos a los seguidores de Devadatta. Para el devadatto, el criterio para llamar o no a alguien budista es su nivel de seguimiento de las normas.

El punto de división con los seguidores de Devadatta no es simplemente el aferramiento estricto a las reglas, sino el tipo de reglas que, según ellos, deben seguirse para ser budista. Éstas por lo general son reglas que no hacen parte del código establecido por Buda o son una exageración de las mismas. Por consiguiente, lo que el seguidor de Devadatta intenta hacer es usar la autoridad del Buda para aumentar la observancia de supuestas normas que el mismo Buda aclaró que no eran prácticas obligatorias sino opcionales, o que no solo no eran normas sino que las rechazó y explicó que no debían hacerse. El devadatto usa la autoridad del Buda para contradecir al mismo Buda.

Este término coloquial para denominar a un seguidor legalista del budismo ha sido usado desde los tiempos del Buda hasta hoy. Cada generación a través de los siglos ha tenido sus seguidores de Devadatta en todas las tradiciones y escuelas. Se han escrito nuevos comentarios, Sutras y hasta leyendas biográficas del Maestro en las que establece reglas nuevas cientos de años después del Canon Pali. Estas iniciativas buscan distorsionar el Dharma alejándolo de la doctrina del Camino Medio y pujando por una práctica más radical.

Una de las razones de esta tendencia es que esta observancia legalista de la norma genera concentración de poder en el monje, que es lo que buscaba Devadatta, y hace de la Sangha una vitrina moral de egos religiosos. La Sangha se convierte entonces en un concurso permanente. El que más estricto sea con su práctica de las normas, más respeto debe merecer y más autoridad ha de tener para señalar a los otros. A lo largo de la historia han surgido maestros a cargo de monasterios, monjes y también laicos, que han reinterpretado las Enseñanzas de forma radical, anexando elementos que el Buda jamás nombró o que había rechazado.

Un devadatto es, en términos simples, un fanático budista. Una persona que quiere hacer del budismo una doctrina pura llevada por una Sangha estricta, exclusiva y unificada en todos los aspectos, sobre todo el social. En palabras más castizas y haciendo referencia a un viejo dicho católico, podemos definir a un devadatto como a alguien que quiere ser más budista que el Buda. Alguien que acepta y rechaza Sutras categóricamente según encajen o no en su visión de la práctica, del mundo y de su sentido de justicia. Los seguidores de Devadatta en la historia han llegado incluso a usar la violencia contra otros budistas y a generar conflictos políticos y sociales.

Hoy en día, los devadattos siguen buscando una pureza doctrinal de profundas convicciones sociales y escasas indagaciones históricas y doctrinales del Dharma. Son personas que vienen con sus propios conflictos, que traen sus propios sufrimientos enmascarados en guerras sagradas contra lo incorrecto y que encontraron en el budismo su plataforma de lucha. Y tienen internet…

Difícilmente pueden llegar a ser personas físicamente violentas aunque a veces lo son, pero sí suelen ser muy agresivos verbalmente y tienden a una racionalización extrema de la doctrina que usan para descartar lo que ellos consideran “no budista” de lo “verdaderamente budista”. Son academicistas aficionados. Interpretan debate como confrontación y sin importar los argumentos y la lógica, jamás cambian de opinión.

Una de las marcas más visibles de los seguidores de Devadatta es su tendencia a la militancia. Son personas que gustan de la identificación con uno o varios grupos. Algunos suelen mezclar budismo con política, siendo esta tendencia más usual hacia los movimientos de izquierda. Sin embargo, también los hay de porte nacionalista de derecha. Suelen adquirir una misión de “predicar”, o como le suelen llamar, informar o educar al pueblo inculto, aclarando “errores históricos” que grupos contrarios han divulgado maliciosamente sobre las verdaderas enseñanzas de Buda. Les es muy difícil abstenerse de dar su opinión ya que no la interpretan como una opinión sino como un argumento de la verdad. Por lo general son jóvenes y están tan convencidos de que están en lo correcto que incluso justifican el odio (desde el mismo budismo lo cual es absurdo) hacia los que no piensan como ellos por considerarlos personas sin ética ni moral y de ignorancia voluntaria.

