jueves, 11 de mayo de 2017

Un budista en la calle.

En la calle no hay ceremonias. No hay objetos sagrados ni hombres santos ni mujeres sabias dedicados a brindar sabiduría. En la calle no hay cantos ni imágenes ni ambientes pacíficos que sean propicios para expandir nuestra consciencia. El budismo no es una religión de salón. En la ciudad, los templos y salas de meditación son lugares de resguardo, de refugio. Son trincheras de escape cuando el agotamiento y la violencia de la vida nos acribillan hasta el punto de la rendición. Esto es una equivocación y una ilusión.

Los templos, las salas de meditación, las Sanghas, no son cámaras de aislamiento. No son herramientas evasoras para liberar la presión. No son escondites sagrados para darnos un respiro antes de que la fuerza brutal del mundo nos haga explotar. Los altares no son descanso para desfallecidos. Son lugares de entrenamiento.

Son centros de fortalecimiento. No se va ahí a descansar la mente, se va a entrenarla. No se busca relajarse y desentenderse de todo por un momento como si fuera un pequeño espa psicológico. Es un campo de práctica, de ejercicio, de fortalecimiento mental para poder salir a la calle, allá afuera,  y enfrentar y vencer a todo lo que se nos presente como amenaza u obstáculo.

Tomar el budismo como una válvula de escape es hacer lo mismo que hace la gente con el licor. Se carga y se maldice de lunes a jueves. El viernes hay una euforia total porque se beberá hasta caer, el premio después de sufrir tanto estrés. El sábado se embota la mente con comercios banales que simulan más recompensas. El domingo es todo un día de lamentación porque mañana es lunes y la vida miserable empieza otra vez. Ir una vez por semana al templo para recargar baterías para los otros seis días es igual que renunciar al licor y ser abstemio toda la semana pero desahogarse bebiendo los viernes.

Las prácticas del salón de meditación deben llevarse a cabo todos los días, a todas horas, en todos los lugares. ¿Suena un poco incómodo y agotador? No hay zonas de confort en el budismo, de hecho la práctica del Dhamma es el enemigo número uno de las zonas de confort. Incluso el confort que genera el mismo budismo. Los maestros advierten esto constantemente.

En la calle tomo un taxi. Llego a mi destino y el taxista me cobra casi el doble de lo que en verdad debo pagarle. Me niego a pagarle de más. Monta en cólera y estamos listos para pelear. ¿Qué hacer? ¿Mis horas de charla y meditación en el grupo budista me prepararon para esto? ¿O sólo me prepararon para sentirme bien y a gusto en el grupo? Siento rabia. Sé que tengo razón. Conozco la ciudad, estoy enterado de las tarifas, veo los noticieros, sé que el taxista quiere estafarme porque no parezco de aquí, tengo aspecto de extranjero. Pero esta es mi ciudad. ¿Llamo a la policía? ¿Le tiro el dinero justo a los pies y me voy?

Existe un viejo dicho en la calle. Jamás te metas con conductores de servicio público, con policías y con prostitutas. Siempre esperan una excusa para explotar y no miden consecuencias. Las personas que más tienen que lidiar con lo peor de la sociedad se vuelven peligrosas pero tampoco podemos ser inermes ante la injusticia.

Alguien se cuela en la fila del cine. Hay un hombre golpeando a una mujer en una esquina oscura en la noche. Un hombre joven se abalanza sobre una muchacha para quitarle su celular. La golpea brutalmente y escapa. ¿Debería socorrer a la muchacha o perseguir al ladrón y detenerlo? La única manera de detener a un ladrón es caerle a palos. No son dóciles. ¿Debo meterme en una pelea? ¿Defender al más débil? ¿Debo alejarme de toda violencia protegiendo mi estabilidad mental y me integridad física?

Es fácil llevarle comida a un perro callejero. Curarle una pata. Buscarle un hogar a unos gatitos desamparados. Los animales son agradecidos. Las personas no. Aquí han habido casos en los que un indigente llega a una casa pidiendo un pedazo de pan y un vaso de leche. Cuando la señora le da algo de comer y él se da cuenta de que está sola, accede a la fuerza a la casa. Golpea brutalmente a la mujer, la viola, roba todo lo que puede y la deja herida y ultrajada. Todo por ser de buen corazón. ¿Debo negarle un pan a un drogadicto?

En los salones de meditación todo está limpio. Todo está en su puesto y la gente se comporta según un programa no oficial pero definido. Esto en la calle es una ilusión.

A menos que viva en una lujosa mansión en la cima de una loma al margen de la sociedad, ¿Me estoy preparando para vivir en la sociedad? ¿Me estoy preparando para lo peor que pueda pasar? ¿Si pienso demasiado en ello me volveré paranoico y despreciaré a la humanidad?

Cuando estoy meditando pienso ¿Qué me puedo llevar de aquí para poder usarlo afuera? ¿Ser budista es ser pasivo a toda prueba? ¿Negarme a la violencia aun cuando mi vida está en riesgo? ¿Cuándo la vida de mis familiares está en riesgo? Las personas salvajes son víctimas de su ignorancia y la ignorancia siempre puede ser superada, pero, ¿Voy a superar la ignorancia de un tipo que tiene un revolver en la sien de mi esposa, es adicto y sé que la va a matar porque no tenemos nada que darle y está en pleno síndrome de abstinencia? ¿Debo dejarla morir y llamarle a eso karma? ¿Y si tomo la piedra que tengo cerca y lo mato, no merezco ser budista? Son ejemplos extremos y precisamente ese es el punto. Estamos preparados solo para afrontar tonterías y el budismo no es un recetario para tratar nimiedades que ilusamente creemos, es lo único que nos puede pasar.

La ignorancia es una marea constante que nos levanta y nos baja a todos por igual, sin distinción de creencia ni de ninguna otra. Hay terrorismo en lugares de paz. Fanáticos haciéndose explotar. Asesinos en masa con automáticas. Espectaculares asaltos a bancos. Vulgares ladrones con cuchillos oxidados. Cuando recibo pacientes que han pasado por experiencias de este tipo y necesitan tratar los traumas después de la supervivencia, siempre escucho casi la misma frase: “Jamás pensé que esto me fuera a pasar a mí. Siempre pensé que le tocaría a otro. No a mí.”

Hay una hermosa chica que quiere ir a un lugar privado. Se ve demasiado joven. Es muy hermosa, muy sensual. Es menor de edad. (En algunos países es ilegal solo con menores de catorce) “Tengo quince. Es legal. Vamos.” Me dice. ¿Aunque sea legal debería negarme a hacerlo? El Buda dice que el impulso sexual es uno de las más poderosas fuerzas a vencer. Dice que si hubiera otro impulso con la misma fuerza del impulso sexual, la iluminación no sería posible. Ella lo quiere. No hay engaño. Técnicamente nadie saldrá herido. ¿Debería acceder? ¿Debería negarme? ¿Por qué si y por qué no?

Ser budista significa ser abstemio. ¿Soy abstemio? ¿Soy un budista que se permite unos pequeños tragos de vez en cuando pero jamás se permite emborracharse? ¿”Casi totalmente” es equiparable a “totalmente”? ¿Estoy tomando esto en serio?

Todos somos diferentes y todos tenemos distintos tipos de personalidad. Nuestras opiniones y forma de tomar decisiones son diferentes. Nuestra forma de llevar una vida budista es diferente. Recordemos que una cosa es usar el Dhamma para mejorar nuestras vidas y otra muy distinta es tomar nuestra vida y re hacerla toda dentro del Dhamma. Esto es la diferencia con lo que yo he llamado, budismo para turistas. Tomar el Dhamma como un práctico accesorio que me ayuda, me da tranquilidad, sentido de identificación y un norte, es fácil. Pero cuando la vida real golpee a la puerta, los accesorios no servirán para nada. Entonces el turista se quejará de que el tal Buda es un fraude.  

Practicar el Dhamma no es fácil. Con ello renuncias al licor, y con el licor pierdes amigos. Renuncias a la oportunidad de ejercer cierto tipo de trabajos y eso es una decisión que a veces parece absurda. Tienes que renunciar a ciertas ideologías que fueron muy fuertes en el pasado y con ellas a más gente. Tienes que cambiar todo el esquema de relación de pareja. Incluso la manera en la que vives tu vida de familia. Cuando alguien dice que el budismo no ordena nada, no exige nada y solo enseña cosas buenas y lindas si tener que sacrificar nada, solo pienso en lo aburrido que debe ser vivir como un turista que no va a ningún lado. Este artículo está escrito sólo para los que tienen la intención de hacer del Dhamma su estilo de vida pero no como la frase cliché que utilizan los vendedores de clases de yoga, sino de manera literal. Tan literal como la vida lo permita.

El Buda ha dicho:

No vivas una vida baja; recuerda y no olvides;
no sigas ideas equivocadas; no te hundas en el mundo.

Dhammapada verso 167

Es muy fácil convertir el budismo en una zona de confort. En un espa mental y más que todo en un ornamento social. Ha veces se puede caer en una profunda superficialidad por medio del apego a las formas culturales de la tradición. La ceremonia, el ritual, los objetos, las imágenes y más que todo los líderes. Los occidentales tenemos la manía de simplificarlo todo bajo la ley del mínimo esfuerzo. Si yo encuentro un maestro, llámese Dalai Lama, Tich Nhat Han o quien sea, y decido que esta persona tiene resumida en su sabiduría todo el conocimiento fundamental del Buda, lo que estoy haciendo es simplificar mi interpretación del budismo concentrándolo en una sola persona. Esto me ahorra el esfuerzo de buscar por mí mismo. De cuestionar, de investigar. Incluso de pensar. Cuando uno tiene un problema, se va corriendo a internet a buscar una respuesta que el maestro haya dado. Porque prefiero que todo se me dé ya preparado,  hecho, masticado, para que yo solo tenga que abrir la boca y engullir como un polluelo regordete en un nido. El Buda rechaza esta actitud. Es difícil darse cuenta de que si uno se recuesta mucho en una tradición, uno corre el riesgo de convertirse en un paralítico mental para el cual todas las respuestas ya están dadas por alguien más.

El Buda ha dicho:

Ten fuego como un noble caballo tocado por el látigo. Por la fe, por la virtud y la energía, por la contemplación y la visión profundas, por la sabiduría y la acción adecuada, vencerás los pesares de la vida.

Dhammapada verso 144

El objetivo de Apuntes de un budista no es solamente incentivar la investigación dentro del budismo ni ayudar a los practicantes que están solos a que se animen a iniciar la vida dentro del Dhamma. Otra gran meta de Apuntes de un budista es encontrar la manera de tomar las enseñanzas de Buda, sacarlas del salón de meditación y ponerlas en práctica allá a fuera, en la calle, en la casa, en la vida real. Dejar esa idea romántica e infantil de un altar sagrado en el que todo está bien y al que hay que volver para “recargar baterías” porque la vida es dura y el budismo es la fuente de la paz.

No. Hay que hacer lo que el Buda dice que hagamos. Poner sus enseñanzas a prueba. No donde sabemos que las respuestas siempre serán positivas sino donde corremos el riesgo de que no funcionen. La chica precoz que se insinúa, la pelea con el taxista, la violencia callejera, un atraco, un accidente. ¿Qué dice el Buda que hay que hacer? El Buda dice que hay que hacer siempre lo correcto. Siempre. Sin excusas y sin dudas. ¿Pero cómo saber qué es lo correcto? ¿Cómo saber cuándo estoy actuando con sentido común y cuándo soy un cobarde? ¿Cómo puedo distinguir la diferencia entre una situación y otra?

Ni el Dalai Lama ni el Buda van a estar ahí junto a ti para susurrarte al oído qué debes hacer. Ni se van a aparecer en un celular o en un vídeo de youtube para darte la respuesta correcta. La única manera de llegar a esas respuestas es estudiando y practicando. Y practicando no en un salón, sino en la calle. El Buda ya dio sus enseñanzas. Ponerlas en práctica o no es cosa tuya. Sólo hay una advertencia. No hay fórmulas mágicas ni caminos simples y fáciles ni respuestas milagrosas que se consiguen en retiros caros. Todo ello es una colorida mentira. Y en el fondo lo sabes.

Una de las ventajas de ser latinoamericano es que estamos muy lejos de una influencia cultural predominante. Algunos dirán, qué lástima que no hay un templo de tal o cual tradición, qué lástima que no hay un maestro venido de tal país. Pero en cambio yo veo en ello una ventaja. Ésta situación nos obliga a estudiar el budismo sin filtros. Cada tradición tiene una influencia cultural, regional e histórica. Nosotros, por carecer de ellas, somos menos susceptibles a sus influencias, de manera que tenemos una oportunidad de ver más fácilmente el factor común a todas, un budismo más universal, y por decirlo de alguna manera, más puro en un sentido de simplicidad. A la larga, las tradiciones y las culturas no son más que ruidos de interferencia que dificultan la comprensión más práctica de las enseñanzas y nos llevan a otros mundos a los que queremos escapar. Cielos e infiernos y demás lugares sagrados. Nosotros, en mi opinión, tenemos la valiosa oportunidad de hacer un nuevo Dhamma ensuciándonos de la misma tierra que pisamos, en lugar de soñar con lugares fantásticos ideados en oriente. Esto es, vivir el Dhamma con los pies bien puestos sobre la tierra, y comprobar sus frutos en la realidad de nuestros días.


Juntar las manos, sonreír y decir “namaste” es muy fácil. Y te hace creer que eso es practicar budismo. Pero estar entre las personas en una ciudad, vivir, amar y correr riesgos no es fácil en sí mismo. Y si a eso le sumas practicar unas enseñanzas en todas esas situaciones, tal vez se haga menos fácil. Pero en mi inocua experiencia y en la experiencia de cientos de miles de personas a través de más de dos mil quinientos años, puedo decirte que en verdad vale la pena. En todos los sentidos en los que algo puede valer la pena. Las ventajas, las experiencias, y la sabiduría que acumulas no se comparan con nada en el mundo. Y la oportunidad de poder ayudar a otros es mucha mejor recompensa que cualquier promesa divina. 


5 comentarios:

  1. Excelente reflexión, para los latinos dónde no hay un lugar donde encontrarnos, donde no hay Shanga, pero que tratemos de hacer del budismo una praxis de vida en medio de la realidad cotidiana. Gracias

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  3. No entiendo como se hace para medir nuestra reaccion en este tipo de situaciones, es dificil. Si queres proteger a un hijo es apego? Debo dejar que actue el karma? No es borrar y volver escribir son vidas, estoy confundida me da miedo, equivocarme aunque no haya nadie para juzgarme... Es importante disernir se que debo hacer lo correcto, pero en que punto es correcto y que no... Me resulta desagradable la violencia con que la gente procura resolver las cosas como si matar a alguien no significara nada

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    1. Ese es el mismo miedo que tenemos todos y es precisamente el punto de la práctica. ¿Qué es lo correcto? Como budistas tenemos una brújula, una guía específica para hacer lo correcto que es el Dhamma, las enseñanzas del Buda. Por eso cuando no sabemos que hacer, paramos y estudiamos las enseñanzas. El conocimiento no se usa automáticamente. El Buda se comunicaba con base en el poder más elemental del ser humano. El sentido común. Es la esencia del camino medio enseñado por el Buda. Proteger a un hijo no es apego, dejarlo solo y que el karma actúe no es protegerlo. Protegerlo es una responsabilidad que todo padre adquiere, y darle espacio para que se desarrolle es fundamental para que se reconozca a sí mismo como individuo. Sentido común. Camino medio. Las enseñanzas. Así es con todo, hay que evitar la violencia, pero dejarse matar no es una opción. Debemos entrenarnos para tomar la decisión correcta, lo que cualquier ser vivo que necesita existir haría. Con un constante estudio de las enseñanzas y con la intensión de aplicarlas en cada situación, las dudas en nuestra mente irán cediendo poco a poco, hasta que llegue un momento en que podamos ver con más claridad, entre toda la bruma de nuestra duda, cuál es la decisión correcta.

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