El
tercer grado, el recto lenguaje, inicia el bloque que comprende la ética en el
Noble Óctuple Sendero. Es un grado de una importancia muy importante porque el
lenguaje es el medio por el cual recibimos el Dhamma y en gran parte lo
practicamos. El lenguaje es nuestra carta de presentación, la primera
referencia de nuestra educación y el instrumento principal para relacionarnos
con otros. Por eso su importancia es tan alta.
Hay
algo muy importante que debemos tener presente siempre. La lengua debe ser controlada.
La mente dirige el habla y el habla dirige las acciones. Las palabras son la
antesala de las acciones. Tienen el poder de generar o evitar acciones en
nosotros y en los demás. El poder de las palabras rara vez se estima en su
verdadero valor, pero su efecto es inevitable. Como la crecida repentina de un
río, una vez desatada no tiene retorno y sus consecuencias son inevitables. Más
ahora que las palabras se han hecho tan baratas y mal usadas por las
comunicaciones virtuales. Mucha gente a destruido su carrera y su vida por una
palabra mal puesta en una red social. Muchas vidas han sido destruidas por la
lengua venenosa de otros.
El Buda advierte sobre cuatro
tipos básicos del mal uso de la palabra:
El primero es la falsedad. La
mentira.
Un
mal uso de la palabra que aprendemos desde muy temprano y a veces de forma casi
instintiva. Desde niños estamos mintiendo. Sin un marco ético claro, un niño
puede acostumbrarse a mentir hasta que en la adultez su palabra ya no valga
nada y sus relaciones sean un desastre.
Las
razones que tenemos para mentir son siempre debilidades de la personalidad.
Síntomas de inmadurez. Lo que nos impulsa a mentir son sentimientos inferiores
que nos mantienen débiles y dependientes de circunstancias indeseables. Tales
sentimientos son el miedo, la culpa, la vergüenza malsana, la avaricia, la
lujuria, el odio. No hay sentimiento ni acción negativa que no se cubra con el
manto de la mentira. Por eso la mentira es un síntoma de que algo no está bien
con nosotros mismos y aún nos falta madurar en algún área específica.
Podemos
usar la mentira como un termómetro del grado de falencias que tenemos a nivel
personal. Evidencia buena parte de la calidad de nuestra integridad. Una
persona mentirosa no puede ser digna de confianza. Y si no hay confianza, no
puede haber lealtad ni respeto. Estas tres son condiciones fundamentales para
forjar una buena relación en lo personal, en lo familiar y en lo íntimo. No
puede haber buena unión con un mentiroso. Y no importa que tan buen mentiroso
se llegue a ser, siempre caen.
Y
por cierto, desde el punto de vista budista, omitir es lo mismo que mentir. Al
igual que las mentiras blancas, eso de que no te mentí, solo no te di toda la
información porque no me la preguntaste, es exactamente igual que mentir
descaradamente y mirando a los ojos. No hay diferencia entre una cosa y la
otra. Manipular la información para la propia conveniencia, mezclar mentiras
con verdades, y decir verdades a medias, todo esto entra en la categoría de
mentira. Y tal vez sea un tipo de mentira todavía más descarada que la sola y
simple mentira. Así que en el recto uso del lenguaje no hay lugar a trampas ni
a atajos. O se dice la verdad, o se oculta la verdad. No hay grises ni matices
para la conducta correcta.
Cuando
se comenta este tema, se suelen nombrar áreas grises. Circunstancias especiales
en las cuales mentir no solo es solo aceptable, sino también necesario. Hablamos
de las llamadas “mentiras blancas”. Mentiras benévolas que se dicen para no
herir los sentimientos, la sensibilidad o la inocencia de personas mentalmente
sensibles o vulnerables.
El
problema con estas mentiras es que en principio se invocan para proteger la
mente de personas que queremos proteger, como los niños. Pero luego este mismo
principio es justificado para mentir por cualquier cosa. Mentirle a tu mujer
cuando te pregunte si está gorda, a tu jefe cuando quieres dar una buena
impresión o a cualquier persona frente a la cual quieres quedar bien y evitar
incomodidades. La mentira blanca poco a poco va tomando un tono gris y luego se
puede usar sin mayor remordimiento para mentir de cualquier forma y ante
cualquier persona porque después de todo, “una mentirilla blanca no le hace
daño a nadie”.
