Las
drogas y el budismo.
Constantemente
se ve en los foros budistas a personas que preguntan con un aire de esperanza
si el consumo de drogas es aceptado dentro de la práctica budista y a otro tipo
de personas que defienden con firmeza su uso dentro de la práctica budista.
Estos dos sectores, los primeros generalmente muy jóvenes, los segundos ya no
tanto, buscan demostrar que consumir drogas y practicar budismo pueden ir de la
mano.
El
primer argumento de los consumidores de drogas espirituales es la idea, aún
turística y bastante setentera, de que el budismo no prohíbe nada, de que es
una creencia abierta basada en la paz y la aceptación absolutas. De nuevo el
remanente de las épocas psicodélicas orientalistas de los 60s y 70s que unía
todo lo espiritual en una sopa cósmica, new age, teorías de la conspiración,
LSD, marihuana y muchas otras sustancias se hace presente casi cincuenta años
después. Las personas que sostienen ésta afirmación son personas que ven el
budismo de la misma manera en la que los hippies veían todo lo relacionado con
culturas orientales. De una forma superficial, externa, básica, solo la forma
exterior que busca una persona cuya única finalidad es sentirse bien y escapar
de sentirse mal. Es decir, de personas que no estudian el Dhamma, por ende que
no lo practican, y que solo usan la figura del Buda como recipiente emocional
para echar en él todas sus inseguridades, su sed de afecto, sus deseos de que
todo esté bien y sus zonas de confort que incluyen sus vicios y adicciones.
El
budismo sí prohíbe el uso de drogas, pero no las prohíbe en el sentido
cristiano de rompimiento de una ley sagrada, de violación de una regla o de
restricción por respeto al Buda. En el budismo todo, absolutamente todo se hace
basado en el sentido común, en la razón y en la relación causa efecto (Kamma).
El Buda prohibió los intoxicantes mentales, además de lo obvio, por razones del
ejercicio de la práctica. La meditación es la base del ejercicio espiritual del
budismo. El ejercicio de la meditación consiste básicamente en partir del
estado de vigilia agudizando ese estado de consciencia introspectivamente hasta
llegar al pleno control de los mecanismos y movimientos interiores de la mente
y la total comprensión de las enseñanzas del Buda. La mente debe estar limpia y
clara. El efecto de las drogas en la mente es precisamente el contrario. Una
turbación del estado mental de vigilia y una distorsión de las funciones perceptuales
de los sentidos y del estado de consciencia lo cual hace imposible la
meditación y aleja a la mente de su estado de consciencia natural. La
meditación profundiza y fortalece el estado natural de la mente. Las drogas lo
distorcionan. Para una mayor claridad sobre los intoxicantes mentales desde la
perspectiva de los preceptos declarados por Buda, lea “5nto precepto. El
Consumo consciente,” artículo publicado en este blog.
Lo
Natural es Sano.
Los
consumidores de drogas insisten en que plantas como la marihuana, por ser
plantas naturales y no sustancias fabricadas, son elementos inofensivos y
medicinales que no contradicen las prácticas espirituales y religiosas. Es
cierto que algunas plantas alucinógenas, no solo la marihuana, son de origen
natural (aunque las nuevas variaciones de la marihuana si se han venido
fortaleciendo con técnicas artificiales de producción no naturales como la
marihuana hidropónica y los cruces de especies). Sin embargo, es absurdo pensar
que todo lo que emerja en la naturaleza es bueno solo porque es de origen
natural.
Muchas
sustancias, plantas y criaturas son nocivas, tóxicas y mortales siendo
totalmente naturales. Las plantas psicodélicas o psicoactivas no son seres
evolucionados para el consumo humano como sí lo son las frutales y las
legumbres. El efecto psicodélico provocado por estas plantas es en realidad un
mecanismo de defensa. Las plantas se defienden por medio de agentes químicos en
su mayoría, además de sus características físicas como dureza o formas como las
espinas. El efecto químico de defensa puede atacar a nivel cutáneo como la
Urtica Dioica conocida también como pringamosa, ortiga, guaritoto, picasarna,
pyno y otros más cuyo solo contacto con la piel genera un efecto de irritación
legendario entre los campesinos. El mayor mecanismo de defensa de las plantas
son los venenos.
