lunes, 1 de octubre de 2018

Cómo NO hacer una comunidad budista.

Cuando uno practica budismo en un país no budista es inevitable pensar en encontrar a otros budistas con los cuales compartir, e incluso dar a conocer el Dhamma y crear comunidad. Siempre es mejor y más recomendable realizar la práctica en compañía de otros. También teniendo en cuenta que la Sangha o comunidad budista es una de las tres joyas de refugio en la práctica del budismo. Aunque la Sangha en un principio se refiere a una comunidad monástica, en un país no budista la idea de la Sangha apunta más a una comunidad de practicantes laicos. No debe llevar necesariamente ese nombre.

El punto es que para un citadino nacido en una cultura cristiana, en una sociedad tan vacía, tan tendiente a un tipo de soledad artificial y en cierto modo excluyente para con un practicante de una religión diferente, el buscar a otros practicantes o crear una comunidad es casi un impulso instintivo. Un plan que surge casi como consecuencia directa de haber iniciado la práctica del Dhamma de modo definitivo.

En esta oportunidad hablaré de mis intentos de encontrar a otros budistas con los cuales compartir el Dhamma y de crear un grupo de práctica budista. Intentos que fueron totalmente fallidos.

Lo primero que encontré en mi ciudad fue un grupo de budismo tibetano. Hace años, cuando recién empezaba interesarme por el budismo, supe de un grupo de budismo tibetano que empezaba a formarse aquí. Yo fui para empezar a enterarme de qué se trataba el budismo. Fue mi primer acercamiento a las enseñanzas de Buda. Sin embargo las cosas no salieron bien. En esos tiempos la persona que convocaba a reuniones abiertas de introducción al budismo pertenecía al camino del diamante del Lama Olé. Todo el material que se manejaba era de éste lama occidental. En el grupo me prestaron un libro que se llamaba Cuando el pájaro de hierro vuele, del comentado Lama Olé.

Leí el libro y vi el documental más otros documentos anexos sobre el camino del diamante. El camino del diamante no me llamó mucho la atención pero ese no fue el problema. El problema fue que un día mientras hacía mis cosas en la universidad, me descuidé y alguien me robó el libro del lama Olé. Avergonzado me contacté a través de Facebook con la chica que dirigía las charlas. Le conté que había perdido el libro y le pregunté dónde conseguirlo y cuánto costaba ya que tenía la intención re reponerlo. Pero al darme el precio del libro, la chica se equivocó y puso un cero de más en el precio. Yo no caí en cuenta de ello y por la solemnidad con la que hablaban del iluminadísimo lama Olé pensé que el libro costaba diez veces más de lo que en realidad costaba. Una cifra que para un simple estudiante era simplemente un precio absurdo. Así que envuelto en mi inexperiencia, vergüenza e ingenuidad, desaparecí del grupo sin más ante la imposibilidad de poder pagar semejante precio tan alto por un libro que me había parecido un total fraude. Obviamente suponiendo que la chica estaría pensando que me lo había robado con descaro y alevosía.

Como el camino del diamante no me pareció algo que valiera la pena, seguí investigando otras opciones por mi cuenta y me olvidé del asunto.

Varios años después de regreso a mi ciudad, cuando ya había resuelto el problema de las fuentes y la práctica budista, investigué si el budismo hacía presencia aquí y vi que ya se había formado un grupo de budismo tibetano. Aunque no practico budismo tibetano éste también es budismo y decidí contactarlos. Éste era de la tradición Gelugpa que dirige el Dalai Lama, algo muy distinto al camino del diamante del lama Olé.

Escribí al grupo de Facebook y la persona que manejaba las redes sociales del grupo era una chica muy amable y atenta. Planteé la posibilidad de realizar una reunión de budistas de la ciudad sin importar diferencias de tradiciones y la chica pareció muy receptiva y entusiasmada con la idea. Entonces tuve la genial idea de escribirle por el chat de Facebook.

La chica que en aquel entonces dirigía el grupo del Lama Olé, ahora manejaba las redes del grupo de budismo tibetano del Dalai Lama. Eso no fue lo malo. Lo malo fue que los chats de Facebook no se borran así lo dejes sin usar por años. Cuando le hablé por inbox la chica se dio cuenta de que estaba hablando con el mismo idiota que años antes se había robado el libro del Lama Olé y se había ido haciendo preguntas tontas sobre dónde comprarlo. Su tono amable y atento dio un giro en U más rápido que un bumerang. De repente lo de la reunión ya no era una buena idea sino algo imposible. Para acabar de quedar como un idiota le comenté (Ya que ambos obviamente estábamos leyendo la conversación de hace años) que me había confundido con el precio del libro porque ella me había dado mal el precio, que me lo habían robado y que de verdad tenía la intención de reponerlo.

La chica obviamente no me creyó. Pensó que eran excusas de un vulgar ladrón de libros y terminó la conversación de manera tajante y fría. Así que mis posibilidades de compartir con la comunidad de budismo tibetano de la ciudad se fueron al traste por una estupidez cometida diez años atrás. La estupidez también es una forma de karma.