El
ejemplo que siempre me ponen es el del niño que se encuentra una situación
difícil de adultos y que pregunta qué está pasando. Como una muerte, una
separación, un acto terrible de sus padres, etc. Los casos varían, pero el
punto es que a los niños hay que darles información hasta donde puedan entenderla
y de la forma en la que puedan entenderla. Como hacía la mamá de Forest Gum. La
cuestión es que el niño tiene unos tiempos para irle dando la información que
va pidiendo según va entendiendo el mundo. La gente olvida su niñez y llega a
creer que ser niño es ser tonto o limitado mental. Esto no es cierto. Al niño
hay que darle las explicaciones que va pidiendo según el ritmo de su
desarrollo, pero en ningún caso es inevitable tener que mentirle.
Posteriormente, veremos unas claves que el Buda nos da para entender este
punto.
La
conclusión es que no hay tal cosa como “mentiras blancas”. Este término inicia
escudándose en la inocencia de los niños o de personas amadas a las cuales se
les quiere proteger los sentimientos, y con la misma lógica termina siendo
usado para justificar todas las mentiras. Toda mentira blanca se usa para no
herir los sentimientos de alguien. La trampa está en que en principio, la
excusa es proteger a la persona a la cual se le miente, pero en realidad y al
final de cuentas la mentira blanca siempre tiene como principal objetivo
proteger los sentimientos de quien la dice, del mentiroso, no del engañado. Porque
simplemente no tiene las herramientas para lidiar con la respuesta emocional de
la persona a la que le está mintiendo si le dijera la verdad.
Toda
mentira siempre tiene como objetivo proteger al mentiroso, no a la víctima de
la mentira. Siempre. Así se trate de niños o adolescentes.
Esto
tampoco quiere decir que a las personas que debemos proteger debemos
dispararles la verdad en la cara como lo haríamos con cualquier adulto
totalmente responsable de sí mismo. Recordemos que estamos hablando de aprender
a tener un Recto lenguaje. Es decir
que en casos delicados lo mejor es que la persona tenga herramientas de recto
lenguaje para hablar correctamente en situaciones difíciles. Las personas que
no tienen un uso correcto de su palabra inevitablemente van a mentir porque no
tienen nada que aportar. Pero una persona que sí se preocupa por este punto y
lo cultiva, encontrará la manera de ayudar a los demás, siempre con la verdad.
El
mentiroso siempre está buscando un refugio para escapar de una consecuencia
indeseable. La furia del estafado se convierte en acciones legales en su
contra. La indignación de la esposa engañada termina en divorcio. La decepción
de un público ilusionado se transforma en la más agria vergüenza y en repudio.
No hay mentira que no pueda iniciar como “mentira blanca”. Como una pequeña
bolita de nieve en la cima de una colina para luego bajar haciéndose cada vez
más rápida y más grande, y terminar siendo como una inmensa bola de hierro que
acaba con todo a su paso. Todos conocemos casos así, no hay mucho que
explicar.
Siempre
hay manera de ser honesto sin necesidad de herir con las palabras,
independientemente de que las circunstancias inevitablemente sí sean dolorosas.
Pero nosotros no somos responsables por las cosas dolorosas que pasan en la
vida. Solo somos responsables por nuestras acciones. Por nuestras palabras.
Mentir
es el vicio del vicioso. Del drogadicto, del alcohólico y del desleal. Mentir
es el camino más fácil a ser esclavos de nuestros propios deseos vulgares. El
segundo mal uso de la palabra tiene que ver con este.
El segundo mal uso de la palabra
es el habla agresiva, hiriente o dañina.
Es
muy frecuente, sobre todo en las redes sociales, que en medio del debate, la
discusión y la exposición de argumentos contrarios, se use un lenguaje
insultante para desacreditar la postura del otro, o al otro. Muchas veces no se
debate con respeto.