Hay distintos tipos de devadattos. Algunos son simplemente seguidores exagerados de una tradición, de un maestro o lama hasta el punto de considerarlo igual o más importante que el Buda mismo, y no toleran ningún desplante hacia su objeto de adoración. Otros son más del tipo político, haciendo algo parecido a lo que fue la teología de la liberación con el catolicismo en Suramérica, pero ahora con el Dharma. Otros escogen un tema social en específico como el racismo, el feminismo, el veganismo, la misma izquierda, el ateísmo o cualquier otro, y se aferran a él basando su impetuoso sentido de justicia en una errónea interpretación del Dharma. Siempre tienen su Sutra por lo general escrito cientos de años después del Canon Pali, un hecho histórico desconocido y una explicación racional que revela por qué la gente ingenua ha sido engañada por tanto tiempo y ellos están en lo correcto.

Internet está repleto de seguidores de Devadatta, por eso se advierte tanto sobre buscar información en los foros y en las redes sociales. Es muy fácil dejarse llevar por alguien que basa su identidad como budista en apoyar causas justas en redes sociales más que en el mundo real. Como siempre, recomendamos más libros y menos foros.

El término “seguidores de Devadatta” también suele usarse de manera despectiva, sobre todo en los países del sur de Asia, para referirse a personas que quieren hacer un nuevo Dharma aparte de las Enseñanzas establecidas. Curiosamente, los seguidores monásticos de Devadatta llamaron retrógrados y rígidos a los seguidores de la Doctrina establecida por el Buda, cuando fueron ellos mismos los promotores de una doctrina mucho más rígida, conservadora y basada en prácticas acéticas más anacrónicas y antiguas que se alejaban de la Enseñanza del Camino Medio del Buda.

Los seguidores de Devadatta de los que estamos hablando aquí no tienen nada que ver con los monjes que siguieron a Devadatta o con las personas que siguieron su doctrina cuando se separaron de la Sangha del Buda. Como ya hemos explicado, este término se usa de forma alegórica y simbólica para hacer referencia a budistas legalistas radicales de diferentes bases ideológicas o escuelas.     

También hay seguidores de Devadatta con títulos de maestro budista adquiridos en un linaje tradicional. Cuando un monje o maestro intenta vender el discurso, disimulada o frontalmente, de que su tradición budista es la mejor y las demás están equivocadas o son incompletas, esto es un símbolo de purismo doctrinal. Significa que la persona le da más importancia a la forma exterior del Dharma, su escuela en particular, que al Dharma mismo. Recordemos que el Buda explicó que las tradiciones son como las tazas de té y el Dharma es como el té. Las tazas pueden variar según la tradición, pero el té del Dharma siempre es el mismo. Un monje que le da más importancia a su doctrina adjudicándole superioridad frente a las demás, le está dando más importancia al juego de té que al té que nos beneficia a todos sin importar qué recipiente lo contenga. Le da más importancia a su propia investidura de monje que al mismo Dharma.  

Podemos ver en diversas charlas publicadas en internet cómo algunos monjes occidentales dicen cosas extrañas y absurdas que nos pueden dar pistas de qué son realmente. Por lo general intentan mezclar neurociencia con espiritualidad y en medio ponen los beneficios de la meditación haciendo un sánduche pseudodoctrinal muy atractivo para el turista. O en lugar de hablar de meditación se dedican a vender el mindfulness tan de moda por estos días. Pero de las Enseñanzas del Buda, del Dharma o de la práctica en sí, hablan poco. Por no decir nada.

He podido escuchar personalmente a monjes tibetanos diciendo que el budismo tibetano es la máxima evolución del budismo. A su vez, a monjes zen diciendo que el zen es la máxima evolución del budismo, y también a un supuesto monje Chan que se ufanaba de poseer un linaje directo e ininterrumpido desde el Buda Sakyamuni hasta su propia persona. Pero que tenía la instrucción doctrinal y la cultura general de un drogadicto futbolero de barra brava. Ese fue el más lamentable. Y aun así tenía personas fieles bajo su guía que le llamaban maestro, le rendían homenaje y le ofrendaban como si fuera un ser iluminado. Por eso es tan importante investigar bien a las personas y no tragar entero solo por razón de un linaje o la presentación de un extenso curriculum vitae espiritual. Una túnica y un título no son pruebas de ser maestro budista, tal como lo advirtió el mismo Buda.   

Para estos monjes, o más bien personas comunes con disfraces de monjes, su forma de budismo es la más perfecta y cercana al Buda. Y todas las demás tradiciones son caminos de nobles intenciones, pero torpes, incompletos y equivocados que buscan llegar a la perfección del Dharma. Es decir, a la tradición que ellos mismos están enseñando.