Entonces decidí usar las redes para convocar personas interesadas en conocer y hablar del Dhamma. Así lo hice. La respuesta fue buena y varias personas se anotaron. Alquilé un salón en la universidad y alrededor de quince personas asistieron lo cual superó por mucho mis expectativas. No esperaba tanta gente la primera vez. El grupo parecía tener futuro pero no teníamos un lugar apropiado y la universidad no me prestaría un salón dos veces. Así que hice otras charlas en un parque pero al parecer la gente esperaba un salón con las comodidades de la primera vez. Pasar de un salón de una casa museo a un parque los desanimó un poco.

Por fin encontré un espacio en una biblioteca pública pero en un horario horrible. Los lunes en la noche. Sacrifiqué tiempo por espacio y ése espacio era bastante aceptable, pero de todos los que se habían reunido en las anteriores charlas, que cada vez eran menos, solo uno asistió. Del resto no volví a saber. En cambio a las charlas en la biblioteca asistían personas que iban a todos los cursos y actividades sociales de la biblioteca de manera sistemática. El grupo social de vecinos de la biblioteca. Y no tenían en realidad un interés sincero por el budismo. Preguntaban cosas sobre poderes mágicos, cielos e infiernos, las proezas sobrehumanas de los monjes, la reencarnación y cosas por el estilo. Las enseñanzas del Buda no eran algo de su interés. Me sorprendió la actitud del grupo ausente que había formado y noté algo que no había notado antes.

La gente común por lo general tiene una idea muy irreal de las cosas. Tienen unos esquemas mentales muy rígidos y difíciles de deshacer aun cuando alguien se los explique claramente. Además suelen tener unas expectativas basadas en clichés y alejadas de la realidad. Desde el principio me esforcé por hacer del proyecto un grupo de estudio de budismo. Nada más. Constantemente aclaré que yo no tenía el conocimiento suficiente para dirigir a alguien o para ser una guía para alguien ni nada cercanamente parecido. Solo era una persona que ya había iniciado un camino y podía enseñar las bases y compartir alguna experiencia.

Sin embargo es inevitable para las algunos no aplicar automáticamente sus esquemas o etiquetas mentales a personas y contextos que aunque uno les diga que no son reales, ellos lo toman fielmente acorde a preconceptos populares. Algunos intentaron tomarme como a un “líder espiritual” o algún tipo de maestro. A pesar de que no tenía el conocimiento, ni la experiencia, ni el estatus ya que no soy más que un simple laico (ni las ganas porque la idea de ser guía espiritual se me hace absurda y desagradable, ¡y así lo decía!) a veces uno que otro se me acercaba buscando algún concejo sobre su vida personal o esperando que le dijera algo que le cambiara la vida en un momento y para siempre o haciendo preguntas rebuscadas sobre cosmología o hermenéutica budista. Al no cumplir con sus expectativas y explicarles que ese no era el objetivo del grupo, perdían interés. Incluso hubo uno que en mitad de una charla se levantó del asiento y se fue indignado porque dije algo sobre deidades en el budismo que no entraba en su esquema.

Hacer el grupo me costaba trabajo. Preparaba las charlas, el material, las técnicas pedagógicas para explicar lo más claro posible. Intentaba contestar todas las dudas que surgieran en las charlas e investigaba las que no estaba seguro de haber respondido con suficiente sustento. Buscaba lugares cómodos por toda la ciudad, dedicaba tiempo y recursos en material de lectura, conexiones, transporte y otras cosas que francamente no estaba en condiciones  de gastar ya que mi situación económica no es la mejor para ser honesto. Incluso habiendo podido conseguir por fin un buen lugar que no me cobraba, que aunque tenía un horario poco atractivo contaba con tablero, aire acondicionado y hasta café y té, el esfuerzo parecía tener el efecto contrario. Entre más me esforzaba en presentar algo bueno, menos interés mostraban.

Una noche cuando salía de la biblioteca después de dos horas de intentar explicar algo de budismo entre constantes interrupciones de preguntas estúpidas, me di cuenta de que la gente que había convocado me estaba exigiendo ser algo que tienen metido en la cabeza y que yo no soy. Un maestro budista. Exigían que las cosas fueran como si estuvieran pagando algo o aportando algo. Un buen lugar, con buen horario, con un maestro que me diga lo que tengo que hacer. Y cuando les dejaba claro que ese no era el caso se retiraban como quien se va de un espectáculo mal pagado. No encontré iguales con los cuales compartir y estudiar. Conseguí seguidores, el esquema mental de la gente de este tiempo. Un esquema que rechazo y que es contrario a lo que la práctica del Dhamma me enseña.