Las
plantas psicoactivas y algunos hongos poseen agentes químicos que distorsionan
el funcionamiento de las facultades sensoriales, confunden la capacidad
perceptual y desbalancean el gasto energético del organismo que las consume. Un
herbívoro o cualquier mamífero que consume estas plantas u hongos queda disminuido
en todas sus capacidades nerviosas y en desventaja biológica en su entorno. Un
herbívoro bajo la influencia de las plantas alucinógenas no corre, no percibe
al depredador, no se defiende y es fácilmente eliminado por la selección
natural aun cuando haya otros miembros de su especie con mayores desventajas
biológicas. Las crías que consumen estas sustancias pueden incluso morir por la
intoxicación, de la misma forma que un infante humano puede presentar
taquicardia, crisis respiratorias y convulsiones por consumo de plantas
psicoactivas, y muere si se satura su organismo de estas sustancias. Los
agentes psicoactivos en las plantas son en realidad una variedad de tóxico
supresor del sistema nervioso central.
En
algunas ocasiones estas toxinas pueden provocar la muerte en algunos individuos
con condiciones congénitas predispuestas a algunas patologías específicas como
cardiopatías o enfermedades crónicas cerebrales como epilepsias de nivel
complejo o enfermedades del sistema
respiratorio. Es como dicen los médicos, una ruleta rusa. Uno no puede saber si
ha nacido con algún tipo de patologías congénitas si no ha tenido manifestaciones
de esta y las sustancias psicoactivas tienen la capacidad de activar estas
patologías que son en su mayoría de alta complejidad y mortales. Cuando estos
casos ocurren, se suele decir que la muerte fue por causa de la enfermedad y no
de la sustancia que cataliza la patología ya que el consumo de sustancias es
solamente una de las varias causas que pueden activar una condición latente.
Pero
supongamos que este hecho se descarte y por amor a la droga o simple adicción no
se investigue al respecto. Hay otro hecho que también es biológicamente
fundamental para considerar el consumo de las drogas. Las drogas, tanto las
naturales como las sintéticas, se suelen consumir por medio del acto de fumar.
Tenga en cuenta lo siguiente. Absolutamente ninguna sustancia, sea o no
benéfica para el organismo, sea o no para producir efectos psicodélicos, es
buena si se fuma. Ninguna. El cuerpo humano no está hecho para absorber
sustancias químicas por medio de la combustión. La absorción por medio de la
combustión no es natural y convierte las sustancias en elementos descompuestos
oxidados que son dañinos para el tejido pulmonar y aumentan la toxicidad de la
sustancia que se absorbe, “cualquiera que esta sea”. La planta puede ser muy
natural si se quiere, pero fumar no lo es. El acto de fumar consiste en
absorber material de residuo de una combustión química en forma de humo. Es
literalmente absorber desechos. Los pulmones no están hechos para realizar esta
función sino para lo contrario, para purificar de desechos el aire que entra al
cuerpo y extraer su oxígeno para enviarlo al torrente sanguíneo. Algunos
productos de origen natural libres de nicotina como algunos tabacos para las
conocidas pipas árabes o narguilas pueden ser menos dañinos para los pulmones,
pero aun así lo son. Ahora una sustancia que es naturalmente tóxica, lo es sin
duda alguna más y a un nivel bastante alto ya que a la toxicidad de la
sustancia se le suma que se absorbe un desecho oxidado combustionado del mismo
tóxico.
También
se come.
De
todas maneras algunos hongos y la marihuana por ejemplo pueden ser consumidos
como alimentos. Entre los estudiantes son muy populares los brawnies de
marihuana, batidos de marihuana, galletas de marihuana, etc. Pero el nivel de
intoxicación y el efecto de la marihuana digerida no es el mismo que el de la
marihuana fumada. El efecto en el sistema nervioso no es tan potente como
cuando se fuma. Además de que muchas veces el proceso de digestión depende de
la velocidad del metabolismo de la persona y la sensación de drogadicción puede
ir y venir cambiando en tiempo y en intensidad. Se han visto casos de
estudiantes que consumen marihuana en alimentos y los efectos reaparecen dentro
de un lapso de 24 horas o más debido a los ritmos de digestión y metabolismo. Conocí
en terapia el caso de una muchacha que comió brawnies de marihuana y al otro
día mientras se encontraba exponiendo ante su clase la droga se le “disparó”
como se suelde decir. Su condición era tan obvia que las personas a su
alrededor lo notaron fácilmente. Entró en pánico y el asunto terminó en burlas
y memes por internet.
La
curiosidad en la juventud es natural y no está bien aplicar una sanción social
a un joven que tiene una curiosidad normal en su contexto social por
desconocimiento y falta de información. Sin embargo sí es importante educar a
los jóvenes y explicarles con detalle todas las causas y consecuencias de los asuntos que les atraen,
de manera que comentan sus errores en función de su crecimiento personal y no
conviertan una experiencia dañina en un hábito y terminen defendiéndolo en
forma de ideología.
Plantas
psicoactivas en prácticas espirituales de culturas milenarias.
Muchos
defensores de la droga le atribuyen poderes espirituales basándose en las
prácticas ancestrales de sociedades antiguas las cuales usaban este tipo de
conocimiento herbolario para acceder a estados alterados de conciencia. Estas
prácticas aún se conservan en algunas comunidades indígenas de América. Estas
técnicas de acceso al mundo espiritual son usadas por sistemas religiosos
denominados religiones chamánicas. Son comunidades que poseen una estrecha
relación con la naturaleza y sus manifestaciones y usan las plantas
psicodélicas para que sus guías espirituales accedan al mundo de los dioses y
espíritus y den respuesta a las
inquietudes cotidianas de su pueblo.
Los
consumidores de drogas se basan en el conocimiento de estas prácticas culturales
para validar su uso como espiritual. Pero hay un vacío en esa intención. Los
chamanes, personas de gran importancia en sociedades tribales y que cargan una
enorme responsabilidad espiritual, no usan estas plantas con fines recreativos.
No las usan habitualmente como mecanismo de acceso a la espiritualidad. Incluso
llega un momento en el que los más mayores y venerables ni siquiera las
necesitan para acceder a su mundo espiritual. Adicional a esto, cuando un
chamán le da estas sustancias a un miembro de su tribu, que por lo general es
en una bebida, la persona que llega a buscar la sabiduría del chamán no viene a
recrearse, a ver a los dioses por curiosidad de saber qué le dicen. Viene
porque tiene un problema, un impedimento demasiado grande y para el cual no tiene
una respuesta clara. Vienen a buscar sabiduría y vienen con respeto y
veneración a sus dioses y a sus ancestros sin buscar en sí el efecto alucinógeno de la planta.
Los
consumidores de drogas dicen llegar con esa misma disposición a los asentamientos
indígenas para consumir marihuana, hongos y otras plantas alucinógenas. Pero
esto no es cierto ya que su uso es fundamentalmente recreativo y lo que llaman
estado espiritual es en realidad una necesidad de evasión psicológica. No
buscan respuestas a problemas específicos. Lo que buscan es evadir un vacío
interior con sensaciones instantáneas de bienestar. Difícilmente buscan el concejo
de otra persona.
Los
rituales chamánicos no siempre involucran plantas psicoactivas, y no todas las
plantas que usan los chamanes son psicoactivas. Para ellos, estas plantas son
una vía para conectar con sus dioses, pero no son la única. Ahora, suponga que
el consumidor de sustancias le dice que sí busca estas plantas en un caserío
indígena por razones espirituales. Pregúntele, si el brebaje que le ofrece el
indígena no es de una planta psicoactiva y no tendrá alteración de consciencia
alguna ¿Valdría la pena el viaje y el ritual? Respóndase cada quien según su honestidad.
Ahora,
el medio también ayuda. Los defensores de las drogas con usos espirituales
suelen buscar éstos asentamientos indígenas para tener experiencias
cósmico-espirituales. Pero no todo lo que sea espiritual, es espiritual. No
todo el que sea indígena, viva en un asentamiento y conozca su cultura ancestral
es representante de ella así como no todo el que tenga un título monacal, la
cabeza rapada y una túnica es un maestro budista como bien lo explica el Buda y
ya hemos visto en varias ocasiones. Hay muchos miembros de la comunidad
indígena amazónica que literalmente venden su cultura por dinero de turistas.
Este boom comercial inició en los ochentas. Algunos indígenas cobran unas
exageradas sumas de dinero a turistas generalmente de países industrializados.
La ceremonia del Yagé es el ejemplo más popular. Pero es obvio que ningún
turista va al Amazonas a darle un fajo de billetes a un indígena para tomar
Yagé por razones espirituales. Es simple curiosidad en la mayoría de los casos.
En otros pocos es una necesidad de sentir algo mucho más fuerte cuando ya se ha
generado tolerancia química a la droga de consumo habitual.
Esto
es, precisamente, lo que se busca hacer con el budismo. Convertirlo en una
especie de religión naturalista chamánica en la cual la droga es un catalizador
de experiencias espirituales. Un dispositivo de aceleración hacia el Nirvana.
Un atajo a la conciencia universal a la que llegó el Buda. Esto es muy triste
ya que el primer impedimento para usar las drogas en el budismo lo puso el
mismo Buda.
Punto
de vista psicológico.
