La recta atención es un estado mental. No significa que debamos estar todo el tiempo atentos a todo lo que pasa como una máquina paranoica que lo registra todo. Significa que si practicamos bien el Dhamma, el estado natural de nuestra mente será muy claro y nos permitirá darnos cuenta de lo que nos rodea y de la naturaleza del mundo en un grado mucho mayor al que lo hacíamos antes de la práctica. Como todos los grados del Óctuple Sendero, es un esfuerzo y un ejercicio a practicar.
La
recta atención también significa trabajar por fortalecer la capacidad de ver el
mundo, la vida y a los demás, más allá de nuestros conceptos y preferencias.
Los conceptos, las ideas y las ideologías distorsionan la realidad. A pesar de
que son necesarios para la organización y la comunicación de la sociedad,
suelen tomarse como realidades absolutas y crear división en el aspecto grupal,
y enfermedades mentales en el aspecto individual. Verdaderas enfermedades
mentales.
La
recta atención tiene como objetivo ese antiguo precepto religioso que dice que
debemos vivir en el mundo sin pertenecer a él. Desde el punto de vista budista
significa que debemos vivir en el mundo y disfrutar la vida sin caer en las
ilusiones y los engaños que todos los días se nos presentan. Para ello hay que
vivir atento. Alimentando constantemente la mente con la sabiduría del Dhamma.
Poder
comprender a los demás. Entender por qué los demás pelean entre sí. Entender
las razones de cada uno para sus luchas personales. Entender el por qué tales
razones no tienen sentido y aun así, comprender a quien cree que sí lo tiene.
Comprender el caos del mundo sin dejarse arrastrar por él y sabiendo que no
tenemos el poder para arreglarlo, para evitar que los demás tomen decisiones
incorrectas. Entender que no podemos intervenir en el Kamma de otros pero
protegiendo el nuestro, y siempre siendo parte de la sociedad a la que
pertenecemos con el fin de ofrecer ayuda en cuanto surja la oportunidad. Para
poder hacer eso, nuestra mente tiene que estar apta y lista. Así como un
paramédico y un doctor tienen que estar en las mejores condiciones físicas para
poder ayudar a otros.
Por
otra parte, también debemos estar atentos a nosotros mismos. Saber entender
cuándo necesitamos pedir ayuda porque simplemente no podemos arreglar un
problema determinado nosotros solos. Realizar una continua autoevaluación y
medirnos a nosotros mismos según nuestras fortalezas y nuestros objetivos sin
ser tiránicos con nosotros mismos ni llevarnos a excesos perjudiciales. Es
decir, ser humildes y usar la humildad como una herramienta para ver el mundo
externo e interno.
Obviamente
ésta práctica requiere de mantener la mente sobria y el cuerpo sano. Con buena
actividad y buen descanso, estando totalmente libre de estimulantes,
embriagantes y drogas. Es una práctica que procura la buena salud física y
mental. Y nos enseña a llevar un modo de vida sano y saludable.
La
recta atención tiene tres puntos específicos que son: Recta atención en las
cosas, recta atención en uno mismo y recta atención en la realidad.
Recta atención en las cosas
Esto
significa tener un estado mental directamente contrario al embotamiento. Al
enajenamiento mental. Al no control de la mente. Significa estar siempre
consciente. Bien ubicado en el lugar y en el momento. Como se dice comúnmente
ahora, vivir siempre en el presente. Pero de manera literal. No de forma
poética ni metafórica como lo repite la gente que reparte esa frase en redes
sociales pero pasa horas y horas pegada a un aparato electrónico.
Recta
atención en las cosas significa que nuestros sentidos están abiertos y nuestro
cerebro está siempre sobrio. Podemos tener una percepción un poco más afinada y
percatarnos de cosas que generalmente pasaríamos por alto. Una persona que se
esfuerza por practicar la recta atención en las cosas, tendrá un riesgo
muchísimo más bajo de estar en un accidente automovilístico, ya que se
acostumbrará a estar atenta a todas las señales de tránsito y a respetar las
normas minimizando los riesgos. Es la forma más segura de vivir en el mundo.
Recta atención en uno mismo.
La
recta atención en uno mismo consiste en tres partes.
1. Recta atención en el cuerpo:
Debemos estar atentos a lo que pasa con nuestro cuerpo. Cuidarlo, evitar someterlo
a excesos y mantenerlo libre de intoxicantes. Debemos aprender a tener una
comunicación directa con nuestro cuerpo. Saber interpretar el dolor.
Diferenciar cuándo nos duele algo porque hay un daño y algo está mal, y cuando
nos duele algo porque hay un cambio o algo normal. Por ejemplo, no es lo mismo
el dolor de un golpe que le hizo daño a nuestro cuerpo, y el dolor de cuando
nos duelen los músculos porque hicimos un buen ejercicio el día anterior. Uno
es una alarma de que algo está mal. El otro es un recordatorio de que estamos
vivos y nuestro cuerpo funciona.
Saber
diferenciar cuándo tenemos hambre y necesitamos alimentarnos, y cuando tenemos
ansiedad o alguna emoción negativa que intentamos sepultar con la comida. Este
es una excelente herramienta para evitar la obesidad y las adicciones. El
cuerpo constantemente nos da información sobre su estado y sobre qué es lo que necesita.
Pero como estamos tan desconectados de él, solemos malinterpretarlo y tomar
decisiones incorrectas haciéndonos daño. Constantemente persiguiendo el placer
cuando necesitamos desarrollo y equilibrio.
2. Recta atención en las emociones:
La
clave para desarrollar la recta atención en los sentimientos y las emociones
nocivas es hacer pausas. Las emociones desequilibradas son como animales
feroces, muy rápidos y muy fuertes. Cuando son muy intensas, atacan de forma
fulminante dominándonos y haciéndonos tomar decisiones perjudiciales. Para
tener una recta atención sobre las emociones desequilibradas, debemos
detenernos. Buscar un espacio de quietud en el cual podamos analizar con
tranquilidad lo que sentimos. Evaluar su naturaleza, su origen. Disminuirlos
hasta hacerlos controlables y tomar una decisión y una dirección sobre ellos de
forma totalmente consciente y racional.
Un
ejercicio práctico para controlar las emociones cuando se desbordan, es ser
honesto con uno mismo y no luchar contra ellas. Por ejemplo, cuando tenemos
mucha rabia y estamos a pocos pasos de un estallido de ira, debemos alejarnos
de los estímulos que nos están afectando y enfrentarnos a nosotros mismos sin
juzgarnos ni reprimirnos. Uno piensa para uno mismo: Sí, estoy furioso. Siento
mucha rabia. Tengo ganas de agarrar a Fulanito y partirle la xxx a punta de xxxx
hasta que se le xxxx la xxx de tanto xxxx…. Verbalizar lo que sentimos frente a
nosotros mismos ayuda a poner a la bestia frente a nuestros ojos y a forzarla a
que se quede quieta.
Si
analizamos las razones internas, personales, de por qué el estímulo nos genera
rabia, y las racionalizamos a través de las palabras habladas, la emoción
negativa se va haciendo más clara, como una niebla que se disipa, y empezaremos
a tener control sobre ella. Al final nos daremos cuenta que en realidad montar
en cólera no es útil, sino perjudicial. Que la respuesta adecuada no es la que
sentimos con el estómago sino la que decidimos con la mente. Y en la mayoría de
las veces, nos damos cuenta de que en realidad nos estamos enfureciendo por
algo que a final de cuentas no es más que una tontería. Este ejercicio funciona
con todas las emociones negativas, entendiendo las emociones negativas como
cualquier emoción independientemente de que sean consideradas buenas o malas
(alegría, tristeza, rabia, euforia, felicidad, aburrimiento), pero que se
presentan en un nivel de intensidad que supera nuestra capacidad para
controlarlas.
Así,
podemos ver que la felicidad intensa, la euforia, el enamoramiento exaltado, el
sentimiento patrio llevado al extremo, y el regocijo en la victoria, también
son emociones negativas que deben ser aplacadas al igual que la furia, la
tristeza y la envidia.
3. Recta
atención en los pensamientos. La recta atención en los pensamientos es de
una importancia capital porque tiene la capacidad de influir sobre todo lo
demás. Es la génesis del autocontrol. La recta atención en los pensamientos nos
ayuda a entrenar la mente para controlarla y evitar que se desvía sola. Una
antigua metáfora budista compara la mente con un mono que salta de copa en copa
de los árboles sin control. Con la recta atención en los pensamientos, nos
percatamos de en qué momento la mente pierde control y se vuelve errática y
caótica. Es decir, cuando entra en un estado automático de disipación. Al darnos
cuenta de esto, tendremos posibilidad de tomar el mando y decidir qué
pensamientos tenemos y que cosas queremos dejar a fuera de nuestros procesos
mentales.
Esto
incluye procesos involuntarios como fantasear descontroladamente. A veces por
aburrimiento o por exceso de tiempo libre, o incluso como mecanismo de evasión,
nuestra mente empieza a fantasear y a irse a lugares inexistentes en los cuales
creamos nuestras propias ilusiones y fantasías absurdas. Y nos embotamos
pensando tonterías que jamás sucederán o en fantasías locas e infantiles. La
mente vuela como un papel llevado por el viento. Este tipo de fantasías
automáticas disminuye la capacidad de percepción y de control de la mente, y
hace que nos desconectemos del tiempo presente haciéndonos torpes e incluso
peligrosos si estamos realizando alguna actividad que requiere toda nuestra
atención.
Fantasear
constantemente es un síntoma de una mente débil. Contrarrestar esta debilidad
mental con la recta atención nos ayudará mucho a fortalecer nuestra mente y mantenerla
limpia y más que todo, madura. Porque también es necesario crecer y madurar
mentalmente para recorrer el camino del Dhamma.
Otro
gran problema que tenemos es dejar que nuestra mente se vaya sin permiso a
tiempos diferentes al presente. A veces nos vamos al pasado y nos hundimos en
la nostalgia de tiempos agradables en un intento por evadir la dificultad del
presente. La nostalgia, actualmente tan explotada en la cultura de consumo, es
un modo de “zombificación” por así decirlo, mediante la cual nos ofrecen
servicios y productos tontos que en realidad no sirven para nada, estimulando
el aferramiento a la memoria pasada y evitando que veamos hacia adelante y que
fortalezcamos nuestra independencia mental y nuestra creatividad.
Al
igual que visitar constantemente el mundo de las fantasías, vivir añorando el
pasado es otro síntoma de inmadurez mental.
Otro
gran vicio mental que tenemos, y en mi opinión el más común y peligroso, es el
de permitir que nuestra mente se vaya al futuro de forma desbocada, imaginando
premios y placeres conseguidos fácilmente y sin esfuerzo. También es el vicio
de los consumistas y una brecha psicológica aprovechada magistralmente por la
cultura de consumo masivo.
“Futurear”,
otro término inventado, es otra forma de evadir la realidad. Imaginar la próxima
navidad con el trabajo deseado por fin conseguido, con la pareja que se quería,
con el peso ideal alcanzado, y sonreír internamente pensando que todo va a
estar listo en cuestión de meses, es ponerse una venda en los ojos y caminar
hacia un abismo. Esta es la fórmula de los coaching de vida, los psíquicos y
videntes de televisión. El positivismo extremo es muy peligroso y perjudicial.
Un tema del que hablaremos próximamente.
Cuando
la mente desee escaparse a escenarios de logros cumplidos y problemas superados,
sin pensar nunca en cómo resolver los problemas ni en crear estrategias y
acciones para superar las dificultades, es momento de detenerla y ordenarle
parase en el momento presente. La razón debe superar al deseo y debemos
gobernar nuestra mente ya que todo movimiento hacia cualquier lugar que no sea
le presente es un vicio que debilita la mente y nos aleja de la práctica
correcta y por lo tanto, de todos nuestros verdaderos objetivos.
Un
ejemplo claro es el de la mal usada frase del “esto también pasará” tan usada
en el budismo occidental como muletilla facilista. La gente la aplica mucho a
la situación de la pandemia. En lugar de vivir en el momento presente la gente
usa esta frase de “esto también pasará” para futurear, tratando de escapar del presente porque es abrumador,
lleno de incertidumbre y temores. Entonces se imaginan a sí mismos en el tiempo
futuro en el que la pandemia ya pasó y todo está bien. Una estrategia de
evasión. En lugar de ello, lo correcto es mantener una recta atención en los
pensamientos. Dejar de repetir que esto también pasará como un loro y empezar a
meterse en la realidad de que esto está pasando, ahora mismo y en este lugar. Y
crear estrategias y planes para ver cómo lidiamos con ello y superar el miedo y
los problemas enfrentándolos directamente.
Puedes
leer un artículo sobre el mal uso de esta frase en este blog (Esto también pasará).
Recta atención en la realidad
La
recta atención en la realidad es tener comprensión del mundo que nos rodea más
allá del sentido común mundano. Es decir, comprender las leyes de la
naturaleza, su mecanismo y la forma en la que funcionan y cómo nos afectan. Es
decir, ver cómo las Enseñanzas que nos trajo el Buda son reales y están
presente en todo lo que nos rodea. Esto sería simplemente, darnos cuenta de que
el Buda tenía razón, y de que comprender sus Enseñanzas es una gran ventaja
para nuestro camino en la vida.
Recta
atención en la realidad es tener percatación y visión del mundo más allá de la
visión común que teníamos antes. Está relacionado con la Recta Visión, y nos da
las claves para evitar el peligro y conducirnos por la vía segura.
La
recta atención en la realidad es ver las Enseñanzas del Buda más allá del
propio budismo, de la propia doctrina budista. Porque el Buda no inventó nada.
Descubrió la realidad. Por eso se dice que despertó. Abrió los ojos. Debemos
tener nuestros ojos abiertos para percatarnos de la realidad, y conducirnos en
concordancia con ella. Nuestro Maestro nos enseñó cómo hacerlo. Solo debemos
practicar el camino.
Recta atención en la realidad es estudiar los fundamentos enseñados por el Buda como pueden ser la interdependencia, la compasión, la vacuidad, la originación dependiente y todos los demás que nos presenta la doctrina, detectarlos en la realidad, comprobarlos y adquirir el conocimiento de su existencia y la sabiduría para armonizar con la realidad. En pocas palabras, iniciar el camino hacia la iluminación. Este es en muy pocas palabras, una introducción a la Recta Atención.