Un factor común de estos maestros budistas, porque sí vienen con títulos monacales genuinos comprados en oriente, es que tienen una particular aversión hacia el budismo temprano. Nunca dejan de echarle agua sucia a la tradición Theravada a la que despectivamente no dejan de llamar hinayana, adjudicándole calumnias realmente horribles y en algunos casos mentiras absurdas y totalmente ridículas. Las tradiciones Mahayanas son las que más tienen presencia en occidente y los devadattos monjes suelen obtener títulos Mahayanas genuinos fácilmente. Acá en Latinoamérica, la tradición del budismo temprano casi no tiene representantes, por lo cual es más fácil ensuciar la túnica del que está ausente.

Si usted va a escuchar las enseñanzas de un monje budista, y entre sus explicaciones de lo bonita que es su tradición la persona empieza a echarle el sucio del budismo a otra tradición, cualquiera que esta sea, eso le debe dar la visión suficiente para entender que esta persona por más linaje, título, experiencia, años, túnicas y cabeza rapada que tenga, no es ni monje, ni maestro, ni un budista. Usted se encontrará simplemente frente a un farsante. Y lo mejor será dejar que termine la charla, agradecer amablemente por la enseñanza recibida y retirarse de ahí para no regresar jamás. Un verdadero monje budista jamás habla mal de otras tradiciones budistas. No puedes considerar a alguien como maestro si su método es la calumnia o el mal hablar de otros en su ausencia. No se necesita mayor conocimiento para comprender esto.

El otro gran estereotipo de nuestro tiempo es el budista vegano o como yo les llamo, los “budiveganos” (Si, ya sé que suena medio tonto pero me gustó como suena). No requiere mucha explicación. Difícilmente alguno de nosotros no se habrá topado con una persona vegana que es budista, o con un budista que es vegano (para no complicarte, llámales budiveganos). Es difícil saber si hay un factor que complemente al otro ya que los fusionan de tal manera que no hacen ninguna diferencia entre una cosa y la otra. Los budistas veganos están convencidos de que Buda era vegano como ellos y que despreciaba a los comedores de carne como si fueran asesinos o gentes de gran ignorancia e inmoralidad. Se apoyan en Sutras tardíos que toman como sagrados por su antigüedad cuando históricamente son documentos prácticamente nuevos y no se sabe si realmente son Sutras. Como ya comentamos, seguidores de Devadatta ha habido en todas las épocas y estos también escribieron documentos en nombre del Buda.

Los planteamientos de los devadattos budiveganos son en realidad muy sencillos. Todos los Sutras que hablen sobre vegetarianismo son los correctos. Todos los demás están equivocados, sin importar antigüedad, fuente o importancia canónica. El Canon Pali está mal traducido. Y mal interpretado (por la misma orden que lo ha conservado y protegido por dos mil años) ya que todas las partes en las cuales el Buda comió algún tipo de carne están equivocadas. Según ellos, donde decía cerdo, en realidad decía hongo. Donde decía pescado, decía otra planta. Donde decía ave, decía otra cosa, y así…

En la actualidad, el sistema moral del devadatto budivegano también es muy simple. Si eres un defensor de los animales debes ser vegano. Si no eres vegano, no puedes ser un defensor de los animales. En este caso no hay opción. El no ser vegano ni vegetariano y defender causas que protejan a los animales significaría ser un hipócrita y un cómplice de crímenes. El veganismo viene siendo como el certificado de membresía de los verdaderos defensores de los animales. Un requisito para poder llamarte como tal. Una regla de oro que hay que seguir sí o sí, sin ninguna falta o disculpa. La norma es clara y no hay lugar a matices. O se es vegano del todo, o no se es ni vegano, ni budista, ni nada. En tal caso serás un simple hipócrita asesino que se deja llevar por el vil consumismo capitalista cuyas manos están bañadas de sangre inocente. Y ya está.  

El origen de estos puntos de vista radicales son factores personales muy íntimos y dolorosos que se activan por la generación de la culpa. Al ser expuestos a imágenes absolutamente grotescas y aberrantes de maltrato animal, la persona se identifica con la víctima a nivel personal y asume como verdad cualquier mensaje que acompañe a esta imagen. Información que por supuesto jamás verificará por sí mismo. El resultado es una persona hipersensible, moralmente herida y emocionalmente agresiva. Termina confundiendo indignación con injusticia y gastará todas sus energías y fuerzas en luchar contra un mal que, en principio si existe, pero que es distorsionado y sobredimencionado de forma dantesca. Como un pentecostal que piensa que el mundo se va a acabar dentro de ocho días porque sintió un temblor de 3.5 por primera vez.

Al ser el budismo una doctrina espiritual, el vegano budista busca usarla para entrar en los demás practicantes a través de la figura del Buda como el máximo vegano justiciero, intentando sembrar un campo que en teoría ya está arado, fertilizado y listo para sembrar su semilla.

