El
punto es que para un citadino nacido en una cultura cristiana, en una sociedad
tan vacía, tan tendiente a un tipo de soledad artificial y en cierto modo
excluyente para con un practicante de una religión diferente, el buscar a otros
practicantes o crear una comunidad es casi un impulso instintivo. Un plan que
surge casi como consecuencia directa de haber iniciado la práctica del Dhamma
de modo definitivo.
En
esta oportunidad hablaré de mis intentos de encontrar a otros budistas con los
cuales compartir el Dhamma y de crear un grupo de práctica budista. Intentos
que fueron totalmente fallidos.
Lo
primero que encontré en mi ciudad fue un grupo de budismo tibetano. Hace años,
cuando recién empezaba interesarme por el budismo, supe de un grupo de budismo
tibetano que empezaba a formarse aquí. Yo fui para empezar a enterarme de qué se
trataba el budismo. Fue mi primer acercamiento a las enseñanzas de Buda. Sin
embargo las cosas no salieron bien. En esos tiempos la persona que convocaba a
reuniones abiertas de introducción al budismo pertenecía al camino del diamante
del Lama Olé. Todo el material que se manejaba era de éste lama occidental. En el
grupo me prestaron un libro que se llamaba Cuando el pájaro de hierro vuele,
del comentado Lama Olé.
Leí
el libro y vi el documental más otros documentos anexos sobre el camino del
diamante. El camino del diamante no me llamó mucho la atención pero ese no fue
el problema. El problema fue que un día mientras hacía mis cosas en la
universidad, me descuidé y alguien me robó el libro del lama Olé. Avergonzado
me contacté a través de Facebook con la chica que dirigía las charlas. Le conté
que había perdido el libro y le pregunté dónde conseguirlo y cuánto costaba ya
que tenía la intención re reponerlo. Pero al darme el precio del libro, la
chica se equivocó y puso un cero de más en el precio. Yo no caí en cuenta de
ello y por la solemnidad con la que hablaban del iluminadísimo lama Olé pensé
que el libro costaba diez veces más de lo que en realidad costaba. Una cifra
que para un simple estudiante era simplemente un precio absurdo. Así que
envuelto en mi inexperiencia, vergüenza e ingenuidad, desaparecí del grupo sin
más ante la imposibilidad de poder pagar semejante precio tan alto por un libro
que me había parecido un total fraude. Obviamente suponiendo que la chica estaría
pensando que me lo había robado con descaro y alevosía.
Como
el camino del diamante no me pareció algo que valiera la pena, seguí
investigando otras opciones por mi cuenta y me olvidé del asunto.
Varios
años después de regreso a mi ciudad, cuando ya había resuelto el problema de
las fuentes y la práctica budista, investigué si el budismo hacía presencia
aquí y vi que ya se había formado un grupo de budismo tibetano. Aunque no
practico budismo tibetano éste también es budismo y decidí contactarlos. Éste
era de la tradición Gelugpa que dirige el Dalai Lama, algo muy distinto al
camino del diamante del lama Olé.
Escribí
al grupo de Facebook y la persona que manejaba las redes sociales del grupo era
una chica muy amable y atenta. Planteé la posibilidad de realizar una reunión
de budistas de la ciudad sin importar diferencias de tradiciones y la chica
pareció muy receptiva y entusiasmada con la idea. Entonces tuve la genial idea
de escribirle por el chat de Facebook.
La
chica que en aquel entonces dirigía el grupo del Lama Olé, ahora manejaba las
redes del grupo de budismo tibetano del Dalai Lama. Eso no fue lo malo. Lo malo
fue que los chats de Facebook no se borran así lo dejes sin usar por años.
Cuando le hablé por inbox la chica se dio cuenta de que estaba hablando con el
mismo idiota que años antes se había robado el libro del Lama Olé y se había
ido haciendo preguntas tontas sobre dónde comprarlo. Su tono amable y atento
dio un giro en U más rápido que un bumerang. De repente lo de la reunión ya no
era una buena idea sino algo imposible. Para acabar de quedar como un idiota le
comenté (Ya que ambos obviamente estábamos leyendo la conversación de hace
años) que me había confundido con el precio del libro porque ella me había dado
mal el precio, que me lo habían robado y que de verdad tenía la intención de
reponerlo.
La
chica obviamente no me creyó. Pensó que eran excusas de un vulgar ladrón de
libros y terminó la conversación de manera tajante y fría. Así que mis
posibilidades de compartir con la comunidad de budismo tibetano de la ciudad se
fueron al traste por una estupidez cometida diez años atrás. La estupidez
también es una forma de karma.
Entonces
decidí usar las redes para convocar personas interesadas en conocer y hablar
del Dhamma. Así lo hice. La respuesta fue buena y varias personas se anotaron. Alquilé
un salón en la universidad y alrededor de quince personas asistieron lo cual
superó por mucho mis expectativas. No esperaba tanta gente la primera vez. El
grupo parecía tener futuro pero no teníamos un lugar apropiado y la universidad
no me prestaría un salón dos veces. Así que hice otras charlas en un parque
pero al parecer la gente esperaba un salón con las comodidades de la primera
vez. Pasar de un salón de una casa museo a un parque los desanimó un poco.