El
hecho de que uno esté exponiendo algo que es la verdad, o que uno crea que es
la verdad, no es justificación para agredir o atacar a la persona que presenta
argumentos opuestos. Insultar tiene el efecto contrario a lo que se quiere en
un debate, y puede hacer que una persona se aferre más a la mentira o a la
ignorancia como reacción a haber sido herida por una persona que pudo haberle
dado el mismo mensaje, pero con palabras más apropiadas y corteses. Tener la
razón no justica el ataque personal. Irrespetar a otro con la palabra, en lugar
de rebajar al otro lo rebaja a uno mismo por mostrar una cultura baja y una
personalidad infantil. Y eso a su vez, desacredita el mensaje que uno está
dando sin importar que este sea verdad o no.
Las
palabras agresivas, soeces e insultantes, predisponen a la mente a un estado de
ataque o defensa. Preparan el cuerpo para realizar o recibir una agresión. Las
personas más cultas y más elevadas del mundo, son aquellas que pueden expresar
una gran insatisfacción y una gran molestia (incluso en estados mentales de
enfado), sin pronunciar una sola palabra vulgar y sin maldecir una sola vez.
Esta cualidad es muy valorada por los sabios y muy apreciada por la sociedad.
El control de las palabras es el control de la mente. Es una gran prueba de una
práctica bien llevada. Este es el modo en el que hablan los maestros.
La
elegancia en el hablar en cualquier circunstancia, más que todo en las circunstancias
complicadas, demuestra cultura e inteligencia. Y es la característica de una
persona correcta e íntegra. El hablar adecuadamente genera respeto ante la
persona culta y ante la persona inculta.
El tercer mal uso de la palabra
es el chisme y la conversación banal.
Las
redes sociales han demostrado que el chisme es tan adictivo como la droga. El
chisme y el habla superficial y vacía es la marca de una persona ignorante y
poco culta. En el sentido ético y académico también. Y no estamos hablando de
que ser analfabeta te predispone a ser chismoso. Estamos hablando de las
personas que nunca han tenido gusto por cultivarse culturalmente y siempre se
han mostrado reticentes al estudio y al aprendizaje. La mente no se detiene y
siempre busca llenarse con algo. Si la mente no se cultiva correctamente con
material que le haga trabajar, buscará material fácil, de satisfacción
instantánea y de calidad baja. Eso es el chisme.
El
chisme es muy placentero porque genera mucho morbo. Y el hablar mal de otros o
meterse en la vida íntima de los otros es una práctica muy morbosa, y por lo
mismo muy placentera. Es una de las formas de placer más vulgar. Propio de
gente ignorante y de moral baja.
El
chisme es el vicio del perezoso. Por lo general es una costumbre de gente que
no tiene mucho que hacer. Que no se ocupa en algo útil. Desgraciadamente, las
redes sociales concentran muchísimo esta forma de lenguaje. El chisme y los
medios vulgares mueven cantidades colosales de dinero. Las revistas de chismes,
los programas de chismes, los noticieros amarillistas, son una industria
gigantesca que induce el chisme en la población para convertirlo en dinero. Y
funciona perfectamente. Privarse de ese contenido es también un buen uso del
lenguaje porque mucho de lo que hablas es consecuencia de lo que recibes del
mundo.
También
es importante no generar el chisme ya que es extremadamente fácil hablar de
otros cuando estamos detrás de una pantalla y un teclado y no estamos dando la
cara. Si hacerlo en persona es fácil, hacerlo virtualmente lo es mil veces más.
Hablar mal de una persona ausente, es propio de cobardes.
Una
persona consciente de su uso del lenguaje, procura no hablar de un tercero
cuando no está presente. Aunque a veces es algo ineludible.
Por
lo general se dice que para evitar caer en conversaciones maliciosas, uno debe
hablar de alguien que no está como si estuviera ahí. Pero es mucho mejor tomar
la siguiente decisión. Cuando vayas a hablar de alguien que no está presente,
intenta hablar, no solo como si la persona de la que hablas estuviera presente,
sino como si la madre de esa persona te estuviera escuchando. Esto ayudará a
que condiciones tu lenguaje de una manera correcta, sin importar que lo que
tengas que decir sea agradable, o sea algo duro y difícil.
De
todas maneras, lo correcto es no hablar a las espaldas de otros. Ciertamente,
se siente algo de satisfacción cuando una persona llega a ti con esas ganas
incontenibles de hablar mal de otro, y tú la detienes y le dices que no te
interesa porque te parece de mal gusto hablar a espaldas de los demás. La cara
que ponen es muy graciosa. En verdad se avergüenzan. Mucho más cuando lo dices
en voz alta para que todos lo escuchen. Tú
le interrumpes y le dices: Por favor, te agradezco que no me cuentas cosas de
otros porque NO ME GUSTA ESCUCHAR CHISMES. ME PARECE DE MAL GUSTOOO. Así, en voz alta. Todo mundo se queda mirando
y la persona te pone esa cara de perro rabioso.
Le
haz avergonzado, sí. Pero en principio es por su bien, para recordarle que lo
que hace está mal. También es por tu bien, porque en verdad no quieres ese tipo
de persona encima de ti echándote basura (por lo general el chismoso es muy
pegajoso), ni esa charla dañina. Y solo será una vez porque, una vez que lo
hagas, le va a quedar absolutamente claro qué tipo de persona eres tú, y no
volverá a acercarse para decirte un chisme jamás. Además, se alejará de ti, y
eso es bueno. El Buda dice que uno debe alejarse del necio. Y si el necio se
aleja de ti, pues mucho mejor. Técnica garantizada. Veamos el cuarto mal uso de
la palabra.
La difamación y la calumnia.
Hacerle
el mal a otro a través de la palabra jamás fue tan fácil como ahora. Hoy en día
tenemos el poder de destruir carreras, familias, vidas e incluso generar
suicidios a través de una línea escrita en una red social. Se le llama
linchamiento social, y es comúnmente usado para impulsar activismo político y
causas sociales que no están basadas en la verdad ni en la realidad.
Ya
hay casos de hombres que se han suicidado por haber sido acusados falsamente de
agresores sexuales sin que se presentara nunca una mínima prueba de ello. Hay
mujeres a las cuales se les ha destruido el honor y el futuro de la misma
forma, solo por envidia y cualquier tipo de rencores. Muchas mujeres han sido
expuestas en su intimidad por haber confiado en la persona equivocada. La
difamación, la calumnia y el escarnio público alimentan el punto anterior del
chisme, el morbo y la charla banal.
Este
es el vicio de las serpientes envidiosas. De las personas rencorosas,
resentidas y de autoestima subterránea.
Hay
que mencionar que por lo mismo, no es recomendable tener la vida privada de uno
publicada en donde cualquiera pueda verla. Hay gente muy enferma buscando ese
tipo de información. Siempre para hacer el mal.
Por
otro lado, hay que denunciar la injusticia. Pero hay que denunciarla con
pruebas. Con información real. Con hechos comprobables. La injusticia se
denuncia cuando es real, no cuando nos parece que “algo es injusto” o nos hace “sentir
feo”. El me parece y el yo siento, NO son fundamentos para
determinar la injusticia. Hoy, acusar a una persona por odiarla y fingir frente
a la opinión pública es tan fácil, que el odio más inmaduro puede crear una
catástrofe que puede terminar en tragedia. Es algo muy serio porque sin el
arbitrio de la ley, sin pruebas ni argumentos comprobables y sin sentido común,
mucha gente inocente es destruida por este tipo de injusticia. Hay gente muy
trastornada allá afuera. Y las redes sociales están a su alcance.
Nosotros,
como consumidores de redes sociales, no somos más que números. Somos como una
ola enorme que se deja subir y bajar por una marea de opiniones y emociones
ajenas sin detenernos a pensar realmente de dónde vienen tales opiniones, o si
al menos son verdad. Solo basta poner la foto de un hombre en internet, poner
abajo un letrero de abusador, y escribir un evento resumido con una ciudad y
una fecha y listo. El tipo ya ha sido sorprendido, juzgado y condenado
públicamente sin siquiera pasar por las manos de un solo policía o juez. Sin un
mínimo de comprobación. De forma gratuita e instantánea.
¿Cómo
podemos saber si se está cometiendo una injusticia? ¿Si el tipo en verdad es, o
no es, un abusador? La realidad es que no tenemos como saberlo y en primer
lugar no nos corresponde a nosotros, la opinión pública, determinar si una
persono es o no culpable de algo. Mucho menos basándonos en una imagen que
alguien publicó en internet. Determinar
tal cosa es imposible a través de unas publicaciones de internet puestas ahí y
ya. Es la autoridad y los organismos judiciales los que deben intervenir,
investigar y determinar culpabilidad en delitos. Después de que haya habido un
proceso que incluya todas las versiones y una decisión de la justicia,
estaremos en una posición relativa de hablar al respecto como opinión pública.
E incluso así, ni siquiera deberíamos hacerlo. Porque ese tipo de temas estaría
más cerca del morbo que de otra cosa.
Debemos
estar conscientes de la injusticia en nuestra sociedad. Luchar contra ella y
tomarla como ejemplo para mostrar las consecuencias del mal. Pero basándonos en
la realidad. Con justicia y con veracidad en los hechos. No con rumores ni
fotos con declaraciones fantasmas. Debemos tener bien presente los conceptos de
calumnia, falso testimonio y falsedad.
Cada
vez que entres a una red social, debes recordar que frente a un teclado, es
muchísimo más fácil mentir que en persona. Y que de hecho, seguramente más de
la cuarta parte de lo que escribe la gente en las redes sociales, es mentira
para ganar atención y subir números.
Solo
podemos hablar de verdad cuando nos basamos en la realidad. Todo lo demás, son
especulaciones maliciosas.
La
técnica de las redes sociales consiste en apuntar a la indignación humana, a la
emoción sensible, a la injusticia con imágenes fuertes que estimulan el sentido
de dolor y de injusticia. Pero sin pruebas reales de ello. Sin embargo hacen el
daño fácilmente y nos dañan la cabeza con remordimiento y culpa social para que
demos clics a su favor y aportemos odio a sus causas.
¿Qué
debemos hacer en esos casos? Ser pacientes. No permitir que nuestras emociones
sean estimuladas a través de la indignación social. Antes de tomar partido ante
una situación, las cosas deben pasar primero por nuestra inteligencia y nuestra
razón antes que por nuestros sentimientos. Si lo juzgamos todo basándonos
primero en nuestros sentimientos, ya perdimos, y estaremos trabajando gratis
para cualquier causa falsa.
En
estos casos debemos abstenernos de opinar porque simplemente no vamos a tener toda
la información que se necesita para emitir un juicio acorde a nuestro sistema
ético que es el Dhamma. Y por más que una persona denuncie y diga, mientras no
muestre pruebas contundentes, existe la posibilidad de que esté mintiendo. Y si
está mintiendo, nos estará usando como idiotas útiles para su propio rencor. Y
un practicante del Dhamma no puede dejarse usar como un pobre idiota útil. Para
ninguna causa. Sin importar lo justa o buena que parezca ser. Nuestro
fundamento es la inteligencia. No la sensibilidad emocional.
En
pocas palabras, debemos estar siempre atentos para no caer en el juego de las
pasiones y ser manipulados por nuestras emociones para ser usados como títeres
de la injuria, la calumnia y el linchamiento público. Esta es otra epidemia de
nuestro tiempo. Y estará con nosotros para siempre. Estas son las cuatro
advertencias del Buda sobre el mal uso de la palabra.