Desde
el punto de vista psicológico no son ningún misterio las razones por las cuales
una persona decide engancharse con la marihuana o con cualquier droga
psicoactiva como lo es también el licor. Los consumidores de sustancias psicoactivas poseen un factor común. Tienen
una condición psicológica previa que activa el consumo. Abandonos, fracasos,
pérdidas, trastornos afectivos, carencias paternas/maternas y otros más. Sufren
de un enorme vacío afectivo y emocional debido a acontecimientos importantes en
su historia personal. El problema es que precisamente ésa es la sensación que imitan
las drogas. Una sensación de afecto y emocionalidad de las cuales la persona
carece y que necesita en proporciones desmedidas por causa de la misma carencia.
Una sensación artificial de amor. Las drogas pueden hacer que el drogadicto ame
a las personas en un mundo donde tiene todas las razones para odiarlas. Es en
términos prácticos, amor instantáneo. Por eso se le busca relacionar
constantemente con el mundo espiritual porque el fundamento de la
espiritualidad es el amor universal, la compasión. Desde una interpretación rudimentaria
e infantil, amor espiritual es lo que siente la persona cuando se droga. Esto
en realidad como bien lo explica el Buda y lo resaltan los maestros budistas, una
triste ilusión. No es amor, es simplemente drogadicción, evasión de la
realidad. Autoestimulación emocional.
Cuando
el efecto se pasa hay que generarlo otra vez. Se queda con la idea. Se habla de
ella y se comparte alegremente, pero como algo que está distante y solo hay una
manera de acceder a ella como si fuera una técnica sobrenatural. Drogándose.
Pero es simplemente intoxicarse.
El
cuadro clínico del drogadicto es el perfil clásico del dependiente emocional.
Esforzado por proyectar siempre una imagen de felicidad y autosatisfacción.
Pero interiormente vacío, constantemente huyendo de la aversión, de una
infinidad de sentimientos de insatisfacción. El consumidor de drogas es
totalmente sensorial. Lo que le importa es lo que siente, no razona. No toma en
cuenta las causas y consecuencias racionales explicadas desde la sabiduría sino
que resume todo a sentirse bien o sentirse mal. Es una mentalidad profundamente
infantil, regresiva, que se niega a madura, a llegar a la adultez.
Punto
de vista médico.
Desde
el punto de vista clínico-psiquiátrico tampoco es cierto que la marihuana no
tenga efectos nocivos. He visto en hospitales psiquiátricos a pacientes que han
llegado al final del camino en el consumo de marihuana acompañado por otras
modalidades más dañinas compuestas de residuos usados de otras drogas como
cocaína mezclada con otros elementos químicos he industriales. Se le denomina
como bazuco, patra, y otros nombres más que varían según el país. Se asemeja al
Crack de los norteamericanos pero se diferencia en que éste no es solo pasta de
coca sino que también es residuo de marihuana mezclada con una infinidad de
sustancias para rendirlo y para perpetuar su muy breve efecto. Se usa como
droga sustituta o último recurso cuando la persona ya casi no tiene acceso a la
marihuana con la frecuencia de dosis y las cantidades que su síndrome de
abstinencia necesita. Es la droga de los mal llamados indigentes “desechables”
por excelencia, término callejero que se atribuye a una persona de la cual ya
se tiene prácticamente la certeza de que va a morir por consumo de sustancias.
Estos
pacientes muestran una sintomatología muy semejante a la de algunas demencias.
Van perdiendo poco a poco funciones mentales y físicas básicas al tiempo que su
capacidad perceptual también se va perdiendo. Al final del camino, cuando la
persona ha completado décadas de consumo excesivo y el cerebro ya ha perdido
una cantidad de redes neuronales imposibles de redirigir y reconectar, la
persona queda literalmente como un zombie. No puede cuidarse a sí mismo. No se
puede alimentar por sí mismo, ni asearse, ni vestirse, ni ir al baño solo.
Necesita asistencia para todo. A duras penas se puede desplazar y por lo
general quedan atrapados en una sola idea reiterativa que repiten una y otra
vez durante todo el día. Generalmente estas ideas son insinuaciones del
inconsciente pidiendo la droga. Quedan en un síndrome de abstinencia perpetuo.
Algunos
miembros del equipo de apoyo psiquiátrico han llegado a denominar las drogas
degenerativas como un “Alzheimer auto causado”. Una situación con un final
verdaderamente horrible. Sin embargo los medios no reportan el proceso completo
de las drogas en el organismo sino simplemente el impacto social en la
comunidad. Todo lo referente a la delincuencia y la descomposición social. Por
eso es poco conocida esta fase final del consumo de psicoactivos.