Por
fin encontré un espacio en una biblioteca pública pero en un horario horrible.
Los lunes en la noche. Sacrifiqué tiempo por espacio y ése espacio era bastante
aceptable, pero de todos los que se habían reunido en las anteriores charlas,
que cada vez eran menos, solo uno asistió. Del resto no volví a saber. En
cambio a las charlas en la biblioteca asistían personas que iban a todos los
cursos y actividades sociales de la biblioteca de manera sistemática. El grupo
social de vecinos de la biblioteca. Y no tenían en realidad un interés sincero por
el budismo. Preguntaban cosas sobre poderes mágicos, cielos e infiernos, las
proezas sobrehumanas de los monjes, la reencarnación y cosas por el estilo. Las
enseñanzas del Buda no eran algo de su interés. Me sorprendió la actitud del
grupo ausente que había formado y noté algo que no había notado antes.
La
gente común por lo general tiene una idea muy irreal de las cosas. Tienen unos
esquemas mentales muy rígidos y difíciles de deshacer aun cuando alguien se los
explique claramente. Además suelen tener unas expectativas basadas en clichés y
alejadas de la realidad. Desde el principio me esforcé por hacer del proyecto
un grupo de estudio de budismo. Nada más. Constantemente aclaré que yo no tenía
el conocimiento suficiente para dirigir a alguien o para ser una guía para
alguien ni nada cercanamente parecido. Solo era una persona que ya había
iniciado un camino y podía enseñar las bases y compartir alguna experiencia.
Sin
embargo es inevitable para las algunos no aplicar automáticamente sus esquemas
o etiquetas mentales a personas y contextos que aunque uno les diga que no son
reales, ellos lo toman fielmente acorde a preconceptos populares. Algunos intentaron
tomarme como a un “líder espiritual” o algún tipo de maestro. A pesar de que no
tenía el conocimiento, ni la experiencia, ni el estatus ya que no soy más que
un simple laico (ni las ganas porque la idea de ser guía espiritual se me hace
absurda y desagradable, ¡y así lo decía!) a veces uno que otro se me acercaba
buscando algún concejo sobre su vida personal o esperando que le dijera algo
que le cambiara la vida en un momento y para siempre o haciendo preguntas
rebuscadas sobre cosmología o hermenéutica budista. Al no cumplir con sus
expectativas y explicarles que ese no era el objetivo del grupo, perdían
interés. Incluso hubo uno que en mitad de una charla se levantó del asiento y
se fue indignado porque dije algo sobre deidades en el budismo que no entraba
en su esquema.
Hacer
el grupo me costaba trabajo. Preparaba las charlas, el material, las técnicas
pedagógicas para explicar lo más claro posible. Intentaba contestar todas las
dudas que surgieran en las charlas e investigaba las que no estaba seguro de
haber respondido con suficiente sustento. Buscaba lugares cómodos por toda la
ciudad, dedicaba tiempo y recursos en material de lectura, conexiones,
transporte y otras cosas que francamente no estaba en condiciones de gastar ya que mi situación económica no es
la mejor para ser honesto. Incluso habiendo podido conseguir por fin un buen
lugar que no me cobraba, que aunque tenía un horario poco atractivo contaba con
tablero, aire acondicionado y hasta café y té, el esfuerzo parecía tener el
efecto contrario. Entre más me esforzaba en presentar algo bueno, menos interés
mostraban.
Una
noche cuando salía de la biblioteca después de dos horas de intentar explicar
algo de budismo entre constantes interrupciones de preguntas estúpidas, me di
cuenta de que la gente que había convocado me estaba exigiendo ser algo que
tienen metido en la cabeza y que yo no soy. Un maestro budista. Exigían que las
cosas fueran como si estuvieran pagando algo o aportando algo. Un buen lugar,
con buen horario, con un maestro que me diga lo que tengo que hacer. Y cuando
les dejaba claro que ese no era el caso se retiraban como quien se va de un
espectáculo mal pagado. No encontré iguales con los cuales compartir y
estudiar. Conseguí seguidores, el esquema mental de la gente de este tiempo. Un
esquema que rechazo y que es contrario a lo que la práctica del Dhamma me
enseña.
En
ese momento entendí la gran importancia que tiene un monje. Apenas puedo
imaginar lo difícil que debe ser la vida de monje y tener que tratar con todo
tipo de personas y sus ideas locas sobre el budismo y los budistas. En verdad
los respeto mucho más. Al igual que los policías y cualquier otro servidor
público de primera línea, los monjes tienen que lidiar con la estupidez de la
gente, cosa para la que yo realmente estoy muy lejos de estar preparado. Muuuuy
lejos, lo confieso. Como psicólogo tengo un esquema terapéutico que obliga al
paciente a adoptar cierta disposición hacia lo clínico. El monje no tiene ese
lujo. Incluso yo puedo decidir si trato o no a un paciente a mi criterio. Dudo
mucho que el monje pueda hacer tal cosa.