En ese momento entendí la gran importancia que tiene un monje. Apenas puedo imaginar lo difícil que debe ser la vida de monje y tener que tratar con todo tipo de personas y sus ideas locas sobre el budismo y los budistas. En verdad los respeto mucho más. Al igual que los policías y cualquier otro servidor público de primera línea, los monjes tienen que lidiar con la estupidez de la gente, cosa para la que yo realmente estoy muy lejos de estar preparado. Muuuuy lejos, lo confieso. Como psicólogo tengo un esquema terapéutico que obliga al paciente a adoptar cierta disposición hacia lo clínico. El monje no tiene ese lujo. Incluso yo puedo decidir si trato o no a un paciente a mi criterio. Dudo mucho que el monje pueda hacer tal cosa.

Comprendí que el objetivo inicial de la idea, un grupo de personas interesadas en conocer y practicar el budismo, se había perdido hace rato. Me había convertido en un profesor que trabajaba gratis para una gente a la que le importaba un rábano algo que para mí es muy importante. Muy cortésmente agradecí a la gente de la biblioteca por la amabilidad que tuvieron conmigo y suspendí las charlas. Cerré el grupo de whatsapp que en realidad no sirvió para nada (muchos se indignaron y lo tomaron personal porque creyeron que los había expulsado del grupo), y comprendí que mi idea de compartir la práctica con otros budistas debía descartarse al menos hasta que lograra volverme a ir de la ciudad.

Éste, de hecho, iba a ser otro proyecto de un artículo para el blog. Hacer Sangha donde no hay Sangha. En lugar de eso puedo dar reporte de lo que no se debe hacer al intentar compartir el budismo.

Considero que mi gran error fue no haber hecho las cosas lo más sencillas posibles. Aunque postear un anuncio de charlas de budismo sin parecer un experto budista en una sociedad consumista llena de ideas de televisión es algo casi imposible. Simplemente no supe cómo hacerlo. Debo decir que sobreestimé a la gente de mi terruño. Los conozco y aun así pensé que el budismo podía ser un lenguaje claro y universal. Claro que lo es, pero para eso hay que tener un conocimiento y unas condiciones de las cuales yo carezco. Y ese fue mi otro gran error. Sobreestimarme a mí mismo.

Por alguna razón olvidé cuanto me fastidia la gente que no piensa por sí misma y que solo recibe, solo consume y solo espera algo preparado y listo para tragar sin masticar. Olvidé lo pésimo que soy para tratar con la gente a pesar de lo mucho que la práctica del budismo me ha ayudado. Antes podía pasar años sin saber quién vivía en el apartamento de al lado sin tener la menor consideración sobre ello. Ahora entiendo la importancia de ser parte de la comunidad de uno. Aun así debo confesar que no tengo mucho don de gentes a pesar de que soy bueno enseñando algunas cosas. No tengo carisma. Y en mi persona no existe un gramo de disposición paternal para gente de tendencias un poco... parásitas por decirlo de alguna manera. Así que cuando alguien se acerca con actitud de huérfano desamparado (que no es lo mismo que necesitar ayuda) mi reacción es repelente. Eso pasa cuando te pones en una situación para la cual no estás preparado y cuando empiezas un proyecto, pierdes el norte, y terminas haciendo otra cosa que ni venía al caso.


Y éstas fueron las desgracias de un budista. Solo unas de tantas ya que hay otras muchas cosas que pasan cuando uno es peregrino en tierra profana. No todo es miel sobre hojuelas pero de todo se saca un conocimiento útil.  

Si piensas en intentar conocer otros budistas en tu ciudad te recomiendo que busques grupos existentes. Primero que nada asegúrate de que sean budistas. Recuerda que la Soka Gakai y la nueva tradición Kadampa NO SON BUDISMO (Para más información sobre estos grupos y más busca el apartado de artículos sobre “Peligros dentro del budismo” en este blog). Ten en cuenta esta advertencia y asegúrate de investigar cualquier grupo al que quieras entrar. Si no encuentras ninguno y decides buscar otros budistas por tu cuenta es buena idea poner un anuncio en centros de yoga o medicina alternativa. La siguiente recomendación es muy importante. Se lo MÁS CLARO posible. Aclara lo que quieres hacer, quien eres y el tipo de persona que buscas. Si quieres enseñar aclara qué es lo que sabes y puedes enseñar. Si no quieres enseñar y sólo buscas compañeros de estudio asegúrate de que la idea este totalmente clara. Y lo más importante de todo no tomes como maestro al primer domador de bobos que te encuentres.

Recuerda que en realidad no necesitas ni maestro ni otros budistas para practicar el Dhamma. La práctica del Dhamma es en primer y último lugar un asunto personal, individual e íntimo. Sí es cierto que practicar con otros ayuda mucho, eso no es un fundamento, es una ayuda, muy importante pero solo eso. En el momento en el que tu práctica dependa de un maestro, de otros y no de ti, ya no tienes nada que hacer con el budismo. No existe más maestro que el propio Buda y no exista más guía que su Dhamma.

Y por último, si fracasas (y es muy posible que así sea) no te desanimes. Tal vez de manera casual encuentres a alguien con quien compartir este hermoso estilo de vida.

3 comentarios: