El maestro Tich Nhat Han, en el décimo de sus
catorce preceptos del budismo comprometido, dice que no se debe usar a la
comunidad budista para hacer un partido político ni participar en política. En
el primero dice que uno no debe apegarse a ninguna doctrina ni ideología,
incluso las budistas. Esto es coherente con una actitud realmente budista. No
significa que uno debe alejarse de la discusión social o desentenderse de la
política o de los problemas económicos y sociales.
Lo que el maestro Han dice en sus preceptos
sobre política apunta a la independencia de pensamiento. Independencia total.
Cuando uno es militante de un partido o ideología, uno tiende a sesgar la
información y a interpretar selectivamente los acontecimientos, de manera que
todo lo que le genere mala imagen a las fuerzas opuestas y mejore la imagen del
lado con el cual uno se identifica se resalten automáticamente en la mente y se vuelvan más cómodas y fáciles de proclamar. Al mismo tiempo, la información que
es favorable al lado opuesto y desfavorable al mío es desestimada de inmediato
o poco tenida en cuenta sin un análisis real. No hay objetividad ni
imparcialidad porque la mente adoctrinada no es libre. Está encadenada a los
conceptos de bueno o malo según la doctrina o el líder. La comunidad del
maestro Han fue atacada por ambos bandos durante la sangrienta guerra de su
país porque decidió no escoger ninguno.
Un ejemplo de libertad de pensamiento lo puedo
dar desde la política de mí país. Un líder de izquierda prohibió las corridas
de toros en la ciudad. Excelente. Todos deberían apoyar eso. Por otro lado, un
congresista de derecha impulsa una ley para castigar a los congresistas y funcionarios
públicos que no asistan a las sesiones y ganan millones sin trabajar. Algo
necesario. Todos deberían apoyar eso. En realidad la mayoría de la población
apoya ambas propuestas pero al momento de recoger firmas o apoyar en plaza
pública estas iniciativas, muchas personas fieles a su militancia se abstienen
de apoyar una buena iniciativa porque estarían traicionando su ideología o su
posición política al darle una firma a un candidato del partido opositor. Pesa
más la fidelidad a un partido o ismo (o el rechazo a un partido, ideología o
líder) que el sentido común, porque entre ellos parecería más que se está
apoyando al lado contrario que a la propuesta en sí, lo cual sería un
sacrilegio ideológico.
Por eso no es recomendable pertenecer a un
partido porque los partidos políticos son los instrumentos que usan los líderes
para dividir a la sociedad y mantener las fuerzas balanceadas y al pueblo
ocupado rechazándose entre sí. Si la noción de partido se aboliera y los
líderes fueran vistos como lo que en realidad son, servidores públicos en lugar
de líderes mesiánicos y salvadores sociales, solo se verían las propuestas, las
leyes, sin tener en cuenta de dónde salen. Se le quitaría mucho poder a líderes
y a grupos ideológicos y la gente sería más objetiva. Los líderes y los partidos son susceptibles a corromperse
como de hecho lo hacen todos los días, pero el sentido común no. La visión budista
de la política no admite colores porque no divide a la gente según su creencia.
Por más equivocada que esté una persona, lo más
inteligente es encontrar la manera de sentarse con ella y encontrar puntos
comunes. Los partidos políticos y las ideologías pueden enfermar la mente de la
gente de tal manera que prefieran padecer hambre o enfermedad con tal de ver
derrotado al bando opuesto, algo tristemente común en este lado del mundo. El
hambre, la falta de salud y la injusticia
no discriminan afiliaciones de derecha o de izquierda. En ése sentido, todos
estaríamos de acuerdo en cuanto a los objetivos políticos que benefician al
pueblo en general.
En nuestros contextos latinos de pasiones
políticas, la consecuencia directa de escoger una ideología o un partido
político es que asumes que hay otro igual contra el cual luchar, es decir,
alguien que está equivocado y que debe ser combatido. Pensamiento que lleva a
un inevitable error. Si usted piensa que alguien está equivocado, lo más lógico
es sacarlo de su error, lo cual no puede hacer si lo combate. Combatirlo o
contradecirlo por el contrario genera que esta persona se aferre aún más a su
equivocación. La única manera de superar un error es hablando, pero el
aferramiento a la ideología no acepta hablar con el enemigo porque hablar es
casi un equivalente a ceder, y ceder frente al enemigo es perder o traicionar. Así
de radicales pueden llegar a ser las mentes adoctrinadas.
En mi país por ejemplo, no hay mayor diferencia
entre militar en un partido político y pertenecer a una barra brava de fútbol.
No se piensa, solo se siente y se odia. El siglo veinte fue prueba más que
suficiente de ello. Nuestros padres literalmente se masacraron en una guerra
civil bipartidista cuyas consecuencias ideológicas aún se reflejan en los
nuevos partidos políticos salidos de sus viejas ideologías. La política no se
piensa con la razón sino que se siente con el corazón y todo el mundo carga
resentimiento. La razón se nubla.
La mejor manera de participar políticamente en
la sociedad es no perteneciendo a ningún partido político y no aferrarse a
ninguna ideología política. Cuando una persona escucha la palabra política lo
que piensa es en partidos, campañas, votaciones o sesiones de congresos y cosas
aburridas de gente con poder. Eso no es política. La política es la acción
conjunta de la mayoría de las personas de una sociedad hacia un objetivo
definido. Cuando en un salón de clase deciden si van al zoológico o al museo
por votación, eso es política. Cuando deciden quién del grupo va a exponer en
clase o a representar a los estudiantes, eso es política. Lo queramos o no
somos seres políticos. Al negarme a votar, participar, opinar y enterarme de lo
que pasa en mi país, me convierto en un peso muerto que alguien más aprovechará
para llenar una encuesta, medir la apatía o el apoyo hacia algo o hacia
alguien. Inevitablemente soy un instrumento político usado por alguien más, por
eso lo mejor es tener siempre una opinión, una perspectiva clara y una posición
ética y correcta. El maestro Han recomienda que esta posición no se base en
ideologías sino en las decisiones independientes de uno mismo y en su ética.
En nuestro caso tenemos una estructura ética y
moral sólida sobre la cual sopesar nuestras decisiones políticas, que no es lo
mismo que crear o basarse en una ideología. La ética y la moral en el budismo se
basa en un pensamiento simple y claro: Tratar siempre de hacer lo correcto.
En todo momento y situación. Parece simple pero no lo es. En mi caso, cuando tengo dudas, me remito a
las enseñanzas de Buda en busca de la decisión más correcta que no siempre es
la que me parece. Las ventajas que ofrecen las enseñanzas es que nos enseñan
primero a desaprender cosas, patrones arraigados fuertemente que rigen nuestras
decisiones (ideologías) y luego nos enseña a cultivar una mente más clara, más
objetiva, con una visión más lógica de las cosas.
Un ejemplo sería firmar y asistir al rechazo a
las corridas de toros de la izquierda y firmar y asistir al apoyo de la ley que
castiga congresistas ausentes de la derecha sin ver izquierda ni derecha sino
simplemente justicia. No se ponga ninguna camiseta. La justicia no tiene
ideologías. Eso es precisamente lo que las ideologías quieren hacer creer.
Tenga su propio criterio y fórmese su opinión desde la realidad, desde el
presente y desde el sentido común, no desde arcaicas, anacrónicas y lejanas
ideologías caducas del siglo XX.
Inclúyase en iniciativas de ayuda. Fundaciones
sociales, voluntariados. Ayude a los animales, a la ecología, a las causas
civiles. No se necesita ser de izquierda para apoyar los derechos civiles de
las minorías. Simplemente se necesita ejercer la libertad de expresión, el voto
razonado y el apoyo a las personas. Los sistemas políticos, ideologías y
movimientos sociales nacieron para servir a las personas, no al revés. Ese es
el gran error de la juventud militante.
Hay que votar, es imprescindible. Pero no vote
al candidato. No vote al partido. Conozca el programa de gobierno y vote por el
que le parezca más correcto. La gente piensa que el aporte político termina con
el voto. Error, empieza con el voto. Una vez usted haya votado por un programa
de gobierno, vigile que este en verdad se lleve a cabo. Si no es el caso ponga
de manifiesto que el funcionario público no está cumpliendo con su trabajo y
debería ser destituido. Mantener a la gente adoctrinada mantiene al funcionario
público a salvo de perder su puesto porque la gente lo sigue con el corazón, no
con la mente. Si los propios seguidores del líder electo lo evalúan
constantemente, éste no se puede dormir en los laureles porque podría ser
destituido.
Solo he sabido de una o dos veces en las cuales
un servidor público ha sido destituido por la acción del pueblo. No es muy
frecuente pero es posible.
A manera personal mi recomendación es la
siguiente. No le crea a nadie. Ningún líder es creíble hasta que empiece a
cumplir con su trabajo. Y aun así puede traicionar sus propias iniciativas y a
su gente. Hay que ser inmunes a las ideologías y alérgicos a los partidos pero
hay que buscar la manera de estar constantemente en contacto con las personas,
con todas ellas. Tenga una posición definida, pero que ésta no tenga
necesariamente que clasificar a las personas entre buenas y malas, inteligentes
y equivocadas, blanco y negro. Si se basa en el sentido común y el más
elemental sentido de justicia usted podrá sentirse cómodo en cualquier lugar y
con cualquier persona sin importar si está o no de acuerdo con ella. Eso es
democracia, la capacidad de sentarse a compartir en la misma mesa con personas
que piensan de manera totalmente diferente u opuesta. Sentarse sólo con los que
piensan igual a uno no tiene ningún mérito, y es además bastante aburrido.
Las enseñanzas de Buda son bases sólidas para
poder sentarse en cualquier mesa y ayudar a cualquier persona, al tiempo que
protegen la mente de las pasiones nocivas y el fanatismo ideológico. Hasta el
propio budismo puede ser usado como una causa radical y fanática como bien lo
previene el maestro Han. Somos falibles y todos somos susceptibles a ello. Pero
el estudio, la práctica asidua y sobre todo la meditación, mantendrán a la
mente clara, calma y ecuánime. Éste es el instrumento que nos puede ayudar
siempre a tomar las mejores decisiones posibles.
Hay que afrontar
nuestra naturaleza de seres sociales, de seres políticos. Pero hay que hacerlo
con compasión y amor, totalmente carentes de odio. Si no permitimos que nos llenen de odio, es imposible que nos puedan convertir en
fanáticos ideológicos. Y por ende, es imposible que puedan manipularnos. Hay
que luchar, pero con inteligencia.
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