En
lo que a este grado del Óctuple Noble Sendero respecta, tenemos un gran
problema con internet. Con las redes sociales. Regular el lenguaje en las redes
sociales y aplicar las Enseñanzas del Buda en la forma en la que nos comunicamos
a través de ellas es muy difícil. A primera vista, puede parecer que las
recomendaciones del Buda sobre el recto lenguaje aplican solo para hablar en
persona. Pero no es así. Hoy en día nos comunicamos más a través de las redes sociales
que en persona. Y no es así solo por la pandemia. Ya es una condición
intrínseca en la gente y su relación con los teléfonos y computadores. Ya no
hay marcha atrás.
Las
Enseñanzas del Buda son la verdad, y por lo tanto son aplicables en
absolutamente todo contexto humano sin importar los cambios que sucedan.
Debemos hacer el esfuerzo de aplicar las Enseñanzas del Buda en cuanto al uso
del lenguaje en lo que leemos y escribimos en las redes. En lo que damos y
recibimos. Incluso es recomendable eliminar algunos contactos que sabemos que
nos entorpecerán el camino, de la misma manera que debemos alejarnos de las
personas que solo nos llaman para emborracharnos. Como hemos dicho, no es
fácil. Pero si la práctica fuera fácil, no funcionaría ni traería ningún
resultado real.
Procuremos
que lo que leemos y lo que escribimos en nuestras redes sociales, sea verdad,
sea útil, y sea benéfico. Si cumple estas tres condiciones, es digno de
comunicarse. Si no cumple así sea una de estas condiciones, no vale la pena
comunicarlo.
Veamos
más recomendaciones puntuales del Buda sobre cuándo hablar y cuándo no hablar.
El
Buda presenta seis casos específicos en los cuales debemos detenernos y decidir
si debemos hablar, o si por el contrario lo mejor es permanecer en silencio.
Los criterios para determinar estos seis casos son: Verdadero/Falso.
Beneficioso/No beneficioso. Agradable/Desagradable.
EL
Buda explica que:
1.
Cuando algo es falso, no beneficioso,
y es desagradable; no debemos hablar.
2.
Cuando algo es verdadero, no
beneficioso, y es desagradable; no debemos hablar.
3.
Cuando algo es verdadero,
beneficioso, y desagradable; sí debemos hablar. Pero hay que buscar el mejor
momento para ello con inteligencia y buen criterio.
4.
Cuando algo es falso, no beneficioso,
y agradable: no debemos hablar.
5.
Cuando algo es verdadero, no
beneficioso, y agradable; no debemos hablar.
6.
Cuando algo es verdadero,
beneficioso, y agradable; sí debemos hablar.
Estas
son las seis recomendaciones del Buda para saber cuándo es conveniente hablar y
cuándo guardar silencio.
Usar
esta tabla y medir nuestras palabras es un ejercicio altamente recomendado para
aplicar en nuestro lenguaje en las redes sociales y en nuestra vida cotidiana. Pero
para poder usar esta tabla debidamente, nos hace falta un elemento fundamental,
olvidado por la humanidad, muy malinterpretado y con un poder de buen Kamma
inimaginablemente grande. El silencio.
Tenemos
que aprender a usar el silencio para poder utilizar debidamente nuestro nuevo
código del recto lenguaje. El silencio es muy subestimado. Se malinterpreta
como debilidad. Como derrota y a veces como maldad. Pero el silencio bien
usado, es a veces más poderoso que la misma palabra. Los grandes maestros
budistas de la historia, conocían la importancia de guardar silencio en el
momento apropiado. Manejaban el silencio con autoridad. Y hasta enseñaban con
él.
Manejar
el silencio es tan importante como saber manejar la palabra. De los seis
criterios que nos da el Buda, en cuatro de ellos hay que abstenerse de hablar y
solo en dos hay que saber hablar. El uso del silencio duplica el uso de la
palabra.
El
silencio es muy útil y muy poderoso. Si conoces la Enseñanza del Buda sobre los
insultos, recordarás que el Buda dice que los insultos son como los regalos. Si
no los recibes, se quedan con quien los trae. Es decir, si no respondes al
insulto, si no continúas la cadena, si guardas silencio, el insulto
inevitablemente regresará a su dueño como un regalo que no fue recibido.