Los veganos radicales son personas que viven con un gran sufrimiento. Un nivel de Dukkha muy agudo y constante que se activa todos los días cada vez que encienden el televisor, salen a la calle o ven a un humilde parroquiano almorzando. Como personas que viven con tan agudo sufrimiento mental, los veganos radicales deben ser tratados con compasión y con amor. Sin embargo, esto no significa que debemos aceptar su absurda escala ética ni su contaminado sentido de la moral. Debemos comprender sus razones y tratar de ayudar hasta donde nos permitan las condiciones, a vencer el sufrimiento de los seres. Pero los veganos deben entender que si no respetan las decisiones individuales de los demás, no podrán ayudar a los animales, ni a las personas, ni a sí mismos. Y su mensaje terminará en la caneca junto con las revistas de los testigos de jehová.

La discusión sobre el veganismo en el budismo es un tema que se presta para amanecer comparando argumentos de autoridad ética sin fin. Algo en lo que no debemos perder el tiempo ya que es una discusión estéril y sin sentido. Para saber qué dijo realmente el Buda sobre comer carne, lee el artículo Veganismo y vegetarianismo en el budismo, que podrás encontrar en este blog.

Ahora, ¿Cuál es la actitud correcta al momento de encontrarse con un seguidor de Devadatta? La respuesta es simple. Ninguna. No se discute, no se contra argumenta, no se opina, no se pelea. El Buda explicó que no debemos enfrascarnos en discusiones que no tengan sentido o de naturaleza ociosa. No hay debate con un devadatto porque el devadatto no quiere debatir, quiere ganar. Convencer al otro de que está equivocado y él está en lo correcto. Y no contemplará en ningún momento la posibilidad de que esté equivocado, lo cual es la principal herramienta para aprender enseñanzas nuevas y mejorar como personas en este mundo.

Los devadattos son parte del paisaje budista. No son necesariamente un factor negativo en sí. No significa necesariamente que se trate de una persona dañina, egoísta u odiosa. Muchos en verdad tienen una buena intención y sus objetivos son nobles, solo que su diagnóstico de los problemas y su formulación de las soluciones no son las correctas y tienden a la división. Otros simplemente padecen una enorme necesidad de autoafirmación y atención. Lo importante es entender que todos somos diferentes. Aunque un grupo siga la misma doctrina, es imposible que todos piensen exactamente igual en cuanto a todos los temas. De esa diferencia viene el intercambio de conocimiento y el crecimiento de la sabiduría en una comunidad.

Lo contrario de un devadatto no es ser laxo en cuanto a las normas ni creer toda la doctrina budista sin analizarla, cuestionarla o ponerla a prueba. De hecho, como budistas debemos hacer exactamente eso. Nunca tragar por entero y comprobarlo todo por experiencia propia como nos enseñó el Buda.  Lo contrario de ser un seguidor de Devadatta es simplemente entender que existen otros puntos de vista. Comprender que somos diferentes y siempre contemplar la posibilidad de que podemos cambiar de opinión. En resumen, lo contrario de ser un seguidor de Devadatta es la práctica de una virtud tan necesaria como poco usada. Tolerancia. Una comunidad sin tolerancia tarde o temprano se termina dividiendo y atacando entre sí. Tolerancia no significa permisividad o falta de disciplina. Tolerancia significa tener la madurez de poder sentarnos en la misma mesa y compartir cuando pensamos distinto. Eso es todo.

El término “seguidores de Devadatta” no debe ser usado para dirigirse a otros en público. No debe usarse como se usa el término hinayana, que es despectivo y de muy mal gusto. Este término se usa para identificar uno mismo a una persona o personas que tienen este perfil de practicante y el objetivo de realizar esta identificación es evitar confrontaciones. No señalas a alguien y le dices ¡tú eres un seguidor de Devadatta! Y te vas dejándolo discutiendo solo como el pato Donal tocando su violín invisible en medio de su rabieta. En lugar de eso, observas con tu criterio y tu sentido común si la persona con la que estás hablando es o no un devadatto. Si así es no le confrontas. El fuego no se apaga con leña. Simplemente le escuchas, le agradeces y te despides. Y si se presenta otra oportunidad para compartir mejor la información, la aprovechas sin intención de confrontar.

De nuevo quiero agradecer a los fieles seguidores del blog. Tanto a los practicantes que envían mensajes de agradecimiento como a los devadattos y budiveganos que también merecen reconocimiento y me enseñan palabras nuevas que no puedo usar en público. Todos los comentarios, preguntas y recomendaciones de los lectores siempre son bienvenidos. Un saludo a todos y manténganse siempre en la práctica.