Punto
de vista ético.
Además
de las razones espirituales, físicas, psicológicas y médicas para rechazar las
drogas, hay otras más. Las éticas. Es realmente ridículo y contradictorio que
personas que se creen pacifistas y espirituales compren y consuman drogas. Las
drogas son la principal fuente de ingresos y financiamiento de los grupos
delincuenciales más violentos de Suramérica. Todas las grandes estructuras
delictivas tienen su propia empresa capitalista productora y distribuidora de
droga basada más que todo en cocaína y marihuana, además de todas las
variedades de drogas sintéticas. Comprar marihuana es literalmente financiar la
muerte, la guerra, la trata de blancas, la injusticia y la ignorancia. Es
apoyar y fortalecer a los asesinos más sanguinarios de nuestra región. A los
nuevos Pablo Escobar del mundo. La última moda de las redes de consumo urbano
es atacar los colegios de educación básica para enviciar a los niños y tener
consumidores seguros a futuro. Esto ha generado un segundo problema. El
horriblemente llamado turismo sexual en algunas ciudades turísticas del caribe.
Se usa la droga para hacer a las niñas adictas y luego prostituirlas a cambio
de la sustancia. Literalmente las sacan del colegio para terminar prostituidas
en algún hermoso malecón del caribe.
La
excusa de las drogas como instrumento pacifista y espiritual es a todas luces
una soberana estupidez y una desvergonzada hipocresía. Dejando de lado todas
las demás razones anteriormente expuestas, la sola ética de una persona con
sentido común bastaría para rechazar cualquier tipo de consumo de drogas
definitivamente y sin mayor detenimiento. Y más aún desde el punto de vista de
las enseñanzas budistas, este solo factor es más que suficiente para no solo no
consumir estas drogas, sino para rechazar, combatir y denunciar su presencia
siguiendo el precepto del Consumo consciente, el fundamento budista de la
compasión, la ética budista y el más elemental sentido de justicia.
A
final de cuentas, la persona que se droga busca su propia satisfacción por
encima de su sociedad, su moral, su ética y su propia salud. Es simplemente un
acto infantil de egoísmo por el más mundano placer y el más falso sentido de
seguridad y bienestar.
Conclusión
y recomendación.
Sin
embargo hay una salvedad. Algunas constituciones nacionales tienen entre sus
derechos civiles el libre uso de una dosis personal de droga. Hay que recordar
que al fin y al cabo el consumo de drogas es una decisión personal. Una elección
individual de una persona adulta y madura con la libre capacidad y el derecho
de decidir qué le mete o no a su cuerpo. Las razones sociales, personales o
incluso éticas del consumidor son al final de cuentas asuntos suyos y él o ella
mismo (a) sabrá cómo lidiar con las mismas. Tomando éste hecho en cuenta solo
hay un concejo que puedo ofrecerle a un consumidor de drogas.
Sea
honesto consigo mismo. Si decidió que va a ser un consumidor de drogas pues
simplemente séalo. No necesita una excusa espiritual ni buscar desesperadamente
cómo usar una religión a modo de certificado de aprobación moral para intentar
conseguir la aceptación social de su droga y no verse tan vergonzoso cuando
está drogado. Si se supone que las drogas son una decisión personal y libre
¿Cuál es el desespero de justificarlas con argumentos espirituales? Sea franco,
al menos con usted. Usted no le debe ninguna explicación a nadie de lo que
hace. Ya está grande para dar explicaciones de sus elecciones personales.
Simplemente tome su decisión y hágase responsable por ella. Sin inseguridades
ni vergüenzas. Conozco drogadictos que son honestos y consumen su droga sin más
justificación que su propio vicio ¿Y qué? No roban, no matan, no hacen daño.
Simplemente conviven con su vicio sin rendirle cuentas a nadie. Eso es más honesto
y más respetable que intentar defender las drogas en una religión en la que su
mismo fundador mandó a recoger tales cosas dese su inicio.
Buscar
excusas socialmente aceptables como la religión y la espiritualidad para
justificar el consumo de drogas es simplemente falta de carácter, de madurez y
de honestidad con uno mismo. No con la sociedad ni con la espiritualidad. Por
más que se intente usar el budismo o cualquier otra religión para justificar el
consumo de drogas, esta estrategia simplemente no funciona. En el mundo real
nadie va a ver a un drogadicto como a alguien espiritual solo porque se droga
frente a una estatua de Buda. Lo que en realidad se verá será simplemente a un
drogadicto intentando justificas su vicio. No se engaña a nadie con estatuas de
Buda. Ni siquiera a uno mismo.