Recuerda eso cuando sientas deseos de empezar a pelear en internet. Te ahorrará
muchas fallas en el recto lenguaje. Cuando la conversación se pone hostil, la
mejor respuesta es el silencio. Además de evitar que surjan emociones negativas
en ti, puede hacer que la persona hostil cambie de estrategia, ya que la
hostilidad no le ha funcionado.
En
las redes sociales, silencio significa simplemente desactivar las
notificaciones de la persona mal hablada, apagar el aparato e ir a buscar algo
mejor que hacer. Que hay bastante. En el mundo real es donde verdaderamente
podemos apreciar el poder del silencio.
El
silencio tiene un poder adicional. Tiene un efecto muy importante en la mente.
Resulta que cuando guardas silencio, tu cerebro sufre un cambio radical y muy
benéfico. Cuando te callas, observas. Cuando guaras silencio, tu cerebro entra
en modo de recepción de información a un nivel mayor. No puedes hablar y observar
debidamente al mismo tiempo. La información de entrada y salida se estorba.
Pero cuando dejas de hablar y te pones a observar, tus ojos y oídos registran
mejor la información, y puedes percibir tu entorno, a las personas, lo que
dicen, lo que hacen, y lo que piensan, de forma mucho más clara.
Callar
es aprender. No se puede aprender cuando hablas. Y siempre se puede aprender
algo incluso de la persona más ignorante. Si no es algo bueno para imitar, será
algo malo para tener en cuenta y no repetir. Aprendes de la sabiduría y de los
errores de los otros. Pero de que aprendes, aprendes.
Por
último, quiero hacer mención de algo que ya he comentado anteriormente en
algunos artículos, pero que considero que es una gran herramienta tanto para la
comunicación virtual como para el mundo real. Es un gran reto y una costumbre
extremadamente sana. Pero difícil de adoptar en este mundo y sus condiciones.
Se trata de corregir un vicio muy marcado que tenemos y que fortalece nuestro
ego continuamente hasta convertirlo en un monstruo inmanejable. Es una ley muy
conocida por los sabios, pero poco practicada por los eruditos.
La
ley dice: No des tu opinión hasta que alguien te la pida. Es una costumbre
terriblemente difícil de adoptar. Otras variaciones de esta son, si nadie te lo
ha preguntado, no lo digas. No intentes inculcar tus convicciones en otros si
no te han dado su permiso. No te creas el portador de la verdad absoluta. Si no
te están hablando a ti, no te están hablando a ti. Si no es tu cumpleaños, no
soples las velas…
Estamos
tan obsesionados con ser opinadores con autoridad que no nos medimos a la hora
de andar diciendo cuanta cosa se nos viene a la cabeza y entonces aparecen
problemas de la nada. Sé que la vida no se está haciendo más fácil y que la
calidad de nuestra comunicación está en declive. Por lo mismo, nuestra
necesidad de comunicarnos aumenta. Sentimos el deseo de hablar más porque cada
vez nos sentimos más solos. Pero dejar nuestro opinómetro suelto y sin freno
como caballo asustado en una feria entorpece nuestra comunicación con otros y
termina haciéndonos sentir todavía más solos.
Recordemos
que todo este tema tiene como fundamento el control de nuestras palabras. Es
decir, de nuestros pensamientos, intenciones y emociones. Dar tu opinión solo
cuando te la piden, es tan importante como hablar con altura y como guardar
silencio debidamente. El control de la palabra es algo muy beneficioso y
altamente apreciado por el Buda.
Dar
tu opinión únicamente cuando alguien te la pide, y más aún, guardártela para ti
mismo porque nadie te la pidió, es una gran forma de humildad, de respeto y de
madurez. Es un excelente entrenamiento de control mental.
En
este tiempo de comunicaciones artificiales y soledades prolongadas, el recto
lenguaje es una excelente herramienta para fortalecernos en la práctica,
apartarnos de las personas perjudiciales, y acercarnos a las personas
adecuadas.
Estúdialo,
practícalo y hazlo un hábito personal.
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