Comprendí
que el objetivo inicial de la idea, un grupo de personas interesadas en conocer
y practicar el budismo, se había perdido hace rato. Me había convertido en un
profesor que trabajaba gratis para una gente a la que le importaba un rábano algo
que para mí es muy importante. Muy cortésmente agradecí a la gente de la
biblioteca por la amabilidad que tuvieron conmigo y suspendí las charlas. Cerré
el grupo de whatsapp que en realidad no sirvió para nada (muchos se indignaron
y lo tomaron personal porque creyeron que los había expulsado del grupo), y
comprendí que mi idea de compartir la práctica con otros budistas debía
descartarse al menos hasta que lograra volverme a ir de la ciudad.
Éste,
de hecho, iba a ser otro proyecto de un artículo para el blog. Hacer Sangha
donde no hay Sangha. En lugar de eso puedo dar reporte de lo que no se debe
hacer al intentar compartir el budismo.
Considero
que mi gran error fue no haber hecho las cosas lo más sencillas posibles.
Aunque postear un anuncio de charlas de budismo sin parecer un experto budista
en una sociedad consumista llena de ideas de televisión es algo casi imposible.
Simplemente no supe cómo hacerlo. Debo decir que sobreestimé a la gente de mi
terruño. Los conozco y aun así pensé que el budismo podía ser un lenguaje claro
y universal. Claro que lo es, pero para eso hay que tener un conocimiento y unas
condiciones de las cuales yo carezco. Y ese fue mi otro gran error.
Sobreestimarme a mí mismo.
Por
alguna razón olvidé cuanto me fastidia la gente que no piensa por sí misma y
que solo recibe, solo consume y solo espera algo preparado y listo para tragar sin
masticar. Olvidé lo pésimo que soy para tratar con la gente a pesar de lo mucho
que la práctica del budismo me ha ayudado. Antes podía pasar años sin saber
quién vivía en el apartamento de al lado sin tener la menor consideración sobre
ello. Ahora entiendo la importancia de ser parte de la comunidad de uno. Aun
así debo confesar que no tengo mucho don de gentes a pesar de que soy bueno
enseñando algunas cosas. No tengo carisma. Y en mi persona no existe un gramo
de disposición paternal para gente de tendencias un poco... parásitas por
decirlo de alguna manera. Así que cuando alguien se acerca con actitud de
huérfano desamparado (que no es lo mismo que necesitar ayuda) mi reacción es
repelente. Eso pasa cuando te pones en una situación para la cual no estás
preparado y cuando empiezas un proyecto, pierdes el norte, y terminas haciendo
otra cosa que ni venía al caso.
Y
éstas fueron las desgracias de un budista. Solo unas de tantas ya que hay otras
muchas cosas que pasan cuando uno es peregrino en tierra profana. No todo es
miel sobre hojuelas pero de todo se saca un conocimiento útil.
Si
piensas en intentar conocer otros budistas en tu ciudad te recomiendo que
busques grupos existentes. Primero que nada asegúrate de que sean budistas.
Recuerda que la Soka Gakai y la nueva tradición Kadampa NO SON BUDISMO (Para
más información sobre estos grupos y más busca el apartado de artículos sobre
“Peligros dentro del budismo” en este blog). Ten en cuenta esta advertencia y
asegúrate de investigar cualquier grupo al que quieras entrar. Si no encuentras
ninguno y decides buscar otros budistas por tu cuenta es buena idea poner un
anuncio en centros de yoga o medicina alternativa. La siguiente recomendación
es muy importante. Se lo MÁS CLARO posible. Aclara lo que quieres hacer, quien
eres y el tipo de persona que buscas. Si quieres enseñar aclara qué es lo que
sabes y puedes enseñar. Si no quieres enseñar y sólo buscas compañeros de
estudio asegúrate de que la idea este totalmente clara. Y lo más importante de
todo no tomes como maestro al primer domador de bobos que te encuentres.
Recuerda
que en realidad no necesitas ni maestro ni otros budistas para practicar el
Dhamma. La práctica del Dhamma es en primer y último lugar un asunto personal,
individual e íntimo. Sí es cierto que practicar con otros ayuda mucho, eso no
es un fundamento, es una ayuda, muy importante pero solo eso. En el momento en
el que tu práctica dependa de un maestro, de otros y no de ti, ya no tienes
nada que hacer con el budismo. No existe más maestro que el propio Buda y no
exista más guía que su Dhamma.
Y
por último, si fracasas (y es muy posible que así sea) no te desanimes. Tal vez
de manera casual encuentres a alguien con quien compartir este hermoso estilo
de vida.
Genial, como siempre, gracias y saludos de un ex SGI desde Panamá 🇵🇦
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